Manifiesto liminar, 21 de junio de 1918 “La juventud ya no pide. Exige que se le reconozca el derecho a exteriorizar ese pensamiento propio en los cuerpos universitarios por medio de sus representantes. Está cansada de soportar a los tiranos. Si ha sido capaz de realizar una revolución en las conciencias, no puede desconocérsele la capacidad de intervenir en el gobierno de su propia casa”.
La gesta estudiantil denominada Reforma Universitaria nació en Córdoba en marzo de 1918, cuando un grupo de jóvenes se levantó contra las estructuras conservadoras que consideraban alejadas de su época y del espíritu propio de la Universidad.
Fue entonces que iniciaron una huelga para hacer escuchar sus reclamos de un ingreso amplio a las casas de altos estudios, un sistema autónomo y democrático. Dos meses después, el presidente de la Nación, Hipólito Yrigoyen, accedió a la demanda de los estudiantes, decidió la intervención de la Universidad de Córdoba para iniciar así un proceso de reforma que instauró la participación de los profesores en el gobierno universitario, terminando con el predominio de las academias integradas por miembros vitalicios.
Sin embargo, cuando se realizó la asamblea para la elección del rector, triunfó el sector más conservador, por eso los estudiantes desconocieron el resultado, se radicalizaron las protestas y se reforzó la idea de que era necesaria su participación en el gobierno universitario para garantizar cambios en la Universidad...
En ese contexto, en junio de 1918 se publicó el emblemático “Manifiesto Liminar” que resumió los principales postulados reformistas, y expresó una profunda crítica a una universidad conservadora, y a un régimen académico que había llevado a “mediocrizar la enseñanza”, a cerrarse y combatir la ciencia.
Ante la presión estudiantil, Yrigoyen intervino nuevamente la Universidad, lo que provocó la renuncia de muchos profesores ligados a los grupos conservadores y el rector electo pocos días antes. El reclamo de los estudiantes finalmente se hizo escuchar y se introdujeron reformas a los estatutos para que desde ese momento el gobierno universitario sea compartido por profesores (titulares y suplentes) y estudiantes. También se realizaron otros cambios como la asistencia voluntaria a cursos y la docencia libre. En octubre, una nueva elección impuso a un rector reformista.
La gesta estudiantil en Córdoba constituyó uno de los movimientos de transformación universitaria más relevantes en la historia de las instituciones educativas superiores de América latina. Democratizó el gobierno de las universidades, y abrió la posibilidad a los sectores medios de acceder a un título universitario.
https://unr.edu.ar/reforma-universitaria-1918
ACTIVIDADES
1. ¿ Se logró aplicar los fines de la Universidad en relación a suministrar enseñanza a todos sus alumnos?
2. ¿ De alguna manera se extendió a todo el pueblo?
3. ¿ Se logró organizar un amplio sistema de becas estudiantiles?
LA FORESTAL
EL LEVANTAMIENTO OBRERO AL NORTE DE SANTA FE
26 de enero de 2021
A 100 años de la revuelta obrera en La Forestal.
El 29 de enero de 1921 los obreros de La Forestal dieron el último aventón de lucha y dejaron una huella duradera en la historia del norte de Santa Fe. El conflicto había tomado una dimensión política preocupante para los sectores privilegiados de la Argentina del siglo XX. Ambas partes, trabajadores y empresa, sabían que la derrota de uno implicaba la supremacía del otro.
Los trabajadores de La Forestal representaron la clase social surgida con la extracción de los recursos naturales del país. Como suele ocurrir, detrás de los grandilocuentes discursos de progreso, fueron los hacheros quienes pusieron el lomo para generar las riquezas de la Argentina.
La Forestal se manejó como un gran patrón extranjero en el norte de Santa Fe. Tenía más de dos millones de hectáreas y todo cuidadosamente diseñado para la explotación del quebracho colorado. Pueblos enteros convivían y seguían obediente el plan trazado por la compañía. No es casual que Gastón Gori advirtiera sobre la presencia de un Estado dentro de otro Estado.
