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domingo, 19 de junio de 2022

LO BÁSICO NUNCA DEJA DE SER IMPORTANTE: Omaguacas, Atacamas, Diaguitas y Mitayos

INTRODUCCION A LA HISTORIA

 Las causas se buscan decía Marc Bloch y se hace por medio de fuentes, que deben ser sometidas al análisis, para buscar su verosimilitud (que no sean falsas). 


Omaguacas



Si tomamos el caso de la antigua ciudad de Quilmes y observamos que su posesión originó luchas entre diversos pueblos que viajaban de sur a norte buscando mejores lugares para desarrollar su economía y se encuentran con una zona que había sido habitada hasta unos 1000 AP, por un pueblo al que sus auto titulados descendiente y otras parcialidades identifican como Kakan, sobre el que no se tiene certeza de los motivos de su desmembramiento y desaparición, que habitó una amplia zona pre cordillerana hasta unos 500 años antes de la expansión del Imperio Inka, que generaron sistemas de canales y grandes ciudades, que pudieron encontrarse federadas, atento a lo ocurrido durante la sublevación de los Valles Calchaquies, es posible que la subida a los valles de la Quebrada de Humahuaca fuese mucho mas dificultosa de lo que se imaginaban en principio los investigadores. A lo que debemos sumar las últimas investigaciones sobre los Omaguacas, que ya no se los considera (como a principios del Siglo XX) como emparentado con los Diaguitas o Tiaquitas, pudiendo ser el resultado de una invasión de otro pueblo muy belicoso, como los Omaguacas, que pudo terminar o resquebrajar el sistema social y económico de los Kakan y pasar a ser muy temidos por los habitantes de la Puna de Atacama (Atacamas) y por otros pueblos de lengua Aymara. Es llamativo que la relación de los Omaguacas, con los Inkas haya sido de un respeto no exento de preocupación, por la instalación de Mitayos a poco menos de mil metros (al menos en Humahuaca) y que estos quedaron en posesión de sus Pucará. Todo se puede ver en las citas y los artículos anteriores de este libro, con lo que ofrecemos citas provenientes de la arqueología, la antropología (donde se incluye el alargamiento artificial de los cráneos de los bebes) y la geografía (también vinculados al hallazgo de una momia, con el cráneo alargado en el desierto de Atacama). Pero si nos venimos a nuestra historia nacional con los migrantes, podremos usar documentos, como los de aduana, donde al ingreso indicaban oficios de ciudad, la certeza que no existía ningún organismo similar al INTA en el Siglo XIX y principios del XX en nuestro país, mas la desarticulación de la tontería vinculada con los pioneros, que no fueron a vivir a los desiertos y si siguieron derroteros similares, sobre las costas y los ríos, como hicieron y hacen otros migrantes en el mundo, como enseña la Geografía, de la cual la amplísima mayoría de los libros de Historia no tomaron nota en nuestro país, por lo cual necesitaron de originario y del gaucho (incluso como zambo, para aprender las artes de la siembra y la cosecha en territorios donde se practica la agricultura extensiva (en Europa es y era intensiva), ya que prefirieron seguir el oculta miento de las masacres y la posterior invisibilidad forzada de originarios, gauchos y afro descendientes. 


Omaguacas: Nuestros héroes anónimos de la Independencia, junto a chasquis, gauchos y afrodescendientes.



