miércoles, 14 de agosto de 2024

EL SAMURAY SARRACENO

Iniciando mí primer día de viaje a más de cien kilómetros de Humahuaca, rumbo a mí Santa Fe (ciudad) natal, recordaba a un personaje curioso, que pretendía evitar que charle de Historia en un monumento nacional, impulsado por otro de nacionalidad  colombiana, que tiene iguales costumbres con las mujeres que el primero, claro que  se dice, que el personaje principal, no nació en nuestra patria, pero mis charlas trataban, claramente, de nuestra historia, de la que, es evidente, puedo hacerlo, por nacimiento, por el título universitario, por encontrarme en un Monumento Nacional y mis escritos. Supongo que le molesta la mención de nuestro San Martín y surge de todo esto, que decir estupideces a las mujeres, debe creer que está permitido, aunque existen leyes referidas al trato con personas de sexo femenino.
En estos momentos estoy intentando aumentar mí dinero por la vía de las ventas de las mismas cosas, que tenía en el monumento, para que duren mis pocos pesos. Y supongo que llegaré un poco más tarde, para los que me esperan o esperan verme en este camino, o en Santa Fe, pero esto es así y por lo menos no tengo el problema de amenazas o de intentos de rebajarme o tomarme el pelo, del que ya me queda poco. Y restaría ver cuáles son los caminos legales y hasta dónde llega una antigua documentación que tiene el que se cree, con derechos sobre todo.

lunes, 12 de agosto de 2024

Sorpresa en Güemes

Es la primera vez que me reciben bien en este lugar y todo parece más ordenado.
General Güemes es una ciudad ubicada al norte de Argentina, en la provincia de Salta. Es cabecera del departamento General Güemes y se encuentra a 50 km de la ciudad de Salta, capital de la provincia. Está conectada por la Ruta Nacional 34 km 1136. Wikipedia
Código postal: A4430
Provincia: Salta

jueves, 1 de agosto de 2024

San Martín y un cambio de estrategia.