Se puede decir, sin rodeos, que las condiciones de vida de los trabajadores de La Forestal, principalmente, en las primeras décadas del siglo XX, era de completa sumisión y explotación. Bialet Massé, en su clásico informe sobre las clase obrera Argentina, en 1905, advertía que frente al avance de la depredación de los bosques iban quedando hombres extenuados y envejecidos por un trabajo tan malamente explotado. Además, el sentimiento de aquellos hombres y mujeres, era de soledad y desprotección. Percibían la soledad del Estado argentino y mantenían en la soledad del monte la ilusión de vivir mejor.
En un contexto de prohibiciones y privaciones los trabajadores de La Forestal fueron creciendo y desarrollando formulaciones para mejorar su realidad. Cada vez toleraban menos las arbitrariedades y fueron entendiendo que debían atar las soledades que, separadas no tenían destino alguno, y todas juntas, planteaba una realidad de altísima preocupación para la compañía inglesa. En otras palabras, se dieron cuenta que el camino era la sindicalización para intentar cambiar las cosas.
A finales de junio de 1919 en el local de la Federación Ferroviaria de Vera se constituyó el Sindicato de Obreros en Tanino y Anexos de La Forestal, siendo nombrado como Secretario General, a Teófilo Lafuente quien junto a una comitiva de obreros emprendió dos giras sindicales caracterizado por la presencia masiva de obreros en asambleas y actos en las plazas de cada pueblo.
Luego de las giras y con la celebración de un nuevo Congreso, se decidió la elaboración de un pliego de 35 demandas sindicales. Las mismas mostraban el sistema opresivo y la falta de condiciones básicas en que vivían los trabajadores de La Forestal. Los puntos destacados van de la libertad completa de reunión y comercio, reincorporación de trabajadores expulsados, servicio sanitario y colocación de canillas de agua en cada cuadra, condiciones laborales y mejores salarios, hasta el llamativo punto 35 donde pedían a los señores gerentes y altos empleados que observen más respeto hacia los trabajadores.
Ante la falta de respuesta por parte de la empresa, el 14 de diciembre de 1919, se declaró la huelga en el territorio de La Forestal. Los pueblos “forestales” fueron, literalmente, tomados por los obreros que habían paralizado completamente el funcionamiento de la poderosa empresa. Los diarios de la época informaban que patrullas armadas recorrían las calles y controlaban fábricas, transportes y tenían secuestrados en sus casas a gerentes y altos empleados.
La Huelga de los tanineros finalizó con un triunfo para los trabajadores, y una derrota difícil de aceptar para la empresa que hizo ordenar el incumplimiento de los acuerdos y puso en marcha la creación de una fuerza de represión propia.
En mayo de 1920 asumió como gobernador de Santa Fe, Enrique Mosca, por el Partido Radical “Antipersonalista” y creó por decreto la Gendarmería Volante que fue financiada íntegramente por la compañía. La violencia desatada por los gendarmes de La Forestal fue acompañada por el cierre de fábricas que dejaban sin trabajo a cientos de familias y sin la posibilidad de una nueva huelga.
En enero de 1921 el panorama para los trabajadores era alarmante, habían pasado de una victoria sindical importante en marzo de 1920, a una desoladora situación en la que se complementaba los abusos de la Gendarmería Volante, la vista gorda del ejecutivo nacional, la complacencia del gobierno provincial y varias fábricas cerradas por la misma empresa. El termómetro de los obreros estaba al rojo vivo en el verano de 1921 y fue una cuestión de días hasta que estalló la revuelta.
El 29 de enero de 1921 grupos de obreros armados con wínchester en los trenes entraron a Villa Ana y Villa Guillermina intentando tomar los poblados donde rápidamente hubo un enfrentamiento causando bajas de ambos lados. Con la llegada de los refuerzos policiales, los obreros huyeron al monte donde resistieron los ataques agresivos de los gendarmes. Muchos trabajadores que habían intentado reclamar por medio de la huelga y que no pudieron escapar, fueron detenidos y sus hogares incendiados. Los niveles de represión y tortura fueron extremos. El propio Teófilo Lafuente, relata en sus declaraciones, que él y sus compañeros habían pasado un verdadero martirio al punto de casi perder la vida.
En sus declaraciones, Teófilo también comentó que en el norte estaban cazando obreros como si fueran animales. En Villa Ana, particularmente, en el arroyo de El Almagro, se ubicó el grupo más importante de obreros perseguidos que protagonizó esta última etapa de lucha contra la empresa inglesa. Los enfrentamientos continuaron por un tiempo con una situación controlada por la compañía y un sindicato abatido y disuelto.
