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miércoles, 29 de marzo de 2023

HEURÍSTICA Y HERMENÉUTICA


Heurística y hermenéutica
En una investigación se recurren a diversas fuentes para alimentarse de información, la heurística es buscar aquello que permita comprender mejor un tema. Mientras que la hermenéutica consiste en interpretar y comparar la información para formular propuestas nuevas. Dos herramientas fundamentales a la hora de estudio, resolución de problemas y por supuesto en el diseño.

Juego heuristico
Hermenéutica
Viéndolo desde la perspectiva del diseño el primer término nos ayuda trabajar con la información mas clara y buena para poder desarrollar un buen diseño. A la vez la hermenéutica ayuda en la comprensión y comparación de la información para dar alas a la creatividad produciendo propuestas totalmente nuevas.

MÉTODOS DE INVESTIGACIÓN EN ANTROPOLOGÍA


La antropología digital es el estudio antropológico de la relación entre los humanos y la tecnología de la era digital. El campo es nuevo y, por lo tanto, tiene una variedad de nombres con una variedad de énfasis. Estos incluyen Tecnoantropología, Etnografía digital, Ciberantropropología, Antropologia del Ciberespacio, y Antropología virtual.

La mayoría de los antropólogos que usan la frase «antropología digital» se refieren específicamente a la tecnología en línea e Internet. El estudio de la relación de los humanos con una gama más amplia de tecnología puede caer en otros subcampos de estudio antropológico. Ejemplo de esto es la antropología cyborg, disciplina que estudia la interacción entre la humanidad y la tecnología, específicamente Inteligencia Artificial y Posthumanismo.

Una de la asociaciones pioneras en este campo es el El Grupo de Antropología Digital (DANG, por sus siglas en inglés) es un grupo de interés inserto en la Asociación Americana de Antropología. La misión de DANG incluye promover el uso de la tecnología digital como una herramienta de investigación antropológica. Además alienta a los antropólogos a compartir investigaciones utilizando plataformas digitales y describir formas para que los antropólogos estudien comunidades digitales.

¿Qué es una Investigación Etnográfica?


El Campo de la Antropología Digital
El ciberespacio en sí mismo puede servir como un sitio de investigación de campo para los antropólogos. Permite la observación, análisis e interpretación de los fenómenos socioculturales que surgen y tienen lugar en cualquier espacio interactivo.

Las comunidades nacionales y transnacionales, habilitadas por la tecnología digital, establecen un conjunto de normas sociales, prácticas, tradiciones, historia y memoria colectiva asociada. Así mismo, se relacionan con períodos de migración, conflictos internos y externos y características del lenguaje potencialmente subconscientes. De la misma forma, trabajan con dialectos meméticos comparables a los de las comunidades tradicionales, geográficamente confinadas.

Esto incluye las diversas comunidades creadas en torno a software libre y de código abierto. Igualmente, hace referencia a plataformas en línea como 4chan y Reddit y sus respectivos subsitios, y grupos con motivaciones políticas como Anonymous, WikiLeaks o el movimiento Occupy.

La Antropología Digital y los Entornos Virtuales
Varios antropólogos académicos han realizado etnografías tradicionales de mundos virtuales, como el estudio de World of Warcraft que realizó Bonnie Nardi o el estudio de Second Life que realizó Tom Boellstorff. La académica Gabriella Coleman ha realizado trabajos etnográficos en la comunidad de software Debian y en la red hacktivista anónima.

Muchos antropólogos digitales que estudian comunidades en línea utilizan métodos tradicionales de investigación antropológica. Participan en estas comunidades en línea para aprender sobre sus costumbres y cosmovisiones. De la misma manera, respaldan sus observaciones con entrevistas privadas, investigaciones históricas y datos cuantitativos. El método (y por lo tanto el producto) es la etnografía, una descripción cualitativa de su experiencia.

En términos de método, existe un desacuerdo sobre si es posible realizar una investigación exclusivamente en línea o si la investigación solo se completará cuando los sujetos se estudien de manera integral, tanto en línea como fuera de línea.

Tom Boellstorff, quien realizó una investigación de tres años como avatar en el mundo virtual Second Life, defiende el primer enfoque, afirmando que no solo es posible, sino que es necesario involucrarse con los sujetos «en sus propios términos». Otros, como Daniel Miller, han argumentado que una investigación etnográfica no debe excluir el aprendizaje sobre la vida del sujeto fuera de Internet.

La inevitabilidad de la tecnología digital como herramienta de antropología
La investigación antropológica puede ayudar a los diseñadores a adaptar y mejorar la tecnología. La antropóloga australiana Genevieve Bell realizó una extensa investigación sobre la experiencia del usuario en Intel que informó el enfoque de la compañía con respecto a su tecnología, usuarios y mercado.

La American Anthropological Association ofrece una guía en línea para estudiantes que usan tecnología digital para almacenar y compartir datos. Los mismos se pueden cargar en bases de datos digitales para ser almacenados, compartidos e interpretados. El software de análisis numérico y de texto puede ayudar a producir metadatos, mientras que un libro de códigos ayuda a organizar los datos.

Otros antropólogos y científicos sociales han realizado investigaciones que enfatizan los datos recopilados por sitios web y servidores. Sin embargo, los académicos a menudo tienen problemas para acceder a los datos de los usuarios en la misma escala que las corporaciones de redes sociales como Facebook y las compañías de minería de datos como Acxiom (Hoy llamada Live Ramp).

Conclusiones
La antropología es conocida como una ciencia holística, que incorpora el conocimiento y las habilidades de campos tan diversos como artes del lenguaje, biología, química, historia, economía, artes visuales y escénicas, estadísticas, psicología, epidemiología y más.

Como la más científica de las humanidades y la más humanista de las ciencias, la antropología ofrece una caja ecléctica de herramientas de métodos de investigación cualitativos y cuantitativos. Los antropólogos están entrenados para combinar poderes de observación perspicaces, formas de expresión convincentes y verificación científica de sus teorías para iluminar las complejas relaciones entre la cultura y la naturaleza.

https://online-tesis.com/metodos-de-investigacion-en-antropologia/


martes, 28 de marzo de 2023

POSMODERNIDAD Y NUEVO REALISMO


Posmodernidad y Nuevo realismo: El giro realista de Maurizio Ferraris
Jimmy Hernández Marcelo
Università degli Studi di Torino, Italia
DOI: https://doi.org/10.5281/zenodo.4603449
Palabras clave: Posmodernismo, Realismo, Hermenéutica, Ontología, Epistemología
Resumen
El Nuevo realismo surge como una respuesta a los excesos y errores de la filosofía posmoderna. El principal representante es un filósofo italiano formado en la hermenéutica y en el posestructuralismo, a saber, Maurizio Ferraris. En este sentido, el objetivo principal del presente estudio es comprender el sentido de este giro realista de la filosofía del siglo XXI a través de la propuesta filosófica de Ferraris. El punto de partida será la aparición de la posmodernidad y su consolidación como movimiento filosófico. En segundo momento, nos introducimos en el debate sobre el surgimiento del Nuevo realismo con el fin de esclarecer su proceso genético. En un tercer momento, exponemos los principales temas del conflicto entre la Posmodernidad y el Nuevo realismo. Por último, hacemos una proyección sobre el futuro de la transformación filosófica vinculada a Maurizio Ferraris.

https://studiahumanitatis.eu/ojs/index.php/disputatio/article/view/hernandez-realism

La Hermenéutica
Autor: Maurizio Ferraris
Descarga libre: http://institutorambell.blogspot.com/2023/03/la-hermeneutica.html
Más libros en: https://t.me/+kEX3Y3hCkNJhMTMx

hermenéutica
nombre femenino
Técnica o método de interpretación de textos.
"la hermenéutica se remonta a la exégesis bíblica y a la explicación de mitos y oráculos de la antigua Grecia"

El 'homo moralis' y su ciudadanía democrática. A propósito de la corrupción: Democracia y moral en perspectiva antropológica

Gazeta de Antropología, 1995, 11, artículo 05 · http://hdl.handle.net/10481/13610 Versión HTML · Versión PDF
El 'homo moralis' y su ciudadanía democrática. A propósito de la corrupción: Democracia y moral en perspectiva antropológica
'Homo moralis' and his democratic citizenship. On corruption: Democracy and morals from an anthropological perspective

José Antonio Pérez Tapias
Profesor Titular. Departamento de Filosofía. Universidad de Granada.
jptapias@ugr.es

RESUMEN
Tanto en España como en otros países, los hechos han conducido a que la corrupción política se sitúe en el centro del debate de la democracia. Ante las diferentes propuestas de «renovación ética» que surgen en nuestro contexto como reacción a una patente desmoralización de nuestra democracia, es importante indagar acerca de la moral democrática que reclama la salud de nuestro sistema político. Los rasgos ético-antropológicos de la «virtud cívica» de una ciudadanía activa y solidariamente politizada son los que han de corresponder a nuestra condición de homo moralis a la altura de este tiempo. Ellos proporcionan algunas claves de la necesaria moralidad política que hemos de asumir como sujetos para contribuir, desde la individualidad de cada cual, al ethos que requieren las mismas instituciones políticas democráticas, no ya solamente para mantenerse dignamente en pie, sino para impulsar nuevos logros en cuanto a libertad y justicia.

ABSTRACT
As much in Spain as in other countries, political corruption is located in the center of the debate on democracy. Faced with the different proposals of «ethical renovation» arising in this context, like the reaction to a patent demoralization of our democracy, it is important to investigate the democratic morals which are required for the health of our political system. The ethical-anthropological features of the «civic virtue» of an active and politicized citizenship must correspond to our condition of homo moralis in our times. They provide some keys to the necessary political morality that we must assume as subjects in order to contribute to the ethos required by these same democratic political institutions, not only to maintain dignity, but also to motivate new achievements in freedom and justice.

