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domingo, 28 de julio de 2019

TURISMO EQUITATIVO

TURISMO EQUITATIVO
Las palabras claves suelen se engañosas y en la practica son fraudulentas y precipitan al error o a seguir produciéndolo, con otro envase o envoltorio. El turismo sigue siendo una actividad que beneficia a unos pocos y la posibilidad de concretar turismo comunitario y cultural, con una real interacción con los verdaderos oferentes locales, que viene a ser, fue y debiese ser una de las razones fundamentales de la industria sin chimenea, porque descansar se puede sin necesidad de trasladarse muchos kilómetros, como la posibilidad de encontrarse en lugares agradables, naturales y culturales. El verdadero gancho de la actividad turística es el de ofrecer la posibilidad de la interacción, que sirve de vía para el conocimiento y comprensión de la diversidad cultural de nuestro planeta, que se asienta en las comunidades.
No necesariamente ello debe producirse solo con las etnias, sino que es propio de grandes o pequeñas comarcas con una impronta similar cultural. Para hacerlo inteligible: En nuestro pais (Argentina) tenemos tres bases culturales originarias que perviven (Andina, Pámpido Patagónica y Guaranítica) que nos interconectan con otros estados en los que, asimismo, contamos con su derivado gaucho y con el aporte de los afro descendientes. La cultura dominante se impone por un entramado de políticas y apoyo estatal sobre la base de los descendientes de migrantes de los Siglos XIX y XX, pero a las otras, con mayor o menor potencia, se las observa fuera de capitales, sin que se llegue a concretar un beneficio anunciado por la sola mención de un desarrollo sostenible. No existe el apoyo estatal, para que las comunidades enlacen con la autopista del gran turismo nacional o internacional.
EL TURISMO COMO PROPIEDAD COMUNITARIA
Posted 2017-10-02 In Soluciones
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“El Turismo como propiedad comunitaria” es un proyecto de investigación independiente que estudiará algunos casos de gestión comunitaria del turismo en Costa Rica, Nicaragua, Honduras, El Salvador, Guatemala y México a partir de Noviembre del 2017.
Planteo del Problema
El Turismo es una de las actividades económicas que mayores ingresos genera, especialmente, en Latinoamérica. Si uno revisa la composición del PBI (Producto Bruto Interno) de algún país de esta región, podrá advertir que el turismo está en el podio de las industrias que más aportan y que más puestos de trabajo generan. Pero se suele confundir crecimiento con desarrollo. Los beneficios económicos se concentran en pocas manos, los puestos de trabajos están muy precarizados, las residentes locales no tienen ni voz ni voto en las políticas públicas y se siguen empobreciendo, los recursos naturales y culturales están siendo exterminados, la exclusión social se sigue proliferando y no se respetan derechos humanos básicos. De esta forma el turismo, como tantas otras actividades, está atentando contra la lucha internacional contra la pobreza.
En la década del 70, en pleno auge del turismo de masas, se comenzó a hablar de un turismo “amable”, posteriormente “verde” y/o “ecoturismo” para referirse a un turismo un poco menos dañino, prestando especial atención a la cuestión ambiental. Luego en los 90, con la Agenda 21 y la Cumbre de Río, aparecieron términos como “sostenible”, “responsable”, “consciente”, “ético” y “justo”, tratando de cuestionar también efectos sociales y económicos del fenómeno. Si bien todos son válidos e importantes, porque han significado los primeros pasos y conforman hoy en día nuestra base teórica, no son más que postulados tibiamente reformistas. En general son muy poco aplicados en la realidad y no proponen ningún cambio estructural. Solo sirven para disfrazar un turismo absolutamente funcional al sistema capitalista y termina siendo injusto y desigual.
La Organización de Naciones Unidas (ONU) declaró este año – 2017 – como el “Año Internacional de Turismo Sostenible para el Desarrollo”, se publicaron principios y objetivos. Pero la realidad de los pueblos más necesitados no ha cambiado en nada. El mundo está sufriendo y necesita más acciones concretas y menos declaraciones y conferencias internacionales.
