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lunes, 27 de mayo de 2024

Comunidades originarias y grupos étnicos de la provincia de Jujuy*1



Antecedentes 2

Los pobladores prehispánicos que habitaron la Puna, la Quebrada y los Valles de la provincia de Jujuy produjeron e intercambiaron productos provenientes de las diferentes zonas ecológicas del noroeste de Argentina y regiones vecinas. La historia de las antiguas poblaciones de Yungas se remonta a varios miles de años atrás, cuando pueblos cazadores-recolectores hacían uso de los recursos de sus selvas y bosques. Aunque la escasez de investigaciones arqueológicas en esta región impide conocer momentos previos a las ocupaciones de los pueblos agro-alfareros, en sitios arqueológicos ubicados en regiones vecinas se han hallado elementos provenientes de Yungas, que muestran que hace unos 10.000 años los pueblos cazadores de la Puna utilizaban recursos de la selva tales como nueces, cañas, pieles, plumas de aves multicolores y caracoles de agua dulce, entre otras cosas. Sabemos también que hace 5000 años, los elementos de la selva seguían siendo de importancia para los habitantes de las tierras altas que ya contaban con prácticas funerarias complejas. Posiblemente, cinco siglos después con la domesticación de los camélidos o, al menos de la llama que se usó como animal de carga, aumentaron los mecanismos de intercambio a larga distancia uniendo las costas del Pacífico con las Yungas. Hace unos 2500 años, poblaciones que tenían una tecnología cerámica desarrollada se hallaban establecidas en el sur del valle del río San Francisco, ocupándolo aproximadamente entre el 800 a. C. y el 400 d. C. (García Moritán y Ventura, 2007).
En el año 1557, un grupo de españoles arribó a lo que sería posteriormente la jurisdicción de San Salvador de Jujuy. A partir de ese momento, la población originaria ingresó al sistema colonial a la vez que comenzó a sufrir cambios de todo tipo y a reconfigurar su identidad. Los pueblos de indios, fundados a fines del siglo XVI y comienzos del XVII, fueron escenario de las principales transformaciones. Sica (2006) plantea que en el siglo XVII esta jurisdicción era paso obligado de la ruta que unía Potosí con Tucumán y abarcaba un extenso espacio rural que comprendía tres áreas correspondientes a diferentes ecorregiones, Puna, Quebrada de Humahuaca y Valle de Jujuy. En Puna y Quebrada se ubicaban las sociedades con mayor peso demográfico y complejidad social y económica del noroeste argentino. Existían también otras áreas habitadas por indígenas que no eran controladas por los españoles. Durante el siglo XVIII la economía jujeña se basó en la cría de llamas, de ganado ovino y vacuno, la fabricación de productos derivados de éste y la invernada de mulas que se enviaban a Chichas, Porco, Potosí y Lípez, todos centros mineros y urbanos de Charcas, en la actual Bolivia.
Una vez establecida la república, fluctuaciones legislativas marcaron la situación aborigen. Tempranamente, al menos a nivel declarativo, los aborígenes fueron considerados iguales en términos de ciudadanía. Sin embargo a medida que avanzaba la consolidación efectiva del estado, se fue percibiendo al indígena no sometido como alguien que imposibilitaba el libre acceso a la tierra. En la Argentina de fines del siglo XIX, cuando el país transformaba su carácter criollo-mestizo con la incorporación masiva de inmigrantes de origen europeo, los aborígenes eran considerados la imagen de la barbarie y representaban un problema para la conformación del estado-nación. Lagos (2000) plantea que existió un discurso antes y otro después de la Campaña del Desierto, momento en el que aparecieron denuncias de excesos. El discurso de exterminio fue reemplazado entonces por el de integración que pretendía incorporar al indio a la "vida civilizada". En ese momento, la ubicación de los pueblos indígenas se planteaba como un dilema para el gobierno, de modo que algunos grupos fueron destinados al trabajo en la agroindustria azucarera del noroeste, a la minería en la Puna, a los cuerpos de línea del ejército y a prestar trabajo en ocupaciones domésticas o de peonaje.
Avanzado el siglo XX, a partir de la década del ochenta aparecieron cambios significativos en la problemática y percepción aborigen. La ley 23.302 (1985) de Política Indígena y Apoyo a las Comunidades Aborígenes, trató el reconocimiento de la personería jurídica de estas comunidades, la adjudicación de tierras y la creación del Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI). La ley 24.071, convalidó el Convenio 169 de la 77 Conferencia Internacional del Trabajo de la OIT (1989), sobre pueblos tribales e indígenas en países independientes, y constituye el principal instrumento de derecho internacional para la defensa de los pueblos originarios y su territorio. En el año 1994, la reforma constitucional modificó las atribuciones del Congreso en relación a los pueblos originarios3. La ley 26.160 de Emergencia de la Propiedad Indígena, suspendió los desalojos de las comunidades y pautó un relevamiento para el reconocimiento y posterior adjudicación de tierras a los pueblos originarios. En 2009 la ley 426.554 prorrogó el plazo hasta noviembre de 2013. En el año 2007 la Asamblea General de Naciones Unidas aprobó la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas.