Oficialmente no se sabe cuántos obreros perdieron sus vidas en esta lucha, sólo el periódico La Vanguardia manifestó que los muertos por la Masacre de La Forestal rondarían los 500 a 600 trabajadores.
Hoy, a 100 años de la revuelta del 29 de enero, la realidad pareciera no haber cambiado demasiado y por eso, la gesta sindical de los obreros del chaco santafesino, pareciera tener más vigencia que nunca.
Hoy como ayer, los nombres y hazañas de los obreros de La Forestal, continúan llenando de tinta los periódicos argentinos y su ejemplo de lucha resurgen y se mezcla en las realidades nuevas de los pueblos forestales. Y entonces pareciera que estos dos momentos históricos, separados por 100 años, se funden en un solo instante donde se vuelve a escuchar revolución social en los pueblos del quebracho, que conmemoran y recuerdan a los bravos obreros de La Forestal.
Luciano Sánchez.
Profesor de Historia. Licenciado en Ciencias Sociales y Humanidades.
ACTIVIDADES
1. ¿Qué reclamaban los obreros de La Forestal?
2. ¿Cómo resultó?
Asociación de Magisterio de Santa Fe
Rivadavia 3279 | Santa Fe · Argentina
0342 4555436 (líneas rotativas)
prensa@amsafe.org.ar
Capítulo 7.
La Patagonia trágica y la construcción del discurso testimonial
Gabriela Sánchez
p. 97-107
TEXTO BIBLIOGRAFÍA NOTAS AUTOR
TEXTO COMPLETO
I
1La Patagonia trágica del periodista español José María Borrero fue publicada por primera vez en 1928. En ella se denuncia el exterminio de los pueblos originarios, que habitaban las actuales provincias de Santa Cruz y Tierra del Fuego, perpetrado por los grandes estancieros del sur quienes, en pos de apropiarse del territorio para explotarlo económicamente, llevaron adelante un atroz genocidio. A partir de este hecho, Borrero establece un continuo discursivo, político e histórico entre dicho suceso y los fusilamientos sufridos por los peones rurales durante las huelgas de 1921, ya que ambas masacres conforman el núcleo a partir del cual se consolidó el poder del latifundio en la región.
2La obra persigue un objetivo concreto, denunciar a los estancieros y, paralelamente, deslindar de responsabilidades políticas a Hipólito Yrigoyen y al teniente coronel Héctor Benigno Varela,1 responsable militar del operativo. Probablemente, Borrero, guiado por su filiación al partido radical y frente a la inminencia de las elecciones que finalmente llevarían a Yrigoyen por segunda vez a la presidencia de la nación, emprendió la difícil tarea de intentar limpiar su figura. Lo cierto es que el texto del periodista español se convirtió, de alguna manera, en un texto inaugural sobre el tema, en él cuestionó la versión oficial instaurada por los estancieros, los medios periodísticos conservadores y la Sociedad Rural, entre otros.
3En este marco, nos proponemos indagar las vinculaciones de La Patagonia trágica con el discurso testimonial, haciendo hincapié en algunos de sus rasgos textuales y discursivos más significativos: la tensión entre lo factual y lo ficcional, el vínculo con el discurso periodístico e historiográfico, su ostensible polifonía y las estrategias discursivas que otorgan legitimidad a la denuncia. Así mismo, problematizaremos las operaciones a través de las cuales se construye narrativamente una imagen de autor compleja y relacional.
II
4La Patagonia trágica es un texto en el que confluyen diversidad de géneros –crónicas periodísticas, testimonios, narraciones de diversa índole, fallos judiciales, entre otros– que configuran la construcción del texto a partir de la tensión entre discursos ficticios y factuales. La denuncia, la referencia a sucesos históricos, su contextualización en un tiempo y espacio concreto, la correferencialidad entre autor y narrador proponen un primer anclaje genérico del texto en el plano de los discursos factuales. No obstante, las narraciones, en tanto en ellas intervienen mecanismos de ficcionalización (se recrean situaciones, personajes, se reelaboran estilísticamente los registros), ambiguan esa inscripción primera.
