ENSEÑAR
Es una tarea compleja, variable (en un mismo período de tiempo y en igual espacio geográfico) y cambiante (al menos de año en año), cosa para la que no se prepara en la mayoría de los establecimientos de formación. Los problemas en secundaria se agudizan, porque, en general, se suma la formación de divisiones, que buscan homogeneizar los cursos sobre una base de origen (social o escolar o ambos), remarcando las desigualdades. En una misma escuela tenemos, generalmente, tres o mas realidades sociales.
Lo triste de esto es que se perdió la capacidad de enseñar, por varios motivos, entre los que destacan (en nuestro país), los institutos terciarios formados sobre la lógica de la salida laboral. Al respecto pude comprobar que suele negociarse los contenidos (de las materias) y la cantidad de libros, cosa que ya explicamos cuando contamos el rechazo de mi planificación redactada en campos, por un abogado, que no lograba entenderla, como me fundamentó, con más los contenidos que le parecieron excesivos, para la cantidad de horas, que luego se repetiría en los cuestionamientos de profesores formados en la misma institución. Todo era mucho y de difícil o imposible concreción según su opinión experta, claro que no conocían ni el método histórico aplicado a la clase, ni la historia de procesos en la mayoría de los casos, por sus mismas afirmaciones.
Otro problema no menor lo constituyen las personas que se desempeñan como profesores sin contar con ningún tipo de formación docente real (pero suelen contar con buenos certificados expedidos de variadas formas (algunas no muy legales), que los transforman en acreedores de cargos administrativos o directivos, que es el caso del profesor del tema libre semi-permanente. Es de suponer que los alumnos ante estas realidades protesten pidiendo igualdad de trato con los docentes que apuestan por la baja de la calidad (obviamente dirigidas a los que buscan lo contrario). Comprenderán lo difícil que puede resultar si se alían un directivo y un administrativo en la propaganda, ejercida sobre los alumnos, contra el que viola la tranquilidad de solo buscar aparentar y un sueldo.
Jueves, 29 septiembre 2016
Educación
Alicia León Gómez
La importancia de aprender a enseñar o enseñar a aprender a ser docente
Cíclicamente, cuando a cada generación le llega el momento de tomar las riendas de la sociedad en la que se ha criado, se repite el mismo debate sobre la educación y se llega a la misma conclusión: que no enseñen a nuestros hijos como nos han enseñado a nosotros y de ello se concluye que es imprescindible llevar a cabo un cambio profundo en la forma de enseñar.
A renglón seguido llegan las leyes precedidas de sus libros blancos, consultas y propuestas. Así han ido llegando la LGE, LOGSE, LODE, LOE, LOMCE, con sus correspondientes reglamentos, currículos y prescripciones. Removiéndolo todo para que todo acabe siendo igual, dejando la enseñanza -el trabajo del aula, que es la enseñanza de verdad, a pie de obra- tal como estaba. Porque en eso -en lo sustancial, en el tú a tú con el alumno- poco han cambiado las cosas desde Sócrates, probablemente el primer pedagogo.
Y es que la tarea del maestro sigue siendo la misma que en su día se impuso a sí mismo el filósofo: la “mayeútica”, ayudar a que aflore el conocimiento en nuestros alumnos.
Ahora bien, ¿cómo se enseña en la actualidad? ¿cómo aprenden nuestros alumnos en la escuela? ¿realmente se aplica en las aulas?
Siendo bienintencionados podríamos hacer el esfuerzo de contestar positivamente a estas preguntas, el maestro quiere enseñar bien y el alumno quiere aprender lo que le enseña el maestro. Pero eso no sería más que un acto de buena voluntad por nuestra parte y también una muestra de ingenuidad, porque si hiciésemos una encuesta a pie de aula –a los padres, a los alumnos- sobre cómo se aprenden las Ciencias Sociales, la inmensa mayoría nos respondería: “estudiando, memorizando”, “solo deben aprenderse batallas, fechas, reyes, ríos, …”. Y si les sugiriésemos que los profesores de Ciencias Sociales tenemos en nuestras manos la posibilidad de formar a personas estratégicas, ciudadanos con pensamiento crítico y reflexivo, la mayoría se reiría. Y si a esto le añadimos que las Ciencias Sociales no tienen que aprenderse de memoria sino todo lo contrario, nos llamarían locos y, por supuesto, tendríamos muchos problemas con los padres de nuestros alumnos.