Pueblos originarios

Los censos nacionales, hasta muy recientemente, no tuvieron en cuenta a la población aborigen. Durante los años 1966-1968 se inició un censo nacional aborigen que quedó inconcluso. Recién el Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas 2001 planteó una pregunta referida a la pertenencia o ascendencia étnica de al menos uno de los miembros de la casa. Tomando como base esta información, durante los años 2004/2005 se aplicó en todo el país la Encuesta Complementaria de Pueblos Indígenas (ECPI). Su resultado consignó la existencia de 281.959 hogares indígenas que permitieron establecer, como mínimo, una población de más de 600.329 aborígenes, pertenecientes a 31 etnias. Otra estimación oficial indica que, sumada la población aborigen rural no contabilizada, habría un total de 1.012.000 aborígenes en el territorio nacional. Por su parte, la Asociación Indígena de la República Argentina (AIRA) estima que existirían alrededor de 1.500.000 indígenas, mientras que para el Equipo Nacional de Pastoral Aborigen (ENDEPA) su número ascendería, quizás, a 2 millones. De acuerdo a la ECPI, Jujuy es la provincia que presenta el porcentaje más alto del país (10,5%) de hogares en los que algún integrante se reconoce como indígena o descendiente de indígenas, mientras que el 38% de su población rural es aborigen4. En este momento no contamos todavía con los resultados del censo nacional 2010 que nos permitirían establecer algunas comparaciones.

Provincia de Jujuy

En Jujuy, en el año 1992 se creó el primer Registro de Comunidades Aborígenes que concedía las personerías bajo las normas de las asociaciones civiles. Hasta ese momento en la provincia se negaba la existencia de una población indígena significativa. El gobierno provincial, en 1997, firmó un convenio con la Secretaría de Desarrollo Social de la Nación y con el INAI para la organización definitiva del Registro Provincial de Comunidades Aborígenes, que funciona actualmente en la Secretaría de Derechos Humanos. Las personerías jurídicas que otorga son provinciales con validez nacional y están inscriptas en el Registro Nacional de Comunidades Indígenas (RENACI). Las comunidades con personería jurídica nacional también están incorporadas al registro provincial. A los fines del presente trabajo hemos hecho un corte temporal en diciembre de 2010 y consideramos a las 268 comunidades, con personería jurídica registrada o en trámite a esa fecha, que pertenecen a nueve grupos étnicos diferentes.


Figura 1. Comunidades Originarias y Grupos Étnicos de la Provincia de Jujuy
Fuente: Trabajo de campo de María Beatriz Cruz y Matilde García Moritán. La versión original y completa de este mapa puede encontrarse en: http://www.proyungas.org.ar/informes/mapas/Poster-etnias_web.jpg

Regiones de Jujuy

Para facilitar la comprensión de la situación actual de los grupos étnicos y sus comunidades se presenta una breve referencia a episodios pasados desarrollados en las diferentes regiones de la provincia.