 SOBRE EL LIBRO “INTRODUCCIÓN A LA HISTORIA” DE MARC BLOCH Edgardo Malaspina March Bloch escribe estas últimas frases en su Introducción a la historia (1949): “Para decirlo todo en una palabra, las causas, en la historia más que en cualquier otra disciplina, no se postulan jamás. Se buscan…” Esta obra inconclusa del fundador de la Escuela de los Annales, salió a la luz pública gracias a su amigo y cofundador de la nueva corriente histórica, Lucien Fevbre (Bloch le dedicó su trabajo) , quien cotejó tres ejemplares de la misma para sacar en limpio una versión final. Al morir fusilado en 1944 por defender su patria de los invasores alemanes, Bloch no pudo finalizar su libro (no tuvo tiempo de anexarle una referencia bibliográfica) como lo planificó. El libro contiene una introducción del autor, cinco capítulos y un apéndice escrito por Fevbre para relatar la manera como llegaron los manuscritos sus manos y la preparación que hizo de los mismos para su publicación. En las palabras preliminares el autor destaca el lenguaje sencillo empleado “porque no alcanzo imaginar mayor halago para un escritor que saber hablar por igual a los doctos y a los escolares”. En estos mismos prolegómenos se refiere al interés por la historia desde su infancia, los libros que leyó y que fortalecieron su vocación profesional, que además era una gran diversión. 


Atacamas y Diaguitas



Aconseja utilizar un lenguaje científico en el discurso histórico pero sin despojarlo de la poesía, como pretendían los positivistas: “Así, para lo sucesivo, estamos mucho mejor dispuestos a admitir que un conocimiento puede pretender el nombre de científico aunque no se confiese capaz de realizar demostraciones euclidianas…”. Desde un principio de su obra MB explica su tesis innovadora de recurrir a otras ciencias en la investigación histórica porque “considerad aisladamente, cada ciencia no representa nunca más que un fragmento del movimiento universal hacia el conocimiento”. En el primer capítulo relaciona la historia, los hombres y el tiempo. Establece un nexo dinámico y dialéctico entre el presente y el pasado, de tal manera que uno de estos tiempos sirva para analizar y entender al otro. La historia no es sólo la ciencia del pasado, es más bien la ciencia sobre los hombres. De todos los hombres y no sólo de los héroes y reyes. 








Definición de Mitayo (debemos recordar que se trató de una institución creada por los Incas, que los conquistadores adoptaron y transformaron).



 Es el estudio de los muertos y de los vivos. Hay que indagar los orígenes de los acontecimientos y no detenerse en las personalidades de los mismos.” En una palabra, la cuestión no es saber si Jesús fue crucificado y luego resucitó. Lo que se trata de comprender es por qué tantos hombres creen en la crucifixión y en la resurrección”. El fenómeno histórico debe ser explicado desde la perspectiva de su tiempo. Cita a un proverbio árabe, según el cual los hombres se parecen más a su tiempo que a su padres. El segundo capítulo trata de la observación y los testimonios y la transmisión de los mismos .Así como también la forma de establecer su confiabilidad. La historia siempre nos llega a través de documentos, es decir de una manera indirecta; y eso distorsiona la realidad. No se puede comprobar con solo esos elementos la veracidad de los hechos. Relata una anécdota: un aviso se transmiten en una fila desde el primer soldado: “¡Atención! Hoyos de obuses a la izquierda. El último hombre sólo escuchó a la izquierda. Dio un paso hacia la izquierda y se hundió”. El pasado no se puede cambiar, pero los descubrimientos arqueológicos y el uso de la lógica, instinto, la psicología y otras ciencias sirven para que surjan nuevas interpretaciones del mismo. Un plan con buenas preguntas son de mucha ayuda aunque luego se cambie el rumbo en la medida que aparecen los datos. El tercer capítulo es el de la crítica (interna y externa) como método de búsqueda de los errores en la historia. La critica nace en el momento que no aceptamos ciegamente los testimonios históricos. Debemos no creer a la ligera y tener una duda examinadora. Las notas al margen de la página sirven para la crítica; sin embargo, debemos evitar que las mismas sean más extensas que el cuerpo mismo del relato. Indicar la procedencia del documento que trabajamos es importante (el estilo del lenguaje establece si es de un mismo autor, por ejemplo). En muchos archivos hay documentos falsos y plagios , y el historiador está obligado a indagar sus veracidad. Hay que evitar pasar por alto hechos vitales pero que no están en la mira de nuestras investigaciones: vemos sólo lo que buscamos y las emociones pueden distorsionar los hechos. Las prácticas colectivas son similares para todos los hombres que la vivieron, las excepciones son sospechosas. La estadística y la ley de las probabilidades corroboran nuestras suposiciones porque sus resultados son similares en diferentes autores. 