No obstante, parte de la sociedad empieza a escuchar a esas voces que defienden la necesidad de un aprendizaje no memorístico de las Ciencias Sociales y que abogan por un aprendizaje significativo, reflexivo, crítico… Aunque la inquietud sigue presente: ¿es posible llevar a cabo ese tipo de aprendizaje? Y si fuese posible ¿cómo se podría conseguir?
La respuesta a estas preguntas está en la imperiosa necesidad de que los docentes aprendan a enseñar y que esa enseñanza conlleve de forma intrínseca al aprendizaje de sus alumnos. Para ello es necesario formarse, fundamentar los propios conocimientos en los estudios y aportaciones de los expertos en educación, y adquirir la pericia suficiente para materializarlos en las aulas. En eso consiste la formación de un verdadero docente. Y eso es lo que trabajamos continuamente en nuestro departamento “teoría + práctica= formación completa”.
La sociedad del conocimiento exige cambios en los paradigmas educativos que superen las ofertas curriculares basadas en conocimientos enciclopédicos y eruditos centrados en la transmisión de conocimientos. Hasta hace poco el uso didáctico de la realidad digital se ha centrado principalmente en su utilización como recurso complementario -ilustrar ideas o apoyar explicaciones o complementarlas- en las clases, más que como medio para que el alumnado trabaje el desarrollo de sus capacidades, procedimientos, actitudes y quizá, sobre todo, sus competencias. No obstante, ya se ha comenzado a trabajar en esta nueva perspectiva, pero todavía queda mucho por hacer.
El diseño de nuevas estrategias y formas de aprendizaje de la historia ha recibido un buen impulso en los últimos años. Propuestas como las representaciones escénicas de momentos históricos, entrevistas a personas que vivieron algún acontecimiento importante, juegos de rol, observación de monumentos, analizar, comparación de hechos, elaboraciones biografías de personajes importantes de la historia, etc. son actividades que ayudan a que los estudiantes entiendan mejor la historia, pero la adquisición de la competencia histórica aún queda más allá. Una reflexión seria sobre la finalidad de la enseñanza de la historia, apunta más allá, incluso a la necesidad de que el alumno aprenda a simular la labor del historiador y con ello que se familiarice a formular hipótesis, aprender a clasificar y analizar fuentes históricas, el aprendizaje de la causalidad y a iniciarse en la explicación histórica.
Ahora bien, para que todo confluya en una formación adecuada se debe partir de la siguiente convicción: “soy profesor de Ciencias Sociales porque me gusta la docencia y porque soy docente”. Y solo un consejo práctico al respecto: saber a qué espejo hemos de mirar cuando educamos: ni podemos educar mirando al retrovisor, dirigiéndonos a quienes educamos con la mirada puesta en lo que ha sido –o ha hecho- hasta hoy. Ni podemos educar a otros mirándonos a nosotros mismos. Nuestro espejo debería ser el propio alumno y sus potencialidades.
Autores: Alicia León Gómez y Enrique Gudín de la Lama
¿Qué sabemos de los docentes en Argentina? Datos nuevos, desafíos que persisten
ALEJANDRA CARDINIBELÉN SANCHEZ
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¿Qué sabemos de los docentes en Argentina? ¿Cómo trabajan? ¿Cuáles son sus ideas sobre los aprendizajes de sus estudiantes? ¿Cómo interpretan sus trayectorias, tan diversas hoy en día? ¿Qué efecto tiene esto sobre el funcionamiento del sistema educativo en general, y el nivel secundario en particular?
