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sábado, 27 de agosto de 2022

CUENTO: EL NADADOR

CUENTO: EL NADADOR





El nadador tiene nombre y apellido y, por si fuese poco, un sobrenombre grande como su gloria. No los escribo, en parte, porque no pedí permiso a sus descendientes y, en parte, porque no lo conocí personalmente, solo pude escuchar narraciones sobre él de mis mayores y de uno de sus colaboradores. Pero es indudable que su influjo me llevó pronto al agua, a las grandes aguas de mi río barroso, que baña las costas del centro y sur de mi ciudad, por medio de sus afluentes. 
Grandes lagunas y lagos enriquecieron mi infancia y juventud en el amor de la naturaleza, pero no tengo ninguna duda que me y nos impulsaba al disfrute del agua, al deporte, a la vida honrada y humilde, la imagen mitológica de ese verdadero Señor del Deporte. En el Barrio Sur de mi ciudad, en lo que llamo mi tierra, aunque se trate de más agua que tierra, sin pretender que sea Venecia, en este sur tan pleno de estaciones, de paisajes, de bellezas incomparables: las islas, los riachos y el gran padre del agua se rindieron al ídolo del deporte y del estudio, que los conquistó con tesón, con trabajo y con constancia, de esa que hoy no abunda. 
Con cuatro titulaciones en disciplinas diversas, con un título de Campeón Mundial de Aguas Abiertas, que no es único entre mis conciudadanos, con una vocación docente enorme y prolífica, el nadador fue un faro, un objetivo, una imagen a seguir, para mi generación que intentamos no defraudar. Pero no dejo de pensar en sus treinta años domando el gran río y no dejo de admirarme de ese hombre grande, que siguió hasta que la edad ya no se lo permitió enfrentando el agua grande hasta que la hizo su amiga. 




Cuando niño, con mis compañeros de escuela acostumbrábamos a pasar por la casa del que fuese colaborador del nadador y él mismo nadador, para escuchar las historias de las proezas, porque fueron muchas, para aprender a ser mejor persona, porque ese hombre grande se preocupaba, sin ser nada de él, en que aprendamos, para aprehender a ser gente, que es ser buena gente, buenos gauchos de mi tierra, dando el máximo siempre, con calidad y constancia, como nos enseñó el nadador a través de su discípulo y amigo.

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