El cuarto capítulo habla de la facilidad que tenemos para juzgar en vez de sopesar todas las aristas de un caso de manera profunda y así comprender mejor el caso estudiado. Aquí también se habla del valor y significado de las palabras según la época y lugar en que tuvieron en boga. En el análisis histórico es preferible tratar de comprender que juzgar a la ligera. Se deben buscar las razones profundas de los acontecimientos sin parcializarse y juzgar. La única pasión del historiador es estar por encima de todas las pasiones , aunque la imaginación y la abstracción son buenas aliadas. No emplearlas es un positivismo mal entendido. Sobre las palabras: las mismas valen más por su uso que por su etimología. Hablamos de átomos (indivisibles) aunque ya se conocen muchas partículas del mismo. El último capítulo (inconcluso) es una crítica al positivismo que en vano pretende eliminar de la ciencia la idea de la causa, porque todo investigador piensa en términos de preguntas y respuestas. Explicar la caída de un hombre por un tropezón es insuficiente, pues habría que pensar también en la ley de la gravedad, los desniveles geológicos, etc. En conclusión no existe una causa única.”Para decirlo todo en una palabra, las causas, en la historia más que en cualquier otra disciplina, no se postulan jamás. Se buscan… Publicado por historiografias en 22:13 https://historiografias.blogspot.com/.../sobre-el-libro... Introducción a la Historia Este programa ha sido concebido como un instrumento para plantear a los estudiantes principios fundamentales y necesarios en la formación de historiadores y docentes en las ciencias sociales, partiendo de la conceptualización teórica que brinda a los que se inician los conocimientos básicos de epistemología, necesarios a los potenciales profesionales. Continuando con la teoría de la Historia donde se aportarán los cuerpos teóricos elementales que el estudiante de esta carrera necesita y simultáneamente con la evolución histórica de la historiografía, poniéndose énfasis en las variaciones de la metodología de esta ciencia, con el análisis simultaneo de textos que permitan identificar las variantes de la investigación y finalizando con el abordaje de la especialización histórica, donde se tendrá el espectro de las diferentes historias que hoy se construyen destacando en ellas sus nexos con la ciencia Geográfica, sus consiguientes metodológicas y la necesidad de arribar a la globalización. Se busca con esto: Conocer los elementos de análisis de la realidad histórica inserta en el espacio ejerciendo su capacidad de comprensión; Lograr independizarse de la tutela del texto y habituarse a la búsqueda de datos y consultas de diversas fuentes y a la elaboración individual y colectiva de ese material.

 Obtener una metodología de estudio y de trabajo científico básicos, adecuada al nivel de estudios que se hallan y al estado actual de la ciencia histórica, iniciándose en la elaboración y en la investigación personal; Adquirir el vocabulario técnico de la materia mediante el tratamiento primario de los diferentes temas en el lenguaje cotidiano; Identificar las características de las principales corrientes de historiografía universal y distinguirlas a través de la lectura crítica de los textos. Problemáticas de iniciación a los estudios históricos Conceptos, principios y generalizaciones Teorías Resolución de problemas y modos operativos La historia como conocimiento Teoría del conocimiento Problemas para su estudio Orígenes y posibilidades de conocimiento Reflexión humana Ciencia, su clasificación Ciencias formales y fácticas Ideologías Teoría y praxis La historia como ciencia, sociedad y tiempo Aróstegui problematiza la investigación histórica, en su búsqueda por la sustancia de historiografía, o sea, a cerca de lo histórico. 