En octubre de 2016, se aprovechó la implementación de las pruebas Aprender para conocer mejor a docentes a lo largo y ancho del país. Así, mientras los alumnos de los últimos años de primaria y secundaria del país resolvían las pruebas, un docente de cada uno de estos cursos respondía un cuestionario complementario. Las preguntas giraban en torno a sus características, condiciones de trabajo, prácticas y creencias.
CIPPEC analizó estas respuestas y elaboró un informe de resultados por encargo de la Secretaría de Evaluación Educativa del Ministerio de Educación de la Nación (que puede descargarse aquí). En él, se analizan las respuestas de 51.935 docentes de los últimos años del nivel primario y secundario con miras a comprender la realidad de la docencia en la Argentina.
Este análisis no permitió obtener información sobre la totalidad de los docentes del país, sino solamente sobre un docente por cada sección evaluada. Sin embargo, relevó información sobre cuestiones que no habían sido consideradas previamente por estudios de alcance nacional, en especial las referidas a las creencias y percepciones de los docentes.
Los resultados de este análisis ratifican con datos actualizados algunas cosas que ya sabíamos respecto a quiénes son los docentes[1]. Pero, además, el reporte permitió identificar dos nudos críticos de la educación argentina: la carrera docente y el nivel secundario. Ambos temas (y su intersección) deben ser focos de atención de las políticas educativas de los próximos años.
[1] Cabe aclarar que los datos se refieren a la población de docentes de grupos de alumnos evaluados por Aprender 2016. Se tomaron las respuestas de los docentes a cargo de grupos evaluados en 6to grado (nivel primario) y en el último año del nivel secundario. Aprender 2016 aplicó un cuestionario docente por cada sección evaluada. En el nivel primario fueron los docentes a cargo de cada sección quienes debieron responderlo. En el secundario se designó como respondiente al profesor a cargo de la primera hora del primer día de evaluación. En todos los casos, se solicitaron respuestas referidas a la asignatura que debieron haber dictado en ese momento. Así, el cuestionario buscó alcanzar a tantos docentes como secciones existentes en los grados evaluados: 39.185 docentes en 6º grado y 21.908 en 5º/6º año.
Una foto de los docentes hoy
Las respuestas al cuestionario reafirmaron información que ya teníamos sobre las características generales del cuerpo docente. Se trata de aspectos que se mantienen muy estables a lo largo del tiempo: se repiten una y otra vez en diagnósticos sobre la docencia.
La intuición nos dice que la profesión docente es predominantemente femenina y el diagnóstico realizado lo confirma. En el nivel primario, la cantidad de mujeres excede ampliamente la cantidad de hombres que están frente al aula. En el secundario, este patrón se sostiene, aunque en menor medida. En ese nivel, el porcentaje de hombres y mujeres docentes es más parejo.
Fuente: Aprender 2016
Un docente promedio tiene 42 años, tanto en primaria como en secundaria. El 37% y 33%, respectivamente, se ubica en el rango de edad 36-45.
La mayoría de los docentes encuestados tiene más de 10 años de antigüedad en la profesión.
En ambos niveles, pero especialmente en el nivel primario, predominan los docentes formados en el nivel superior no universitario. En la secundaria existe una proporción mucho mayor de profesionales con título universitario docente y no docente.
La gran mayoría de los docentes argentinos continúa formándose tras obtener su título inicial. En 2016, el 79% de los docentes encuestados de nivel primario y el 72% de los de nivel secundario había participado de acciones de formación continua hacia el mes de octubre.
Un nudo crítico: la carrera docente
Es cierto que ya conocíamos algunas cosas sobre los docentes, sus características y su forma de trabajar. El cuestionario aplicado confirma muchas de estas cuestiones y ratifica algunos patrones que son ya de larga data. Pero, ¿de dónde surgen estos patrones? ¿Por qué se sostienen en el tiempo?
El trabajo de los docentes se rige por un conjunto de reglas que conocemos como carrera docente. Estas reglas determinan las condiciones de acceso a los puestos de trabajo, en qué y en cuántas escuelas se puede trabajar, cómo se asciende, y cuáles son las condiciones de jubilación, entre otras cuestiones.