En los últimos años un nuevo concepto enciende una luz de esperanza para quienes creemos que otro turismo es posible. Se trata del Turismo Comunitario, pero no como un producto, sino como una forma de gestión en la que los servicios y beneficios de la actividad están controlados por la comunidad local. Y aunque cumpla con una de las variables que diferencian el desarrollo del crecimiento (participación de los residentes locales) –lo que no es poco y de hecho debería aplicarse a cualquier emprendimiento-, todavía hay muchos otros factores que deben ser evaluados: tipo de relación y compromiso con el ambiente natural/artificial, valoración de todas las identidades socio-culturales, cumplimiento de derechos humanos, calidad laboral y distribución de los beneficios económicos. Así como también debe estudiarse si los servicios ofrecidos al turista son de la calidad necesaria como para generar una interacción armoniosa entre residente y turista.
La presente investigación cualitativa analizará algunos casos de gestión comunitaria del turismo en Costa Rica, Nicaragua, Honduras, El Salvador, Guatemala y México (un caso por país), teniendo en cuenta las variables anteriormente mencionadas. Pero no desde el sillón y vía internet, sino que será un viaje en busca de modelos de turismo que de verdad beneficien a todos/as los/as trabajadores/ras del sector.
Hipótesis
La gestión comunitaria de los recursos turísticos es el primer paso necesario para lograr que la actividad turística sea un factor preponderante de desarrollo sostenible y contribuya así con la lucha internacional contra la pobreza.
Objetivo
Desarrollar, mediante el estudio de diversos proyectos de gestión comunitaria de turismo, una forma de gestión que sea capaz de transformar al turismo en una herramienta de desarrollo que mejore la calidad de vida de la población local y todos los actores intervinientes.
Fundamentación
La juventud y el propio dinamismo de la actividad turística hace imprescindible, para todos los agentes intervinientes, mantener una firme voluntad de estudio. Tanto la administración pública como empresas privadas, consultoras y organizaciones no gubernamentales deben consultar frecuentemente las variantes y tendencias que el sector soporta día a día para perfeccionar sus respectivos trabajos.
Pero para todos los actores que intentan desarrollar permanentemente un modelo de turismo más justo y equitativo, es aún más necesario invertir tiempo y recursos en diferentes tipos de ensayos científicos, ya que la tendencia general es obtener la mayor cantidad de beneficios económicos sin importar la conservación del patrimonio natural/cultural y la calidad de vida de residentes, turistas y recursos humanos. En este contexto mundial de sobreexplotación y desesperado crecimiento a ciegas, es fundamental detenerse a observar, reflexionar y estudiar exhaustivamente varios procesos de gestión turística que vivan digna y armoniosamente con su ambiente para poder aprender de ellos, darlos a conocer y multiplicarlos en otros sitios del planeta.
No hay dudas que cualquier tipo de actividad turística – y en todos los ambientes – debería ser sostenible, ecológica, responsable, justa… Pero la realidad es que no lo son y no lo van a ser nunca mientras que, tanto privados como organismos públicos, le sigan dando la espalda a residentes locales y manejen la actividad a su antojo y según sus conveniencias. En la mayoría de los casos a los habitantes ni se les consulta y en otros pocos solo se los escucha por compromiso sin darle demasiada importancia. Por esto entendemos que para encaminarse hacia el cumplimiento de los principios de sostenibilidad internacionalmente reconocidos por organizaciones como la Organización Mundial del Turismo (OMT), el Turismo debe gestionarse por la comunidad local, consciente y conocedora de sus virtudes y necesidades, y lo que es más importante, poseedora de una solidaria y verdadera voluntad de cambio. Y no es que inversiones privadas, organizaciones externas y administración pública no deban existir, sino que tienen que trabajar en conjunto con los residentes locales, no mandar o dictar, sino escuchar y respetar...