PALABRAS CLAVE
moralidad y ciudadanía | ética y política | corrupción | antropología política
KEYWORDS
morality and citizenship | ethics and politics | corruption | political anthropology

Aunque estamos hartos de corrupción, no hay quien se atreva a decir que hemos llegado al término de tan triste recorrido por esas páginas oscuras de nuestra realidad política; de ahí que tampoco se vea el fin de la crispada monotemática que nutren los sucesivos escándalos, con el agravante de que, perdida la confianza por todos lados, hasta parecen disiparse los criterios para discernir los escándalos fundados de los infundados; los indicios, de las meras sospechas; la denuncia, de la calumnia… ¿Cuál será el final de esta historia? Y si no se vislumbra a ciencia cierta, ¿no será mejor adelantarnos y preguntarnos radicalmente si, a la postre, no resultará que lo que acabe gravemente dañadasea la misma democracia, de tan zarandeada en sus instituciones y tan maltratada en su ciudadanía?

 

La desmoralizacióny sus riesgos para la democracia

¿Está en peligro la democracia? Ésta es una pregunta que puede parecer extrema y fuera de lugar, pues no hay amenazas totalitarias en nuestro horizonte inmediato. Sin embargo, podemos hacernos esa pregunta radical, y no hace falta que sea con pretensiones retóricas o con una especial carga catastrofista, sino con la convicción de que se trata de una cuestión pertinente desde la coyuntura sociopolítica en que estamos. Desgraciadamente, desde otras latitudes una pregunta como ésa ya se encuentra respondida por vía de hechos consumados, sea por lo que supone el auge de movimientos fundamentalistas unas veces, sea, otras, por lo que significa ese fundamentalismo político que se nutre de las mitificaciones tan poderosas de los nacionalismos exacerbados. Ahora bien, lejos de situaciones extremas y trágicas como las que se están dando, por ejemplo, en Argelia o en las repúblicas de la ex Yugoslavia, por citar casos próximos, no deja de haber ciertos peligros para la democracia, presentes muchas veces de manera tan sutil que dejan a salvo la mecánica de los votos y la regla de la mayoría, pero que afectan a otros elementos nucleares de la misma, desvirtuándola seriamente.

¿Cuáles son esos fenómenos que suponen un peligro para la democracia? –así podemos reformular la pregunta inicial de manera menos brusca y para nuestro contexto más atinada, reparando, no obstante, en que esos peligros que la acechan pueden acabar en última instancia poniéndola en peligro–.Como respuesta se pueden señalar dos, a sabiendas de que no son los únicos. Uno es el que constituye el desarrollo y difusión de actitudes xenófobas, incrementadas por inmigraciones difícilmente contenibles, espoleadas por los vientos que desatan las crisis económicas y alimentadas desde el caldo de cultivo que suponen identidades tradicionales que se sienten inseguras; todo ello es lo que puede precipitarse en giros políticos más que conservadores, que recorten los derechos de las minorías, que consagren la desigualdad, que liquiden la noción de ciudadanía que la democracia entraña como condición de posibilidad. El otro fenómeno que ahora subrayamos como peligro para la democracia es el que supone toda la problemática de la corrupción política, que puede llegar a provocar, alcanzada cierta cota de escándalo, un preocupante proceso de deslegitimaciónde las instituciones mismas del Estado democrático, afectando a su funcionamiento e incluso a su sentido, aunque sólo fuera mediante reacciones políticas antidemocráticas desde el seno del sistema democrático. En tales casos se evidenciaría el carácter corrosivo de la corrupción política, enfermedad de los regímenes democráticos que puede llegar a ser su cáncer mortal –de suyo, en la muerte de la democracia que significa todo régimen dictatorial encontramos un estado absoluto de corrupción, de manera que por eso mismo la corrupción no es problema en tales casos–. De ahí que sea objetivo prioritario evitar, por todos los medios al alcance de un Estado de Derecho y de la misma sociedad civil activamente movilizada, que llegue a verse en peligro el sentido y buen funcionamiento de las instituciones democráticas debido a la dinámica letal de los casos de corrupción. Por ello, a estas alturas y después de los escándalosque han ido jalonando la vida política española de un tiempo acá, lo que cabe también y entre otras cosas es reflexionar a fondo sobre las cuestiones de raíz planteadas al hilo de las situaciones que se han ido viviendo y activar la reflexión teórica para contribuir desde ella a una práctica política distinta. Puestos a pensar atravesando la epidermis de los acontecimientos, conviene comenzar señalando, a modo de indicadores que ubiquen adecuadamente el marco de nuestra reflexión, algunos puntos inicialmente relevantes a este respecto:

1) Hay que señalar, en primer lugar, la paradoja que entraña el que la corrupción se destape como problema crucial de las democracias en el momento de mayor esplendor –si procede expresarse así– de la democracia como sistema político. Ciertamente, mirando no sólo a nuestra realidad hispana, sino también más allá de nuestras fronteras, se puede constatar que en medio del acelerado transcurrir del fin de milenio en que estamos destacan ciertas tendencias convergentes, y que una de ellas desemboca en un nuevo consenso, insólito por sus mismas dimensiones transculturales: el que se produce en torno a la democracia. Es verdad que dicho consenso presenta rasgos de equivocidad que difuminan su valor como virtual catalizador de grandes dosis de energía política, así como que las expectativas que recaen sobre la democracia son de lo más diverso y que la misma noción de «democracia» es reducida en muchos casos a aspectos o elementos parciales. Siendo todo ello cierto, no lo es menos que la idea y los ideales de democracia forman parte de manera determinante de lo que en la actualidad aún puede funcionar como meta utópica con capacidad de movilización política, aunque no se libren de los riesgos de una mitificación excesiva y de un uso ideologizante de los mismos que pueden distorsionar su realización efectiva.

Apuntado todo ello, es fácil constatar, además, que el redescubrimiento de la democracia, y máxime tras la caída de los regímenes comunistas con la consiguiente revalorización de la democracia liberal, ha traído consigo nuevas exigencias para la misma, a la vez que el talón de Aquiles de las democracias realmente existentes se revela en las prácticas corruptas que albergan en su seno. Ello explica que el debate sobre la corrupción, dadas las amenazas para la democracia que tal fenómeno conlleva, haya pasado al centro del debate democrático, obligando en última instancia a un replanteamiento de las relaciones entre sociedad y Estado (cf. Posada Carbó 1994).

2) No hay que perder de vista los rasgos peculiares de los escándalos por corrupción en España, de la misma manera que no hay que olvidar que la corrupción, con la defraudación de la confianza pública que supone la utilización de un cargo político para un ilegítimo enriquecimiento personal o de los allegados –o, en la otra vertiente no totalmente disociada de ésa: para la financiación irregular de un partido político–,ni es un fenómeno novedoso ni exclusivo de sociedad alguna. No hace falta insistir en esto último, pues tanto se puede consultar libros de historia o releer a autores como Aristóteles o Montesquieu, como atender, por lo que al presente se refiere, a noticias procedentes de Francia, Reino Unido, Japón…, por no citar la tagentópolisitaliana o casos como los de Collor de Melo en Brasil, Carlos A. Pérez en Venezuela y un largo etcétera. Consignado todo ello a título de referencias que indican una problemática común por desgracia bastante frecuente –¿universal de facto?–, los rasgos propios de la manera como se aborda la corrupción en España, aparte los motivos de su génesis, tienen que ver con que todavía no hace tanto que estrenamos democracia y con que, a pesar de ello, se nos ha presentado en el ámbito político un abismal trecho entre el dicho y el hecho: lo que ha soliviantado a la opinión pública española, y que hace enmudecer por la izquierda a la vez que muchos enarbolan la bandera de la indignación por la derecha, es que gran parte de los fenómenos de corrupción que han motivado los recientes escándalos –en cuya secuencia destacan los casos de Roldán y Rubio durante el primer semestre de 1994, para culminar con el redivivo caso GAL, a comienzo de 1995, en el que aflora mucho más que mera corrupción– hayan tenido lugar precisamente durante la administración de un Gobierno socialista que inició su andadura bajo el lema del cambio, apelando a la ética y autoavalándose por una centenaria historia de honradez. Es ese naufragio del proyecto socialista en las turbulentas aguas de las prácticas corruptas, que en el caso Filesa afectan al PSOE institucionalmente, lo que constituye uno de los rasgos peculiares de la actual situación política española, destacándose sobre otros casos de corrupción en los que son otras fuerzas políticas las implicadas (Naseiro, que afecta al PP; tragaperras, que toca al PNV; Casinos, que proyecta su sombra sobre CiU, etc. –cuestión aparte la confusa situación de la UGT ante el asunto PSV–).

Es, por tanto, fácil coincidir en que la dilapidación de ilusiones que todo lo reseñado ha supuesto, es uno de los rasgos sobresalientes de la evolución política de la democracia española. Ésta, aproximándose a la veintena de años y acumulando ya una significativa experiencia de ejercicio político democrático, hoy ve lejos incluso aquella etapa de desencanto posterior al empuje y la tensión iniciales que acompañaron a la transición. No hace falta, desde luego, ningún «reencantamiento», siempre peligroso por irracional y ambivalente, pero el problema se resitúa actualmente en cierta desafecciónque sólo se superaría con un incremento notable de entusiasmo colectivo por la democracia, el cual demanda como condición la eficacia en la lucha contra la corrupción política. El significativo grado de desconfianza política que se ha difundido entre amplios sectores de la población, alimentado por los excesos de la sospecha ilimitada y del amarillismo periodístico, puede afectar seriamente a las instituciones democráticas como tales, por lo que es urgente dejarla atrás atajando con clara voluntad políticatoda corrupción que se detecte: sus efectos desmoralizadoresy deslegitimadores suponen una carga insoportable para nuestro sistema político y su salud imprescindible. Cabe confiar en que vivimos en un Estado de Derecho que cuenta con los medios legales, jurídicos y políticos para luchar contra la corrupción y esperar que se vaya logrando esclarecer y practicar todo lo relativo a la responsabilidad política exigible ante los casos de corrupción, por más que el debate en torno a ella, y no sólo político, no esté ni mucho menos concluido (puede verse García Morillo 1994).