La Puna

Comprende los departamentos Yavi, Santa Catalina, Rinconada, Cochinoca, Susques, y parte del departamento Humahuaca. Sin embargo más allá de la delimitación política y caracterización fitogeográfica, la Puna es percibida como una unidad sociocultural sin que esto signifique negar las diferencias existentes en su interior.
Antes de la llegada de los españoles estaba habitada por diferentes grupos. En la cuenca Miraflores-Guayatayoc vivían los Casabindo y los Cochinoca. En la cuenca del Río Grande de San Juan (al norte) los Chicha dedicados a tareas pastoriles y agrícolas. Hacia el oeste se ubicaban los Atacama, originarios de los oasis de San Pedro y Loa Superior, más pastores que agricultores. Hacia el sur, próximos a la Quebrada de Humahuaca, se situaban los grupos designados genéricamente por los españoles como Omaguaca.
Durante el período colonial la forma más extendida de organización de la mano de obra fue la encomienda. Dentro de Jujuy se destaca la población Casabindo y Cochinoca que fue encomendada, entre otros, al Marques del Valle de Tojo. La legislación colonial les otorgaba el derecho sobre sus tierras comunales, derecho que fue desconocido después de la independencia. Los descendientes del marqués reclamaron esas tierras como propias y comenzaron a cobrarles arriendo. Desde inicios de la década de 1870, las tensiones existentes entre campesinos indígenas de Casabindo y Cochinoca y algunas elites, derivaron en un conflicto que desembocó en una revuelta contra los terratenientes y el estado provincial. Después de varias batallas, transcurridas entre 1872 y 1875, los indígenas fueron vencidos en la batalla de Quera. La principal demanda giraba en torno a la recuperación de la tierra.

La Quebrada

Está conformada por los departamentos Tumbaya, Tilcara y Humahuaca, aunque el territorio de los mismos excede a lo que definimos como Quebrada. En los departamentos Humahuaca y Tumbaya se encontraron los vestigios humanos más antiguos de la provincia, de más de 10.000 años de antigüedad. Tal es el caso de Inca Cueva, ubicado en el camino a Tres Cruces, y de Huachichocana, próximo a Purmamarca (Aschero, 1984). Posteriormente, en el 2500 a. C., la Quebrada fue ocupada por grupos portadores de otras características sociales, económicas y tecnológicas, que probablemente llegaron desde las tierras bajas y cuya vinculación con la zona oriental queda reflejada en el tipo de materiales recuperados.
Resulta difícil precisar el surgimiento de las aldeas que fueron creciendo en cantidad y tamaño, y hacia el 700 d. C. ya estaban instaladas en muchos sectores correspondientes a la cuenca del río Grande, cercanas a cursos de agua. Desde el Angosto del Perchel hacia el norte vivían los Omaguaca, subdivididos en Omaguaca y Uquía. Ocupaban la quebrada del mismo nombre y dominaban también sectores de los valles colindantes. Se distribuían sobre el eje del río Grande y quebradas afluentes. Sus viviendas eran de planta rectangular construidas de pirca doble. Cultivaban en el fondo de valles y en grandes sitios agrícolas establecidos en áreas elevadas. Desde el Angosto hasta Hornillos se hallaban los Tilcara. En la quebrada de Purmamarca vivían los Purmamarca, y más al sur en Volcán los Tilián. Hacia los valles se ubicaban los Ocloya que dependían del cacique de Humahuaca, y los Osa que dependían del cacique de Tilcara (Albeck, 2007).
Luego de derrotado el levantamiento organizado por Viltipoco (1594) los Tilián fueron trasladados al valle de Salta, y los Ocloya, Paypaya y Osa llevados al valle de Jujuy. Los demás indígenas de la Quebrada fueron concentrados en pueblos de indios manteniendo su identidad hasta mediados del siglo XIX. Eran sobre todo agricultores que manejaban las técnicas de irrigación artificial y el cultivo en andenes. También fueron pastores y en menor medida cazadores. Sus industrias fueron la alfarería, la metalúrgica y la textil. Practicaron un culto a los muertos muy elaborado y realizaron deformaciones craneanas, asociadas posiblemente al orden ritual (Albeck y González, 1996). Durante las guerras de la independencia la Quebrada mantuvo su rol de vía de comunicación y fue escenario de batallas, manteniendo su vinculación con Bolivia a través del comercio.