TURISMO , CULTURA Y DESARROLLO
( Fragmentos de la publicación del mismo título, en proceso de edición por AECI )
Damián Moragues Cortada. 2006.
INTRODUCCION
Desde hace muchos años la relación entre el turismo, la cultura y el desarrollo -claramente evidente- ha sido tratada en artículos, libros y publicaciones desde muchas perspectivas, la mayoría, sin embargo, en el contexto de la simple reflexión académica. La acepción Turismo Cultural, que parece haberse convertido, improvisada y precipitadamente, en la concreción práctica de todas las disquisiciones teóricas, tiene una amplia literatura e infinidad de asociaciones y entidades que, con mayor o menor fortuna, discurren por un amplio campo de actuación, impreciso en ocasiones y extremadamente específico en otras. Esta aceptación del Turismo Cultural como la suma absoluta del compendio de relaciones entre turismo, cultura y desarrollo puede considerarse, en todo caso, como restrictiva de las potencialidades que implica la interacción entre estos tres ámbitos y como arriesgada, también, por un cierto estilo elitista. La aplicación práctica del llamado Turismo Cultural no ha ido más allá, en la mayoría de los casos, de una pequeña parcela selectiva de un gran mercado turístico, que dispone ya globalmente de determinados contenidos culturales o paraculturales , pero no en el contexto de lo que algunos definen como Cultura, con mayúsculas.
Se pretende, aquí, dar un paso más allá del turismo cultural -entendido en los términos más comunes- para abrir la perspectiva a un nuevo espacio de relaciones más eficaz, quizás menos ortodoxo, pero definitivamente asentado en la consecución de un marco de beneficios socioeconómicos, precisamente para las comunidades menos favorecidas y que necesitan de instrumentos de dinamización en su evolución económica y social.
En esta visión apriorística de la relación entre los tres àmbitos, no cabe duda de que se asigna un rol a cada uno de ellos. Parece poco discutible que el desarrollo es el objetivo, el gran objetivo que ha de permitir mejorar la calidad de vida y las expectativas sociales de grandes capas de población sumidas en el subdesarrollo o, simplemente, minimizar el desequilibrio entre zonas urbanas y rurales o entre zonas costeras y el interior. La cultura es el gran activo, la riqueza tangible e intangible, de la que son, objetivamente, propietarios indiscutibles sus propios actores y gestores. Por último el turismo, entendido en su dimensión de fenómeno socioeconómico de gran magnitud, es el medio que ha de concretar los activos en desarrollo, las potencialidades en realidades tangibles y cuantificables, que sean percibidas por la población protagonista de la implementación de proyectos y programas.
Es pues el momento oportuno para que quienes trabajan en el mundo del Turismo, la Cultura o el Desarrollo, asuman su trascendencia y plasmen en iniciativas prácticas la interacción positiva entre los tres ámbitos. Como profesionales, gestores o responsables de territorios implicados en este proceso, no cabe duda de que tenemos una nueva responsabilidad que obliga a superar la trayectoria inercial del turismo actual y de la gestión habitual de los activos de la cultura, en aras de un compromiso con el desarrollo social y económico de una gran parte del planeta que ve limitadas sus posibilidades por la mediatización de sus actividades productivas tradicionales.
EL TURISMO
Turismo es algo que, de una u otra manera, siempre se hizo. La curiosidad, la necesidad de descubrir nuevos espacios, de interaccionar con otras gentes, forma parte de nuestra misma condición. Evolucionamos y, por tanto, nuestras motivaciones y nuestros comportamientos van variando hasta convertir el turismo en uno de nuestros consumos cotidianos. Aún así, subyacen en nuestro inconsciente razones muy primitivas que nos impulsan a descubrir que hay detrás de la montaña y a contrastar nuestro modo de vida con el de otras sociedades con evoluciones culturales muy distintas. En cierta manera, buscamos seguridad. La convicción de que lo que hacemos es mejor que lo que vemos, o de que podemos mejorar nuestra vida actual con lo que aprendemos. Una vez detrás de la montaña, optamos por sumar o por comparar, en función de nuestra propia base ética y cultural. La actitud resultante va a ser definitiva en la proyección de nuestra práctica turística sobre el territorio que visitamos. La suma es el principio de una implicación que impulsa el desarrollo. La comparación, desde la óptica de visitantes poderosos y visitados empobrecidos, acentúa, en general, las desigualdades y la impermeabilidad a la interacción cultural.
