FOTO DE VIERNES
Por: Laura Vaillard
De niñas, muchas mujeres sueñan a ser princesas. Se disfrazas con pomposos vestidos, adornas sus cabezas con tiaras, fantasean con su príncipe azul…
Sin embargo, no fue mi caso. Prefería jugar al poli-ladrón en el recreo, desafiar a los chicos para que me dejaran jugar al fútbol, o robarle los Micro Machines a mi hermano, que me divertían mucho más que el par de muñecas que tenía.
Aunque los príncipes y las princesas no fueron los protagonistas de mi infancia, los castillos sí logran captar mi atención. Me imagino cómo hubiera sido vivir en esas monstruosas construcciones oscuras, muchas veces aisladas de la sociedad. Me pregunto cómo hacían para mantenerlas templadas durante el invierno, cómo hacían para trasladar el agua hasta las partes más altas, cómo se anunciaban a las visitas (¿mandarían una carta anunciando que visitarían con semanas de anticipación?).
Realmente me intriga de sobremanera personas cómo sería vivir encorsetado por el protocolo y la formalidad y por ello se llamaron tanto la atención todos los castillos que se encuentran en la carretera desde Córdoba al sur de España, hasta Granada.
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