5Según Ana María Amar Sánchez (1992/2008), dicha tensión es constitutiva de la narrativa testimonial y es uno de sus rasgos distintivos, pues son textos con un alto grado de referencialidad pero articulados a partir de técnicas narrativas, lo que necesariamente produce transformaciones en ellos. En este sentido, son particularmente relevantes los vínculos que el género entabla con el discurso periodístico, vínculos que se caracterizan por un movimiento simultáneo de distanciamiento y diferenciación, lo que desemboca en la narrativización. Las marcas del periodismo cristalizan en el alto grado de referencialidad que el testimonial presenta, puesto que toma de este el material de su escritura: documentos, testimonios, notas pertenecientes al proceso de investigación participan en la elaboración del libro. La referencialidad con el contexto, por otra parte, se reactualiza constantemente con la búsqueda de la verdad de los hechos, que generalmente es el objetivo que persigue este tipo de relato.
6Otro punto de anclaje en el plano de los discursos factuales lo constituye el relato histórico, ya que el género de no-ficción es elaborado a partir de testimonios que provienen de sujetos reales y busca intervenir en la interpretación histórica de un hecho. Ambos discursos, el periodístico y el histórico, trabajan con la verdad, pero el posicionamiento desde el que lo hacen marca la diferencia con el testimonial, pues tanto el periodista como el historiador narran lo sucedido tomando distancia de lo que se cuenta, es decir, objetivamente. En relación con esto, el uso de ciertas formas lingüísticas (oraciones impersonales, ausencia de enunciados valorativos, entre otras) genera la distancia que garantiza la veracidad de los hechos produciendo, en realidad, un efecto de verdad.
7En el relato de no-ficción, en cambio, la narrativización implica la subjetivación del testimonio y de las figuras provenientes de lo real, que pasan a constituirse en personajes, narradores o ambos; esto permite el pasaje hacia el plano de lo textual puesto que dichas figuras se literaturizan en la construcción narrativa. Por otro lado, se destruye la ilusión de objetividad a la que aludíamos párrafos atrás, en tanto se pone de manifiesto que hay un sujeto y una perspectiva; la verdad deviene, así, en versión de los hechos. Dicha perspectiva se expresa en el empleo de ciertas técnicas de trabajo con el material, como son la selección, la organización, el montaje y el collage; paralelamente, señalan el enfoque fragmentario de la realidad y una relación metonímica con la escritura (Amar Sánchez, 2008).2
8Otro rasgo del género testimonial refiere al alto grado de politización que opera en su construcción y que se despliega en la elección de la forma, en las operaciones de narrativización, concretamente, la subjetivación, en tanto implican una perspectiva que denota un determinado posicionamiento político e histórico frente al lector. Asimismo, las diferentes técnicas de trabajo con el material constituyen una elección de implicancia estética pero también política, ya que a partir de estas se (re)construye una realidad.
III
9En La Patagonia trágica, la multiplicidad de discursos que encontramos funciona documental y testimonialmente, ellos van entramándose en relaciones que remiten al verosímil interno del texto pero, simultáneamente, miran al contexto de producción. La fricción entre lo real y lo ficcional se genera a partir de la tensión entre lo verosímil y lo inverosímil en relación con la violencia. La idea de que aquello que se va a contar resulta increíble, pero realmente ha ocurrido instaura una lógica paradójica en el relato que solo puede resolverse en esa fricción constante:
Y para concluir voy a relatarle a usted algo increíble, fantástico, un hecho concreto que la más exaltada imaginación no podría producir por mucho que se la torturara […] y que sin embargo, es cierto de toda certeza y real con una realidad tan cruda, que deprime el ánimo, atormenta el espíritu. (Borrero, 1928/2007, p. 42)
10Dicha fricción, a nuestro juicio, es el resultado de dos operaciones que inscriben el relato en el género testimonial: la citación y la narrativización. En cuanto a la primera, en general, los textos citados son de carácter periodístico, en su mayoría crónicas, y corresponden a los diarios La Verdad y El Radical, ambos de Río Gallegos y propiedad de Borrero. En este sentido, también la crónica establece una doble referencia hacia lo factual y lo ficcional, pues supone un encuentro entre lo periodístico y lo literario, ya que hay una estetización en el modo de emplear la lengua, aunque el mensaje transmitido sea referencial (Susana Rotker, 1992). Su inscripción en uno u otro ámbito depende más bien de las competencias y las inferencias que pueda realizar el lector.