En 1814 cuando San Martín ocupó el cargo de general en jefe del Ejército del Norte, advirtió que los intentos de terminar con la resistencia realista en el Perú por el Norte llevarían a una guerra de desgaste, lo cual diezmaría los pocos recursos económicos y humanos con los que contaba la Revolución. Entonces elaboró un plan para atacar y libertar Lima, corazón del poderío español en Sudamérica, que consistía en cruzar la cordillera de los Andes primero, para reforzar la revolución chilena y unir los recursos materiales y humanos del Río de la Plata y Chile, y luego navegar por el océano Pacífico en dirección al virreinato del Perú y acabar con la resistencia española en el sur del continente. Para ejecutar su plan, solicitó el cargo de Gobernador Intendente de Cuyo, jurisdicción que comprendía las provincias de Mendoza, San Juan y San Luis. El 9 de septiembre de 1814, San Martín llegaba a la ciudad de Mendoza con un objetivo muy claro: armar un ejército profesional bien pertrechado que le permitiera derrotar a los realistas y lograr definitivamente la independencia americana.
“La patria no hará camino, por este lado del norte que no sea una guerra defensiva y nada más. Pensar en otra cosa, es empeñarse en echar al pozo de Ayrón, hombres y dinero. Ya le he dicho a Ud. mi secreto: Un ejército pequeño y bien disciplinado en Mendoza, para pasar a Chile y acabar allí con los Godos, apoyando un gobierno de amigos, sólido, para concluir también con la anarquía que reina. Aliando las fuerzas pasaremos por el mar a tomar Lima. Ese es el camino y no éste. Convénzase, hasta que no estemos en Lima la guerra no se acabará” (Carta de San Martín a Rodríguez Peña, del 22 de abril de 1814).
Ya siendo gobernador y con el apoyo incondicional del Cabildo de Mendoza, San Martín comenzó los preparativos de su campaña libertadora. El reclutamiento de soldados fue muy intenso. A principios de 1815, San Martín dispuso que todos los hombres que tuvieran entre 15 y 45 años de edad, debían alistarse en los cuerpos cívicos. Un año después, el 12 de enero de 1816, ante la necesidad de reclutar más hombres, dispuso en un bando que los amos de esclavos debían proporcionarle al gobierno todos aquellos que tuvieran entre 14 y 45 años y encargarse de proveerles de uniformes. Los esclavos eran los que mayormente trabajaban en las siembras, las estancias y las viñas, de manera que esta política afectó a varias de las industrias locales. Para atenuar el impacto, el 13 de septiembre de 1816, el gobierno citó a todos los propietarios de esclavos y les anunció que el Estado los recompensaría económicamente en cuanto fuera posible, pero que sus esclavos serían liberados y pasarían a forma parte del Ejército Libertador.
Para el adiestramiento de los soldados, San Martín requirió un campo de gran extensión cerca de la ciudad, que se convertiría en el Campamento del Plumerillo. Para levantar los cuarteles debió utilizar maderas, tirantes, adobes y peones. Luego fue solicitando al Cabildo caballos y mulas, cueros (para envolverle los pies a los soldados), alimento para el ganado que llevarían a pie, monturas, carretas (para trasladar armamentos y municiones), yerba mate, papel, bolsas de lanilla (para municiones), tabaco, piedras pómez (para lustrar las armas y pulir el interior de los cañones), aguardiente (para disminuir el frío nocturno) y otros elementos. Y como antídoto del mal de las alturas que provocaba cefaleas, náuseas y trastornos del sueño, conocido entonces como la puna o el soroche, San Martín reunió miles de cebollas. El 28 de diciembre de 1816, San Martín dice: “la cebolla ha probado muy bien contra la puna. No hay en proveeduría, urge acopiar cuanta hubiere en Mendoza”. Ante la dificultad de reunir los recursos materiales necesarios para la campaña, el general, en su rol de gobernador, tomó medidas económicas estableciendo nuevos impuestos y una serie de políticas específicas como la del oficio del 10 de mayo de 1816, que ordenaba encontrar diez peones que debían ser costeados por los vecinos de Mendoza con el objetivo de emplearlos en la elaboración de pólvora. San Martín necesitaba explotar al máximo los recursos locales, debido a que no podía esperar demasiado del poder central ubicado en Buenos Aires. Sin embargo, esta situación cambió a partir del 9 de julio de 1816, fecha en la que asumió Juan Martín de Pueyrredón como director supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata.
Cabe destacar que toda la comunidad mendocina se sumó a los preparativos de la campaña libertadora, cuando el ejército repartió en cada uno de los hogares millares de cortes de camisas y ropas destinadas a vestir a los soldados de los diferentes cuerpos para que fueran cosidas en el menor tiempo posible,. Las mujeres cosieron incluso de noche, a la luz de las velas, a fin de poder cumplir con esta misión. Un grupo de damas mendocinas pidió una audiencia con José de San Martín, en la que le entregaron sus alhajas para la compra de armamento y le expresaron todo su apoyo. Además, Remedios de Escalada, esposa del general, junto a sus amigas cosió y bordó la bandera de los Andes. El bordado del sol, se realizó con las perlas de un collar de Remedios.
El 5 de enero de 1817 se realizó en Mendoza una gran ceremonia a la que acudió toda la población mendocina. Las calles estaban adornadas con arcos florales y colgaduras de colores, así como también los balcones y fachadas de los edificios de la plaza principal. Poco antes de las diez de la mañana, las bandas militares anunciaban la llegada de las tropas que venían desde el Campamento de El Plumerillo. El ejército penetró en la ciudad por la calle de la “Cañada”, actual Coronel Díaz. A la cabeza marchaba el general Soler y la Virgen del Carmen, elegida patrona y generala del Ejército de los Andes. Detrás de la imagen llevada en andas, desfilaban San Martín, el nuevo gobernador de Cuyo, Toribio Luzuriaga, los miembros del Cabildo, autoridades eclesiásticas y vecinos. Durante la ceremonia, se escuchaba la música de las bandas militares y las campanas de todas las iglesias. Cuando las tropas llegaron al altar levantado en la plaza, el canónigo Dr. José Lorenzo Guiraldes realizó una misa en la que bendijo el bastón de mando y la bandera bordada por las damas. El general en jefe entregó el bastón a la Virgen del Carmen y enarboló la bandera de los Andes. Luego, una salva de 21 cañonazos saludó a la gloriosa insignia. Después, San Martín se dirigió a sus soldados y con voz firme anunció: “Soldados: ésta es la primera bandera independiente que se bendice en América”. Y los soldados respondieron: “¡Viva la Patria!”. Y San Martín replicó: “Soldados: ¿Juráis sostenerla muriendo en su defensa como yo lo juro?”. Y en un grito unánime respondieron: “¡Lo juramos!”. Luego siguieron otros 25 cañonazos.
En los días siguientes, partieron las diferentes columnas del ejército andino. El 25 de enero de 1817, el general San Martín, dejó la ciudad junto a su estado mayor después de enviarle una nota de agradecimiento al Cabildo y despedirse de su esposa y de su hija Mercedes de tan solo 6 meses de edad. La ciudad quedó desierta tras la partida del Ejército y los familiares de los soldados acudieron a las iglesias a rogar a Dios por la vida de sus seres queridos.
Para ilustrar algunos de los elementos que tuvo que llevar San Martín en su campaña libertadora, compartimos la imagen de un par de chifles que le pertenecieron al Libertador. Un chifle, es un recipiente hecho con cuerno (asta) de buey o toro que se utiliza como cantimplora para contener líquidos. En su fabricación, el cuerno era secado y limpiado. Su extremo mayor o base era cerrado con una pieza de madera o plata, y en el más angosto se realizaba una pequeña abertura donde se colocaba una espita (canuto) y una tapa. El par de chifles del general San Martín, está realizado con plata y su cuerno labrado con hierros candentes: Y la parte superior, posee una llave que pende de una cinta. Los mismos se exhiben actualmente en la sala permanente Pasos de Libertad

