Nunca pensé que me encontraría en un camping de Argentina en el otoño y mucho menos que sería en Cafayate, pero aquí estamos, muy cómodos y conformes con esta "desviación" de los planes originales. Por suerte Costa Rica sigue y seguirá estando en el mismo lugar y algún que otro centroamericano o caribeño que me la recuerda pasa por este camping de vez en cuando, pero todavía no tengo ganas de seguir al norte.
Los tiempos son de una tranquilidad absoluta y pasamos de comidas comunitarias a comer guiados por nuestra propia imaginación, sin que ello sea lo más preocupante del día. Los datos de la realidad indican que cualquier organización (y en este caso se trata de un camping organizado), cuentan con una serie de normativas. Las más comunes se refieren al uso del espacio y del tiempo, entre los que se encuentran los horarios de descanso y el orden dentro del predio. En estos días de calma de las grandes aglomeraciones siempre es conveniente poner el acento en generar una revitalización de las normas, que pueden ser reformadas de acuerdo a las experiencias vividas.
El otoño es propicio para los cicloturistas, que aprovechan el descenso de las temperaturas, para hacer camino en mejores condiciones y es muy común que se presenten en mayores cantidades que en otras épocas del año, sin discriminar la nacionalidad de los mismos.
En el caso de los cicloturistas y de las personas que viajan de otras formas, sin ser precisamente mochileros, es posible que necesiten de un tiempo regular de descanso más prolongado que el clásico mochilero, que se encuentra acostumbrado a descansar poco en la noche y levantarse tarde, sino se encuentran viajando (cosa que cambia rotundamente cuando se aprestan a viajar), por eso es conveniente hacer cumplir las reglamentaciones, no solo en relación con los horarios de descanso, sino con todo lo relacionado con el orden y la limpieza de los espacios comunes, para que no se pierda tiempo en comidas y aprestamiento para el viaje.
Otro tema lo plantea el uso de la cocina y de los elementos para cocinar o comer, que algunos camping proveen (aunque todos sabemos que el mochilero o cicloturista debe llevarlos, como parte de su equipaje habitual, desde su casa, para no depender de la buena voluntad de los organizadores de los camping), aunque ya están quedando pocos. Al parecer algunos mochileros, de reciente inicio en la actividad, consideran el llevarse esos elementos que se les brindan gratuitamente, como una especie de trofeos de guerra, lo que redunda en una inminente molestia para los que siguen en el lugar y, en algunas ocasiones, originaron que se termine con la costumbre de brindar ese servicio, con los elementos necesarios, para poder proveerse de una comida casera. Sin descontar que algunos recién inician sus primeros pasos en la elaboración de su propia comida y de esa manera pueden aprender fácilmente de sus compañeros de acampada y si ello termina, se pierden una buena parte del viaje, que se fundamenta con lo aprendido, para aprehender.
Desde este blog de viajero recomendamos que se mencione con nombre y apellido a los malos mochileros que perjudican a todos al apropiarse de elementos que no son suyos en las asociaciones de mochileros y en las páginas de los diferentes camping del país y de América Latina.
Un dato interesante (o mejor dicho dos de estas tierras) y luego un cuento para matizar este hermoso otoño en las montañas.
Investigar el origen del nombre de los lugares nos indica cuestiones importantes, que deben ser atendidas por los investigadores y por las personas que enseñan en instituciones de diverso nivel. En este caso me inclino por el origen Cacan o Kakan del nombre, no solo por cariño, sino por el saber incontrastable de la presencia de ese pueblo en toda esta zona (desde La Quiaca al menos y hasta Catamarca y La Rioja), que desarrollaron una civilización en la altura de la que son herederos los diaguitas, muchos siglos antes de la llegada de los Incas. Al respecto existen muchos ejemplos de toponimia Kakan en todo nuestro territorio pre-cordillerano (Lengua de las comunidades Diaguitas que habitaron el Noroeste argentino y el Norte Chico chileno.
Origen y evolución
Otro tema lo plantea el uso de la cocina y de los elementos para cocinar o comer, que algunos camping proveen (aunque todos sabemos que el mochilero o cicloturista debe llevarlos, como parte de su equipaje habitual, desde su casa, para no depender de la buena voluntad de los organizadores de los camping), aunque ya están quedando pocos. Al parecer algunos mochileros, de reciente inicio en la actividad, consideran el llevarse esos elementos que se les brindan gratuitamente, como una especie de trofeos de guerra, lo que redunda en una inminente molestia para los que siguen en el lugar y, en algunas ocasiones, originaron que se termine con la costumbre de brindar ese servicio, con los elementos necesarios, para poder proveerse de una comida casera. Sin descontar que algunos recién inician sus primeros pasos en la elaboración de su propia comida y de esa manera pueden aprender fácilmente de sus compañeros de acampada y si ello termina, se pierden una buena parte del viaje, que se fundamenta con lo aprendido, para aprehender.
