el Qhapaq Ñan y los valores históricos que éste representa ha resaltado la necesidad de volver a considerar el tipo de relaciones sociales y culturales que en el pasado prehispánico se dieron entre el sur serrano de su actual territorio nacional y otras regiones de los Andes, así como la profundidad histórica de dichas conexiones. Igualmente, el proceso ante UNESCO ha implicado que se tome a los caminos como partes imprescindibles en la construcción de territorios y relaciones entre regiones y comunidades.
El siguiente artículo presenta una síntesis de los argumentos, ideas y datos sobre el pasado prehispánico de los Andes meridionales de Colombia con el fin de contribuir a la discusión del tipo de presencia incaica que se dio en esta región, centrándose en la idea de la construcción de las fronteras como espacios. Se propone que en el momento de la conquista española esta porción del norte de los Andes hizo parte de un espacio que podría llamarse el “límite de la frontera” del imperio Inca. Igualmente, desea aportar a las reflexiones sobre la articulación en tiempos prehispánicos de las sociedades y territorios del sur andino del país con un conjunto geográfico e histórico más amplio llamado los Andes Septentrionales. Se plantea que estas relaciones se manifiestan de varias maneras y con distintas materialidades, y que existieron varios siglos antes de la presencia incaica en la sierra norte de Ecuador. Si bien se hará constante mención al Camino Principal Andino o Qhapaq Ñan, el interés del escrito no está dirigido a exponer detalles de las características arqueológicas de los tramos del mismo que entraron en la declaratoria de la UNESCO. Las vías y los caminos son tomados como elementos importantes para la construcción social del espacio y como agentes materiales que facilitaron la interacción social y la relación entre diferentes grupos.
En términos de los territorios nacionales contemporáneos, el área de interés del artículo se encuentra en ambos márgenes de la actual línea divisoria binacional en los altiplanos del departamento de Nariño en el suroccidente de Colombia y la provincia de Carchi en el norte de Ecuador, y en donde se ubican las actuales ciudades de Tulcán, Ipiales y Pasto (Figura 1). En épocas prehispánicas eran los territorios de los grupos étnicos llamados por los españoles Pasto en el sur, en los altiplanos de Carchi e Ipiales irrigados por los ríos ChotaMira y Guáitara, y los Quillacinga en el nororiente del Guáitara y la vertiente oriental de la cordillera.
Elaborada por Alejandro Bernal Vélez. Prepared by Alejandro Bernal Vélez.
Figura 1 Ubicación de la región de estudio. Location of the study region.
El Espacio, los Límites y la Frontera como Conceptos
Las palabras “frontera”, “límite” y “espacio” se entienden en un contexto histórico y social, asumiendo que existe una “producción social del espacio”. Como lo han expresado algunos autores (Criado 1991:7; Lefebvre 1974:226), la expresión hace alusión a un conjunto amplio de dinámicas sociales, políticas, culturales y simbólicas que le dan sentido a un terreno, área, superficie, etc. De esta manera, hablar de “espacio” es referirse a una entidad creada por la acción humana. Las acciones sociales, culturales o productivas no se dan sobre el espacio como si este fuera una realidad ajena y separada. Son precisamente aquellas cuestiones las que crean y dan uno o varios sentidos a un espacio determinado...
En varios textos (Bray 2018; Bray y Echeverría 2014; Caillavet 2000a; Dillehay y Netherly 1998; Hyslop 1998; Morris 1998; Salomon 1980, 1988, 1998) se argumenta que los procesos de expansión de las fronteras del estado Inca se dieron en realidades geográficas diversas e involucrando una multiplicidad de estrategias de relación con las sociedades locales. Adicionalmente, proponen que este proceso fue gradual, no homogéneo, e involucró un proceso de adaptación, negociación y resistencia mutua entre “conquistador” y “conquistado”. Estos argumentos traen también la idea que los límites del Tawantinsuyu configuraron espacios fronterizos más que una serie de líneas específicas que definían o demarcaban el territorio bajo su control. En este sentido, la interacción de los incas con otros grupos y territorios que les eran ajenos, así como las prácticas y dinámicas socioculturales, políticas y económicas que generaron estas relaciones de poder, fue lo que creó espacios de frontera en distintos lugares de los Andes.