El Ramal 5

Incluye los departamentos Ledesma, San Pedro, Santa Bárbara y Valle Grande. En esta región el Complejo San Francisco fue una tradición cultural ampliamente difundida espacial y temporalmente. Se extendió entre el 700 a. C. y el 300 d. C. El sitio arqueológico Moralito, en el departamento San Pedro, tiene una datación radiocarbónica aproximada de 2000 a. P. (Echenique y Kulemeyer, 2003). Toda la zona probablemente estuvo habitada por indígenas portadores de una cultura agroalfarera, cuyo sistema de subsistencia se basaba en el cultivo de maíz, porotos, zapallo, papas y quínoa. Hace unos 1500 años se fue configurando la identidad Guaraní (que incluye a pueblos que luego se irían diferenciando) en tierras de los actuales Paraguay y Brasil. Más tarde, esta población se desplazó hacia la costa del Atlántico, el Amazonas, el Orinoco, el Caribe, los Andes y el Plata, adonde llegaron entre los siglos XIV y XV (Magrassi, 2000). Aparentemente hubo dos motivos principales que impulsaron sus migraciones. Uno, encontrar "la tierra sin mal" ya que su cosmovisión les indicaba que el paraíso estaba en la tierra y que había que emprender la marcha para hallarlo. El otro habría sido la búsqueda de metales. En este movimiento expansivo, en el siglo XV, se enfrentaron con el avance del imperio incaico con el cual mantuvieron importantes conflictos.
Con la llegada de los españoles la zona comenzó a tomar interés como vía hacia Charcas y se incrementaron las situaciones de ataque y defensa consolidando la condición fronteriza del área. Saignes (1990) dice que las guerras entre hispano/criollos y población Guaraní van desde la destrucción de un asentamiento colonial en 1564 hasta la matanza de Curuyuqui en 1892, y que durante este período los integrantes de esta etnia mantuvieron simultáneamente luchas internas, asaltos contra etnias vecinas e incursiones contra los puestos fronterizos.
Al iniciarse la vida política independiente, se produjo una fuerte desestructuración de las sociedades tradicionales y las regiones quedaron desarticuladas. En las Yungas aparecieron latifundios relacionados social y espacialmente con el valle de Jujuy y la cuenca del río San Francisco. Esta región fue la de menor ocupación española por lo que se constituyó en una frontera, que se expandió en los siglos XIX y XX avanzando sobre los indígenas que recién entonces fueron conquistados.

Los Valles

Comprende los departamentos Palpalá, Dr. Manuel Belgrano, San Antonio y El Carmen. En el lapso que comprende desde 500 a. C. hasta 700 d. C., la ocupación de los valles parece haber estado concentrada en la cuenca del río Ocloyas que se conecta directamente con el valle del río San Francisco. No se hallaron en las cuencas de los ríos Tiraxi y Tesorero asentamientos contemporáneos a estos. Posteriormente, entre los siglos XI y XV, los territorios que conforman la cuenca superior del río Corral de Piedras y que están conectados directamente a la Quebrada de Humahuaca por la Quebrada de Jaire y la de Huajra, estuvieron densamente habitados (Garay de Fumagalli, 2003). Investigadoras como Salas (1945) y Lorandi (1984) consideran que los Ocloya se encontraban entre los pueblos que fueron relocalizados por el imperio incaico durante el siglo XV, con el fin de cumplir tareas agrícolas, metalúrgicas y de defensa de la frontera del ataque de población Guaraní. Habrían ocupado desde el valle del río Nazareno en Salta hasta Valle Grande en Jujuy.
A partir de la ocupación española muchas tierras fueron reclamadas por hacendados. Las ubicadas en las inmediaciones del curso inferior del río Corral de Piedra junto con una encomienda de indios Paipaya, fueron entregados a Alonso de Tapia Loaysa. Los Paipaya fueron luego llevados a la región de Palpalá. Francisco de Salas y Valdés heredó las tierras de Payo y Corral de Piedra. Francisco de Argañaráz y Murguía reivindicó para sí las tierras ubicadas sobre los ríos Tilquiza y Las Peñas, a las que pide trasladar a los indios Ossa. Desde la fundación de San Salvador de Jujuy, las Yungas fueron demandadas para su explotación, aunque existe una diferencia entre la ocupación de Tiraxi Chico y Grande, y las tierras ubicadas al sudeste que fueron asiento de las encomiendas de Paypaya, Ossa y Ocloya (Ottonello y Garay de Fumagalli, 1995). Las guerras de la independencia afectaron la zona de los Valles Centrales, causando la disminución del valor de la tierra y una retracción en la producción ganadera.