Desde este blog de viajero recomendamos que se mencione con nombre y apellido a los malos mochileros que perjudican a todos al apropiarse de elementos que no son suyos en las asociaciones de mochileros y en las páginas de los diferentes camping del país y de América Latina.
Un dato interesante (o mejor dicho dos de estas tierras) y luego un cuento para matizar este hermoso otoño en las montañas.
Investigar el origen del nombre de los lugares nos indica cuestiones importantes, que deben ser atendidas por los investigadores y por las personas que enseñan en instituciones de diverso nivel. En este caso me inclino por el origen Cacan o Kakan del nombre, no solo por cariño, sino por el saber incontrastable de la presencia de ese pueblo en toda esta zona (desde La Quiaca al menos y hasta Catamarca y La Rioja), que desarrollaron una civilización en la altura de la que son herederos los diaguitas, muchos siglos antes de la llegada de los Incas. Al respecto existen muchos ejemplos de toponimia Kakan en todo nuestro territorio pre-cordillerano (Lengua de las comunidades Diaguitas que habitaron el Noroeste argentino y el Norte Chico chileno.
Algunas fuentes la mencionan como caca, kaka y chaka. También se han empleado las denominaciones caca-diaguita, o lengua calchaquí.
Es una lengua extinta e inclasificada. A partir del ingreso del Inca Tupac Yupanqui hacia el año 1480 la influencia de las lenguas quechua y aymara se hizo cada vez más importante. Los españoles promovieron en un principio el uso del quechua como lengua general entre los grupos amerindios y en una segunda etapa la expansión del español, que terminó extinguiendo el kakán. http://biblioteca.serindigena.org/libros_digitales/kakan/kakan-14_.html).
CAFAYATE: "...Toponimia...Si bien el origen y significado de su nombre no es conocido con certeza, muchos suponen que «cafayate» sea de origen quechua, sin embargo y lo más probable es que el topónimo derive de la etnia autóctona de los diaguitas y que por ende la palabra sea una derivación del cacán, idioma hoy prácticamente desconocido; por ello, su verdadero significado siempre fue motivo de controversias. Sin embargo, y de acuerdo con lo expresado por el Dr. José Vicente Solá en su diccionario de regionalismos de Salta, su nombre, de origen quichua o quechua, significa: «cajón de agua».
Una segunda versión indica que la palabra es una deformación de Capac-Yac que significa «gran lago»; una tercera indica que «cafayate» es un derivado del cacán que significa «sepultura de penas»; otra versión indica que la palabra es una derivación de Capac-Yaco «lago del Jefe» y, finalmente, una quinta versión sostiene que proviene de Yaco «pueblo» y Capac «riqueza», o sea «pueblo de Capac» o «pueblo que lo tiene todo»..."
Ver completo en https://es.wikipedia.org/wiki/Cafayate
Camélidos SudamericanosFuente: InfoVet Nº62. Autor: Med. Vet. Judith Egey. Área tereogenología.
Los camélidos sudamericanos se diferencian básicamente en dos grupos: los silvestres y los domésticos. En el primer grupo están incluidos el guanaco (Lama guanicoe) y la vicuña (Vicugna vicugna) y en el segundo la llama (Lama glama) y la alpaca (Lama pacos); en la Argentina podemos prácticamente decir que los domésticos están representados por la llama. Estos mamíferos herbívoros, junto con el camello y el dromedario, forman parte de la Familia Camelidae.
Origen y evolución
Los camélidos se originaron en América del Norte hace 9 a 11 millones de años atrás (Tribus Lamini y Camelini). Hace 3 millones de años, la Tribu Camelini inicia la migración hacia el Asia y Europa, a través del puente del Estrecho de Behring, dando origen a los camélidos del viejo mundo: el camello (Camelus bactrianus) y el dromedario (Camelus dromedarius) (Webb 1965,1974). Tambien emigraron, descendientes de la Tribu Lamini, hacia América del sur, originando al guanaco y a la vicuña (CSA silvestres) hace aproximadamente 2 millones de años (López Aranguren 1930; Cabrera 1932). Posteriormente se extinguieron los camélidos en América del Norte.
