Luego de caminar mucho (digamos que los primeros diez años de cuarenta, por muchos lugares, me fui dando cuenta que faltaba algo en nuestras culturas del sur) mis incógnitas se fueron concentrando en la inexistencia de civilizaciones de barro, aunque pude encontrar algunas de la selva (con sus ciudades) y, desde el inicio me pareció un tanto antojadiza la versión sobre la Cultura Jesuítica Guaranítica. Claro que no por la importancia y el desarrollo de la misma, o, la protección que brindó durante doscientos años al pueblo originario, o, por los logros de su sistema educativo, que no deja de ser europeo. Sino porque la originalidad se sustentaba en muchas bases de origen extracontinental, sin querer, por ello, atacar el enorme trabajo de mi tocayo el Padre Guillermo Furlong (por respeto al mismo y a mi padre).
Igualmente, no desconocemos que la originalidad de nuestras ciudades pre-colombinas se fundamentan en su arquitectura realizada entre los 1.800 y los 5.000 metros de altura, que no tiene registros en el resto de la Historia de la Humanidad, o, que tenemos el enorme orgullo de contar entre nuestros desarrollos, en materia de civilizaciones, con la única que no se dedicó a la alfarería y prefirió dedicarse a la metalurgia (Omaguacas). El sistema de ciudades federadas de los Mayas, se replica entre los Tiaquitas (Diaguitas, Huarpes o Pehuenches), aunque también llama la atención que no existan ciudades más al sur del sur de Mendoza y me parece un tema, para estudiar. Pero es llamativo que no hayamos podido encontrar una cultura del barro en este sur del sur, aunque muchos reconocen la inteligencia de los guaraníes y sus etnias emparentadas. Otro tema que me preocupa, que creo relacionado con esto, es el desarrollo de esa presunta etnia, que los portugueses llamaron “los indios gigantes” y el mito o leyenda de su ciudad o ciudades de la selva.
Antigal de Yavi Chico en la frontera con Bolivia
“...La arquitectura prehispánica del norte argentino es una manifestación cultural que ha
perdurado hasta nuestros días por varias razones. Primero, es una proyección del paisaje de los
Andes, de modo que ha utilizado la materia prima disponible como la piedra y la mampostería en
la montaña, o el adobe para las formas que aparecen en la costa. Esta particularidad ha permitido,
en el caso de no haber sido reutilizada por alguna cultura posterior en el tiempo, u ocupada y
sepultada por los españoles, que este registro haya llegado hasta nosotros. Afortunadamente
sobreviven remanentes de importantes monumentos precolombinos que permiten un estudio
exhaustivo de sus características.
Cóndor Huasi se destaca por el tremendo desarrollo de su Civilización.
Entre ellos, acueductos, pirámides ceremoniales (Allpataucas),
depósitos funerarios, geoglifos, caminos, andenerías agrícolas, depósitos de alimentos, represas,
etc. En suma, todo un repertorio de obras que ha requerido un manejo realmente importante de
recursos, mano de obra y, evidentemente, de especialistas -arquitectos sin título- que se
encargaron de planearlas y maestros canteros o albañiles de construirlas. Si bien las obras de
arquitectura y urbanismo indígena locales no alcanzan la espectacularidad del área central, no le
van en zaga en cuanto al manejo de los desniveles y el ingenio del indígena para adaptarse a las
irregularidades del paisaje andino.
El hombre andino podía vivir hasta altitudes de 4.100, 4.200 metros con economía productiva.
Hasta los 3.800, 3.900 metros podía cultivar leguminosas, maíz y papa; a mayores altitudes
cobraba importancia la ganadería de la llama y de la alpaca, pero por encima de los 4.200 metros
los Andes ya son un páramo sin ocupación antrópica, excepto en las altas montañas nevadas
situadas sobre los 5.000 m., donde se construyeron santuarios de altura, adoratorios con
arquitectura ceremonial, plataformas y huacas, verdaderas montañas sagradas del culto andino
como los de Aconcagua, El Toro, El Plomo y Llullaillaco.
El paisaje imprime sus condiciones a las realizaciones arquitectónicas. Por ejemplo los centros
urbanos andinos son en mayor medida instalaciones de altura, levantados con el uso masivo de la
piedra sobre la montaña, o son ciudades costeras construidas de adobe a la vera del Océano
Pacífico, o son aldeas que volcándose hacia la región de la Amazonia van perdiendo
monumentalidad por el reemplazo de materias primas como la piedra y la mampostería por
leñosas.
Bajo los Cerros Aterrazados en El Shincal o Cusco Pequeño o Capital Provincial Inka en Catamarca.