GUERRA CONTRA LA CONFEDERACIÓN PERÚ BOLIVANA

Hace dos días un guía turístico, les decía a los turístas que dirigía, que toda la Quebrada de Humahuaca había sido territorio Boliviano y para que quede claro les aporto este documento. Pero sería importante, que sus jefes o superiores lo corrijan.

Guerra contra la Confederación Perú – Bolivia

Brigadier Gral Alejandro Heredia (1788-1838)

El 19 de mayo de 1837 el entonces encargado del manejo de las relaciones exteriores de la Confederación Argentina, Juan Manuel de Rosas declaró la guerra a la Confederación Peruano-Boliviana, comenzando el conflicto con dicha confederación. Se trató de una reacción originada como consecuencia de las agresiones que el Mariscal Santa Cruz, dictador de Perú y Bolivia, venía ejerciendo sobre nuestro país. 

Las causas de la guerra

Terminada la guerra de independencia Bolivia se separó del Perú y se proclamó como república independiente en 1825. A este hecho siguió, en ambos Estados, un período de guerras civiles entre diferentes grupos que se disputaban el poder. Tras una larga lucha en 1836 el Mariscal Andrés de Santa Cruz
, viejo guerrero del ejército de Bolívar y dictador de Bolivia, tomó el control del Perú decretando la unión entre ambas repúblicas. Nació así la Confederación Peruano-Boliviana que fue reconocida por la mayoría de los gobiernos de Europa y América.

Andrés de Santa Cruz buscaba la formación de una confederación de repúblicas americanas y continuó su proceso de expansión hacia el sur, comenzando sus fuerzas a incursionar sobre el norte de Argentina y Chile lo que motivó las protestas de ambos gobiernos a pesar de lo cual continuaron las incursiones. A su vez estableció contactos con Fructuoso Rivera, presidente de la Banda Oriental y enemigo de Rosas. Su plan consistía en fomentar el desorden en las provincias del norte a la vez que Rivera lo hacía en las de la Mesopotamia, tras lo cual – bajo el pretexto de razones de orden y humanidad – colocarían estas provincias bajo su protección. Santa Cruz también dio amplio apoyo a los emigrados unitarios que desde el territorio boliviano realizaban ataques a los gobernadores federales de las provincias del norte lo que motivó nuevamente las protestas de la Confederación Argentina.

Ya en 1834 Santa Cruz había prestado auxilios a una incursión del coronel unitario Javier López sobre el norte que culminó con su derrota de Chiflón. En 1835 se produjo otro ataque de López desde Bolivia pero fue nuevamente derrotado, en este caso en la batalla de Monte Grande. Ese mismo año Felipe Figueroa con fuerzas organizadas en Bolivia invadió la provincia de Catamarca. Al año siguiente Mariano Vásquez atacó con fuerzas bolivianas los poblados de Talina, Tupiza y La Puna. También dio apoyo a una expedición organizada en Perú al mando del general Freyre que se proponía derrocar al gobierno de Chile pero fue interceptada por una incursión de naves chilenas sobre el puerto de El Callao. Al reiterarse las agresiones, los gobiernos de Argentina y Chile comenzaron los contactos para el establecimiento de una alianza en contra de Santa Cruz. Esta nunca llegó a materializarse por escrito pero sí de palabra. El 11 de noviembre de 1836 Chile declaró la guerra a la Confederación Peruano-Boliviana. Argentina hizo lo propio el 19 de mayo del año siguiente.