Grupos étnicos de Jujuy

Kolla

La denominación colla/kolla/coya puede prestarse a confusiones puesto que todo el cuarto sur del Tawantisuyu se llamó Collasuyu y por ello se denominaba collas a sus habitantes. Sin embargo, puntualmente el señorío colla fue una organización socio política en forma de media luna ubicada al norte y noreste del lago Titicaca; fueron los herederos de Tiwanaku y dueños de una rica tradición, a la vez que aspiraban a ser el grupo dominante en los Andes (Medinacelli, 2009). Actualmente, la expresión "kolla" se ha generalizado para designar a los habitantes puneños, algunos quebradeños y en general a toda la población de origen quechua o aymara residente en Argentina.
En la provincia de Jujuy, 164 comunidades han optado por la denominación Kolla para identificarse desde el punto de vista étnico. Su dispersión por el territorio provincial es significativa y está representada en todas las regiones (Figura 1). En la Puna existe una cantidad importantes de comunidades (113), en la Quebrada su presencia es más reducida (36), y en las restantes zonas es escasa, (8) en el Ramal y (7) en los Valles. En la mayoría de los casos habitan en zonas rurales frecuentemente con un patrón de asentamiento disperso (147 comunidades). Sus integrantes son también considerados campesinos por el modo de vida y las actividades productivas que realizan a lo largo del año. Casi todas las familias tienen vacas, ovejas, caballos, burros, cabras y animales de granja. El ganado es considerado un bien económico por excelencia, para autoconsumo o como reserva para venderlo cuando se necesita dinero. La principal actividad ganadera consiste en el cuidado y traslado de los vacunos entre diferentes pisos altitudinales. Las actividades agrícolas las realizan en distintos tipos de parcelas, algunas con uso de alternancia breve y otras con prolongados descansos. Siembran, según la altitud, maíz, papa, oca, quínoa, trigo, alfalfa, cebada, zapallo, cayote, frutales y cítricos, entre otros cultivos.
Otras (17 comunidades) residen en centros urbanos o en las proximidades de localidades como La Quiaca, Yavi, Abra Pampa, Huacalera, Tilcara, Purmamarca, Valle Grande y San Francisco. La población Kolla alcanza aproximadamente las 26.000 personas. En conjunto detentan 33 títulos comunitarios, 19 individuales, 6 individuales y comunitarios. De las comunidades restantes, 80 llevan adelante reclamos tendientes a la regularización jurídica de sus territorios y 26 aún no han iniciado trámites al respecto. Censabella (1999) al referirse al uso actual del idioma quechua por los Kolla de Argentina, cita opiniones totalmente contrapuestas. Las autoras de esta investigación, sobre la base del trabajo de campo realizado, estiman que actualmente en las provincias de Salta y Jujuy el quechua prácticamente ha dejado de utilizarse. Sin embargo en algunas comunidades de Santa Catalina se ha comenzado a trabajar en la recuperación la lengua. Probablemente en el futuro algunos grupos Kolla adoptaran denominaciones más puntuales, relacionadas.

http://www.scielo.org.ar/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1852-85622012000200002

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