El paisaje de los Andes condiciona la adaptabilidad de la vida humana. Todo el tráfico andino
era pedestre, se realizaba utilizando la llama o la alpaca como animal de carga. A pesar de carecer
de animales de tiro poseía una ostensible dinámica. Los españoles fracasan los primeros cien años
en el dominio de estas regiones porque provenían de una cultura mediterránea, que cohabitaba en
las llanuras. Ninguna ciudad europea del siglo XVI estaba emplazada en la montaña: Nápoles y
Génova por citar las más populosas se emplazaban sobre la costa del Mediterráneo; otras a la vera
de ríos de llanura, como París sobre el Sena, Londres sobre el Támesis, Sevilla sobre el
Guadalquivir.
Figura 2 . Atlas arqueológico, período de Desarrollos Regionales. Las instalaciones mencionadas en el texto son: 1- Rinconada; 2-Yavi Chico; 29-Tastil; 31- Morohuasi; 16- Cabrería;61-La Huerta; 65-Juella; 68-TiIcara; 73-Volcàn; 75- El Shincal; 108-El Churcal; 133-Tolombòn; 134- Quilmes; 137-Rincon Chico; 138-Masao; 141- Loma Rica de Jujuil; 142-
Loma Rica de Shiquimil; 148-La Calera; 173- Asampay.
Como contraparte, las ciudades indígenas americanas, desde las grandes capitales como
Tenochtitlán o el Cuzco, hasta cualquier aldea o villorío centroamericano o del área intermedia
colombiana, o de los Andes, se levantaron en zonas serranas. No pocos historiadores americanos
han expresado acertadamente que la civilización mediterránea no supo entender las civilizaciones
americanas. Por cierto hubo una ostensible diferencia entre unas y otras. Lo escarpado de los
Andes frente a la planicies de la Europa occidental. En la España que conquista América nadie
vivía por encima de los 1.200, 1.300 metros y si lo hacía, se trataba de un pastor, un marginal que
vivía en un páramo apartado de las grandes ciudades Así fue la sorpresa de los españoles cuando
encontraron que Tenochtitlán era un centro cosmopolita situado a 2.500 m. sobre el nivel del mar.
Lo mismo sucedía con el Cuzco a 3.600 m y algunas aldeas urbanizadas del NOA y Chile, como
Tastil, Tilcara, Turi o Rinconada que habían sido levantadas por encima de los 2.500 m.
Esto explica la obsesión de los españoles por bajar a los amerindios a los fondos de valle, ya
que éstos seguían viviendo sobre las serranías y por lo tanto no eran útiles para sus planes
“colonizadores” que consideraban la mita y el yanaconazgo. Si realizáramos una rápida revista de
todas las capitales fundadas por España en el NOA (La Rioja, Salta, Jujuy, Tucumán, Catamarca,
San Juan y Santiago del Estero) comprobaríamos que todas se emplazan en fondos de valle.
Mientras que la arquitectura de las antiguas capitales precolombinas y pucaras indígenas se
levantan en lo alto de escarpados cerros de difícil acceso.
La arquitectura indígena del NO es una arquitectura de pie de monte, “colgada de los cerros”
que fueron nivelados por la construcción de terrazas sobre pendientes que podían superar los 30
grados. También suceden adaptaciones similares en la arquitectura residencial, en la construida
para conducir el agua para el riego, y en la de tipo militar o defensiva. Esa milenaria adaptabilidad
al paisaje se fue quebrando ante la penetración española, modificando sus formas de vida y
generando sociedades complejas que derivarían en las culturas folklóricas de la colonia.
La emergencia de los grandes centros urbanos del NOA comienza durante el período conocido
como de Desarrollos Regionales o Tardío (900-1470 d.C.) El énfasis en la vida urbana se percibe
por la emergencia de grandes instalaciones (llajtas) de trazados urbanos concentrados
radiocéntricos, en damero y lineales con altos índices de factor de ocupación del suelo (FOS), la
especialización de partes y sectores arquitectónicos y la eclosión de componentes urbanísticos
imprescindibles ante la propia concentración, como las plazas, calzadas, basurales y, en no pocos
casos, la separación del cementerio como sector independizado del área residencial.
Significa asimismo el abrupto crecimiento demográfico, las remodelaciones dentro del espacio
urbano, en cuyo crecimiento coexistieron la espontaneidad y el planeamiento conformando
crecimientos mixtos. También aparecen dentro de las plantas urbanas componentes
arquitectónicos ligados con actividades de molienda comunales y en no pocos casos el cementerio
es separado del campo habitacional...
Principales instalaciones del NOA en los períodos Desarrollos Regionales e Inka.