En su capítulo "Sociedad y Tiempo: la teoría de la historia" empieza por afirmar que historia es el tiempo que tiene en todo lo que existe y su temporalidad, la manifestación empírica en las cosas. Así lo social y lo histórico son inseparables, aunque no iguales. "El hecho de que la historia «encarna» en la sociedad y de que toda sociedad «tiene» historia es lo que produce una relación indisoluble entre esas dos realidades." (1995: 156) La sociedad es el sujeto de la historia para él. La naturaleza y la sociedad no son contrapuestas, forman un continuo, y están siempre en movimiento. Así defiende la idea de cambio social y de sistema social (sociedad en abstracto + sociedades históricas concretas). "Lo histórico es una categoría que atribuimos a lo social, y se nos manifiesta universalmente a través del cambio de las formas sociales o (...) de los «estados sociales»." (1995: 158). La sociedad es entendida como un proceso dialéctico entre estructura y acción social (del individuo), entre permanencias y cambios. También entendida como un sistema social, no una realidad efectiva, sino una entidad compleja. El cambio social y el movimiento social son constantes históricas. El sistema social deviene de las modificaciones de los acontecimientos, está sujeto a la invención y es relaciona con el medio. El hecho histórico Biliografía Aróstegui, Julio (1995) La investigación histórica: teoría y método. Barcelona: Crítica. (pp.153-203) Bunge, Mario (1981) La ciencia, su método y su filosofía. Buenos Aires: Siglo XX. (Cap. 1-2) Collingwood, R. G. (1982) Idea de la historia. México: FCE. (Epilegómenos 3) Finley, Moses I. (1976) "Mito, memoria e Historia". En:___. Uso y abuso de la Historia. Barcelona: Crítica. (pp. 11-44) Florescano, Enrique (2003) La Historia y el historiador. México: FCE. (pp. 63-88) Heler, Mario (2009) Ciencia incierta. Buenos Aires: Biblos. 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(pp. 51-59, 64-66 y 81-103) Conceptualización en el campo histórico El campo y el objeto de la historia El sujeto de la historia Deducción: entimemas y dilemas Inducción: analogía, inferencia, causa Ciencia e hipótesis La explicación histórica El azar Objetividad y subjetividad en la historia Utilidad del conocimiento histórico Legalidad histórica Causalidad histórica Tiempo y espacio en la historia Bibliografía Bunge, Mario (1978) Causalidad, el principio de causalidad en la ciencia moderna. Buenos Aires: Eudeba. Carr, E. H. (1983) ¿Qué es la Historia? Barcelona: Seix Barral. (Cap. 4) Collingwood, R. G. (1982) Idea de la Historia. México: FCE. (Epigómenos 1-2) Copi, Irwing M. (1985) Introducción a la lógica. Buenos Aires: Eudeba. (pp. 167-171, 254-257, 270-275, 397-409, 417-425, 477-509, 517-522) Cornblit, O. (1992) "Acontecimientos y leyes en la explicación histórica". En:___. Dilemas del conocimiento histórica: argumentaciones y controversias. Buenos Aires: Sudamericana, Inst. 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Biblioteca Virtual Praxis Investigación La investigación histórica. Teoría y Método.Julio Aróstegui. 440 págs. https://drive.google.com/.../1dpVGGI6t8wPdqUR7pBY.../view... INTRODUCCIÓN A LA HISTORIA https://es.scribd.com/.../Marc-Bloch-Introduccion-a-la... Gaby Martínez Hernández > ‎Libros y temas de Historia en pdf y epub desde Apatzingán. Fontana, Josep-Introducion al estudio de la Historia.pdf drive.google.com Poligrafías - Libros y más agregó una foto nueva al álbum LIBROS. Georges Lefebvre El nacimiento de la historiografía moderna https://drive.google.com/.../1Nmp8xPZ9b68.../view Atlas de México y el Nuevo Mundo agregó una foto nueva al álbum FILOSOFÍA Y TEORÍA DE LA HISTORIA. (pdf) LA ESCUELA DE LOS ANNALES. Ayer, hoy y mañana, por Carlos Aguirre Rojas. México: Editorial Contrahistorias; 2005, 190 p. https://historiadelascivilizacionesblog.files.wordpress.c... Menú Teoría de la historia Universidad Nacional de General Sarmiento. Instituto de Ciencias. Área de Historia. Director del área de investigación "Poéticas de la historiografía". BUENOS AIRES ❖ ARGENTINA La investigación histórica. Teoría y método [1995]