Las fuerzas opuestas

La Confederación Argentina 

He tomado el año de 1838 como base para describir el estado de las fuerzas opuestas ya que fue el momento álgido de la campaña, pero se debe tener en cuenta que la composición de las mismas fue variando con el paso del tiempo.

Rosas nombró como comandante del ejército nacional en el norte al general Alejandro Heredia, caudillo de Tucumán y una de las figuras de mayor influencia en la zona tras la muerte de Facundo Quiroga. Las fuerzas a cargo de Heredia eran muy limitadas por lo que debió comenzar a organizarlas por su propia cuenta. Ante la carencia de medios solicitó auxilios a Buenos Aires. Rosas envió importantes cantidades de pertrechos entre los que se contaban: 500 tercerolas y carabinas, 900 fusiles, 700 sables, 3.500 piedras de fusil y unos 54.500 cartuchos. A su vez las provincias del norte y el litoral aportaron más armas y soldados con lo que se logró poner en pie una fuerza de unos 3.500 hombres que para 1838 quedó organizada en tres divisiones.

La primera a cargo del gobernador de Salta, General Pablo Alemán. Estaba compuesta de la siguiente manera: 2 regimientos y dos escuadrones de caballería, los primeros eran el “Coraceros de la Confederación Argentina” y “Lanceros de Salta” y los segundos el “Dragones de Jujuy” y el “Restaurador de Aguilar” y 5 regimientos de infantería, el 1 y 2 de milicias de Jujuy y el 6, 9 y 10 de milicias de Salta. En total unos 1.000 hombres.

La segunda división era mandada por el General Manuel Virto y la formaban: 2 regimientos y 4 escuadrones de caballería los primeros eran el “Restauradores” y el 3 de milicias y los segundos eran el “Coraceros de la Guardia”, el de granaderos, el de guías y el de lanceros. A estas unidades se sumaban dos batallones de infantería, el “Libertad” y el de “Cazadores”. En total unos 1.500 hombres.

La tercera división la formaban 1.000 hombres con 2 piezas de artillería, agrupados en las siguientes unidades: 4 regimientos y 2 escuadrones de caballería, los “Coraceros de la Muerte”, “De Rifles”, “Coraceros Argentinos”, 11 de milicias, 4 de milicias y “Granaderos de Santa Bárbara”. A ellos se sumaban dos batallones de infantería, el “Defensores” y el “Voltígeros”. La división estaba a cargo del General Gregorio Paz.

El armamento lo componían fusiles de chispa de 16mm con bayoneta con un alcance eficaz de 200 metros y máximo de entre 400 y 500 metros. Se sumaban las carabinas con un alcance algo menor al de los fusiles, sables, pistolas y lanzas. La artillería fue muy poco usada debido a que se operaba en un terreno que en general era montañoso por lo que no convenía el cargar con pesadas piezas, a lo sumo se llevaban culebrinas o morteros. En esta época de nuestra historia la caballería se organizaba en regimientos compuestos de cuatro escuadrones cada uno, aunque en la guerra contra la Confederación formada por Perú y Bolivia tenían solamente dos.

La infantería argentina solía organizarse en regimientos compuestos a su vez por dos o más batallones divididos en compañías. El número de hombres variaba según la disponibilidad de efectivos. A su vez solía dividirse a la infantería en las unidades de línea (combatían en orden cerrado) y en las de ligera que combatían en orden disperso, lo que se llama comúnmente a manera de “guerrillas”.

La Confederación Peruano-Boliviana 

 En ese caso lamentablemente es menor la información de la que se dispone. El grueso del ejército de la Confederación, unos 5.000 hombres, se encontraba en el propio territorio del Perú presto a enfrentar el ataque de las fuerzas chilenas que desembarcarían allí. A esta fuerza se la conoció como “fuerza norte”. Sobre la frontera con nuestro país Santa Cruz ubicó a unos 2.000 – 4.000 hombres (las cifras son muy variables) al mando del General Felipe Braun con el objetivo de mantener a raya a las fuerzas argentinas hasta que el grueso del ejército derrotara a las unidades chilenas.

