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domingo, 31 de marzo de 2013

Cuento: Sarta

CUENTO: SARTA
Luego de mucho tiempo me escribe el docente que se ocupa de sus cosas y se disculpa por la ausencia de noticias durante estos últimos años. Me cuenta que sigue en la República de Otaria (recordarán que se trata de una isla del Océano Atlántico ubicada entre Argentina y el África), que se trasladó a un sitio, curiosamente, denominado Diome, que no es más que un valle aluvial del río Oscuro de Noche Sin Luna, porque sufre de curiosidad impenitente, de paisajes y gentes.
El amigo me cuenta sobre extrañas costumbres de personas normales, pero no comunes y corrientes, que singularmente creen vivir en otro país, o, que no las alcanzan las leyes del país en el que viven, que acostumbran unirse en manadas, para atacar detractores varios, o, para seguir sin cumplir las leyes del país. Me recuerda que en nuestra profesión existen normas o leyes no escritas, por simples y claras, que estipulan como deben ser las relaciones entre personas que ejercen la profesión docente y los alumnos (mayores o menores) tendientes a evitar las relaciones íntimas, porque se prefigura un ilícito o una grave falta moral y que esas normas o leyes son de aplicación en todo el mundo.
Apesadumbrado, me relata casos de discriminación, de abusos, de ocultamiento, o, lisa y llanamente, de encubrimiento: el último es sintomático, me dice, porque se suman varios ilícitos: discriminación, acoso escolar (bullying), acoso docente, encubrimiento y conductas cuasi mafiosas de distintas personas que se creen por sobre la ley, cuando todos somos iguales ante la ley. Se explaya sobre el caso de una niña de trece años que fuese sobre acosada por personas que dicen desempeñarse como docentes, que no pueden decir que no conocen la ley. Que son esas mismas personas, que ya le llamaron la atención, por los ataques encubiertos a su persona, posiblemente, por ser diferente, o, por comportarse diferente, como docente. Pero que no fueron las únicas en Diome, que tomaron ese camino. Me aclara que no piensa, que todos son una sarta de enfermos mentales, que solo son un pequeño grupo de ignorantes (recordando que los ignorantes son los que se niegan a conocer la verdad, o, que la niegan).
Me indica que seguirá siendo el mismo docente, que habla fuerte y con énfasis (que puede gritar, por momentos, cuando necesita hacerse escuchar o parar un disturbio, con un simple: BASTA!!!), que seguirá aplicando los mismos métodos y técnicas didácticas que siempre le dieron resultados, que seguirá opinando, con fundamentos científicos y legales, que no dejará que lo extorsionen (incluso para los mismos docentes, que creen que pueden mejorar la situación de rendimiento escolar de sus hijos) y que, de ser necesario, recurrirá a la Justicia Federal de su país, porque se trata de delitos federales.
Le respondo que lo entiendo, que siga siendo el mismo docente, que practica la bondad, sin dejar que lo tomen por idiota, que siga creyendo en la gente buena, que siga en el camino del saber que se puede, que los intentos de detener el cambio no significan que deba considerar que vive y se desempeña en una sociedad atrasada y enferma, porque deben ser muchos los que piensan como él, aunque no hayan tenido la oportunidad de demostrarlo. 
 
guillofca
GUILLERMO FERNANDO CÁMARA
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