Por las venas de Belgrano y San Martín corría sangre originaria y lejos de negarlo lo reconocían. En el caso de Manuel Belgrano por el lado paterno tenía ascendencia europea, y por el lado materno descendía, junto a Castelli y Moreno, de Águeda, una de las mujeres guaraníes de Irala, y de la hija de ambos, Isabel, que vino desde Asunción a fundar Buenos Aires.
En la expedición al Paraguay, atravesando el territorio misionero, Belgrano reclutó soldados guaraníes cuya idea era llevar la revolución a un pueblo caído en decadencia luego de la expulsión de los jesuitas.
Belgrano y San Martín en la Posta de Yatasto.
Por ello dictó en Tacuarí el Reglamento para los Naturales de Misiones del 30 de diciembre de 1810, reconociéndoles plena libertad e igualdad y contemplaba medidas concretas: “A todos los treinta pueblos y sus respectivas jurisdicciones les exceptúo de todo impuesto por el espacio de diez años”; “les habilito para todos los empleos civiles, políticos, militares y eclesiásticos”; “se les darán gratuitamente las propiedades de las suertes de tierra que se les señalen” en el pueblo y la campaña. Regulaba la contratación de trabajadores a fin de evitar abusos, prohibía los azotes y castigos corporales con severísimas penas a los infractores. Pero aquel estatuto nunca se cumplió.Decía en el mensaje que envió a la Suprema Junta acerca de su decisión de tomar bajo su protección a los naturales de las Misiones y ganar de ese modo el favor de estos para el nuevo orden: "Persuádase Vuestra Excelencia que como se hallan hoy todos los naturales, y sus pueblos de nada pueden servir, y que si se los deja como están van a su ruina sin beneficio para nadie, y que sólo con unas providencias benéficas llevadas a ejecución, podrá sacárselos del borde del precipicio en que se ven, degradados en tales términos que parece que han degenerado de la especie humana en ellos. (...) Mis conversaciones acerca de sus derechos y de los cuidados de Vuestra Excelencia para sacarlos de un estado de abyección tan espantosa, y algunas distinciones que le he concedido con destino al Cuerpo de Milicia Patriótica que dispongo: sentarlos a mi lado, darles la mano, y aquellas atenciones de hombre a hombre que he practicado con estos infelices para que los han sacado de un letargo profundo, y vuéltalos a la luz del día".
En el texto citado se patentiza la intención humanista y cristiana de Belgrano de brindarse al prójimo. Aquí se plasmó no sólo su pensamiento como Secretario del Consulado, donde planteó un proyecto político de desarrollo para el Río de la Plata, sino que explicitó un sentido social de construcción política, a favor de los más desprotegidos, sea - en este caso - los indígenas, como también las mujeres y los sectores rurales.
Tuvo como política entenderse con los aborígenes norteños. Vale el ejemplo de su encuentro con Cumbay, cacique del Chaco paraguayo, quien lo proveyó de 2.000 indios para pelear contra los realistas, como su relación con Juan Ascencio Padilla y Juana Azurduy, quienes le sumaron 10.000 milicianos para el combate. Tras recibir la orden de Buenos Aires de replegarse, Belgrano ejecutó el bíblico "éxodo jujeño" del 23 de agosto (siendo más de un "éxodo" y abarcando el actual sur de Bolivia), donde el pueblo "arribeño" acompañó, de buena gana los sectores humildes, aymara y coyas, mientras que los sectores acomodados fueron obligados a punta de bayoneta. Se verá más adelante que San Martín también padeció la indiferencia de las familias acomodadas. Pasado el tiempo, su propuesta - en reunión secreta del Congreso en Tucumán en 1816 - de una monarquía incaica constitucional no hizo más que reafirmar la estima de Belgrano hacia la heredad de los pueblos de nuestro Norte. Esto se debía a que en Europa el Congreso de Viena anunciaba el regreso de las monarquías absolutistas y sabían que Fernando VII pretendía retrotraer la situación previa a 1808 y enviar una expedición a recuperar sus colonias. Además, el ejército español estaba a pocos kilómetros de donde se estaba desarrollando el Congreso, cuyas deliberaciones habían comenzado el 24 de marzo.