Así mismo, los espacios de frontera en el mundo andino creados por las dinámicas de la expansión incaica no presentaron una uniformidad en su interior. Por un lado, según Dillehay y Gordon (1998:183), pudieron existir al menos dos situaciones de frontera vistas desde el interior del Estado Inca. En primer lugar, aquellas relaciones sociales y espaciales dentro de una “frontera geopolítica exclusiva” ocupada militarmente y formalizada mediante una mayor presencia institucional del incario. Coinciden con la distinción que en su momento hizo Hyslop (1998:33-35) de espacios fronterizos de “dominación segura”. En segunda instancia, una “frontera geopolítica inclusiva” más externa, y que formaba un “archipiélago” de variadas actividades estatales dispersas (Dillehay y Gordon 1998:183). Estos espacios fronterizos externos pueden definirse también como “territorios insulares fragmentados” y de naturaleza esparcida, donde el control que buscó o intentó el Estado no se manifestó de una manera continua en las regiones, ni el control territorial fue homogéneo (Dillehay y Netherly 1998:19). Esto pudo deberse, posiblemente, a que los recursos estratégicos en los Andes, y cuyo acceso buscaron los incas en casi todas las ocasiones, están dispuestos en franjas y zonas ecológicas dispersas y no contiguas dentro los territorios de las unidades políticas que el Tawantinsuyu buscó dominar o al menos incorporar (Morris 1998:106).
Al momento de la conquista española en la década de 1530, la región del extremo norte de la sierra ecuatoriana y los andes meridionales colombianos que le eran contiguos presentan algunos elementos que recuerdan esta segunda situación de espacios fronterizos, así como otros que ratificarían que los territorios de los grupos Pasto y Quillacinga se ubicaban en los límites más externos de la frontera boreal del Tawantinsuyu en los Andes Septentrionales (Figura 2). Dentro de esta contextualización de los espacios fronterizos norandinos, las rutas y redes camineras ubicadas en el sur del departamento de Nariño y que fueron propuestos como partes del Qhapaq Ñan, estarían por fuera de las fronteras de “dominación segura” que refirió Hyslop (1998) y harían, posiblemente, parte de espacios en donde pudo haberse dado de manera fragmentada, ocasional, y ciertamente efímera, algún tipo de presencia incaica...”
https://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0717-73562020000300381
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sábado, 28 de mayo de 2022
LOS LÍMITES SEPTENTRIONALES DEL IMPERIO INCA Y EL QHAPAQ ÑAN VISTOS DESDE LA ARQUEOLOGÍA Y LA HISTORIOGRAFÍA DEL SUR ANDINO DE COLOMBIA
LOS LÍMITES SEPTENTRIONALES DEL IMPERIO INCA Y EL QHAPAQ ÑAN VISTOS DESDE LA ARQUEOLOGÍA Y LA HISTORIOGRAFÍA DEL SUR ANDINO DE COLOMBIA
“En Colombia, la arqueología, la antropología y la historiografía tienen una escasa relación con las discusiones académicas sobre el pasado prehispánico de otros países andinos. Probablemente, el desinterés se deba a la ausencia en el territorio colombiano de algunas de las características geográficas de los Andes Centrales, la inexistencia de sociedades estatales precolombinas, y en particular con el hecho que en ninguna región de los andes colombianos se presentó algún tipo de control por parte de los Incas. Adicionalmente, por décadas se ha tomado como un hecho indiscutible la pertenencia de las tierras altas de Colombia al Área Intermedia y al Área Circumcaribe, y que eso las excluye de las discusiones sobre las sociedades andinas. A lo sumo, las sociedades serranas colombianas son clasificadas como “sub-andinas” (Reichel-Dolmatoff 1977). Tal vez por estas razones, en el medio académico colombiano el asunto que se entrara dentro del proceso de nominación del Camino Principal Andino como patrimonio mundial ante la UNESCO se recibió con escepticismo.
La existencia de una red de vías y rutas camineras en el sur andino de Colombia que pueden tener una considerable profundidad histórica, y que estuvieron posiblemente conectados o relacionados con el tramo septentrional del Qhapaq Ñan en la sierra norte de Ecuador, se tomaron como el componente colombiano que hizo parte del proceso de nominación (Cortez 2014; Groot y Villada 2009; Leguizamón et al. 2019; Universidad de Nariño 2010). La inclusión de estos caminos como parte del “Camino del Inca” no ha implicado de ninguna manera una aceptación tácita de la pertenencia de los andes meridionales del país al Tawantinsuyu. Sin embargo, en lo que respecta a Colombia, el proceso de investigación y documentación sobre
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