Naturalmente, todas las definiciones de turismo, incluso las más antiguas, nos pueden proporcionar pistas sobre aspectos relevantes de su relación con la cultura. En realidad, parece indisociable el turismo de la cultura y, en todo caso, no se entendería la misma génesis del turismo sin implicaciones culturales significativas.
"La suma total de operadores principalmente de cariz económico directamente relacionados con la llegada, la estancia y el movimiento de forasteros en un determinado país, ciudad o región" ( H. Von Schullard.1910).
La Liga de las Naciones (1937) define al turista como "cualquier persona que viaja por placer y abandona su lugar de residencia habitual por menos de un año y por más de 24 h.Los viajes de menos de 24 horas se definen como excursiones".
"El turismo es la totalidad de las relaciones y fenómenos generados por el viaje y la estancia de forasteros, siempre y cuando la estancia no implique el establecimiento de una residencia permanente y no esté relacionada con actividades remuneradas" (Hunziker y Krapf. 1942)
"Turismo es el desplazamiento corto y temporal de personas hacia destinos distintos a sus lugares de residencia o trabajo habitual, así como las actividades que realizan durante su estancia en el destino. Se incluyen los desplazamientos por cualquier motivación"( Tourism Society of England. 1976).
La Organización Mundial del Turismo, en 1994, lo definió como, "el conjunto de actividades que realizan las personas durante sus viajes a lugares distintos de su contexto habitual, por un período inferior a un año, con propósitos de ocio, negocios y otros motivos "
Teniendo en cuenta una definición tan amplia y el hecho, constatado, de las dificultades de ubicación de la actividad turística en el contexto administrativo, se nos sugiere que estamos tratando, en resumen, de situar, en términos de poder, las decisiones sobre el devenir turístico de cada territorio en un marco operativo, cuyos objetivos han de responder al modelo de desarrollo y al modelo de sociedad que los gestores del territorio decidan, en una primera y trascendental decisión.
Aún cuando el turismo tiene la gran opción de acomodarse para ser compatible con una innumerable cantidad de otras actividades, subyace aquí un paradigma básico en el desarrollo turístico y que se resume en la subordinación de otras políticas a las políticas turísticas o viceversa. En resumen, no se trata tanto de la definición de instituciones que rijan la política turística, sino del orden jerárquico por el que los distintos estamentos de un Gobierno ( a la escala que sea) determina la importancia del turismo en esa zona. Ello tiene que ver, ineludiblemente, no tan solo con el turismo, sino, como se afirmaba anteriormente, con la visión general, el modelo de desarrollo, que se prevé para ese territorio.