3) El empeño por la transparencia y contra la corrupción es factor clave en la maduraciónde la democracia, y de manera singular, por razones culturales y sociopolíticas, en nuestro caso de la sociedad española y su Estado. No es ninguna afirmación gratuita decir que nuestra democracia está necesitada de profundización, de maduración, e incluso cabe añadir también que de más fuerte consolidación, a poco que echemos la mirada más allá de lo que es estrictamente el asentamiento y legitimación política de sus instituciones. Abusando de la redundancia, lo que hace falta quizá quede bien expresado mediante la fórmula de «democratización de la democracia»,que sería la empresa colectiva en la que la lucha anticorrupción adquiriría su pleno sentido. ¿A dónde, si no, puede apuntar el proclamado «impulso democrático», hasta ahora ralentizado de manera un tanto limitada y frustrante? De no pensar que se ha agotado en resolver torpemente la parálisis institucional ante una serie de nombramientos bloqueados en sede parlamentaria, queda esperar que, efectivamente, tal impulso cobre fuerza hacia una verdadera revitalización democrática –no hay que dejar tampoco que nadie patrimonialice ahora esta expresión– orientada por la idea-guía de la participación. En esa dirección es oportuno recoger sugerencias puestas en circulación hace décadas y que hoy encuentran un momento propicio para fructificar y ser operativas: es necesario salir de las formas insuficientes de una mera «democracia espectadora» para avanzar hacia una efectiva«democracia participativa» (cf. Fromm 1979: 171 ss.; 1980: 153 ss.). Ello se ve reforzado subrayando que transparencia y participaciónvan juntas, lo cual hay que aplicarlo a la dinámica de las distintas instituciones, en especial a los partidos políticos, que han dado cobijo a la corrupción desde su interna y externa opacidad antidemocrática.

Al hablar de democratización de la democracia –fórmula que por la izquierda se puede hacer equivalente a la de «radicalización de la democracia»(cf. Habermas 1991a: 283 ss.)–, no se está proponiendo ningún extremo democratismo tan absurdo como inoperante, que no conduciría sino a situaciones irracionales –la que se produciría, por ejemplo, si para cualesquiera casos y situaciones se llevara más allá de lo practicable la exigencia de participación y, con ella, más allá de lo razonable, la regla de las mayorías–. No va por ahí la cosa cuando se apunta a la sentida necesidad de mejorar, extender y profundizar nuestra democracia. Por una parte, es incuestionable la necesidad de mejorar las instituciones y formas democráticas, potenciando en los distintos niveles políticos los cauces de participación–que no pueden limitarse a los mecanismos electorales, sobre los cuales, por lo demás, recae una amplia demanda de innovación–;por otra, igualmente es conveniente extender más el ejercicio de la democracia a través del amplio campo de la vida social –desde las asociaciones de vecinos hasta las de consumidores, desde los sindicatos hasta las asociaciones empresariales y colegios profesionales, desde los consejos escolares hasta los órganos de gobierno universitarios, desde los movimientos ciudadanos hasta las asociaciones culturales, etc.–,adecuándolo en cada caso a las características propias de cada ámbito. Tal es la salvedad para que en verdad sea asumible una difusión de los procedimientos democráticos que apunte a la construcción de «relaciones sociales nuevas y equilibrios de poder distintos» (Barcellona 1992: 109).

Una extensiónde la práctica de la democracia como la señalada es, sin duda, una tarea inacabada, como obviamente la puesta a punto mediante mejoras legales de los mecanismos de representación política propios de una democracia liberal. Pero, además, cuando se habla de profundización, va implicado en ello algo más que la referida extensión y que el mejoramiento de las formas institucionales de participación política para garantizar la mejor representatividad de la dinámica parlamentaria –no se resuelve ninguna de las cuestiones que hoy afronta la teoría de la democracia manteniendo la contraposición rígida entre democracia representativa y democracia participativa, asociando indisolublemente, y por tanto erróneamente, participación y democracia directa al modo más puramente rousseauniano (véase en tal sentido Cortina 1993: 89 ss.): de hecho, la representaciónexige la participación, y ésta no debe agotarse en la elección de representantes–.

4) La profundización de la democracia es el quehacer ético-político que demanda nuestro tiempo. Hay que transitar por la vía de profundización para superar las deficiencias de nuestra realidad sociopolítica, orientando así el empeño democrático contra la corrupción política. De tales deficiencias, unas son de carácter institucional, y por ahí han de subsanarse (medidas de control, legislación más actualizada y estricta, revisión de los procedimientos electorales, democratización efectiva de los partidos, etc.), y otras, las que ahora nos interesa más poner de relieve, se concentran con fuerza sobre un punto: el talante, el ethos dominante en nuestra sociedad, y por ende también en la denominada «clase política»,deja bastante qué desear para ser considerado como un fuerte y profundo ethos democrático capaz de impregnar y cualificar su vida política como una dinámica democrática radical y eficazmente sana.

Vale recordar, analógicamente, que si a nivel de la Unión Europea es reconocido el déficit democrático que arrastra la política comunitaria, a nivel nacional lo que encontramos es un patente déficit ético y moral en nuestra vida democrática. Al señalar tal déficit, de ninguna manera se trata de esgrimir acusaciones puritanas en torno a la moralidad de nuestra realidad social –entre otras cosas, porque«moralidad» no es un término que, en rigor, sea adecuado utilizarlo teniendo como referente la sociedad, pues se trata de algo que es de exclusiva competencia de los individuos (la sociedad como tal no es responsable de nada)–, sino que se apunta al hecho de que, en todo caso, en buena parte de los individuos que la componemos se echa en falta la asunción de una sólida moral democrática–lo cual es a su vez un hecho sociológico de lo más relevante, que da pie a hablar de la «moral social» imperante, susceptible de evaluarse desde el punto de vista moral–. Es sobre todo en esa dirección por donde hay que buscar las raíces de lo que se ha llegado a considerar como acusada desmoralizaciónpresente en la sociedad española. A propósito de tal diagnóstico no viene mal jugar con las palabras, habida cuenta de su etimología y actual polisemia –al modo del profesor Aranguren, difusor, tras los pasos de Ortega, de dicho diagnóstico (cf. Aranguren 1979: 53)–,para hacer hincapié en que si permanecemos bajos de moraltambién se nos puede venir abajo la democracia; de la misma manera que, por el contrario, sólo será posible una democracia viva si ésta se mantiene por ciudadanos con la moral alta, lo que en este caso implica: con una elevada moral democrática.

En el sentido expuesto, puede pensarse, continuando con Aranguren, que, frente a «esa pérdida de confianza en la empresa del quehacer colectivo» que constituye la desmoralización(cf. 1992: 106), se impone a la sensibilidad de las conciencias la necesidad de re-moralización (cf. 1991: 116). No obstante, ¿cómo entender la necesaria moralización, esclareciendo y discerniendo lo válido, asumible y postulable de entre la amplia gama de discursos que giran en torno a la «renovación ética» de la sociedad? Reparemos de momento en la paradoja que entraña el que dicha apelación tan frecuente, y con motivos suficientes para que así sea, justo se produzca en el momento sociocultural del crepúsculo del deber, cuando más cuestionados resultan socialmente los planteamientos deontológicos (cf. Lipovetsky 1994). Y entonces, ¿a qué ética se refieren tantos y qué moral proponen? Afinando por ahí, las cosas ya no están nada claras. Para clarificar tales cuestiones, además de situarnos en las coordenadas éticas y políticas que hemos ido dibujando, continuamos adelante partiendo de la doble tesis antropológica que ya venía sugerida desde el mismo título que encabeza estas páginas:

a) A la altura histórico-cultural en que nos encontramos, no puede corresponder a nuestra condición moral sino un sistema político democrático en el que vivir de una manera humanizante nuestra ciudadanía.

b) No es menos cierto que el hábitat democrático que éticamente reclamamos se verá peligrosamente devaluado, por lo menos, si no se mantiene en alza de manera políticamente eficiente nuestra condición de homo moralis.

El telón de fondo de la reflexión que aquí se articula es, pues, el reconocimiento de la realidad constitutivamente moral del hombre, en virtud de la cual su vida es insoslayable quehacer desde la libertad y a la que pertenece estructuralmente un momento imperativo ineludible (cf. Aranguren 1976: 47 ss.; 1994: 67-71). Éste se hace presente como deber y responsabilidad morales y no puede dejar fuera la dimensión política que pone en acción el juego de la reciprocidad de nuestra socialidad intersubjetiva. Todo ello es lo que entraña la condición de homo moralis, ese fruto maduro de la sapientización, que la orienta y la cualifica en tanto que producto de la consecución moderna de la autonomía del hombre como sujeto y la exigencia correlativa de ciudadanía política en que se complementa su particularidad como individuo (cf. Aranguren 1991: 215). Desde tales coordenadas, y levantando nuestro ángulo de mira más allá de la casuística inmediata, ¿cómo entender la exigencia de moralización contra la corrupción?