Para 1838 las fuerzas de Santa Cruz se componían de 4 batallones de infantería, los 2, 5, 6 y 8 con 300, 380, 700 y 600 hombres respectivamente; 4 escuadrones de caballería 2 de ellos de cazadores, 1 de coraceros y 1 de guías y una brigada de artillería con 4 piezas al mando del comandante García. El armamento de estas unidades era muy similar al de las argentinas.

En lo que se refiere al entrenamiento hay que destacar que era mejor el de las unidades ubicadas en Bolivia que el de las nacionales. Santa Cruz se había preocupado desde el principio de su gestión de fortalecer al ejército para utilizarlo como principal argumento de su proyecto de expansión. Santa Cruz contó con una gran ventaja a nivel militar con respecto a nuestro país durante la guerra, mientras él pudo concentrar todas sus fuerzas contra Chile y Argentina, las fuerzas de la Confederación Argentina no pudieron hacer lo mismo. Esto se debió a que a la vez que se producía la guerra con Bolivia y Perú la Argentina debió enfrentarse al bloqueo y los ataques de Francia, a la campaña de las fuerzas unitarias en el litoral y a la revolución de los hacendados del sur de Buenos Aires por lo que no se pudo emplear el ejército nacional en su totalidad en el norte.

Situación inicial

Para 1837 Alejandro Heredia se encontraba en Tucumán preparando el grueso del ejército para comenzar las operaciones sobre la frontera. Heredia había encargado al general Pablo Alemán la cobertura de la frontera mientras él completaba el entrenamiento de las fuerzas argentinas. Alemán apenas desplegó unos 380 hombres dispersos en diversas localidades de la frontera que quedó en un estado de suma vulnerabilidad. Por otra parte la preparación del ejército se demoró demasiado por lo que la iniciativa de la guerra quedó inicialmente en manos de los bolivianos.

El general Felipe Braun había recibido órdenes de Santa Cruz de mantenerse a la defensiva hasta que él pudiera derrotar a las fuerzas chilenas, pero al ver la inactividad de las fuerzas argentinas decidió atacar la frontera argentina. Braun intentaría hacer retroceder a las fuerzas argentinas hacia el sur con el objetivo de asegurar la frontera.

La posición de Braun se vio favorecida por la demora en el inicio de la invasión chilena al Perú. Dicha demora se debió al alzamiento de las tropas del coronel Vidaurre, en Quillota, y el asesinato de Diego Portales, ministro chileno.

La invasión de Braun al norte argentino

Aprovechando la inactividad de las fuerzas argentinas el general Felipe Braun concentró sus fuerzas en Tupiza y a fines de agosto de 1837 avanzó hacia el sur para invadir el norte argentino entrando por Jujuy. El 28 de agosto de 1837 una columna compuesta por unos 100 hombres ingresó por La Quiaca al poblado de Cochinoca reduciendo a las autoridades de La Puna y al destacamento de la zona. La segunda de las columnas, ubicada al oeste de la primera, tomó los poblados de Santa Victoria e Iruya tras rendir a las fuerzas de dudosa lealtad al mando del coronel Manuel Sevilla. De esta manera quedó el camino abierto hacia Jujuy. Ambas columnas se reunieron en la quebrada de Humahuaca el 11 de septiembre.

Alejandro Heredia recién había tenido noticia de estos movimientos el día 9 de septiembre por lo que tardó en reaccionar. Envió a su hermano Felipe con la vanguardia del ejército compuesta por un escuadrón del regimiento “Restauradores a Caballo”, otro del “Cristinos de la Guardia”, un escuadrón de milicia y una compañía de tiradores como refuerzo, en total 400 hombres. El 12 de septiembre la vanguardia nacional llegó a unos 500 metros al sur del poblado de Humahuaca y fue recibida por los disparos de una avanzada boliviana a la que dispersó rápidamente, comenzando de esta manera el combate de Humahuaca. Por las características del terreno, montañoso, las fuerzas de Heredia no pudieron flanquear a los bolivianos por lo que las atacaron frontalmente. Tras varias cargas retrocedieron siendo perseguidos por los soldados argentinos. La persecución se detuvo por el descubrimiento de una considerable fuerza enemiga ubicada más al norte. Se trataba de una columna dirigida por el teniente coronel Campero y que había sido mandada por Braun para permitir la retirada de sus fuerzas ya que en ese momento creyó erróneamente que las fuerzas argentinas eran el ejército completo y no como en realidad ocurría simplemente la reducida fuerza de vanguardia.

