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domingo, 9 de abril de 2023

ESCUELAS DE GEOGRAFÍA Y CIUDADANÍA


Sacando esos casos de estupidez congénita que ya tratamos con anterioridad y teniendo la plena seguridad que será, para algunos de ellos, una verdadera situación de incapacidad emitir alguna luminosidad, aunque los remitan a brillar, al menos en aquello que tengan que ver con Ciencias Sociales y siempre que no consideren poner los dedos en el enchufe, porque en ellas se debe estudiar en serio y les faltan varios años, creo imposible que en los próximos lustros puedan brillar. Pero si pueden estudiar, cómo cualquier hijo de vecino.

Una de las posibilidades, para Ciudadanía es enfocarla desde alguna de las escuelas geográficas. Y para los mencionados tratarlos con las medidas de disciplina que corresponden, porque se observa una falta de ella.

En los medios de comunicación es 
fácil encontrar noticias y opiniones 
sobre asuntos que afectan a las relaciones entre el ser humano y el medio 
en que viven. Por una parte las amenazas del cambio climático, la reducción de la capa de ozono, el aumento 
de la contaminación atmosférica en las 
áreas urbanas. Por otra, el aumento de 
las desigualdades sociales dentro de las 
ciudades y países, así como la pugna 
entre éstos por ocupar una mejor posición en el mercado mundial. Pero los 
hechos relatados y comentados adolecen de explicaciones convincentes. 

Mi punto de vista quiere subrayar la 
importancia de la educación geográfica 
para poder hacer frente a estos retos 
que aparecen en el umbral del siglo 
XXI. Para ello entendemos que a lo 
largo del pasado histórico, en especial 
desde su institucionalización, la geografía ha servido a la cultura hegemónica en la formación de personas que 
entendían el territorio como patrimonio colectivo, lo que daba lugar a un 
sentimiento de identidad patrio, o bien 
como un conjunto de recursos diversos 
que eran susceptibles de explotación 
por la actividad humana. Si queremos 
que la geografía escolar contribuya a 
la educación ciudadana es necesario 
plantearnos si es preciso cambiar la 
“mirada disciplinar” y buscar desde la 
diversidad de escuelas y tendencias un 
diálogo interdisciplinar que asegure la 
formación básica de las personas, lo que 
les permitirá alcanzar la condición de 
ciudadanos.

Cuando destacamos la aportación 
de la geografía a la formación ciudadana no nos referimos sólo a sus aspectos pragmáticos: localizar un lugar 
adecuado de vacaciones, guiarnos con 
un mapa en una ciudad o entender un 
plano donde aparecen los usos del suelo 
urbano. También queremos hacer hincapié en la capacidad de esta materia 
para plantear cuestiones relativas a la 
manera de organizar el espacio los diferentes agentes sociales: barrios marginales (guetos) o espacios comerciales 
que implican el uso del transporte privado.

Ahora, en los momentos del umbral 
del tercer milenio, la geografía tiene 
ante sí nuevos retos. Los proyectos de 
configurar un mercado mundial inciden 
en la posición estratégica de los lugares, 
teniendo en cuenta los recursos humanos y posibilidades de desarrollo local. 
Y en este ámbito surgen nuevas preocupaciones humanas, de tal manera que 
los conocimientos geográficos se hacen 
cada vez más relevantes. Así la globalización económica, las interrelaciones 
entre lo local y lo global hace más necesaria una formación intelectual que 
facilite el diálogo entre el espacio y las 
relaciones sociales.

Queremos plantear con claridad que 
el mito de la unidad de la geografía ha 
servido para conformar una opinión 
pública que ha sido sumisa con las 
estrategias emanadas desde el poder 
político. Sin embargo, lejos de esta imagen de homogeneidad es fácil reconocer 
una pluralidad de enfoques en la materia, que ya no sólo se corresponden sólo 
con un listado de hechos y conceptos de 
una cultura académica, sino también 
los procedimientos y técnicas utilizadas 
por los investigadores para solucionar 
problemas que se habían planteado en relación con las expectativas sociales. 