 

La necesidad de una moral democrática

La democracia, entendida como régimen de funcionamiento y legitimación de un Estado de Derecho caracterizado por la soberanía popular y su representación parlamentaria, así como por la división de poderes, y comprendida a la vez de forma más amplia como principio de vertebración política de la sociedad que se extiende además reticularmente por todos los cauces donde transcurre su pluriforme dinámica, exige por parte de los individuos unas actitudes morales que posibiliten la viabilidad de los mismos procedimientos democráticos en los que ellos participan. Puede decirse que la calidad democrática de la vida política de una sociedad, supuestos los procedimientos institucionales y mecanismos legales adecuados para la legitimación democrática del poder y el ejercicio controlado del mismo (la aportación del republicanismo liberal a la democracia moderna, subrayando el valor constitucional del «imperio de la ley»), se halla vinculada, aunque no dependa exclusivamente de ello, al grado de respeto mutuo, de veracidad, de solidaridad, de compromiso… que impregne las relaciones humanas que se dan en su seno, especialmente, claro está, ésas que urden la trama constituyente de lo político. Hasta tal punto pesa tal vinculación, que en el caso de una ausencia generalizada de dichas actitudes nos encontraríamos a buen seguro con la neutralización de las virtualidades de efectivo ejercicio de la democracia que portan las instituciones diseñadas para la articulación de la voluntad política de los ciudadanos. Las formas de la democracia pueden verse entonces pervertidas e incluso se puede llegar, en el extremo, a que se vean minadas las bases ético-políticas de un Estado de derecho.

Si es verdad, por una parte, que las «buenas instituciones» no garantizan que vaya a haber «buenos ciudadanos»,por más que quizá o probablemente lo favorezcan, no es menos cierto, por otra, que la talla moral de los individuos, su condición de «buenos ciudadanos», afecta al funcionamiento de las instituciones y, aunque tampoco baste por sí mismo para garantizarlo de manera correcta y eficaz, lo que sí es sabido es que una deficientecalidad moral «media» puede dar al traste con las posibilidades que brinden incluso unas «buenas instituciones». Tanto es resultado de una ingenua mitificación la confianza objetivista en las solas instituciones, como la ciega fe subjetivista en los solos individuos. Se trata de dos caras de una misma moneda: la acuñada desde un deficiente planteamiento de las complejas relaciones entre ética y política –por más que sea a partir del positivo reconocimiento de que no son ajenas–, ya para delegar la ética en las medidas jurídico-políticas, primando éstas según la solución que se pone tras de Montesquieu, ya para confiar en la ética como rectora para la política y su misma moralización, al modo que se atribuye a Rousseau (cf. Aranguren 1985: 119-142). Desde ambos lados acabará comprobándose que la moneda es falsa y el optimismo irracional que había desatado su puesta en circulación fácilmente se trocará, al constatar su inconsistencia, en un pesimismo igualmente irracional. En nuestro entorno es muy frecuente la polarización de cuño objetivista, como corresponde a la época posmoralista que en todo caso se acoge a una«ética indolora» que carga el acento sobre las reglas justas y el funcionamiento correcto de las instituciones, según diagnostica Lipovetsky (1994: 47 ss. y 57 ss.), aunque tampoco falta la de tipo subjetivista, alentada por la indignación. No obstante, frente a tales enfoques unilaterales conviene insistir en que la democracia supone un edificio jurídico-político que no deja la dinámica del poder a la débil contención que ejercería la sola buena voluntad de los individuos, pero que ademásno sólo implica una forma de gobierno y, en sentido más amplio, una manera de organizar la convivencia política, sino que también exige, y hasta cierto punto ha de suponer, una moral democráticaen la que se sustente, incluso como una condición de posibilidad singularmente relevante, lo que de hecho sea la realidad democrática de un país. Tal complementariedad entre el armazón institucional y el entramado moral es la que permite hablar de «sociedad democrática»y no sólo de «Estado democrático», pues, como sostiene con pleno acierto E. Morin, «la democracia no depende sólo de instituciones democráticas: depende también de una vida cívica y política rica y compleja» (1994: 182).

Las exigencias morales de la democracia vienen también realzadas por el hecho mismo de que hoy concite mayor unanimidad la consideración de que ella posee un incuestionable valoren cuanto único régimen político conforme con la exigencia del respeto debido a la dignidad de todos los hombres. Es esta estimación de la democracia como algo éticamente valioso la que deja atrás, por radicalmente insuficientes, expresiones ya tópicas del tipo «la democracia es el menos malo de los sistemas posibles».Por lo demás, y aparte la cuestión de en qué medida las democracias reales responden a dicha exigencia y a lo que de ello habría de derivarse, lo cierto es que la convergencia es cada vez mayor en la siguiente apreciación: el valor de la democracia no se limita a la instrumentalidad de un proceder«civilizado»para articular un eficiente equilibrio de poderes y para abordar, desde un marco de poder político suficientemente legitimado, la resolución de conflictos (políticos), la toma de decisiones que afectan a la colectividad y el control de su ejecución, sino que, además, supone un valor ético en sí misma por lo que es desechable la consideración de la misma sólo como mero mediopolítico , desde el cual el proceder aludido cobra su pleno sentido«humano», esto es, éticamente«dignificante»y políticamente «humanizante».

Una apreciación como la señalada en cuanto a lo valioso de la democracia es la que de una forma u otra se ve tematizada en diversos intentos de fundamentación ética de la misma son descollantes a este respecto los llevados a cabo por J. Habermas (cf., por ejemplo, 1991b: 155 ss. y especialmente 170-171) y por K. O. Apel, desde la ética discursiva o dialógicaen la que ambos vienen a coincidir (puede consultarse al respecto Cortina 1988: 181 ss.; 1991: 222-228). Dichos intentos no se limitan, obviamente, a corroborar dicha apreciación, sino que, dando razónde ella, se extienden después hacia el despliegue de las consecuencias normativas que para la razón moral se siguen de una valoración ética de la democracia que de ninguna manera se reduce a una consideración estratégico-instrumental. A ello hay que añadir que, desde ese punto de vista moral, además de a los problemas de fundamentación ética, no se puede dejar de atender a esos otros problemas distintos, aunque no divorciados de los anteriores, mas sí ubicados en un nivel de concreción práctica que acentúa la urgencia de su abordaje que tienen que ver con el funcionamiento de las democracias. En ese orden de cosas, respecto al cual las respuestas en cuanto a las cuestiones de fundamentación son necesarias por la orientación y el esclarecimiento insustituibles que proporcionan, mas no son suficientes, es donde se sitúa lo relativo a las actitudes que delinean el perfil de la moral democrática que dicho funcionamiento reclama. Sobre ellas y, en primer lugar, sobre la índole de esa moral democrática, se concentra nuestra atención en lo que sigue.

 

Más allá de la contraposición entre moral pública y moral privada:
La moral democrática como moralidad política de los individuos

Si estamos de acuerdo en que es necesaria una moral democrática, lo primero que se impone al hablar de ella es clarificar lo que cabe denominar su «estatuto ético».¿De qué moral se trata? En este punto la tendencia prevaleciente consiste en pensar que una moral democrática, planteada en función de la participación en la dinámica sociopolítica, hay que entenderla como «moral pública» así, por ejemplo, V. Camps al referirse a «virtudes públicas»(cf. 1990), puesto que lo relevante al caso es lo que tiene que ver con las relaciones con los demás de puertas afuera respecto del reducto de nuestra «vida privada». No se excluye, sino todo lo contrario, que cada cual tenga sus criterios y principios, es decir, su«moral privada» para lo que son los asuntos de su vida personal que le afectan sólo a él. Lo que se afirma de manera más generalizada es que, éticamente y de cara a la buena marcha de una sociedad democrática, sólo importa y es éticamente relevante lo que en la vida de los individuos tiene que ver con su actividad«pública».Esta xpresunta nítida separación entre lo público y lo privado conlleva de positivo el rechazo de todo lo que sea una intromisión autoritaria en el modo de vida de cada cual, que ha de respetarse siempre en tanto no repercuta negativamente sobre otros. La libertad del individuo ha de prevalecer siempre que no ocurra eso último, y así ha de reconocerse explícitamente en una sociedad pluralista y tolerante...

http://www.gazeta-antropologia.es/?p=3588

¿QUÉ ES LA ANTROPOLOGÍA SOCIAL Y CULTURAL?


La antropología social y cultural

Entender la complejidad de las sociedades y culturas humanas, siendo conscientes de su riqueza, es un factor clave para comprender y aceptar la diversidad. Un requisito que, en un mundo cada vez más globalizado, se convierte en un aspecto irrenunciable, así como una competencia transversal que aporta un importante valor añadido a cualquier perfil profesional. (UNIBA 2016)

La antropología, al igual que la sociología con quien comparte las sociedades, la cultura y su diversidad como objetos de estudio, sigue siendo esa gran desconocida entre el Gran público. Todavía se piensa en la antropología como una ciencia dedicada exclusivamente a los pueblos indígenas y culturas exóticas lejanas y aisladas de la civilización occidental. Nada más lejos de la realidad, porque en la actualidad la antropología dirige su atención tanto a las sociedades más originarias como a las más avanzadas, entendiendo éstas últimas como las más afectadas por los grandes cambios que el mundo ha experimentado en las últimas décadas: expansión del capitalismo, grandes flujos migratorios, revolucionarios avances tecnológicos en las comunicaciones y el transporte, etc.). Como dice Kottak: “la antropología sigue siendo un campo excitante” que estudia en perspectiva comparativa “todas las sociedades, antiguas y modernas, simples y complejas”, y en un mundo cada vez más globalizado, la antropología tiene ante sí el gran reto de demostrar su trascendental relevancia.