 Podría decirse que este libro es un producto de lo que se ha dado en denominar crisis de la historia. El mismo autor señala que es en épocas de dificultad para una disciplina cuando se produce un florecimiento de escritos de orden teórico y metodológico como el que tenemos entre manos. Es esa coyuntura particular la que impulsa a los historiadores a sacudirse su tradicional pereza teórica y permite la aparición de textos que a pesar de ello cabría calificar de atípicos y más en el panorama editorial de nuestro país. El propósito de Julio Aróstegui es el de contribuir al progreso de la disciplina, que razonadamente denomina historiografía con una reflexión poderosa que busca superar las constricciones impuestas por la posmodernidad aunque sean éstas las que a la postre limiten las indudables bondades de su escrito y que quiere, además, eliminar las inercias de una disciplina muy lastrada por su nacimiento en las afueras de las demás ciencias sociales. Superar el estado actual de disgregación de los fundamentos de la historiografía exige según el autor atacar el problema desde la propia formación que reciben los historiadores, por ello se dedica el libro a los estudiantes de historia y también por ello, probablemente, adquiere éste la estructura de un manual. Las carencias más importantes que Aróstegui detecta en la enseñanza que reciben los futuros profesionales de la historia se refieren a la «nula» preparación teórica y científica de los mismos y al también inexistente adiestramiento en el oficio de desentrañar la historia. Para contribuir a solventarlas divide Aróstegui su libro en tres partes fundamentales: en las dos primeras, dedicadas a dotar de un soporte teórico a la disciplina, analiza los condicionantes principales del conocimiento histórico, que cabe resumir en las dificultades de acceso a un conocimiento histórico y a una representación del mismo reputados como verdaderos. La tercera parte se centra en introducir los rudimentos del método y las técnicas de investigación histórica. Todo este esfuerzo cuenta con una particularidad que lo distingue de otros empeños semejantes y es el de que se realiza desde la historiografía, y no partiendo de la filosofía de la historia por ejemplo, lo que supone adecuarse más perfectamente a las necesidades de la disciplina y contar con sus fortalezas, al tiempo que reivindicarla; pero, añadiríamos nosotros, también obliga a arrostrar sus debilidades. Si uno de los empeños de Aróstegui era el de mostrar que una tal reflexión era posible creemos que lo ha logrado por entero o, lo que es lo mismo, hasta el extremo que era dable en el actual momento de la cultura. Sin embargo, un trabajo tan ciclópeo como el de poner sobre bases firmes la práctica de la historia probablemente no es alcanzable tan sólo desde la historiografía. Se hace preciso el concurso, junto con ésta, de otras formas de conocimiento como puedan ser la filosofía o el arte. Aróstegui quiere reorganizar la historiografía para que ésta sea capaz de producir explicaciones teóricas del movimiento histórico. Concibe, pues, un objetivo largamente perseguido y que ha caracterizado en buena medida a la modernidad. Comparte con ella la idea de totalidad, que, matiza, no contiene el conjunto de los hechos históricos sino una representación de los mismos construida por el historiador. Afirma, pues, la posibilidad de elaborar un discurso de la totalidad de la historia que debería evitar, no obstante, las explicaciones teleológicas. Un discurso semejante sólo podría construirse desde la voluntad de hacer de la historiografía una práctica científica. Por esto, una parte importante del libro se dedica a debatir el estatuto científico de la disciplina con el propósito de hacer de ella una más dentro del conjunto de las ciencias sociales. «La idea de una historiografía-ciencia -se reconoce en un pasaje del libro- ha perdido, a finales del siglo XX, gran parte de su fuerza y atractivo». Esta afirmación, que resulta crucial para el propósito del autor, contiene una realidad que no se explica a nuestro juicio de forma enteramente satisfactoria, por más que el libro destaque por enfrentar decididamente las cuestiones más candentes para la historiografía. Aunque se estudia la etapa de florecimiento de la investigación histórica posterior a la Segunda Guerra Mundial y su desorganización posterior por la influencia posmoderna no se realiza una atribución clara del fenómeno más allá de señalar la responsabilidad que en el mismo han tenido tanto una moda intelectual procedente de la filosofía y la crítica literaria como la propia crisis del marxismo. Y sin embargo, parece claro que una situación semejante no es imputable al propio desenvolvimiento de la disciplina, por lo que una reorganización de la misma nunca podría ser un remedio suficiente. Incluso cuando esa reorganización afecte al núcleo de los problemas que padece la historiografía en la actualidad y que Aróstegui sitúa correctamente en la representación del conocimiento histórico. El desafío planteado a los historiadores es conocido. Para una parte importante del pensamiento actual el discurso ficcional y el histórico son equiparables, sin que quepa reivindicar para el segundo un mayor contenido de verdad. Aróstegui reacciona contra estas posiciones vigorosamente. En su opinión lo que distingue ambos discursos es que el histórico, a diferencia del literario pongamos por caso, es además de narrativo, argumentativo y explicativo. El discurso histórico, reconoce, integra narraciones, pero no es un discurso narrativo sino argumentativo. La solución de Aróstegui al problema planteado por el pensamiento posmoderno nos parece formal. Depende exclusivamente de una definición restrictiva del concepto de relato que lo asimila a la narración. Otra forma de enfocar el problema podría ser hacer de la posibilidad de construcción de un discurso histórico verdadero algo no imputable al desarrollo de la disciplina sino a una determinada situación de la cultura en una sociedad dada. Los argumentos y explicaciones que, según el autor integran el discurso histórico habrían de representar una sociedad que, al menos a efectos del trabajo del historiador, es entendida como un sistema. Esto no significa negar la trascendencia de la acción humana, sino tan sólo proponer una determinada concepción de lo histórico que 10 hace depender precisamente de la tensión dialéctica entre acción y estructuras. Se trataría de construir un modelo de explicación que el autor denomina agencial-estructural y que trataría de evitar los excesos de las posiciones subjetivistas y estructuralistas.