Felipe Heredia continuó el avance al día siguiente y el 13 de septiembre se encontró nuevamente con las fuerzas de Braun que se habían atrincherado en las alturas de Santa Bárbara. Para atacar la posición Heredia dividió a sus tropas en dos columnas, la derecha quedó formada por un escuadrón del “Cristinos de la Guardia”, otro del de milicias y la compañía de tiradores. La columna de la izquierda se formó con un escuadrón del “Restauradores”. Sorpresivamente el teniente coronel Benito Macías, comandante del “Restauradores”, ordenó a su escuadrón cargar sin recibir orden previa de Heredia. Viendo esta situación Felipe Heredia ordenó al escuadrón del “Cristinos de la Guardia” cargar inmediatamente. Este escuadrón fracasó en su carga, pero las fuerzas argentinas se reorganizaron y volvieron a cargar logrando hacer retroceder a los bolivianos que se retiraron hacia el norte. Ante la proximidad de nuevas fuerzas enemigas Heredia no continuó la persecución.

El 11 de diciembre un destacamento de soldados argentinos al mando del capitán Aramayo sorprendió a una fuera boliviana al mando del comandante Calqui en Tres Cruces tomando varios prisioneros, armas y ganado. Las acciones a menor escala continuaron y el 2 de febrero de 1838 un destacamento nacional al mando del capitán Gutiérrez tomó prisioneros a 10 soldados bolivianos en la zona de Rincón de las Casillas, al sur de Negra Muerta. El destacamento argentino se encaminó a Negra Muerta para esperar la llegada de una columna enviada por Braun y emboscarla. Allí mediante un brillante ardid Gutiérrez logró que en medio de la obscuridad dos destacamentos bolivianos se confundieran y, creyendo que se trataba del enemigo, abrieron fuego uno sobre el otro, prolongándose el enfrentamiento hasta que se dieron cuenta del error cometido. A pesar de las victorias obtenidas, Alejandro Heredia no pudo emplear a las fuerzas argentinas en una invasión a Bolivia debido a una serie de sublevaciones producidas en las provincias del norte.

Derrota chilena y retirada argentina

Mientras se desarrollaban estos enfrentamientos en el norte argentino Chile lanzó una expedición sobre la costa del Perú a las órdenes del Almirante Blanco Encalada.

Los chilenos desembarcaron y establecieron un gobierno provisional en Arequipa tras lo cual avanzaron al norte por terreno desértico, las enfermedades, la sed y las epidemias mermaron mucho a los 4.000 hombres de esta expedición. Santa Cruz lo sabía y con el grueso del ejército de la Confederación Peruano-Boliviana marchó para enfrentar a Blanco Encalada. El almirante chileno viéndose en una completa inferioridad de condiciones se rindió firmando la paz de Paucarpata por la cual Chile quedó momentáneamente fuera de la guerra. Heredia se enteró de este hecho en enero de 1838 y comprendió la gravedad de la situación ya que ahora se presentaba el peligro de que Santa Cruz decidiera avanzar con todo su ejército sobre el norte argentino. Aprovechando esto Braun volvió a avanzar sobre el norte argentino y a su vez Heredia retrocedió concentrado al ejército en Itaimari y Hornillos.

Las fuerzas argentinas a pesar de la peligrosa situación emprendieron algunas acciones menores contra los bolivianos. El coronel Paz logró tomar San Antonio de los Cobres, el coronel Mateo Ríos avanzó desde Orán hacia Iruya y el teniente coronel Baca hostilizó a los bolivianos, la acción combinada de estas fuerzas obligó a Braun a retroceder. La situación nuevamente se tornó favorable a las fuerzas argentinas ya que el gobierno chileno rechazó el acuerdo de Paucarpata y comenzó a preparan una nueva expedición sobre el Perú por lo que Santa Cruz no pudo mandar al grueso de sus tropas contra la Confederación Argentina. El general Heredia no se mostraba demasiado activo lo que motivó los reclamos de Chile. Heredia ofreció su renuncia pero fue rechazada por Rosas y le ordenó la preparación de una expedición para atacar a los bolivianos.