"Gente". Lienzo de María Burgaz
“Gente”. Lienzo de María Burgaz

La antropología
En primer lugar, antes de abordar definiciones exhaustivas, conviene saber la procedencia del término Antropología. Proviene de la conjunción de los vocablos griegos: anthropos (humano) y logos (conocimiento).

Se suele encuadrar a la Antropología en el doble ámbito de las ciencias sociales y en el de la tradición de las humanidades. En este sentido, muchas veces se dice que la Antropología es una ciencia social integradora que se dedica al estudio del ser humano de forma holística. El holismo se refiere al estudio de todos los aspectos del ser humano: su pasado, presente y futuro, su naturaleza biológica y social, el lenguaje y la cultura.

Como cualquier otra ciencia, la antropología aplica las herramientas propias del método científico: observa sistemáticamente, registra cuidadosamente y analiza en base a evidencias empíricas sobre su objeto de estudio principal, esto es, la cultura y su diversidad. Dentro de las humanidades, por la perspectiva comparativa y transcultural que aporta, se considera a la antropología como una de las disciplinas más humanísticas.

A grandes rasgos, la antropología es una ciencia que trata de observar, interpretar y representar las voces y enfoques de diferentes épocas, lugares y culturas. “A través de sus diversos subcampos, la antropología reúne enfoques biológicos, sociales, culturales, lingüísticos e históricos. Las múltiples y variadas perspectivas ofrecen una apreciación más completa de lo que significa ser humano” (Kottak 2011).

El origen de la Antropología
La antropología nace en la atmósfera intelectual que se inicia a finales del siglo XVIII. Se consolida como disciplina académica durante la segunda mitad del siglo XIX, en un ambiente que enfrenta al racionalismo francés de Voltaire y el romanticismo alemán de Johan Gottfried von Herder, “el espíritu de las luces frente al relativismo histórico; la noción de universalidad en pugna con la de particularidad” (Díaz-Polanco 1999: 10)

Antropología general y los “cuatro campos”
La antropología (o antropología general) se divide en “cuatro campos”: la antropología social y cultural (o sociocultural), la antropología biológica o física, la antropología lingüística y la antropología arqueológica (más simplemente conocida como “arqueología”).

La antropología social y cultural, la que más seguidores tiene de las cuatro disciplinas de la antropología, estudia las sociedades y las culturas humanas, especialmente su diversidad, esto es, observa, analiza y explica las similitudes y diferencias sociales y culturales. Existen dos tipos de prácticas muy consolidadas dentro del campo de la antropología sociocultural: la etnografía (con base en el trabajo de campo) y la etnología (con base en la comparación transcultural). La etnografía trata de explicar las prácticas culturales de una sociedad o comunidad en particular. Tradicionalmente, los etnógrafos se introducen en pequeñas comunidades, conviven con su gente durante un buen tiempo y recopilan pacientemente numerosos datos con el fin de analizar, interpretar y explicar la vida social, las costumbres, las creencias, la religión, la organización política y las actividades económicas locales. La etnología observa, analiza, interpreta y compara los resultados de la etnografía los resultados obtenidos de la etonografía. Se comparan y contrastan los datos obtenidos en diferentes sociedades para después realizar generalizaciones sobre la sociedad y la cultura. Se puede decir que la etnología lleva lo particular de la etnología a lo general. Los etnólogos buscan similitudes y diferencias culturales, formulan hipótesis y elaboran teorías para comprender el funcionamientos de nuestros sistemas sociales y culturales. La etnología no sólo compara los datos obtenidos de la etnografía, sino también los de otros campos como, por ejemplo, la arqueología, que son imprescindibles para reconstruir los sistemas socioculturales del pasado.

T01_Etnografía y etnología

La antropología biológica o física estudia la diversidad biológica del ser humano en el espacio y el tiempo. Dentro de este campo se han consolidado cinco intereses especiales: 1) La evolución humana según revelan los registro de fósiles (paleontología); 2) Genética humana; 3) Crecimiento y desarrollo humanos; 4) Plasticidad biológica humana (la capacidad del cuerpo para enfrentarse a tensiones como el calor, frio y la altitud); 5) La biología, evolución, comportamiento y vida social de monos simios y otros primates.

La antropología lingüística estudia el lenguaje en su contexto sociocultural a través del espacio y el tiempo. Los sociolingüistas tratan de descubrir las relaciones entre las prácticas lingüísticas y las variaciones socioculturales. “Ningún lenguaje es un sistema homogéneo en el que todos hablan de la misma forma”.

https://cisolog.com/sociologia/la-antropologia-social-y-cultural/#:~:text=La%20antropolog%C3%ADa%20social%20y%20cultural%2C%20la%20que%20m%C3%A1s%20seguidores%20tiene,y%20diferencias%20sociales%20y%20culturales.

La arqueología estudia el comportamiento humano y los modelos culturales a través de los restos materiales que los humanos dejan tras de sí.

Estos “cuatro campos” (o subdisciplinas) están íntimamente interrelacionados y los resultados de las investigaciones de cada uno de ellos pueden influir muy notablemente en los otros.

Que la policía haga policía. La formación policial en el Territorio Nacional de Río Negro (siglo XX)Melisa Fernández Marrón

Que la policía haga policía. La formación policial en el Territorio Nacional de Río Negro (siglo XX)

Melisa Fernández Marrón

Resumen

El presente artículo aborda los proyectos y tentativas de formación policial que se implementaron entre fines del siglo XIX y la segunda mitad del siglo XX, en el Territorio Nacional de Río Negro. Analiza las prácticas usuales de transmisión de conocimientos vinculadas al “folklore” policial y aquellas pretensiones de formación estandarizada académicamente. Repone elementos contextuales que permiten comprender las cambiantes estrategias institucionales y de las coyunturas políticas para preparar los cuerpos policiales para el metier. 

 

Recibido: 8/3/2017 - Aprobado: 4/12/2017


Palabras clave

Río Negro; Territorio Nacional; Institución Policial; Formación; Escuelas

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Referencias

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Aletheia, vol. 11, nº 22, e085, junio - noviembre 2021. ISSN 1853-3701
Universidad Nacional de La Plata
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
Maestría en Historia y Memoria
Dossier: Los organismos de inteligencia en Argentina.
Miradas desde los archivos a una burocracia secreta

Una vocación indicial: experticia policial en los modos de investigar, informar y vigilar en la Provincia de Buenos Aires y el Territorio Nacional de Río Negro (1930-1943)

 Pedro Berardi

Universidad de San Andrés / Universidad Torcuato Di Tella, Argentina
pedroberardi@hotmail.com
 Melisa Fernández Marrón

Universidad Nacional de Río Negro, Instituto de Investigación en Políticas Públicas y Gobierno, Argentina
mfmarron@unrn.edu.ar
Cita recomendada:
Berardi, P. y Fernández Marrón, M. (2021). Una vocación indicial: experticia policial en los modos de investigar, informar y vigilar en la Provincia de Buenos Aires y el Territorio Nacional de Río Negro (1930-1943). Aletheia, 11(22), e085. https://doi.org/10.24215/18533701e085
Resumen:
Las secciones y divisiones dedicadas a la inteligencia y seguimiento político y social son centrales en la historia de las policías argentinas. La historiografía reciente ha destacado la complejidad de interpretar las políticas estatales de seguridad y sus transformaciones en el tiempo como producto de un proceso de larga duración. Este artículo examina las modalidades y prácticas de investigación desarrolladas por las policías del Territorio Nacional de Río Negro y de la Provincia de Buenos Aires entre 1930 y 1943. Un abordaje que radica en ponderar las especificidades institucionales propias de un período escasamente transitado para estos escenarios a partir de tres ejes: primero, recompone el proceso de burocratización interno que transitarían ambas reparticiones producto de estas tareas. Segundo, estas secciones construyeron una sólida tradición de información materializada en informes, expedientes y prontuarios. En ese sentido, se pone el foco en los agentes que se configuraron como un grupo de “expertos” en su producción como en las lógicas para la recolección de información. Por último, se incursiona en los sentidos otorgados a los actores “observados”.

Palabras clave:
Secciones, Policía, Investigar, Provincia de Buenos Aires, Territorio Nacional de Río Negro.

An indicial vocation: police expertise in the ways of investigating, informing and surveilling in the Province of Buenos Aires and the National Territory of Río Negro (1930-1943)

Abstract:
The sections and divisions dedicated to intelligence and political and social policing are central to the history of the Argentine police. Recent historiography has highlighted the complexity of interpreting state security policies and their transformations over time as the product of a long-term process. This article examines the modalities and practices of investigation developed by the police forces of the National Territory of Río Negro and the Province of Buenos Aires between 1930 and 1943. The approach is based on pondering the institutional specificities of a period that was little explored in these scenarios from three points of view: first, it reconstructs the process of internal bureaucratisation that both departments underwent as a result of these tasks. Secondly, these sections built up a solid tradition of information materialised in reports, dossiers and files. In this sense, the focus is on the agents who became a group of "experts" in their production, as well as on the logics of information gathering. Finally, we look at the meanings given to the actors "observed".

Keywords:
Sections, Police, Investigate, Province of Buenos Aires, National Territory of Río Negro.