La carrera docente imprime ciertas huellas en el trabajo cotidiano de maestros y profesores, incentiva ciertas decisiones por su parte y dificulta otras. Esto genera desafíos para atraer a los mejores candidatos a la docencia, lograr que los mejores docentes enseñen en las escuelas que más los necesitan y garantizar liderazgos escolares de calidad sin alejar a los docentes destacados del aula. En otras palabras, crea obstáculos para el fortalecimiento de la profesión docente.
Un trabajo disperso
La cantidad de escuelas en las que se desempeñan maestros y profesores muestra que la jornada laboral docente es distinta entre niveles educativos. En el nivel primario el 69% de los docentes encuestados se desempeña en una única escuela, un 28% lo hace en dos, y solo 2% lo hace en tres instituciones o más. El régimen de contratación en el nivel primario es por cargo de jornada simple o completa, lo que implica que los docentes permanecen en la misma escuela al menos durante medio día.
En la secundaria, donde el régimen de contratación docente es por horas cátedra y no por cargo (salvo excepciones aisladas en algunas jurisdicciones), solo un cuarto de los docentes trabaja en una única institución. El 30% lo hace en dos instituciones y cerca de un tercio lo hace en 3 o 4 escuelas. La proporción de quienes trabajan en cinco o más asciende a 12%.
El trabajo en equipo y mediante proyectos interdisciplinares es esencial para desarrollar con éxito iniciativas que mejoren y sostengan las trayectorias y los aprendizajes de los estudiantes. La dinámica de los “profesores taxi”, que van de escuela en escuela a lo largo de su jornada laboral, hace que estas estrategias sean inviables. ¿Cómo se puede coordinar un proyecto interdisciplinario sin el trabajo colaborativo y horas institucionales compartidas entre docentes de una misma escuela?
Por otro lado, los docentes del nivel secundario suelen trabajar en más de una sección o curso simultáneamente. Solo el 22% se desempeña en una única sección en la escuela por la que respondió. El 47% lo hace en dos, tres o cuatro secciones; el 20% en cinco, seis, o siete; y el 10% en ocho secciones o más.
Los efectos de un trabajo tan disperso (tanto en lo que refiere a grupos de alumnos como a cantidad de instituciones) sobre la enseñanza y la calidad de vida de los docentes son evidentes. La dispersión exige mayor trabajo de seguimiento y corrección; dificulta el acompañamiento de las trayectorias de los alumnos y la personalización de la enseñanza; impide la presencia sostenida en un mismo establecimiento, necesaria para diseñar e implementar proyectos de mejora institucional junto a otros colegas; y acentúa el desgaste laboral de los docentes.
Con el esquema de contratación por hora cátedra, la carrera docente impone límites concretos a la mejora de los aprendizajes y a las propuestas de reorganización del nivel medio.
Sobre la formación de los docentes
La formación de los docentes también entra en juego con la carrera docente. Los perfiles de los docentes, sus trayectorias y su proyección profesional interactúan con la forma en que se asignan los cargos y las oportunidades que ofrece la profesión docente.
Un ejemplo de esto que afecta especialmente al nivel secundario es la proporción de profesores que no poseen título docente. A diferencia del nivel primario, donde 99% de los respondientes cuentan con título docente, solo cumplen esta condición un 74% de quienes enseñan en el nivel medio. Es decir, más de un 25% de los profesores que están frente a alumnos no tuvieron formación pedagógica.
¿Qué explica esta diferencia? El nivel secundario está organizado en una gran cantidad de materias específicas y requiere de profesores que tengan conocimiento de cada disciplina. Para responder a esta necesidad existen profesorados específicos para cada área. Como opción profesional, los profesorados compiten por los estudiantes con carreras técnicas y/o profesionales universitarias. Estas últimas suelen ofrecer mejores perspectivas de desarrollo que la docencia, y por ende resultan más atractivas para los estudiantes.
Así, para algunas disciplinas los profesionales con título docente escasean y esto obliga a las escuelas a incorporar perfiles profesionales sin formación pedagógica.