11En La Patagonia trágica, las crónicas funcionan documentalmente, puesto que su publicación en un medio periodístico acredita su veracidad; la versión del narrador, en estos casos, se encuentra determinada por la del cronista al que cita. Temáticamente desarrollan casos de estafas, abusos, contrabando por parte de los estancieros latifundistas, se escriben y publican al calor de los hechos, los sucesos son reconstruidos, ya sea porque el cronista es testigo o porque apela a testigos circunstanciales. En este sentido, puede observarse que el código y el mensaje son estetizados desde los títulos y subtítulos: «El éxodo trágico» (p. 51), «Verdades amargas y datos crueles» (p. 55), «Modo de cumplir una orden, incidencias pintorescas» (p. 72), «Hazaña épica» (p. 73). Dicho procedimiento alcanza también a la construcción de los protagonistas, a la localización temporal o del hecho en cuestión:
Era en los tiempos en que regía los destinos del Territorio el ex comisario inspector de Policía Edelmiro Correa Falcón, quien por un azar del destino o por una burla de la casualidad llegó a quedar encargado del despacho de la Gobernación del Territorio Nacional. (p. 66)
12Una cuestión significativa es que la mayoría de las crónicas citadas, si no todas, fueron redactadas por Borrero; sin embargo, aunque esta relación no se oculta, se refiere a ella solapadamente recién en el capítulo v. A través de una nota al pie de página se establece la filiación:
Observarán nuestros lectores que gran parte de este libro está compuesto de crónicas y artículos periodísticos tomados de El Radical y La Verdad, que se editaron en Río Gallegos durante la época, precisamente, en que se desarrollaban casi todos los acontecimientos que nos ocupan. Estos artículos, escritos sobre el terreno y en la fecha misma de los sucesos […] tienen carácter de verdaderos documentos históricos, que alejan toda sospecha de falsedad por los abundantes datos y elementos de prueba, que en ellos se aportan. Y como por otra parte han sido escritos por el autor de este libro, huelga declarar que la honradez profesional queda a salvo, ganando en veracidad la obra todo lo que pueda perder de amenidad con relatos novelescos, que sería fácil hacer. (p. 81)
13Aunque narrador y cronista sean correferenciales, se presentan como entidades textuales diferentes que comparten un mismo punto de vista sobre los hechos. Este movimiento de distanciamiento y diferenciación entre ambas voces produce una suerte de impresión polifónica, el punto de vista del narrador sobre un hecho determinado coincide con el del cronista, produciendo un efecto de verdad, en tanto las versiones sobre un mismo hecho coinciden. De este modo, en el imaginario del lector se crea la ilusión de que diferentes perspectivas sobre un tema señalan a los mismos culpables, la denuncia y la versión de los hechos, de este modo, cobra mayor veracidad.
14Por otro lado, la citación configura a un narrador oscilante en su comportamiento, que acentúa las ambigüedades que presenta el texto: aparece, desaparece, se oculta, se camufla en otras voces o entidades discursivas. A su vez, expresa que La Patagonia trágica, de algún modo, emerge de las crónicas; ya sea por los temas o porque se trate de escritos previos del mismo autor, el texto expande cuestiones que aparecen delineadas en aquellas.