Introducción

A lo largo de las primeras décadas del siglo XX, en Argentina, la policía concibió la importancia de producir conocimiento detallado sobre los distintos actores sociales y políticos observados de peligrosos. Esa configuración habilitó una experticia en las modalidades de investigar y vigilar. Una serie de estudios refrendan la impresión de que los estilos de seguimiento y los procedimientos de investigación como los de inteligencia asentados en la burocracia policial pueden considerarse partes centrales para comprender los dispositivos de control, violencia y represión estatal en la larga duración (Bohoslavsky y Franco, 2020). Lo cierto es que, por fin, han comenzado a circular trabajos que se abocan a indagar los orígenes y desarrollo de la comisaría, luego devenida División de Investigación, en diferentes temporalidades y espacios (García Ferrari, 2015; López, 2021; Galeano y Albornoz, 2020; Bartolucci, 2020; Scocco, 2019; Barreneche, 2019; Águila, 2013) como los modos y las prácticas de información e inteligencia desplegados sobre determinados actores (Águila, 2018; López Cantera, 2014; Benclowicz, 2019; Albornoz y Galeano, 2017; Marengo, 2012). A todo esto, ciertas contribuciones han colocado su indagación histórica sobre los años treinta y cuarenta del siglo XX; que demostraron el peso renovado de comprender la conformación de las oficinas y secciones destinadas a la investigación policial atendiendo a sus singularidades en el tiempo (Luciano, 2019, 2021; Barry, 2019; Kalmanowiecki, 1997; Caimari, 2012).

El accionar de la Sección Orden Social reordenada en la policía de la Provincia de Buenos Aires y creada en la institución análoga del Territorio Nacional de Río Negro durante los años treinta, es el tema central de este artículo. En el primer caso, abundan estudios que retoman dicha sección como un antecedente directo en la genealogía de la Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires -DIPBA- (Funes, 2004; Flier, 2015); en el segundo, existen escasas aproximaciones a la temática (Suárez, 2013a, 2013b).

Nuestro punto de partida son aquellos mecanismos de investigación e información policial que fueron rubricando formas de observación e intervención sostenidas en el sigilo y en la asidua permanencia, que se transformaron constantes en el control de las multitudes en el transcurso de los años ’20. Como referiremos más adelante, las hibridaciones producidas entre el control de movimientos gremiales y la supervisión de las agrupaciones partidarias, fueron configurando una multiplicidad de saberes y experticias acumuladas que para mediados de los ’30 capitalizaría la División de Investigaciones. Si bien la condensación de prácticas de investigación y seguimiento permite trazar un hilo de largas duraciones, más allá de las cesuras cronológicas que toman al golpe de 1930 como un hito, el giro autoritario que gravitaría en el espacio bonaerense y rionegrino constituyó un marco propicio para su resignificación en el devenir de las actividades represivas que se afianzarían durante ese decenio y los años siguientes.

De esta forma, una primera parte del texto se ocupa del escenario en el que se gestaron los distintos mecanismos de vigilancia e investigación policial en el espacio bonaerense y rionegrino. Un segundo momento converge en explorar las características de las tareas de inteligencia. Para ello, se pone el foco en los agentes que se configuraron como un grupo de especialistas o expertos en su producción como en las tecnologías implementadas y en los vínculos, saberes y lógicas para la recolección de información.

Para eso, esta investigación combina el análisis de archivos de diferente naturaleza. Por un lado, se hará un intenso uso de un corpus de documentación producida por las mismas agencias estatales: órdenes del día, reglamentos, legislación, legajos de personal y expedientes que permiten acercarse a la organización, las normativas, las actuaciones y las formas de administrar el disciplinamiento. Se han incluido, por otro lado, diarios de sesiones de la Cámara de Diputados de la Nación y de la Legislatura bonaerense, conferencias, boletines oficiales y memorias de gobierno, a modo de situar a la institución en el contexto general. Por último, también se incorporan publicaciones periódicas que fueron escritas por los mismos policías. Ante la distinta particularidad de las fuentes utilizadas se ha procurado mantener una visión coral de las prácticas abordadas.

De las complejidades y ramificaciones de la burocracia policial

Cuando parques nacionales, carreteras, cuarteles militares, y la explotación de petróleo, gas, hierro y carbón se afirmaban en el paisaje patagónico entre 1930 y 1945, la noción de “argentinizarla” se hallaba en pleno funcionamiento.1 Fuera de toda duda, el sur entusiasmaba como objeto turístico. Caminos pavimentados y líneas ferroviarias, hoteles emblemáticos y turistas comenzaron a ser vistos en los años treinta como avanzadas de nacionalización en las fronteras más lejanas, como puesta en práctica de la soberanía nacional (Ballent y Gorelik, 2001).

La atracción por la Patagonia ocupó a parte de los diputados, ministros, periodistas –como Roberto Arlt- que visitaron sus tierras. A decir verdad, ese interés llegó a ganar el primer plano de los discursos nacionalistas de entonces. Con las tensiones propias de un contexto de entreguerras, la policía, la Dirección de Tierras y la justicia letrada componían a ese Estado que distaba de ser ideal, en el imaginario nacionalista. El porvenir austral de excelencia era destino de las fuerzas armadas (Bohoslavsky, 2009; Ruffini, 2011).

Durante todo este período, sin embargo, la institución policial comenzó a dejar atrás su perfil de improvisación hasta dar a luz un proceso de burocratización, reorganización y profesionalización de sus filas cimentado en apercibimientos, saneamientos y purgas de empleados.2 Entre tales vaivenes convergió la Sección Orden Social en los primeros años de 1930. En Río Negro, la sección se (re)organizaría en diferentes momentos. Entre 1939 y 1945, Orden Social extendió sus competencias, denominándose Orden Social y Político.3 A cargo de esta dependencia se encontraba un oficial encargado junto a 8 agentes escribientes y 1 oficial de policía.4

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Revista Administrativa, Nº 81, marzo de 1945, p. 37.
Revista Administrativa, Nº 81, marzo de 1945, p. 37.
En adelante, los partes diarios de las comisarías remitidos a la jefatura además del apartado administrativas, delitos y accidentes, tendrían nuevos rótulos o títulos como División Investigaciones: Orden Social. Esta última sección incluía toda la información relevante y reciente sobre reuniones o asambleas realizadas o por realizarse. De tales eventos se informaban los horarios, los lugares, los temas tratados, las conclusiones extraídas y los nombres y algunas otras referencias sobre las personas que asistían. Cabe señalar que la mayoría de estos partes tienen en la parte superior de la hoja un sello en color rojo que indica Reservado.

En igual sentido, el cuerpo policial bonaerense transitaría un nuevo proceso de reformas que, direccionado en múltiples dimensiones, contempló fundamentalmente el reordenamiento de su organigrama.5 De acuerdo con lo observado por Barreneche (2019), el programa establecido en 1936, bajo la conducción de Pedro Ganduglia, delineó al interior de la policía el proyecto de modernización y centralización que el mandatario conservador Manuel Fresco promovía en el orden administrativo. En el diagnóstico de las autoridades con sede en La Plata, la situación abierta tras la “revolución septembrina”6 había acentuado la conflictividad política, sobre todo al interior del conservadurismo, aunque sin descartar la incidencia de otras agrupaciones partidarias excluidas o limitadas de la competencia electoral, como el radicalismo. Lejos de hacer posible el viejo anhelo de la autonomía, ello se tradujo, por un lado, en la inestabilidad de las cúpulas. Mientras que, por otro lado, supuso una mayor correspondencia de los subalternos en las tramas comunales de poder, tal como había acontecido durante el cambio de siglo.

De modo que, el afianzamiento del control sobre las distintas esferas del ámbito provincial ensayado por el gobierno conservador se interceptó en las transformaciones desplegadas en el tejido policial. Atender a esta vastedad de problemáticas exigía, principalmente, profundizar en sus instancias de profesionalización. En consonancia a las medidas de saneamiento destinadas a la oficialidad y tropa de las distintas secciones, las mejoras en el servicio se presentaban supeditadas a la renovación de equipamiento técnico, mediante la adquisición de armamento y automóviles, y, sobre todo, a la intervención articulada entre expertos y policías de facción abocados a la vigilancia de calles y campos, para complejizar los mecanismos puestos en práctica para la producción de información. No solamente por las exigencias de un escenario que se encontraba en permanente expansión, cuyo crecimiento urbanístico y demográfico tenía epicentro en el cinturón fabril que desde mediados del decenio 1920 trazaba el gran Buenos Aires (Gorelik, 2015), sino también ante el descrédito en el que sucumbían las policías, al ser concebidas de nuevo como el instrumento del caudillismo.

Ello supuso, a semejanza de lo señalado más arriba acerca de la experiencia territoriana, la reorganización y ampliación de las dependencias existentes. Que, espejadas en el modelo de la repartición metropolitana, definieron su especificidad acorde a las demandas internas y extrainstitucionales. Más que una sección novedosa, este pasaje indica un extenso recorrido que atañe a la especialización de sus funciones.7 La incorporación de quien hasta entonces había presidido la División de Robos y Hurtos en la Capital Federal, el comisario Fernández Bazán, dinamizó entonces la División de Investigaciones.

https://www.aletheia.fahce.unlp.edu.ar/article/view/ALEe085/13984

lunes, 27 de marzo de 2023

TEORÍA DE LA TRAICIÓN

En estas épocas es común encontrarse con la traición, no solo como teoría, sino como práctica constante. Muchos buscan ganancias de todo tipo y otros lo consideran una forma de ejercer el poder, cualquiera sea este y su orientación. Se puede ver expresado en redes sociales, incluso en grandes medios, pero dudo mucho que interesen los planos éticos o las posturas morales.

Todo en el capitalismo está infestado con las traiciones que conlleva un modo de producción corrupto, por definición, que prohíja engaños a mansalva para mantener a los pueblos ciegos y sordos frente al espectáculo criminal de los despilfarros seriales burgueses, animados de belicismo mercantil. «Lealtad y filantropía tienen una misma raíz feudal» dice Iván Padilla.