Campaña de Alejandro Heredia

Con sus fuerzas ya reorganizadas el general Alejandro Heredia se dispuso a tomar la ofensiva contra las tropas de Braun. A tal fin organizó al ejército del norte en tres divisiones. La primera de ellas quedó al mando del coronel Manuel Virto con unos 1.200-1.500 hombres y tenía como misión el avanzar hacia las montañas de Iruya para atacar al grueso del ejército boliviano por la retaguardia e impedir su retirada. La segunda división estaba compuesta por 1.000 hombres al mando del general Gregorio Paz y debía ocupar la frontera con Tarija y amenazar la ciudad de Chuquisaca.

La tercera división al mando Pablo Alemán permanecería a retaguardia de las otras divisiones para actuar como reserva. La vanguardia de la división del general Gregorio Paz inició la marcha el 27 de mayo de 1838 con el coronel Mateo Ríos al frente. A los dos días atacó a una avanzada boliviana que se había ubicado en el pueblo de Carapari. El comandante de la guarnición, Cuellas, se mostró dispuesto a rendirse pero explicó que debía convencer a sus oficiales que se encontraban acampados en Zapatera. Estos no accedieron a rendirse por lo que Paz decidió atacarlos. A tal efecto dividió a sus fuerzas en dos columnas. La primera de ellas al mando del coronel Mateo Ríos avanzó por el camino de Itau, la segunda al mando de Paz lo hizo por el camino de Saladillo.

La vanguardia boliviana fue atacada por una compañía de tiradores y 15 hombres del regimiento “Coraceros Argentinos” por lo que comenzó a retirarse, fue entonces cuando el teniente coronel Bárcena avanzó con una compañía de tiradores y la mitad del escuadrón “Granaderos de Santa Bárbara” para cortarles el paso. Mientras se producía la persecución, que se prolongó unos 20 km., un escuadrón al mando del comandante Cuellas desertó y se unió a las fuerzas nacionales. La columna del general Paz siguió avanzando y el 8 de junio de 1838 derrotó a una avanzada boliviana en San Diego. En esta acción participaron la segunda compañía de granaderos, 15 tiradores del regimiento “Coraceros Argentinos” y una compañía del batallón “Defensores”.

Cerca de la localidad de El Pajonal el general Gregorio Paz destacó al teniente coronel Ubiens con 200 hombres para que se ubicara a retaguardia del enemigo y cortara su retirada pero los bolivianos dando cuenta de la maniobra se retiraron y lograron eludir el cerco. La división continuó el avance llegando a las proximidades de Tarija pero al aproximarse nota la presencia de una fuerza enemiga de considerable tamaño por lo que Paz decidió retroceder el 24 de junio. Durante la retirada las fuerzas nacionales fueron derrotadas en Cuesta de Cayambuyo y continuamente hostilizadas por los bolivianos sufriendo fuertes pérdidas. A la vez que se desarrollaban estas acciones la columna del coronel Virto también participaba en las operaciones. Esta columna había partido el 5 de junio de 1838 de San Andrés con rumbo a Abra de Zenta. En el camino se reunieron con las tropas enviadas desde Jujuy al mando del coronel Iriarte.

El 11 de junio la división se encontraba cerca de la población de Iruya donde las tropas de Braun se habían atrincherado fuertemente. Al frente de la vanguardia marchaba el coronel Rivas para tomar las alturas ocupadas por el enemigo. La compañía de “Voltígeros” del capitán Lorenzo Alvarez atacó la población con gran determinación pero fracasó. Virto mandó en repetidas oportunidades sus fuerzas contra el dispositivo boliviano pero no logró doblegarlo. Como último intento mandó la reserva pero aún así no pudo seguir avanzando por lo que debió retroceder.

El 22 de agosto de 1838 el general Heredia ordenó la retirada de las fuerzas nacionales tras haber fracasado las columnas en cumplir con los objetivos asignados.

El 12 de noviembre de 1838 estalló en el noroeste argentino la rebelión dando comienzo a lo que se llamó la “Coalición del Norte”. Ese día el general Alejandro Heredia fue asesinado por una partida de rebeldes por lo que las acciones se vieron nuevamente detenidas.

El fin de la guerra

El 20 de enero de 1839 las fuerzas chilenas desembarcadas en el Perú al mando del general Manuel Bulnes se enfrentaron al ejército del general Andrés de Santa Cruz en Yungay, tras cinco horas de duros combates las fuerzas de la Confederación Peruano-Boliviana fueron completamente derrotadas. Tras la batalla la confederación se disolvió. El general Velasco fue elegido como nuevo presidente de Bolivia...

https://www.revisionistas.com.ar/?p=1556