A esto se suma otra cuestión: a medida que ganan experiencia en su profesión y se vuelven mejores en lo que hacen, los docentes dejan de pasar horas en el aula, frente a los alumnos.
A lo largo de la vida profesional de un docente, no hay alternativas horizontales de crecimiento. No existe, por ejemplo, la posibilidad de asumir la coordinación del equipo docente de matemática sin dejar de lado las horas de enseñanza. Esto obliga a que muchos docentes experimentados y comprometidos con la enseñanza deban pasar a cargos administrativos o directivos para ascender y avanzar en su carrera.
Pero, ¿acaso las habilidades que necesita un docente y las de un directivo son las mismas? ¿Qué opción tiene un docente que se destaca profesionalmente pero no está calificado o no quiere asumir tareas de gestión? Es imprescindible profundizar la formación diferenciada entre cargos docentes y directivos.
En cuanto al acceso a los cargos, la antigüedad tiende a pesar más que cualquier otra variable en la posibilidad de los docentes en elegir el espacio de trabajo: pesa más que los recorridos formativos de posgrado, o que las acciones de investigación pedagógica.
Esto hace que los mejores maestros no sean los que llegan a las mejores posiciones ni a las escuelas que más los necesitan. En efecto, un estudio de CIPPEC mostró que en el promedio de las provincias las escuelas que atienden a la población más desfavorecida concentran un mayor porcentaje de docentes suplentes, que son los que tienen menos experiencia y mayor rotación institucional.
Las reglas de la carrera docente -que en todas las jurisdicciones se desprenden de una normativa nacional que data de 1958- desparraman paradojas a lo largo y ancho del sistema educativo, y dejan mucho para pensar. La estructura de la carrera docente – verticalista, credencialista, centralizada y burocrática- tiene efectos poderosos sobre el funcionamiento de nuestro sistema, sobre la vida cotidiana de escuelas, alumnos y docentes. Los datos analizados aquí iluminan solo algunas aristas de una problemática estructural que la Argentina debe discutir cuanto antes para mejorar la educación.
Las trayectorias educativas en el nivel secundario: señales de alerta
Varios de los problemas que atañen a la carrera docente afectan al nivel secundario. Este nivel es hoy el que concentra las mayores preocupaciones y el que enfrenta situaciones más críticas. Si en materia de política educativa los signos críticos convergen en torno a la carrera docente, al descomponer el sistema educativo en niveles las alertas se concentran en el secundario.
A pesar de que es un nivel obligatorio desde la sanción de la Ley de Educación Nacional de 2006, el secundario aún enfrenta serios desafíos para atraer, retener y graduar a todos los jóvenes de nuestro país. Una señal clara de esto es el aumento de la tasa de abandono interanual para el nivel medio, a medida que los estudiantes avanzan hacia y dentro del nivel. Esta tasa mide el porcentaje de estudiantes que abandonan la escuela entre un año y otro: de los alumnos que se inscribieron en 11° grado, el 21% no se volvió a anotar al momento de iniciar el 12° grado.
Algo similar sucede con los indicadores de sobreedad, que dan cuenta de la discontinuidad en las trayectorias de los alumnos por situaciones de repitencia o abandonos intermitentes. De hecho, la sobreedad es un fenómeno mucho más frecuente en las aulas de nivel secundario que en las de nivel primario.
Además de referirse a su propio perfil, su formación y demás, los docentes también dieron cuenta de sus percepciones en el cuestionario aplicado con las pruebas Aprender. Allí, los docentes confirman la necesidad de repensar la propuesta educativa que acercamos a los jóvenes desde el nivel secundario.
Cuando se les preguntó por las causas de los bajos aprendizajes de sus estudiantes, un 54% de los docentes del último año del nivel secundario señaló que sus estudiantes no sabían lo que debían haber aprendido en años anteriores. Por otra parte, 49% de los docentes señaló que los bajos aprendizajes se debían a la falta de interés por los contenidos escolares.
El contraste con el nivel primario en torno a esta última cuestión es notorio: solo el 21% de los docentes de sexto grado coincidieron en que las dificultades en los aprendizajes se debieran a la falta de interés...