La plaza principal de Humahuaca, la ciudad sin tiempo, resume todos los presupuestos coloniales que se forjaron en los últimos siglos, desde la dominación colonial, de lo que nos queda su trazado de calles angostas, de no más de seis metros, que incluye las veredas, por lo que hoy apenas puede circular normalmente un solo vehículo automotor y el estacionamiento se efectúa sobre las mismas veredas.
Decimos la ciudad sin tiempo, porque en este lugar se puede observar un nudo cultural, donde transitan desde los resabios coloniales a los modernos y republicanos, sin contar los innumerables turistas de todas las regiones del planeta que pasean en sus calles y se concentran a las doce del día, en su plaza principal, para recibir la bendición de un artefacto mecánico, con la figura de San Francisco Solano, que se apoya en una música sacra, que llena la plaza de una religiosidad y curiosidad devota.
El artefacto se encuentra instalado en el edificio de la Municipalidad del lugar, antiguo cabildo, construido en 1.940, siguiendo principios neo-coloniales arquitectónicos, emparentados con el arte morisco español. Al costado de la edificación que simboliza el poder local-terrenal, se encuentra la Iglesia Católica y todo el edificio de la Prelatura Católica, que representa el otro poder, que se sustenta en lo religioso. En diagonal al cabildo se puede observar el edificio de arquitectura colonial, que representa el poder nacional, expresado en esos elementos de dominio que significan los correos y telégrafos.
La circulación al costado del edificio del correo y de la misma iglesia se manifiesta en una escalinata, con amplias gradas, que tiene al fondo el monumento al poder oculto de la nunca terminada de dominar cultura andina, con sus periódicas rebeliones, que justifica, en parte, tanto despliegue de poder formal (Cabildo, Iglesia y Correos), que se complementa en el otro costado de la plaza con el moderno poder económico: representado en un banco, ubicado en forma diagonal a la Municipalidad (y cabildo), con lo que se reconcentra el poder terrenal y el celestial, sin descuidar el emblema de la rebelión en el horizonte, que se eleva, porque el monumento mencionado recorta el paisaje de la plaza y se puede observar desde muy lejos a la redonda.
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