El capitalismo tiene su propia «teoría y práctica» de la traición camuflada como «doctrina del desarrollo» para imponérnosla como la zanahoria al burro. Su aparato ideológico produce traiciones a granel para que el pensamiento del proletariado se empantane en las cloacas del ilusionismo y la cultura chatarra. No obstante la clase trabajadora sabe cómo opera el cuchillo que atacará, por la espalda, porque ataca diariamente y, a pesar de saberlo, el miedo pavimenta la autopista de la traición y solemos quedamos indefensos en el baile de mascaradas burguesas que quieren imponernos como » bonita tradición». Desfalcar los principios acordados y mandatados socialmente es traición.

Una «traición» que duele es aquella que proviene de alguien en quien confiamos o creemos. No es el caso del capitalismo en el que ni creemos ni confiamos. «Sobre aviso no hay engaño». No obstante ha operado como una maquinaria de «traiciones», que ha humillado la confianza que algunas veces los trabajadores han tenido en la palabra dada o escrita. No obstante nunca está de más cuidarse las espaldas, mientras se viva en un sistema especialista en traicionarlo todo, incluso a sí mismo con sus baluartes, como en las luchas inter-burguesas y en el desarrollo de los monopolios. Característica suprema de la fase superior del capitalismo. La puñalada no siempre vendrá por la espalda, no hay honor en la burguesía donde cada cual atiende su juego de intereses, donde el otro es un estorbo, una amenaza o un enemigo. La lucha de clases está plagada con traiciones que la burguesía planea día y noche en lo objetivo y en lo subjetivo. Circo ideológico burgués, perverso y paranoico, en el que todo es mentira… incluso lo que hace para que parezca que no todo es traidor ni falso. Para muestra están los botones reformistas.

Las organizaciones de la burguesía se construyen para sabotear la fuerza social revolucionaria. Hay que desconfiar del capitalismo, de sus «mitologías» y de sus deseos consagrados sistemáticamente a la alienación de los trabajadores. La ideología de la clase dominante es precisamente una bestia nómada que transita y muta permanentemente entre anti-valores. Hay que combatirla en todo terreno (y de todas las maneras) porque siempre quiere sedentarizarse en las conductas y los pensamiento de la clase trabajadora. No aceptemos a los traidores que siguen prometiéndonos más «felicidad» burguesa. El verdadero cambio político consiste siempre en suprimir la propiedad privada, devolver a los pueblos su derecho a la propiedad que otorga su trabajo y derrotar en toda la línea a la ideología de la clase dominante. Que mande la voluntad mayoritaria del proletariado. No hay engaños.

La traición no es un terreno reservado a los moralistas, la traición es consustancial al capitalismo, para el cual no traicionar es perecer porque la traición es la expresión superior de su pragmatismo y ese se aloja en el centro mismo de sus intereses mercantiles. El modelo de traiciones burguesas exige tener adaptación constante de los espejismos en la conciencia de los pueblos y de las fuerzas subterráneas de los intereses bancarios. Requiere la traición como sistema de gobierno. El Alma Mater de los Reformistas. Hasta Judas se asusta.

En la mercancía habita una trama de traiciones al trabajo y esto significa, en primer lugar, que cada vez tenemos más falacias de mercado infiltradas por el sistema como su maquinaria de espejismos. Si queremos desnudar al capitalismo hay que aferrarse a evidenciar su sistema de traiciones. Una clave interesante sería la noción de «verdad» que tanto manipula el buen burgués y en lo que, para ocultarla, gasta fortunas permanentemente. Dicho de otra manera, la traición es exactamente la estrella narcisista fabricante de miedo entre «traiciones internas» «Altas traiciones» planeadas detrás de la máscara del «buen burgués», de sus moralistas, de sus abogados de un modo de producción degradante ideado para no cumplir con otra cosa que con sus intereses y exudar demagogia que no es otra cosa más que la hija perversa de la democracia burguesa, del poder de las armas y de sus mass media. El colmo de las traiciones.

No hay novedad. Para la burguesía la traición a los trabajadores es un logro moral cuya naturaleza es la expresión de su cobardía criminal. La traición es una necesidad imperiosa del Capitalismo y debe hacer gala de elasticidad para intervenir en los sus intereses donde la traición es elemento cotidiano del ejercicio de su poder. La traición es, pues, una conducta permanente de la irracionalidad. Infidelidad y mentira del el traidor es proceso disfrazado de legitimidad para destruir a la clase trabajadora y suprimir su fuerza revolucionaria. Estamos obligados a luchar contra la burguesía especialista en traicionar todo a punta de engaños y balazos. Luchar contra la burguesía y su partidos «nacionales» que anhelan dirigir a los trabajadores hacia el abismo y sacrificarlos, en cuerpo y alma, en la trituradora humana que es la guerra imperialista, que es el comercio burgués, sólo que por otros «medios». Abel y Caín parecen niños de pecho.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

domingo, 26 de marzo de 2023

EL ANARQUISMO

El anarquismo

Para evitar esas molestas confusiones de los que no leen, se pueden descargar el libro en Revés Histórico y evitar decir tonterías, con solo leer su introducción (son pocas páginas). Y más adelante tienen ejemplos en la Historia, hasta la actualidad y al final una cita pedagógica. Al respecto, recuerdo lo molestos que se ponían con mí lentitud y ellos nunca se dieron cuenta y, por el contrario, usaban esa lentitud, cómo ejemplo de locura.

Édouard Jourdain
TEORÍA Y ENSAYO 
Andrés Tejada Gómez
El siglo XIX ha sido matriz de profundas reflexiones políticas que todavía persisten en nuestra contemporaneidad. Esquirlas del pasado, tal vez aturdidas por sus mutaciones, pero manifestando todavía sus puntos centrales. Una lista apresurada no puede dejar de lado el socialismo utópico, el liberalismo no sólo en su faz económica, el incipiente nacionalismo, el marxismo y la más arriesgada de las propuestas: el anarquismo. A lo largo de la historia de nuestra especie podemos toparnos con diversos antecedentes de estimulante espíritu ácrata: la escuela cínica iniciada por Antístenes, continuada por Diógenes de Sinope; el núcleo de los primeros cristianos de iglesias disidentes que tiene como representantes a San Jéronimo, Tertuliano, Lactancio. No se puede dejar de mencionar como piedra fundamental a Étienne de La Boétie y su Discurso de la servidumbre voluntaria o las intuiciones no sistematizadas de William Godwin. Cada uno de ellos ha bosquejado, a partir de sus robustos textos, líneas que anticipan el esquema urdido por el anarquismo. Resplandores de nociones ético-políticas que todavía iluminan la oscuridad de nuestra limitada acción política.

Ahora es el turno de Édouard Jourdain, un correcto doctor que imparte sus clases en la École des Hautes Études en Sciences Sociales. Su texto se configura como un modesto manual titulado El anarquismo, una oportuna guía para lectores que no tienen vínculo con el —injustamente— estigmatizado anarquismo. La intención es loable. Sin embargo, es difícil no observar ciertas dificultades de la empresa. Se intenta aquí realizar una introducción a los más relevantes pensadores de la tradición, arriesgando hipótesis y esbozando minúsculas biografías de los autores involucrados, pero las escuetas doscientas páginas que tiene la edición en castellano ofrecen una propuesta limitada. ¿Cómo se puede comprimir “vida y obra” de Proudhon, Bakunin, Kropotkin, Stirner, Clastres, Ellul y Castoriadis? Además, por supuesto, de explicar las diferentes ramificaciones, luchas internas, diferencias que ha tenido “la idea” a lo largo de su historia. La exposición es acaso demasiado esquemática y a veces resulta excesivamente condescendiente con el lector. Más que un ensayo que asume riesgos, el texto se acomoda con cierta simpleza dentro del formato del paper académico. Es ese el punto donde parece perder vitalidad —la vitalidad que su objeto de estudio respira con brío— y cae en descuidos. Por otro lado, sí se puede resaltar como un acierto su intención de bucear en las tendencias que podríamos denominar “post-anarquistas”, expresadas por activistas como Murray Bookchin o Hakim Bey.

Hay otros manuales sobre anarquismo y tal vez logren un resultado más poderoso: El anarquismo, de Daniel Guérin; Los anarquistas, de Irving L. Horowitz; Pequeño léxico filosófico del anarquismo. De Proudhon a Deleuze, de Daniel Colson; Políticas del rebelde, de Michel Onfray y hasta Del socialismo utópico al anarquismo, de Félix García Moriyón. Ninguno de ellos, por otra parte, tiene el honor de estar precedido, como es el caso de este de Jourdain, por un prólogo de Christian Ferrer, que todavía se atreve a considerar a los anarquistas como aquellos que “habían venido a escribir el epitafio de nuestra sociedad”. Ojalá vuelvan.

 

Édouard Jourdain, El anarquismo, traducción de Hernán Díaz, Paidós, 2014, 196 págs.
Descarga: ‘El Anarquismo’, de Édouard Jourdain. EN REVÉS HISTÓRICO


https://drive.google.com/file/d/1MrrE3y2hRhu7LbIDPhjID28J15bFXMJ-/view?usp=drivesdk

El libro de Édouard Jourdain es un homenaje a la diversidad y versatilidad del anarquismo, desde sus inicios, cuando Pierre-Joseph Proudhon, Mijail Bakunin y Piotr Kropotkin sentaron sus fundamentos antiautoritarios. Por entonces, y raudamente, se desplegaron varias corrientes de acción que enfatizaron, cada una a su manera, aristas distintas: el mutualismo, el colectivismo, el amor libre, la preocupación por la suerte de la naturaleza, el vegetarianismo, el sindicalismo, el individualismo, la religiosidad sin iglesias establecidas, el espontaneísmo, la emancipación femenina, la moral sin dogmas, las comunas experimentales y algunos otros desafíos que en su tiempo parecieron arriesgados.
Jourdain acentúa también la aptitud del anarquismo para influir sobre personas, ideas y agrupaciones, incluso multitudes, que no necesariamente se definían ácratas pero que se sintieron 'llamadas' a simpatizar con esos principios o a reconsiderar sus propias convicciones. En todos los casos el poder jerárquico fue considerado catástrofe humana, enemigo de vidas que podrían haber sido menos hostigadas, más felices.