El origen de los camélidos sudamericanos domésticos —la llama y la alpaca— sigue siendo un tema controvertido, probablemente a causa de la intensa hibridización, debido a la pérdida de la trasmisión oral de la forma tradicional de crianza, o a la drástica disminución de la población de camélidos domésticos durante la invasión española o bien por dificultades en la interpretación de los hallazgos zooarqueológicos (Wheeler 1991). Tradicionalmente se consideraba al guanaco, el ancestro de estas dos especies, mientras que se pensaba que la vicuña nunca había sido domesticada. Recientes investigaciones, vinculan a la alpaca con la vicuña, y datan su domesticación desde entre 6 a 7000 años, en los Andes peruanos. En nuestro territorio, en la Puna norte y Puna sur hay evidencias arqueológicas del probable comienzo de la domesticación de los camélidos, entre 3.500 a 5000 años atrás (Aschero 1991; Podestá 1997) iniciado por cazadores complejos (Yacobaccio 2001). Los análisis genéticos, como el ADN mitocondrial, confirmaron la similitud genética entre la llama y el guanaco y entre la vicuña y la alpaca, revelando hibridización bidireccional. Por análisis de microsatélite ADN se sugiere que la alpaca desciende de la vicuña y que debiera ser reclasificada como Vicugna pacos (Kadwell y col. 2001).
Ver completo en http://www.fvet.uba.ar/camelidos.htm
CUENTO: MAGOYA ( La reina de los mochilebrios), por Guillofca
Magoya es una zorrita peninsular, que decidió viajar al continente floreciente, porque por sus pagos ya todos estaban cansados de sus mentiras y enredos. En algún momento se encontró con los mal llamados conejitos de indias, que no son otra cosa que vulgares roedores (como las ratas), que tienen un falso prestigio por su sobre actuación en laboratorios, bibliotecas, comedores, pizerías, salones de música, trenes, hoteles y todo otro lugar cerrado, que les permita mimetizarse con el entorno y lograr pasar desapercibidos, para sobrevivir y medrar a expensas de otros. Sin olvidar las sociedades con otros personajes del norte, en algunos casos a caballo de su desconocimiento del idioma peninsular (sin que en ello tenga nada que ver el noble bruto).
Ya en el país del no me acuerdo, en una zona que algo se acuerda, que supo ser confundida con la República de Otaria, que es ese país insular que se encuentra en el océano entre América y el África, afectado de antaño por una epidemia de alborozo adolescentes por los logros del norte (que se sustentó en el robo y latrocinio de los del sur) decidió, como los indianos, en experimentar un largo viaje al estilo que caracterizó a los originarios, que transitan enormes distancias, con unos bultos en la espalda, que ellos llaman mochilas, pero sin conocer mucho de ello y menos de acampar o alojarse en camping, que incluye el conocimiento acabado de los comportamientos que debían conocer de antemano, lo que motivó en su fuero íntimo que se consideren fracasados y recurran a la bebida, para olvidar sus múltiples yerros.
Magoya no pudo o no supo desentonar con los logros de sus mayores o antepasados peninsulares y se dedicó a la mentira sistemática, el robo y el latrocinio, depredando todo lugar en el que lograba ser recibida, luego de usar diversos artilugios, para confundir, desde presentarse como visita o quedarse como pareja de algún otro campista improvisado. Todo servía, incluso el voluntariado, para lograr permanecer, que era a lo único que podía aspirar, porque era imposible, con sus antecedentes, conseguir prestigio, sin contar lo ya mencionado, en lo que sustentaba un inigualable prestigio en todo el país (y en el suyo propio). Los roedores machos se dedicaban a lagartear (como decía otra campista), mientras las hembras trabajaban para mantenerlos, cuando no mendigaban comida, para seguir cantando y haciendo música hasta altas horas de la madrugada, cosa que molestaba a los otros animalitos acampantes, pero a ellos no les importaba, total tenían la comida asegurada, de una u otra forma, pudiendo dormir hasta las once o doce de la mañana todos los días.
En esos tiempos se vincularon con un castórida, que depredaba áreas protegidas de vegetación y ello los convenció que podían hacer diversas cosas, como ayudarlo a depredar y armar camarillas, para imponer su disipada, adolescente e inmadura forma de vida sin compromisos verdaderos. Para lo que creyeron contar con el apoyo de una mafiosa familia huevada, que mandaba, sistemáticamente, sus esclavachos a la comunidad campista, con diversas propuestas mentirosas. Uno de esos esclavos de los huevada, que se hacía llamar “pocas pulgas” y no era más que un zorrino apestoso, hacía guardia en reemplazo del colombófilo que se defecó en la puerta de la comunidad campista, cuando fue descubierto y este pretendió sacar pecho o mostrar huevadas de machismo, pero le duró poco, cuando los camarilleros de Magoya, los ratontitos, perdón los conejitos, fueron expulsados y obligados a reconocer sus tratos non santos, con los huevada. Luego de ello, la estrella de Magoya y de sus etílicos seguidores comenzó a palidecer o a enfriarse en cada madrugada, hasta que, alguno de ellos, lloraban en las esquinas, porque decían morir de frío.
LA MALDICIÓN DE LA MALINCHE
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Fuente: musica.com
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