Es muy posible que pocos puedan contestar a esto. Pero en el tema de los Métodos en Historia o en Ciencias Sociales, el común de las personas no lo tiene en claro, por ello se repiten los escritos, como el que aportamos en esta oportunidad. En lo interno, sabemos que los neófitos o idóneos, suelen saber de su existencia, pero nunca lo aplicaron, cosa que pude comprobar el día que uno de ellos quería que lea tres carillas que había escrito, sin aplicar el método y reclamando que sabía escribir, mientras maltrataba mi dispositivo, en el que estaba redactando. En resumen, perdí lo que escribía y el teclado de la misma terminó ondulado. Cosa que no fue novedad, porque se trató de la misma persona que destrozó mi mochila, solo para saber que peso tenía, supuestamente pretendiendo indagar, también, los motivos de lo que consideraba inusual (me refiero al peso).
“EL MÉTODO HISTÓRICO
La Historia tiene su propio método, conocido como método histórico. Cosa distinta es que esté abierta a un pluralismo metodal, apro-vechando el gran desarrollo metodológico de las ciencias sociales y humanas en los últimos cincuenta años principalmente. Por este plura-
lismo es por lo que se puede hablar de métodos en plural. Pero ello significa simplemente que pueden enriquecerse sus perspectivas utili-zando métodos de esas otras ciencias que hemos mencionado, sin aban-donar el suyo específico y adaptando los ajenos a las características
propias de la investigación y la ciencia histórica. La aplicación del método histórico exige una serie de fases en la investigación, que resultan imprescindibles para llegar a construir la
historia.
En cada una de ellas hay que alcanzar unos objetivos deter-minados y usar unas técnicas que hoy en día se encuentran bastante perfeccionadas. Además, permiten en varias ocasiones, y exigen, com-
paginar sus técnicas con otras procedentes de ese desarrollo metodoló-gico moderno que tanto estamos repitiendo.
Las etapas del método histórico están bastante delimitadas y reci-ben unas denominaciones que ya son clásicas.
Se trata de la heurística, la crítica, la hermenéutica y la exposición, siguiendo la terminología más aceptada por varios autores. La heurística se ocupa de la localiza-
ción y clasificación de los documentos, así como de las ciencias auxilia-res de la historia. Una vez fijados los documentos concretos para una investigación hay que proceder al análisis crítico de los mismos, a fin de que les podamos otorgar la validez que realmente tengan. Normal-mente se considera necesario una critica externa, que se preocupa por determinar la autenticidad de las fuentes según sus características for-males, las circunstancias en que ha llegado a ser posible su conocimien-to y el modo de llegar a las manos del historiador ; y una critica inter-na, que atiende a la comprensión y recta interpretación del contenido de los documentos. La labor de interpretación histórica de los datos constituye la hermenéutica.
Finalmente, hay que hacer la historia pro-piamente dicha, procediendo a las explicaciones convenientes, y expo-niendo el trabajo histórico al que deseábamos llegar.
A todas y cada una de estas etapas me voy a referir en los epígrafes posteriores. Pero en aras de lo que considero mayor claridad, abriré más apartados que cuatro y no me atendré rigurosamente al empleo de la terminología clásica antes mencionada.
Por otra parte, ya desde este momento deseo subrayar el proceso de unidad que supone toda investigación histórica. Lo que se distingue en ella son fases que las limitaciones del historiador, como hombre que es, imponen al trabajo.
Pero en cada momento del mismo conviene tener siempre presente la totalidad del proceso, para no confundir una parte del método con la Historia, y para que tenga sentido el trabajo parcial que se vaya realizando. Incluso cuando el rendimiento alcanzado en una de esas fases pueda originar publicaciones, éstas habrán de ser elaboradas con el cri-terio de una investigación completa, y pensadas para ayudar a los demás en su camino hacia la meta final.
PLANTEAMIENTO DE LA INVESTIGACIÓN
En principio surge el problema de la selección del tema de la inves-tigación, en tomo al cual habrá que considerar diferentes planos.
A una persona que empieza hay que aconsejarle que reduzca cuan-to pueda los límites de esa investigación, pues la mayor parte solemos tender las primeras veces a escoger temas o períodos de una amplitudtal que luego conduce a una notable falta de profundidad en el trata-
miento, bien a un embrollo que impide realizar la elaboración final, o bien a tener que cambiar de tema porque nos resulta imposible seguir avanzando. Hay que ser conscientes de nuestras posibilidades desde un primer momento : de unas posibilidades concretas, teniendo en cuenta
unos cuantos factores que intervienen en el desarrollo de la investi-gación.
Algunos han hablado de que realmente a la selección del tema antecede una situación. Pienso que es cierto, y que de entrada condi-ciona ya la selección. Por ejemplo, un caso es el del que realiza una
labor de ese tipo porque tiene que obtener un grado académico, otro posible es el del que desea conocer los antecedentes históricos de un movimiento determinado, otro podría ser el del que se ve obligado por un gobierno o por un organismo a «preparan> la historia que interesa,
un cuarto caso nos lo ofrecerían la mayoría de los historiadores, inte-resados legítimamente en el conocimiento histórico del pasado, etcé-tera.
No se trata de hacer un repertorio de casos o situaciones; hay muchas y a veces con características que se entrecruzan. Lo que intento es constatar la existencia de un gran abanico de posibles situaciones, y subrayar que ello notifica las elecciones que se hagan, así como, aun-que no lo parezca, el proceso y los resultados que se alcanzan. Analizar esto nos llevaría mucho espacio y no dispongo de él. Pero puede valer la llamada de atención que hago, así como algo de lo referente a la
importancia de la personalidad del historiador en relación con la his-toria.
Por otra parte, esa situación no es una variable que se pueda mani-pular, ni someter a técnicas de cualquier tipo. Sólo es posible el con-sejo, no la acción.
El consejo de que se debe proceder con honradez científica, humana y social. El consejo tan manoseado de que no debe
someter uno a intereses bastardos. Ahora bien, mucha gente me pre-guntaría, ¿cuáles son los intereses «bastardos)) ?, ¿todos tienen la mis-ma categoría de valores?
En cambio, volviendo a la selección, sí podemos hablar de algunas condiciones consideradas como básicas. Una de ellas sería que hay que considerar conjuntos histórico-pedagógicos representativos. El acogerse a fechas que tienen un significado en la historia general, pero no en la historia de la educación es un error manifiesto del que nos debemos apartar…”
https://revistadepedagogia.org/xxxiv/no-134/el-metodo-historico-en-la-investigacion-historica-de-la-educacion/101400050957/#:~:text=La%20Historia%20tiene%20su%20propio,los%20%C3%BAltimos%20cincuenta%20a%C3%B1os%20principalmente.
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