EL TURISMO COMO INSTRUMENTO
En la exploración de los conceptos de turismo y de las consecuencias de éstos sobre la sociedad, adquieren especial valor, en una perspectiva de futuro y muy especialmente en su relación con la Cultura y el Desarrollo, definiciones actuales como la de Bertram M. Gordon ( Mills College. California ) "La expresión de la curiosidad. Curiosidad en movimiento". Merece especial atención la aproximación de la idea del turismo a la necesidad de conocer , de descubrir. En un mundo en el que el volumen y la calidad de las informaciones es prácticamente insistematizable e incontrastable, adquiere especial importancia aquello que, con curiosidad, queremos conocer por nosotros mismos, sin mediatizaciones. Ello nos lleva, sin grandes elucubraciones, a la calidad de instrumento del turismo actual. Estamos, en realidad, ante un gran medio de comunicación que en lugar de acercar la noticia, la novedad, el conocimiento -posiblemente mediatizado- a nuestra confortabilidad cotidiana, nos proporciona la oportunidad de satisfacer nuestra curiosidad, nuestro deseo de aprender, en directo, en el lugar de los hechos y contrastarlo con nuestro bagaje cultural y nuestra experiencia vivencial. En este ejercicio, además de satisfacer nuestra curiosidad, abandonamos el entorno confortable de nuestra sociedad del bienestar para enfrentarnos a nuevas dimensiones sociales y culturales, algunas menos confortables, lo que nos proporciona la opción de experimentar nuestras capacidades personales ante lo extraño, ante lo ajeno.
Si aceptamos este contenido principal de curiosidad y de instrumento de comunicación, en un concepto moderno del turismo, nos acercamos, mucho más, a la valoración de la cultura, en un sentido amplio, como elemento clave en las motivaciones de los viajeros y proporcionamos una herramienta trascendental para el desarrollo, en aquellos lugares con contenidos culturales capaces de atraer la curiosidad del viajero moderno. Cierto es que la contraposición del bagaje cultural del viajero, muy en especial cuando éste proviene de sociedades económicamente avanzadas, con la cultura autóctona local, en lugares supeditados económicamente a los mercados emisores, puede suponer y de hecho ya lo supone en muchos lugares del mundo, riesgos muy notables que solamente son minimizables en una perspectiva de sostenibilidad,
Quedaría idílicamente definido el marco conceptual del turismo moderno en esta línea de medio de comunicación cultural, si no tuviéramos que admitir que gran parte, quizás la mayoritaria, del turismo de hoy en día se mueve en el entorno del uso banal de un territorio. Si bien esto es evidente y perjudicial en una visión sostenible del desarrollo, hay que aceptar que no se hace, en turismo, otra cosa distinta de la habitual en la mayoría de los medios de comunicación masivos. Las cuotas de audiencia, también en la actividad turística, prevalecen sobre otros muchos valores de mayor relevancia cualitativa, aún cuando estos últimos sean reiteradamente reivindicados por los profesionales del mismo medio.
EL IMPACTO DE LA RECIENTE HISTORIA DEL TURISMO
Es a partir del nacimiento del llamado boom turístico, donde encontramos algunas claves que van a determinar la relación entre turismo, cultura y desarrollo en la actualidad. No se puede negar, sin duda, que es un período aciago desde la perspectiva cultural. La cultura no ocupa un lugar preeminente en la consideración de los destinos turísticos, sino, que al contrario, es literalmente eliminada o transformada drásticamente por la masificación turística. Se imponen modelos culturales externos a las poblaciones receptoras de los flujos turísticos, se obvia la cultura local y se yuxtapone un exotismo cultural superficial, que ha de acompañar y complementar el conjunto de la oferta turística.
Los procesos derivados de esta primera etapa acultural o transcultural han marcado definitivamente grandes espacios de los destinos turísticos de primer orden hasta la actualidad, llegando, incluso, al extremo de una conversión formal de lo que fueron pequeños pueblos de pescadores en auténticas ciudades de servicios, en las que se hace y se tiene que hacer un gran esfuerzo para recuperar algunas, al menos, de sus antiguas tradiciones y raíces culturales.
En otra dimensión, la del desarrollo, podría afirmarse, como se hace desde determinados círculos, que la explosión turística de los 60/70 fue algo absolutamente bendecible. No se va a discutir aquí el crecimiento, en términos cuantitativos de la cifra de negocios y de sus efectos multiplicadores sobre la economía de muchas zonas. Sin embargo, sí es absolutamente discutible la calidad de tal crecimiento, en tanto que, más allá de las externalidades negativas que acompañan cualquier proceso económico, se produce un verdadero desastre medioambiental y urbanístico en las zonas de mayor densidad turística. Se trata de un crecimiento basado en la concentración , que perdurará como modelo de desarrollo turístico, hasta la actualidad, en muchas zonas del planeta.