ALGO MÁS PROFUNDO


Anarquismo
¿En qué consiste el anarquismo?

El término anarquismo define un sistema social, político y económico que defiende el poder y capacidad de decisión individual. Elimina la figura de estado o gobierno, del mismo modo, rechaza las jerarquías y los estratos sociales. El anarquismo expone que el sistema tradicional impone en cuanto a la toma decisiones, pues, sólo una minoría está realmente de acuerdo con estas.

En este sentido, uno​ de los principios sobre los que se basa el anarquismo se halla en libertad individual.​ Este movimiento e ideología se opone rotundamente a la figura de autoridad y al poder como elemento de dominación y opresión. Por su parte, apoya la formación de individuos con criterio y pensamiento propio, seres racionales que logren defender sus ideales. Se aferra a la idea de sociedad y su convivencia puede ser regida únicamente por la voluntad y la razón.

Ahora bien, esta forma de sistema se originó bajo una propuesta encabezada por el inglés William Godwin. Este político y filósofo, se encontró durante el siglo XIX en la búsqueda de un sistema político y económico con principios totalmente distintos al capitalismo. Pretendía una clase de sistema que respondiera a las necesidades individuales de cada persona que forma parte de la sociedad. Por otro lado, en​ la actualidad el concepto de anarquismo se asocia al desorden, caos, oposición o ausencia de reglas.​
Características del anarquismo

Para comprender mejor en qué consiste el anarquismo, veamos qué aspectos le caracterizan:

    Se considera un sistema libre y autónomo.
    No posee sistema de gobierno, no existe la figura de estado, partido o poder político.
    Defiende la igualdad social, se opone a las jerarquías y estratificaciones.
    El anarquismo se basa en educación de calidad y de libre pensamiento.
    El conocimiento es fundamental para el ser individual, se considera dentro del anarquismo un elemento de libertad.
    Se rige bajo el individualismo colectivo, pues, toda persona es capaz de valerse por sí misma sin la necesidad de una figura de gobierno o autoridad.

Principios de este sistema social, político y económico

Los principios en los que se basa el anarquismo son los siguientes:

    Libertad: El anarquismo considera que los sistemas de gobierno, estado o autoridad, son ideas antinaturales. Defiende que la naturaleza humana se halla en la libertad de elegir y decidir bajo el razonamiento de cada individuo. Asimismo, expone que el ser humano es corrompido por el sistema social y que sin este, su naturaleza sería compasiva y bondadosa.
    Igualdad: Este principio se opone al poder de un individuo sobre otros. Pretende la igualdad de condiciones y de la toma de decisiones, el ser individual participa a la par con sus iguales. Las jerarquías o cualquier sistema similar es rechazado por el anarquismo, pues se consideran rotos, frágiles y corrompibles.
    Solidaridad: Este principio respalda la idea de un individuo social, humano, compasivo y cooperativo. Entiende las necesidades de carácter individual y colectivas, así como también comprende bajo la razón su papel ante estas. Se presenta un interés y necesidad de apoyar a quienes se encuentran en el entorno, un acto natural dado por socializar.

Símbolo

El más conocido se encuentra formado por la letra en mayúscula ‘A’ encerrada por un círculo. Esta representa la letra inicial de la palabra anarquía o anarquismo pues en la mayoría de idiomas es la letra inicial de la palabra. Por su parte, el círculo que le rodea hace referencia a la unidad, determinación, orden y equilibrio. En este sentido, el​ símbolo de anarquía define la máxima de “Anarquía es orden”.​ Por lo general es ubicado sobre un fondo negro debido a que este color es incorruptible, no es posible que se ensucie ni se manche.
Ejemplos de anarquismo

    La revolución manjnovista fue un movimiento anarquista durante la guerra civil rusa en 1917.
    La rebelión de Baja California en el año 1911 fue un movimiento militar anarquista.
    En Chicago de Estados Unidos para el año 1886 ocurrió una serie de protestas de carácter anarquista llamada revuelta de Haymarket.
    En 1919 en Argentina ocurrió un suceso titulado “la semana trágica”. Se consideró un movimiento anarquista presidido por obreros.
    En 1929 un territorio coreano tomó riendas bajo el anarquismo y se organizó política, económica y militarmente. Se le llamó a este lugar “Provincia libre de Shinmin”.

"...Armados de un escepticismo radical, los nuevos movimientos no retoman
abiertamente las posiciones del anarquismo clásico –en la mayoría de los casos ni
siquiera las conocen- pero, igual que éste, le apuestan a la autonomía, es decir a la
acción directa y a formas organizacionales reticulares, es decir federalistas. Actúan aquí
y ahora con la idea de que todos tenemos la responsabilidad y también la capacidad de
hacer las cosas nosotros mismos.
Igualmente significativo es que las nuevas expresiones del antagonismo social no
buscan mediaciones, ni representación. Es el caso de los Caracoles zapatistas de
Chiapas que pasan directamente a la creación de otra sociedad, al margen del Estado y
del Capital.17 Lo mismo sucede en algunas comunidades indígenas de Oaxaca en donde
“no se conoce la palabra anarquismo, pero éste se practica en la vida comunitaria y en el
tequio”.18..."
Conceptos
y fenómenos
fundamentales
de nuestro
tiempo
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO
INSTITUTO DE INVESTIGACIONES SOCIALES
¿ES ACTUAL EL ANARQUISMO?
CLAUDIO ALBERTANI
Septiembre 2007

La pedagogía de los caracoles
Chiapas y el sistema educativo Rebelde Zapatista de Liberación Nacional
Autores: Milagro Obando Arias
Localización: Ensayos Pedagógicos, ISSN-e 2215-3330, ISSN 1659-0104, Vol. 8, Nº. 2, 2013, págs. 67-89
Idioma: español
Texto completo (pdf)
Resumen
Este artículo expone las premisas que conforman, actualmente, el sistema educativo que se viene gestando, desde 1996, en las comunidades Zapatistas, indígenas y autónomas de Chiapas, en el sureste mexicano. Como propuesta curricular, el Sistema Educativo Rebelde Zapatista, en Chiapas, responde a un proyecto determinado de sociedad civil, y una específica visión de ser humano. Para encontrar estos fundamentos, es necesario revisar las movilizaciones que se han gestado a lo largo de veinte años de luchas, acciones y transformaciones de esta sociedad. Una sociedad que se ha declarado, así misma, autónoma con respecto al gobierno federal de México. La importancia pedagógica de analizar este tipo de experiencias, radica en la posibilidad de construir propuestas educativas desde y para nuestra realidad geopolítica. Asimismo, en la necesidad de conocer pedagogías alternas y diversas, bajo un enfoque crítico.
https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=5409441
La Pedagogía del Caracol. Una rebelión a favor de la lentitud
Pedagogy of the Snail: A rebellion in favour of slowness
Silvia Sánchez-Serrano

DOI: https://doi.org/10.22550/REP79-2-2021-03

Artículo completo (ESPAÑOL)Full paper (ENGLISH)
Acceso abierto 

RESUMENREFERENCIASAUTORESMÉTRICAS
Diversos estudios ponen de manifiesto que la sociedad occidental está sometida a una anormal velocidad. Paradójicamente, disponemos de numerosas herramientas para gestionar y economizar nuestro tiempo y, sin embargo, cada vez carecemos más de él. Ante este clima de vertiginosidad surgen movimientos que pretenden rebelarse contra la aceleración, como el denominado «movimiento por la lentitud». El ámbito educativo no es ajeno a esta problemática y también desde él surgen iniciativas y propuestas pedagógicas que tratan de combatir este acelerado ritmo desde la escuela, como la denominada «educación lenta». A partir del estudio realizado en Italia sobre la Pedagogia della Lumaca, se pretende desarrollar el pensamiento pedagógico de su ideólogo, el maestro Gianfranco Zavalloni, a través de la identificación de los que fueron los referentes para la configuración de su propuesta educativa, conocida en España como la «Pedagogía del Caracol». A su vez, se tratará de desvelar cómo podría ser definida tal propuesta, identificar los principios sobre los que se sustentaría, y enunciar algunas de sus finalidades educativas. Tal estudio se ha llevado a cabo desde una metodología de corte cualitativo, a través de técnicas, como la revisión bibliográfica y documental de las obras del maestro Zavalloni, así como de diversas entrevistas a su entorno personal y profesional. A la luz de los datos obtenidos, cabe afirmar que, más que un enfoque, un modelo pedagógico o una metodología, la Pedagogía del Caracol resulta ser una corriente pedagógica a partir de la cual se puede configurar un método educativo desde una mirada paidocéntrica. La Pedagogía del Caracol, al igual que la educación lenta, tendría entre sus finalidades enmarcar a aquellas pedagogías que valorizan el tiempo en la educación y persiguen dotar a los niños y a las niñas de las habilidades y los valores necesarios para ser dueños y dueñas de su tiempo.

https://revistadepedagogia.org/lxxix/n-o-279/la-pedagogia-del-caracol-una-rebelion-a-favor-de-la-lentitud/101400087766/