Inclusión, convención y convencionalismos
El Art. 24 de la Convención sobre los derechos de las personas con Discapacidad se encuentra muy lejos de ser cumplido (y varios de los otros artículos también) en nuestro país. La situación de los niños obligados a trabajar (por el entorno, por la pobreza, por la familia, o, por los motivos que se invoquen) se encuentra en iguales o peores condiciones (sin mencionar a los que trabajan en actividades de riesgo sanitario, como puede ser la fumigación de campos). La pregunta es: ¿Realmente, somos capaces? Y la respuesta es contundente, si, somos capaces de invisibilizar los problemas, de alterar el orden normal de nuestros cultivos de humanidad o de nuestras presuntas construcciones de humanidad. Somos capaces de ignorar que vivimos (algunos de nosotros) en medios rurales (cosa que ya demostré con anterioridad); somos capaces de obligar a menores que profesan religiones contrarias a la simbología a pasar largos quince minutos (porque no se observa el orden "normal) a saludar un símbolo; somos capaces de negarles el conocimiento de su historia, con apego a la "indiscutible" necesidad del conocimiento de la "peste negra medieval", cuando debiesen encontrarse analizando la Revolución Francesa (la inconclusa, porque seguimos pidiendo libertades civiles), por ello, cuando se encuentran en la necesidad de conocer su Historia, deben estudiar la Revolución Francesa (en momentos en los que se discute a nivel nacional sobre el voto adolescente, para lo que necesitaran de conocer su historia); somos capaces de decir: "No estoy de acuerdo", con las leyes contra la discriminación, porque nosotros no discriminamos; somos capaces de no contestar, por la misma vía, los escritos de otros docentes, por el mismo motivo de no estar de acuerdo, con lo que el docente (no plantea) remarca la violación de la legislación nacional y de la Constitución Nacional; somos capaces de ignorar, con la soberbia que supimos ganarnos, la necesidad, que ya a estas alturas de los acontecimientos se impone: El saber si unos u otros tienen razón en ese no estar de acuerdo, para lo que se impone llevar el tema a la Justicia Federal, pero tampoco se encuentran de acuerdo en contestar lo que se encuentra escrito y firmado; somos capaces de creer que no violamos la ley, porque solo la interpretamos en nuestra ignorancia de los procedimientos correctos, como en este caso, se impone que se expida quien se encuentra en condiciones de interpretar la ley, de acuerdo a la ley o la Constitución Nacional.
Me asombra esa generosidad de capacidades, para gente que, en algún momento de su historia personal deberá o debió enfrentar el desafío de vencer a la discapacidad mental. No me basta y no necesito: "conversar" estos temas. No podemos seguir conversando y chocando con la barrera del "No estoy de acuerdo", con la ley y la legislación, sobre la que no puede estarse de acuerdo o no, sino que hay que cumplirla y, si es inconstitucional, propiciar el cambio, por las vías que la misma ley indica. Ya no me basta con la explicación de presuntos errores cometidos, cuando no se enmiendan esos mismos errores y por el contrario se los profundiza. Ya no me basta que se me indique que: "No queremos enojarnos", porque en realidad me importa muy poco si se enojan. Es más me abruman con esas amenazas de "afecto", con ese remarcar que no se tuvo la intención, pero marche preso. Ya no me basta que apelen a una presunta falta de ética, cuando la ética se demuestra por las acciones; o la presunta inmoralidad que otra persona le endilgaba a una compañera que me lleva a mi trabajo a más de treinta Kilómetros de donde vivo, porque pretende cobrar viáticos (conocidos con el eufemismo de compensación por movilidad), que no dejan de ser viáticos; ya no me basta, con la constatación de la falta de cobro de ese ítem, cuando viajaba a dedo, para cumplir con mis obligaciones, porque, presuntamente, debo viajar en un vehículo propio o alquilado, sin importar si cumplo o no cumplo con mis obligaciones; ya no me basta ni me importa llenar la planilla de movilidad, porque me tiene sin cuidado, porque me importan otras cosas, que superan a esos grupos, que no utilizan procedimientos mafiosos (debo remarcar), porque solo interpretan la ley, que debe ser interpretado por los magistrados, con lo que puede deducirse que se consideran magistrados.
En esos contextos debemos trabajar la inclusión y se vislumbra como una tarea muy desigual, para el que pretenda realizarla, sin mediar con el remedio sumarial solicitado por escrito, como corresponde y que permanece sin contestar soterrado en algún cajón de un escritorio, de la persona, que no está de acuerdo. ¿Cómo romperemos otras barreras si no se cumple con la ley? ¿Cómo romperemos él no se puede, sin la acción administrativa del Sistema Educativo? Seguramente algunos deben seguir creyendo que la solución es: "comprar la Cajita Feliz de Mc Donalds" y suponer que todos somos felices.
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GUILLERMO FERNANDO CÁMARA
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