Hay que añadir, además, otros aspectos a esta valoración negativa del desarrollo producido por el crecimiento turístico. Por una parte, la génesis de un modelo extractivo, mediante el que los países emisores de turistas obtienen la mayor parte del beneficio del conjunto de la operación turística. Por otra, la consolidación definitiva de la vinculación del desarrollo turístico a la especulación inmobiliaria, en un proceso que tan solo se limitará, parcialmente, muchos años más tarde y que sigue, todavía vigente en muchos países en vías de desarrollo.
Pretender vincular, en este último período, el turismo con la cultura y el desarrollo de una manera razonable, parece del todo imposible. Ha nacido y, además se consolidará para muchos años, un estilo de turismo que , aún entendiéndolo como un mal menor, banaliza o substituye las culturas locales, impone modas sociales tendentes a no interaccionar con los habitantes del destino y, limitando el desarrollo a su perspectiva económica más extractiva, hace un reparto injusto de los beneficios derivados de la actividad turística. Aunque pudiera tacharse de apocalíptica esta consideración sobre los resultados del boom turístico, no hay más que dar un breve repaso a las iniciativas públicas actuales sobre esos destinos turísticos tradicionales. Todas ellas, locales, estatales o internacionales, tienden a paliar, mediante Planes de Excelencia, de Dinamización o de Reconversión, los resultados negativos del proceso trepidante que sufrieron en la segunda mitad del siglo XX. En muchos casos se trata simplemente de asegurar la supervivencia económica de zonas, abocadas ineludiblemente al monocultivo turístico.
No se puede establecer una fecha mágica en la que algo empieza a cambiar en el sector turístico y en la percepción de la actividad turística por parte de la sociedad. La maquinaria central de la actividad turística sigue anclada en el estilo extractivo propio de la época del boom. Aún así, surgen nuevas actitudes y propuestas que van tomando cuerpo en el turismo y que hacen suponer un progresivo cambio en la perspectiva del desarrollo futuro de este sector. En términos de cuotas de mercado los cambios son imperceptibles o muy poco significativos, mientras que en términos de percepción social de un nuevo turismo, estas nuevas propuestas y actitudes adquieren mayor trascendencia.
El cliente ya no es un sujeto pasivo al que se le muestran las bellezas exóticas de un lugar remoto, encerrado en su urna de cristal, sino que es un sujeto activo que interacciona con las gentes del lugar, participa de su cultura cotidiana y sacrifica temporalmente el confort al que está habituado. En el marco de ese turismo alternativo se generan nuevas propuestas con contenidos culturales más rigurosos y sofisticados, de manera que el llamado turismo cultural se consolida también como una tipología turística trascendente, aunque muy centrado -en una visión muy eurocéntrica- en los atractivos de las grandes ciudades europeas.
Simultáneamente en los países avanzados se toma conciencia colectiva de la necesidad de preservar el medio ambiente. La sostenibilidad ha aparecido como paradigma universal y ello va a impregnar, también, la práctica turística. Aparecen ya las primeras críticas notables y con eco social al carácter depredador del turismo convencional. Ya a finales de los años 70 son múltiples los espacios de debate en los que se analizan las consecuencias de la construcción ilimitada y desordenada, de la especulación inmobiliaria y del escaso beneficio, para determinados destinos masivos, de la industria turística. Se habla ya de subvención a los turistas. Es decir, el volumen de servicios que presta el lugar de destino es superior, en coste real, al beneficio económico que genera la actividad turística. Todo ello, simplemente, tratando del tema económico, sin tener en cuenta, además, las implicaciones que tiene desde el punto de vista social o cultural...
TOURISM4DEVELOPMENT2017.ORG
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