15Además de las crónicas, en los capítulos i, iii, iv y ix se cita el folleto titulado «En el lejano sur», del periodista Alberto del Sar, que tiene como tema los latifundios en Santa Cruz y se denuncian las maniobras delictivas de los grandes estancieros de la región. De alguna manera, el narrador de La Patagonia trágica comienza su relato donde lo deja el «periodista anónimo», no obstante, en la obra se omite todo dato sobre este y sobre el material citado.3 Nuevamente, la perspectiva en común con el narrador del folleto y el cronista de El Radical y La Verdad interviene sobre la verosimilitud de la denuncia. Veamos un ejemplo concreto en relación con un caso de estafa y contrabando cuyos responsables son los estancieros; leemos en una crónica de El Radical:
En esa misma época era cuando se construían galpones de esquila en territorio chileno a veinte, cincuenta o cien metros de la frontera argentina, la cual era atravesada por centenares de miles de animales ovinos, que dejaban sus ricos productos en el país vecino sin haber pagado un centavo por derechos de exportación. (p. 68)
16Sobre el mismo tema, leemos en el folleto del periodista anónimo:
Ejemplo notable lo da la estancia «Monte Dinero», cuya extensión se prolonga a Chile, en donde tiene la sociedad un galpón. Pasan, a veces, millares de cabezas de ganado lanar a Chile, donde efectúan la esquila, regresando con el ganado sin lana. Exportación clandestina, que no tiene contralor aduanero. (p. 65)
17Tanto la citación de las crónicas como del folleto ponen de manifiesto que lo expresado en La Patagonia trágica es el resultado de un proceso de investigación del cual se evidencia su carácter textual, ya que el material de trabajo es siempre otro texto. En torno al género periodístico, entonces, se presenta una doble reacción, por un lado, el narrador se vale de la objetividad de la prensa para otorgarle verosimilitud a su perspectiva y a su denuncia, generando ese efecto de verdad del que hablábamos. Por otro, muestra el carácter de constructo de la verdad, evidenciando, de alguna manera, sus trucos de periodista y los modos en que el discurso periodístico construye su verosimilitud. Es decir, se vale de la supuesta objetividad del periodismo, de su verosímil, al tiempo que deja en evidencia el carácter ilusorio de esa objetividad.
18La noción de construcción vuelve a cobrar relevancia cuando se analizan las técnicas de trabajo empleadas sobre el material periodístico. La selección y la organización, se evidencian, por ejemplo, en el hecho de que se compendian crónicas que tratan el tema requerido por el capítulo. Lo mismo ocurre con el folleto del periodista anónimo, se lo fragmenta y se lo emplea según le convenga al narrador; de este modo, las técnicas de selección, recorte y montaje muestran su relevancia en la elaboración del texto. Es este último recurso el que contribuye a generar el efecto de verdad a partir del material periodístico; así, todas las versiones quedan organizadas de manera tal que en su disposición construyen una nueva versión de los hechos, probablemente más potente, más veraz. El resultado es un collage de voces que se manifiestan, refuerzan y superponen en relación con los sucesos violentos que acontecen.
IV
19La ficcionalización, como ya expresamos, opera inicialmente a partir de la subjetivación del autor, lo que puede observarse desde el prólogo de La Patagonia trágica, titulado «Autopresentación». El prólogo es especialmente importante en el testimonial porque constituye el marco del relato, es el espacio donde se produce el cruce de dos zonas: la real y la textual, «acentúa y asegura la naturaleza factual de lo contado mientras llama la atención sobre su condición narrativa» (Amar Sánchez, 1992/2008, p. 106).
20La subjetivación del yo opera en clave autobiográfica en el texto de Borrero: «¿Quién es el autor de ese libro deshilvanado, sombrío, agresivo e inverosímil, que se titula La Patagonia trágica?» (p. 17). La respuesta a la pregunta quién no puede ser sino narrativa, ya que supone contar una historia de vida, construyendo así la identidad textual del narrador. La «Autopresentación» en clave autobiográfica es la respuesta, anticipada, a las preguntas que el lector se hará durante la lectura. Para responder a esa pregunta inicial recurre a la citación de un texto periodístico que su amigo, Serrano Clavero, le ha dedicado:
Es que en los tiempos presentes de prontas claudicaciones y vergonzosas entregas morales, Borrero permanece enhiesto, inmune al dorado corrosivo del prevaricato […] hombre de tal envergadura espiritual, no es fácil de señalar si es un rezagado o un precursor. (pp. 18-19)
21Focalizado en las cualidades morales de Borrero, la etopeya4 que traza Serrano Clavero comporta un doble objetivo: por un lado, otorgarle legitimidad al enunciador y a su denuncia; por el otro, configurar al adversario, es decir, a los latifundistas patagónicos.