Manuel Belgrano, que había llegado a la capital tucumana el 5 de julio, les relató a los congresistas las novedades políticas del viejo continente. Dijo que el fracaso de las repúblicas en Europa les había abierto la puerta nuevamente a los reyes. Argumentó que Gran Bretaña, con su monarquía constitucional, era un modelo a seguir. Aconsejó implementar una monarquía americana "atemperada", y que el monarca surgiera de la dinastía de los Incas, que habían sido desplazados por los españoles 300 años atrás…”
“...San Martín veía a los mal llamados “indios” como paisanos. Aliados en contra de las potencias colonialistas europeas. En septiembre de 1816 San Martín le había escrito a Pueyrredón, por entonces Director Supremo de las Provincias Unidas: “he creído del mayor interés tener un parlamento general con los indios pehuenches, con doble objeto, primero, el que si se verifica la expedición a Chile, me permitan el paso por sus tierras; y segundo, el que auxilien el ejército con ganados, caballadas y demás que esté a sus alcances, a los precios o cambios que se estipularán: al efecto se hallan reunidos en el Fuerte de San Carlos el Gobernador Necuñan y demás caciques, por lo que me veo en la necesidad de ponerme hoy en marcha para aquel destino, quedando en el entretanto mandando el ejército el Señor Brigadier don Bernardo O´Higgins”…”
Un San Martín Indio, durante un parlamento, con poncho y sentado en un taburete de parlamento, en Humahuaca.
“...En octubre de 1816, el general San Martín convocó a un parlamento “indígena” a los caciques pehuenches-mapuches del sur de Mendoza. En su plan estratégico para el cruce de los Andes, el acuerdo con ellos era decisivo: además del permiso para atravesar esos territorios porque eran sus dueños, el militar que sólo cuatro años antes había llegado de Europa conocía la cordillera por mapas, mientras los nativos la atravesaban en uno y otro sentido desde hacía siglos. También cumplieron un papel esencial en la Guerra de Zapa. En la cual mediante la formación de guerrillas por toda la zona central de Chile se logró dar inicio a la insurrección y la desarticulación del Ejército Real y así dar paso al Cruce de los Andes. Previo a estas acciones del ejército libertador chileno, los pueblos originarios de la región acordaron con San Martín que darían a los enemigos una información falsa acerca de los pasos por los cuales iba a cruzar y solicitarían ganado a cambio para que les creyeran. De este modo, los obligaba a dispersar fuerzas y debilitar el verdadero terreno de ataque.
Una vez iniciado el parlamento y luego de los rituales del caso, el Libertador les dijo: “Yo también soy indio” y les comunicó que iba a pasar a Chile con todo su ejército y cañones “para acabar con los godos que les han robado la tierra de sus padres”. San Martin se aprestó a llevar adelante su pedido y los caciques liderados por Ñacuñan, el cacique más viejo,2 escucharon atentamente y luego de deliberar uno por uno, resolvieron dar su apoyo al General, con excepción de tres caciques, a los cuales, el resto se comprometió a “controlar”. El acuerdo se selló con un abrazo a cada uno de los caciques y el intercambio de regalos. San Martín recibió un poncho blanco cuyas guardas tenían un diseño que lo designaba “Toki” (Jefe guerrero).
Los lazos estrechados entre los pueblos nativos de la región cuyana y el Ejército de los Andes dieron origen a una de las frases más recordadas del General José de San Martin: “Si no tenemos dinero, carne y un pedazo de tabaco no nos han de faltar; cuando se acaben los vestuarios, nos vestiremos con las bayetitas que nos trabajan nuestras mujeres y si no, andaremos en pelotas como nuestros paisanos los indios. Seamos libres y lo demás no importa nada. La muerte es mejor que ser esclavos”…”
https://www.buenosaires.gob.ar/sites/gcaba/files/belgrano_y_san_martin_y_su_relacion_con_los_pueblos_originarios.pdf
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