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martes, 22 de noviembre de 2022

HISTORIA RECIENTE

Historia Reciente: apuntes sobre un campo de investigación en expansión Sobre este tema se empezó a trabajar ni bien terminó, para nosotros los argentinos, la última dictadura militar, con mucho cuidado y llevando los trayectos de menor a mayor, siguiendo el método histórico, en todos los casos.
“...La construcción y afirmación de un campo legítimo para la Historia Reciente Como se ha mostrado con los indicadores cuantitativos, en los años 2000 asistimos a un crecimiento exponencial de la producción sobre el pasado reciente. 

La nueva explosión tiene como disciplinas más dinámicas la historia, la antropología y la sociología, pero a ello se pueden agregar los múltiples acercamientos desde la ciencia política, la filosofía, el psicoanálisis, las artes y las letras, y en general todas las ciencias sociales, cuyos límites se difuminan en muchas ocasiones. Se apoya, además, en otro elemento significativo: el gran incremento de los recursos disponibles para la investigación en general, producto de la ampliación de la política estatal de financiación de las ciencias.

 Pero su mayor marca es, sin duda, la irrupción de la historiografía en ella. Como hemos señalado, desde que se conformó profesionalmente, el campo de la historia del pasado reciente quedó asociado a los estudios sobre la última dictadura militar y, luego, paulatinamente a los llamados “años setenta”. Desde luego no hay razones epistemológicas para ello, excepto las urgencias políticas y ciudadanas que impulsaron el surgimiento del campo. 

Aceptando esta marca de origen y esta preocupación estructurante, la producción se movió en dos polos dominantes, primero alternativos y luego superpuestos: la dictadura y la violencia estatal, por un lado, y la radicalización política desde fines de los años sesenta y la violencia insurreccional, por el otro, a su vez articulados con mayor o menor énfasis con enfoques memoriales de estos temas. Al igual que para otros objetos y períodos de la historiografía, estas miradas implican un desplazamiento de las viejas preocupaciones estructurales de antaño y han acompañado los cambios del mundo intelectual bajo el impacto del posestructuralismo y el giro lingüístico. Así, las preocupaciones dominantes de la historia reciente suponen una fuerte atención sobre los sujetos, sus prácticas y representaciones y la construcción de subjetividades e identidades. 

El énfasis en la dictadura, la represión estatal y la radicalización política previa supusieron la sobrerrepresentación de ciertos temas: el estudio de la militancia política y social estuvo inicialmente muy anclada en la historia de las organizaciones armadas –lo cual ya implica un recorte temporal más cercano a los años setenta- y el estudio de la acción represiva clandestina, vinculada a los grandes centros de detención, la desaparición y sus denunciantes, los familiares y la lucha por los derechos humanos, escindiendo este periodo del ciclo previo. Todo confluye, entonces, en el marco de un problema organizador: la violencia política.

 En el caso de la militancia y las organizaciones insurreccionales, las inquietudes actuales se sitúan entre el balance crítico y la revalorización de las experiencias y proyectos políticos. Ello ha dado lugar a una producción amplísima que lentamente se desplaza hacia considerar más ampliamente una “nueva izquierda”21, esto es, períodos más tempranos en el tiempo –los años cincuenta y sesenta-, los grupos no armados, otros actores no siempre de clases medias y urbanas, los abordajes de género y distintas geografías de la movilización política y social.22 La preocupación por los fenómenos de de radicalización política también impulsó el estudio de las derechas, nacionalistas y católicas y sus transformaciones a la luz de las interpelaciones del peronismo y los cambios de la Iglesia Católica en esas décadas (Galván, 2013; Donatello, 2010; Cucchetti, 2010; Lvovich, 2013). 

En el caso del estado dictatorial podría afirmarse que el objeto se ha complejizado para pensar el Estado represivo en sus muy diversas facetas, y ello ha permitido incluir otras víctimas –como sobrevivientes, presos políticos, exiliados- y otros períodos, que muestran la permanencia de las prácticas represivas y sus distintos actores y lógicas locales.23Hay, además, otra pregunta antigua que ha adquirido una vigencia insistente en los últimos años: el problema de cómo pensar la dinámica entre el “consenso” a favor del orden dictatorial y represivo y las disidencias y resistencias, así como los efectos del miedo sobre diversos grupos sociales. Esta interrogación articuló buena parte de la reflexión intelectual más temprana sobre el terrorismo de Estado y en los últimos años se ha plasmado –aunque con cierta dificultad- en la investigación empírica.

 Más allá del Estado como mero aparato represivo y del poder dictatorial como meramente destructivo, en los últimos años se han afirmado –en la historia reciente y más allá de ella- también los estudios que piensan el aparato estatal en su faceta productiva y como una articulación compleja de lógicas, agencias estatales y sujetos, pensando –para nuestro campo- la complejidad de las burocracias, los conflictos y las relaciones de poder que estructuraron la gestión estatal en todos los niveles de gobierno, desde el ya clásico estudio sobre las Juntas Militares de Paula Canelo, hasta los trabajos más actuales sobre distintas áreas de gobierno y gestión pública, secretarías, gobernaciones y municipalidades en distintos momentos del pasado reciente.25 Vinculado con ello, también se desarrolla una creciente línea que estudia intelectuales, ideólogos y funcionarios civiles en las diversas vertientes ideológicas, en general conservadoras, católicas y/o liberales, que confluyeron en los gobiernos del período (Morresi, 2010; Vicente, 2014; Rodríguez, 2011; Galván y Osuna, 2014). 

https://www.redalyc.org/journal/3794/379454541011/html/

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