Los sitios alojados en los Valles de Humahuaca, San Juan Mayo, El Toro, Rinconada,
Calchaquí y Hualfín han utilizado las partes altas de los piedemontes, las colinas y las mesetas
para la instalación. La instalación humana del período se aparta de las comodidades de los fondos
de valle, masivamente usufructuados durante etapas anteriores, reservándolas como nichos
ecológicos para actividades económicas; expresadas estas últimas por los vestigios de
construcciones vinculadas con la agricultura, la recolección y la ganadería. Estas particularidades
nos explican el sentido estratégico-provisorio como causante de la necesidad de buscar, en esas
alturas, la protección a un modo de vida preñado de dificultades. Nos hallamos dentro de sistemas
culturales dispuestos en territorios apetecidos, contiguos entre sí y geopolíticamente inestables.
En otras palabras, los valles fértiles fueron áreas de ocupación muy propicias para las
concentraciones urbanas, pero de reducida extensión espacial y, por lo tanto, con recursos
energéticos limitados…
El desmedido crecimiento demográfico, al acercarse al umbral de la capacidad de sustento
regional, debió transformar el inicial comensalismo en la competencia intertribal, este fenómeno
condujo a la creación de los poblados estratégicos y los pukará.
Las instalaciones del Valle de Yocavil no comparten las características antedichas. Los sitios
del faldeo occidental, como Quilmes, Fuerte Quemado, Mojarras, Rincón Chico-Lampacito,
Pichiao y Tolombón se asentaron en las terrazas bajas, contiguos a los campos agrícolas y
algarrobales y un pukará en los cerros vecinos. Los del faldeo oriental, Loma Rica de Shiquimil y
Jujuil, buscaron la protección de mesetas.
Deberá descartarse como móvil de tal diferenciación a
posibles discrepancias cronológicas sustanciales, por cuanto éstas ceden ante otras causales. La
alta especialización que presentan Quilmes y sus congéneres occidentales y la necesidad de
controlar los algarrobales del fondo de valle, indujo a diversificar el sector residencial estable,
ubicado en el bajo con la protección de los pukará emplazados en la cima del cerro.
Esta estrategia adaptativa se acentuó durante el dominio Inka y en los momentos iniciales de
la ocupación española, donde estas instalaciones perfeccionaron su funcionamiento.
El Shincal, por debajo del Cerro Aterrazado
Durante la resistencia aborígen a la invasión europea del Período Hispano-Indígena (1535-1667) los
testimonios son elocuentes: “. ..Ha y en es te va ll e d e Yo ca vil u n os 2 0 p u e blo s tod os e ll os con
u n pu kará que los pr o te ge y do n de s e a co rra la n cua nd o se l os a com e te , si e nd o l a m ej or
g ue rra qu e pue d e ha cér se les tal ar sus chá ca ras y s em ente ras ...” . El cronista Alonso de Abad
(1575) grafica con justeza la utilidad de estos bastiones ante la represión que los españoles
ejercieron contra la rebeliones indígenas en las décadas de 1560 y 1630 respectivamente, cuyos
escenarios fueron precisamente los valles calchaquíes.
Pucará de Tilcara
La complejización de la vida urbana, la creciente demografía del Período de los Desarrollos
Regionales y posteriormente los cambios ideológicos generados por la intromisión inka, fueron
los agentes responsables de los sucesivos replanteamientos por remodelaciones de las trazas
urbanas de sitios multicomponentes originalmente espontáneos.
Ruinas de Quilmes
Estas circunstancias se observan
en Tastil, Tilcara, La Huerta, Morohuasi, El Churcal Bajo, Rinconada, La Paya y Loma Rica de
Shiquimil.
Los Pukará de Aconquija, Quilmes, Fuerte Quemado, Tolombón, Co Pintado, Loma Negra de
Azampay, Yacoraite, Puerta de Zenta, Hornaditas, Cerro Morado, Pucará de Rodero, Fuerte de
Tacuil, Pukará de Gualfín, Puerta de Corral Quemado, Pukará de Humahuaca o Peñas Blancas,
Pukará de la Cueva, Co Mendocino, Pukará de Collanzulli, Coyparcito y La Angostura, se acercan,
cada uno en su medida, a una concepción de planeamiento partiendo de una estructura militar-
defensiva los cuales inscriben el área residencial. El crecimiento de estas ciudadelas pudo ser
desde los bastiones hacia adentro, o bien, la estructura defensiva pudo aparecer en fases
posteriores a la instauración del sitio.
Pucará de Hualfin
Ya hemos apuntado que algunos de estos poblados se
caracterizan por una habitabilidad discontinua y ocasional. A mitad de camino entre esta
concepción de planeamiento por causas bélicas queda un grupo de enclaves estratégicos de
residencia permanente y elevado FOS que fueron reductos en los que el sistema defensivo no se
expresa plenamente; entre éstos se hallan Volcán, Tastil, Puerta Tastil, Juella y Pozo Verde de
Hualfín…”
https://www.aacademica.org/urbania/14.pdf
No hay comentarios:
Publicar un comentario