 La explicación de un proceso histórico, dice el autor, no sería, según el modelo propuesto, otra cosa que la «demostración del grado de correlación existente entre las estructuras de una determinada situación social y la conciencia que tienen de ellas los sujetos que las integran para obrar en consecuencia». Con todo, y por más que se puedan reconocer méritos a la solución propuesta, dista de ser enteramente satisfactoria. Permanece en pie el problema capital de la forma en que se establece esa correlación por lo que la demostración de la misma se nos antoja muy dificultosa. Precisamente, la reclamación de la superioridad del marxismo para el análisis social e histórico se hacía porque éste proporcionaba una relación plausible entre sujeto y estructura que ahora nos parece cuando menos insuficiente. En definitiva, las operaciones críticas que Aróstegui somete a la práctica de la historia no pueden superar las determinaciones impuestas por la situación cultural del capitalismo tardío y son responsables de sus insuficiencias, pero ordenan el camino y hacen de la historiografía una disciplina mejor asentada. De forma que, de seguirse sus indicaciones. una deseable recuperación del saber histórico contaría en un futuro con una situación de partida más favorable para que la disciplina ocupe un lugar central dentro del conjunto de las ciencias sociales.

 [José Javier DÍAZ FREIRE. “Aróstegui, J., La investigación histórica: teoría y método, Crítica, Barcelona, 1995”, in Historia contemporánea (País Vasco), nº 13-14, 1996, pp. 506-509] https://introduccionalahistoriajvg.wordpress.com/.../%E2.../

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