Esto también es un homenaje, para esas imprescindibles profesionales de la Lengua y la Literatura, que siempre me acompañaron, sin necesitar pedirles nada.
Alguien me dijo, el año pasado, que me estaba poniendo verde. Y en realidad me reconozco verde, desde que me decían pelado en el barrio (desde los siete años), por ello no constituye novedad. En otras palabras, mis inclinaciones por la ecología se encuentran ancladas en lo más profundo de esta, mi corta vida humana. En realidad no puedo explicarlo científicamente, pero mi zona de confort, siempre, incluyó el verde de la naturaleza (donde no faltaban los animales de todo tipo). Sin que ello motorizara inquietudes profesionales excluyentes. Casi podría decir que soy un verde natural. Pero luego pude comprobar que esa persona, que había observado mi clase, como ya lo explicamos anteriormente, tenía una doble intención y trataba de remarcar otras cuestiones. Dado que la señora de polleras largas, que se ocupaba de la Pedagogía yás o menos de la didáctica ( de biología o ciencias duras, estando en las sociales) a viva voz, intentaba vincular el tiempo que dedicaba a los alumnos y alumnas de inclusión, haciendo alusión a lo casi seguro que sería que alguna de ellas, vinculase mi disposición a explicar, con alguna intención sexual, alegando que las niñas afectadas con síndrome de Down, por tener una tendencia sexual muy desarrollada, podían ponerme en problemas, cosa que no ocurrió nunca, porque ellas interpretaban, mucho mejor que esa persona, el origen de mi interés en ellas, lo que no me evitó que me vigilen de una manera muy estrecha y llamativa.
Es una constante mi tendencia a vivir al aire libre (que es lo que más me gusta), acampando, portando mochila por las rutas, durante meses y años (aunque en estos tiempos pandé-micos me encontré obligado, por las circunstancias, a vivir algo más recluido). Que me llevó a recorrer distintos paisajes, al punto que una suplente en Filosofía, pretendía que el turismo era a lo único que me dedicaba y que no sabía nada de otras cuestiones y supongo que debe haberse sorprendido mucho en estos tiempos y, es posible, que se sienta un poco avergonzada de seguir las tontas ideas del que llamo el espía. Igualmente, nunca tuve ídolos científicos o de la vida. Solo observaba, me gustaban o no me gustaban actitudes humanas.
Pero siempre reconocí los esfuerzos y los caminos recorridos con constancias y solvencias.
También, es natural, que habiendo crecido en una familia dedicada a la docencia, por varias generaciones (siempre recuerdo a mis antiguos parientes, como Julia García de Moragues, fundadora de la Casa del Maestro en Santa Fe, o a Sinesio Baudilio García, más conocido como Diego Abad de Santillan, que además de Historiador, supo despuntar el vicio de la docencia desde otros ángulos, sin desconocer a los más cercanos, como mi madre, que significó una temprana, por mi corta edad, traductora de las Ciencias de la Educación), que mis inclinaciones verdes se combinaran con los estudios científicos sociales y que ello se note en mis proyectos docentes. Lo que sigue sin demostrar ninguna novedad.
Por otra parte, puede resultar raro que destaque a personas muy jóvenes, que se sobreponen a los estereotipos de género, como la activista Greta Thunberg: “Nadie es demasiado pequeño para marcar la diferencia”, que hoy cumple años o Malala Yousafzai: “Hagamos nuestro futuro ahora, y hagamos realidad nuestros sueños del mañana”. Aunque no deje de ser algo verde ecológico, por mi profesión.
Mis viajes no fueron turísticos, estuvieron orientados al reconocimiento cultural étnico, con intenciones de desentrañar inquietudes vinculadas a los orígenes reales de resultados humanos, como puede ser la relación entre lo que hoy es un derecho humano fundamental, como el acceso al agua, que determinó en la Historia, el éxito o el fracaso de asentamientos humanos, como lo ya comentado sobre la antigua fundación de la ciudad de Nueva León, en la actual Bahía de Camarones, o de Puerto Madryn, en sus orígenes, que son acontecimientos históricos que debiesen enseñarnos algo, aunque más o menos sigamos igual unos pocos kilómetros al norte, en esta actualidad extraña o pandé-mica o de crisis hídrica ciudadana o barrial, como estamos observando, gracias a los ingentes esfuerzos de los que debiesen hacer algo.
Todo ello, por solo citar algunos casos reales en esta zona que habito actualmente, que como todas, me sirve para saber más de las Humanidades.
Sin desconocer, que propiciar el turismo, es también una forma de educar (o debe serlo), desde otros puntos de vista.
Antes de terminar, no quiero olvidarme de los aportes de mis antiguas parejas (la mayoría mayores que este servidor) femeninas, que lograron enseñarme muchas cuestiones relacionadas con el género, que hoy me permiten entender, desde otros enfoques y que suelen ser incluidas en los proyectos educativos, que ya mencionamos (pero ello no tiene nada de verde o puede tenerlo, depende de la mentalidad de algún observador de mente aguda).
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