22En los últimos tres párrafos el autor se ocupa de responder a la pregunta que abre la autopresentación, en este sentido, el código autobiográfico no se despliega sobre la vida de Borrero sino sobre un episodio particular en torno a esta, su experiencia de vida en la Patagonia:
Convengamos en que soy un hombre, ni mejor ni peor que los demás hombres, […] y que experimenta el siguiente orgullo, bien legítimo por cierto: Haber vivido trece años en la Patagonia, durante los cuales padeció todo género de persecuciones por parte de los que ‘se llaman ricos’. (p. 21)
23Son estos sucesos, de los que no solo fue testigo sino también protagonista, los que lo llevaron a escribir el libro. Al respecto, Miraux (1996/2005) sostiene que hay ciertas modalidades de la autobiografía donde se narran fragmentos de una vida a partir de la vivencia de algún suceso trágico de la historia –entendida como historia de los acontecimientos– que ese yo experimenta y que alcanza, de algún modo, su intimidad. De esta manera, la escritura emerge de esa vivencia y experiencia del yo, poniendo de manifiesto que aquello que leeremos constituye su testimonio de los hechos, su versión, más allá de la búsqueda de verdad.
24Esta operación realizada en el prólogo produce un sujeto protagonista, el narrador-cronista, que es correferencial con el autor. En el relato tendrá múltiples funciones: narrar, construir, denunciar, investigar, establecer la verdad de los hechos e intentar reparar la injusticia cometida. Es una figura central ya que despliega y sostiene la narración, es el núcleo en el que confluyen todas las voces y discursos citados en el texto, se expande y se diversifica en él, asumiendo diferentes perspectivas.
25El prólogo, además, condensa todas las operaciones que cimentan el discurso testimonial. La escritura autobiográfica instaura la fricción entre lo real y lo ficticio. En tanto autor real y autor textual se remiten recíprocamente, «el último funciona como una suerte de “héroe autobiográfico” del primero», sostiene Arfuch (2010, p. 98). En este sentido, la autopresentación constituye una autoficción, pero que pretende ser aceptada como real por el lector, ya que interviene directamente en la credibilidad de la denuncia.
26La escritura autobiográfica se desplaza así al cuerpo del texto, en el capítulo ii podemos observar cómo el narrador pone en relato, ficcionaliza, su propia experiencia de la investigación, convirtiéndose en un personaje más; esa distancia acentúa el carácter ficcional de la narración:
Era un triste atardecer del mes de Mayo de 1922 […]. Sentado, casi tumbado en un banco próximo al monumento de Magallanes, un hombre de rostro pálido y demacrado, en el que se pintaban señales de extraordinaria fatiga física y de enormes sufrimientos morales, parecía esperar algo o alguien; dormía o reflexionaba. […] Acababa de recorrer sesenta leguas a caballo en menos de cuarenta horas, por caminos extraviados o a «campo traviesa» escondiéndose de las gentes, acompañado de expertos «baqueanos» trabajadores de campo, hombres humildes y buenos que quisieron secundarlo en la difícil tarea de obtener algunos datos acerca de hechos inauditos, inconcebibles, que no hacía muchos meses se habían producido en las inmensas soledades patagónicas y que costaran la vida a «mil quinientos» seres humanos. (p. 31)
27También es ficcionalizado el proceso de investigación y el modo en que el narrador accede a los testimonios puesto que, luego de centrarse en el personaje citado, la atención se traslada a un diálogo que este escucha, su historia sirve de marco, ahora, para el testimonio de un anciano de Punta Arenas. En este sentido, el texto va alternando dos historias: la de los crímenes del latifundio en la Patagonia y la de la investigación de Borrero, devenido en narrador-personaje-cronista de ellos.
28En la misma línea, la narrativización permite la incorporación de los testimonios que, a diferencia de las crónicas, son re-elaborados en su instancia escrita en y para el texto. No se trata, sin embargo, de textos puramente imaginarios, pues comunican un saber que está incrustado en la memoria y la historia de la comunidad, por eso constituyen un saber compartido, de ahí su permanencia, su persistencia.
29Los testimonios son de carácter oral pero, al ser recodificados en un código escrito, se estilizan; el saber del que emergen es colectivo y alternativo a lo que cuenta la historia oficial. El testimonio del anciano septuagenario del capítulo ii, enmarcado en la historia del cronista-investigador, es un ejemplo de esto; este personaje relata diferentes episodios del exterminio de los pueblos originarios y su relación con el surgimiento y consolidación de los latifundios en Santa Cruz y Tierra del fuego: «Esta leyenda nos presenta a los titulados “primeros pobladores” como varoniles y abnegados pioners del desierto […] Eran simplemente audaces aventureros, […] detritus de la sociedad» (p. 33).
