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sábado, 9 de enero de 2016

PALIMPSESTO 8

PALIMPSESTO 8


Los estereotipos obligan a que todo un grupo humano responda a esos mismos patrones de conducta, pero ello mismo solo puede ser posible si las personas que se atribuyen o detentan el liderazgo de esa parcialidad tienen el suficiente poder para mantenerlos como la norma por excelencia, por encima de otras normas, incluso de leyes. No importa lo caprichosos que puedan sonar, solo basta que se los obedezca sin pensar. Ejemplo de ello puede ser la creencia que determinadas personas en una actividad cuenten con automóvil, que se vistan de una manera determinada o no usen determinada vestimenta. Pero esas conductas solo son un síntoma de otro tipo de supremacía más perniciosa: Todos deben pensar la sociedad con un determinado sesgo, sin importar mucho el color político de cada uno, solo importa la supremacía de un grupo y de la idea que se tiene del mundo en general, donde unos tienen asignada una función y los demás otras que se sostienen con los mismos estereotipos.


Los estereotipos son la esencia misma de la discriminación y de la violación de ideas, ideales y libertades que los seres humanos vienen construyendo desde hace varios siglos, motorizadas por leyes, que como todos sabemos se dictan, no solo para evitar que nos matemos los unos a los otros, sino para evitar que esas mismas conductas basadas en estereotipos anulen las personalidades y, lo más importante, que impidan el normal desarrollo de conductas humanitarias, que se encuentran consagradas en pactos y tratados internacionales y en las legislaciones fundamentales de cada una de las naciones. Dentro de esa forma enfermiza, socialmente hablando, de imponer una supremacía, por encima de las leyes todo vale, porque la ley máxima es el estereotipo, que se reproduce desde los mayores hacia los menores. Para mantener ese estado de cosas es necesario que los menores sean adoctrinados de igual manera, usando las mismas facilidades que el sistema montado permiten.

Debe quedar en claro que no se trata de grietas o permisividades de un sistema basado en leyes, sino de mantener un sistema parasitario pegado al legal, pero con otro tipo de fines y objetivos, que se resumen en mantener la supremacía del grupo parasitario.


En ese orden general se adoptan ideas o teorías adaptadas a las necesidades del grupo, para mantener la jerarquía. Es sabido que los originales creadores de esas ideas o teorías no tenían la intención de consolidar grupos parasitarios, pero en la práctica todo dejar hacer, dejar pasar, termina en consolidar la falta de equidad. En algún momento se motorizó en calidad para pocos y, por ello, hoy en día el postulado sea el mismo. Se debe evitar la calidad para todos, porque no favorece al grupo, ya que sería destructivo, para el mismo. Entonces se toma la bandera de pregonar la baja de la calidad, como una forma fraudulenta de lograr posibles inclusiones, que solo retro-alimentan la supremacía del grupo y dentro del mismo la de los dirigentes. En el pasado la religiosidad fue un vehículo muy conveniente y hoy también sirve al amparo de la pluralidad religiosa mal entendida, en tanto y en cuanto se pretenda que esa misma religiosidad seudo pluralista ingrese en ámbitos que solo son morales al amparo de leyes, que se dictan gracias a los sistemas públicos funcionando y que no basan su identidad en cuestiones morales basadas en dogmas, sino en cuestiones morales basadas en leyes, que todos deben acatar, porque, en general, vivimos en repúblicas que cuentan con sistemas de organización que superan a los grupos, o los incluyen, haciendo que estos cumplan la ley, como debe ocurrir con todos los seres humanos que pretenden vivir una sociedad sin grietas, parasitismos o sectarismos, que atenten contra los postulados de no discriminación y los valores de las libertades que supimos forjarnos, con calidad y equidad, que es la forma de incluir sin falsos postulados.  

Guillermo Fernando Cámara
Teléfono Celular 342-5045816

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