Y mantenemos que estos enfoques teóricos son los que posibilitan su utilización didáctica a través de los proyectos 
curriculares, como luego veremos.
En trabajos anteriores de esta 
misma revista se han planteado cuestiones relativas a los argumentos que 
justificaban la escasa innovación en el 
campo de las didácticas de la geografía 
e historia y se aludía a la necesidad de 
plantear proyectos curriculares como 
alternativas innovadoras en la educación2. Éstos han tratado de sistematizar 
un modelo de enseñanza que aúne los 
factores extrínsecos al aula (el contexto 
social y familiar del propio centro, las 
directrices políticas de las administraciones educativas, el papel de la cultura 
académica…) y los que se producen en 
Lala comunicación en el aula (la selección 
de contenidos, la secuencia metodológica, las estrategias docentes, el uso de 
los recursos escolares…).
Igualmente el lector de esta revista 
ha tenido conocimiento de los debates 
entre posiciones encontradas en relación con la constitución de un área de 
conocimiento de la didáctica de las ciencias sociales, en las cuales se polemiza 
sobre la institucionalización de formas 
de entender la formación del profesorado y su implicación en las aulas escolares3. En unos casos se critica el traslado (la trasposición didáctica) de los 
contenidos universitarios sin considerar el contexto escolar que condiciona 
la organización de los contenidos; en 
otros se alude a la necesidad de desarrollar un proceso de aprendizaje desde 
las bases epistemológicas del objeto de 
conocimiento y no tanto a las demandas 
de un trabajo de síntesis social, que es 
más una amalgama de hechos y datos 
de diferentes disciplinas que una selección de teorías y conceptos para explicar problemas. 
Distintas maneras de entender cómo 
las disciplinas científicas inciden en la 
formación de una cultura que se transmite a través de la institución escolar. 
El análisis particular de la enseñanza 
de la geografía entiendo que puede servir en la formación del profesorado, pues muestra diversas evidencias sobre cómo 
se ha tratado de formar un opinión hege￾mónica sobre lo que se considera, y no, 
como geografía escolar. En este traba￾jo quisiera aprovechar los veinte años 
de mi experiencia en la coordinación de 
un proyecto curricular (Gea-Clío) para 
mostrar la necesidad de la existencia de 
este tipo de programas que combinan la 
innovación didáctica con la formación 
del profesorado y la investigación edu￾cativa; unos proyectos que relacionan el 
conocimiento racional universitario con 
el espontáneo y vulgar, difundido por los 
medios de comunicación, con una finali￾dad evidente: construir un conocimiento 
escolar útil, no sólo para aprobar los exá￾menes, sino para interpretar las pregun￾tas relevantes para nuestra existencia. 
1. El mito de la geografía “en sin￾gular”: de la dialéctica de los 
paradigmas a la pluralidad de 
enfoques.
Cuando se debate acerca de la organi￾zación del currículo escolar se suele iden￾tificar cada materia escolar con una sola 
manera de entender este conocimiento. 
En el caso de la geografía se alude al 
papel de esta materia en la enseñanza 
o de su relación con la historia y otras 
ciencias sociales. Todo un discurso que 
reduce su aportación a una concepción 
decimonónica del saber académico. Así 
la geografía y la historia eran las encar￾gadas de dar cuenta del sentido patrio 
del devenir histórico y del territorio 
organizado políticamente4; una forma￾ción destinada a las elites sociales, pues 
ellas eran las destinatarias de estas 
informaciones que se desarrollaban en 
Primaria Superior y Secundaria. Más 
tarde fue necesario compendiar estos 
hechos en unos manuales destinados 
a una población más numerosa. Desde 
entonces, finales del siglo XIX e inicio 
del XX, los equívocos entre pasado e his￾toria, entre espacio y territorio o entre 
cronología y tiempo no han hecho más 
que aumentar…

Qué escuelas de Geografía para educar en
ciudadanía?
Xosé Manuel Souto González
Proyecto Gea-Clío1 

https://ojs.uv.es/index.php/dces/article/view/2399


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