30Como puede observarse, el testimonio desacredita el carácter de «primeros pobladores» que la historiografía oficial ha otorgado a los estancieros, condición que, en realidad, corresponde a las comunidades originarias: «los verdaderos primeros pobladores de Santa Cruz y Tierra del Fuego fueron los indios onas y tehuelches» (p. 34).
31Si el relato del viejo condensa la memoria de la comunidad y la idea de un saber compartido de la historia, esa memoria y ese saber solo pueden ser representados fragmentariamente a través de testimonios, la escritura funciona aquí sinecdóquicamente. Entre los múltiples episodios de esa historia de exterminio, se nos relata las diferentes formas que adquirió en la Patagonia la caza del indígena (tribus emboscadas y muertas, ballenas envenenadas, festines organizados por los cazadores blancos para emborrachar y someter al indio). Es decir, el relato del anciano pone en tela de juicio las versiones oficiales de la historia patagónica, un pasado que fue ocultado, silenciado y que debe sacarse a la luz. Es a partir de esta operación testimonial que se problematiza el discurso histórico hegemónico, se propone como alternativa una suerte de contrahistoria que manifiesta que el discurso historiográfico es una construcción de los sujetos, donde intervienen factores políticos, sociales y económicos dominados por la relación entre verdad y poder.
V
32El relato testimonial se construye y articula en La Patagonia trágica a partir de la plurigeneridad ocasionada, en primer término, por la citación de crónicas y artículos periodísticos que suscitan otras voces, y que son la marca de la condición polémica de la que emerge la escritura del texto. Operan documentalmente y, en este sentido, constituyen una fuente de legitimación de lo que denuncia y expresa el narrador de la obra, en tanto se apoya en el presupuesto de objetividad constitutivo del discurso periodístico. En este sentido, la citación de textos periodísticos va configurando un efecto de verdad en relación con lo narrado.
33En segundo término, el testimonial es producto de la narrativización y ficcionalización que se opera sobre la figura del autor, desde la escritura autobiográfica, y de la reelaboración de otros testimonios que, a su vez, intervienen en la composición de su propio relato. En este punto, la verdad se presenta, ante todo, como una construcción que se elabora a partir de diferentes técnicas, como la selección y el montaje, y que termina configurándose como una sola versión de los hechos.
34Así, en la textualización de la violencia, La Patagonia trágica elabora un código representacional que es el resultado de la fricción entre la objetividad, como propiedad del periodismo, y la subjetividad, que comporta la escritura autobiográfica y la narrativización de los diferentes testimonios. En la escritura, esta fricción va configurando un movimiento oscilante entre la reiteración que se produce en torno a ciertos sucesos ocurridos (la responsabilidad de los latifundistas patagónicos en el fusilamiento de los obreros rurales, las estafas al fisco, los fraudes aduaneros perpetrados por estos) y ciertos rasgos y circunstancias alrededor de la figura y experiencia del autor en Patagonia. En contraposición tenemos la omisión de otros datos: la autoría de Borrero de las crónicas citadas, a la que se alude solapadamente; la velada identidad del autor del folleto «El lejano sur»; la responsabilidad del Estado en los crímenes, omisión que se combina con zonas inciertas del relato producto de la ficcionalización del proceso de investigación. De este modo, dicho código representacional va articulando una escritura fragmentaria que llama la atención sobre una tensión fundacional en la obra: el carácter inverosímil que comporta la realidad en relación con la violencia social y política en Patagonia.
AUTOR
Gabriela Sánchez
Docente e investigadora de la UNPSJB. Licenciada y maestranda en Letras por esa misma universidad. Se desempeña como profesora en las cátedras de Literatura Argentina I y II de la carrera de Letras y en nivel medio en la localidad de Puerto Madryn. Integra la Comisión Asesora del Grupo de Investigación Culturas, Literaturas y Comunicación del Sur (GICLCS) y el proyecto «Cartografías culturales y literarias de la Patagonia y América Latina».
https://books.openedition.org/eunrn/2784
ACTIVIDADES
1).- Resume en tres renglones el significado del levantamiento
2).- ¿La represión fue una matanza?
3.- ¿El problema de la Patagonia fue tan importante, que había extranjeros?
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