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sábado, 26 de noviembre de 2022

LA PSICOLOGÍA DE MASAS DEL NAZI-FASCISMO

 LA PSICOLOGÍA DE MASAS DEL NAZI-FASCISMO


Contra lo que se podría esperar, no nos referimos a esa persona encubierta y disfrazada de preceptora (quien por su profesión o por su ideología, utiliza frecuentemente técnicas positivistas y deterministas), que molestó mucho interfiriendo y preparando escenarios con los alumnos, sino al intoxicado, que me silbaba la marchita en cuanto podía marcando una falsa ideología sobre mi persona, con la intención de molestar y apoyarse en los nuevos neo-liberales del plantel, como un aliento delirante, para sus intereses enfermizos (miente, miente, que algo queda). En definitiva usando técnicas profusamente utilizadas, anteriormente, por otros nefastos personajes del pasado y que, hoy, apela a una falsa falta de intencionalidad. Cosa que es propia y común entre leones, lobrutos y demás personajes de pieles estiradas, como pude observar por mi paso por varios lugares ignotos y desprovistos de verdaderos contenidos científicos de las Ciencias Sociales.






Cómo explicar el nazismo: «Deutsches Requiem» y La psicología de masas del fascismo Alberto Julián Pérez Texas Tech University



«Deutsches Requiem» es uno de los relatos borgeanos más complejos y ambiciosos, dentro de sus numerosos cuentos relacionados con hechos históricos, como «El milagro secreto», «La otra muerte», «Avelino Arredondo», «La noche de los dones», «Guayaquil» e «Historia del guerrero y la cautiva». En este cuento el escritor nos refiere sintéticamente su particular manera de entender el fenómeno nazi en la cultura alemana. El personaje central de la historia es el director de un campo de concentración, Otto Dietrich zur Linde, condenado a muerte en los juicios que siguieron al fin de la guerra en Nuremberg. El día antes de su ejecución escribe un documento autobiográfico en que trata de explicar a sus lectores el sentido del nazismo. Dice que lo que busca es «ser comprendido» y explicar «la historia de Alemania y la futura historia del mundo» («Deutsches Requiem»: 1026). En este ensayo voy a contrastar la interpretación de Borges a la de un intelectual austríaco que fue testigo y víctima del régimen de Hitler, Wilhelm Reich. Reich escribió una temprana obra, desde su perspectiva de médico y psicoanalista, interpretando el fenómeno: La psicología de masas del fascismo, de 1934, que revisó y reescribió para la edición norteamericana, aparecida en 1946, el mismo año que Borges publicó «Deutsches Requiem» en la revista Sur. 1 Si bien ambos pensadores tienen objetivos discursivos distintos, uno es un hombre de letras, el otro un psicoanalista, ambos observan el hecho social, histórico y cultural desde una perspectiva múltiple e integrada, sociológica, psicológica y filosófica. El estudio de Reich y la interpretación de Borges coinciden, como veremos, en varios aspectos. En la primera edición de su obra en 1934 Reich mantenía un punto de vista psicoanalítico muy cercano al de Freud. Militaba en el comunismo y quería interpretar el fenómeno nazi, en pleno desarrollo en esos años, desde una doble perspectiva freudiana y marxista. Cuando prepara la edición de la obra en inglés a principios del cuarenta, ya emigrado a Estados Unidos, la situación del nazismo había cambiado: el partido político de masas que dominaba la política alemana se había convertido en una máquina de guerra, que ejecutaba una política racista genocida contra los judíos y otras minorías y había invadido varios países y provocado la guerra mundial. Durante esos años tanto el psicoanálisis como el marxismo sufrieron cambios y Reich observó críticamente esa evolución y propuso su propia aproximación al psicoanálisis y al socialismo. Reich desarrolló una teoría caracterológica original. Según Reich, los seres humanos pueden tener tres tipos de carácter. La estructura biosíquica posee tres capas diferentes, que corresponde a un modo de desarrollo social cada una. El ser humano que emerge de la capa superficial es reservado, amable, compasivo, responsable, conciente y coopera socialmente (XI). Desgraciadamente, esta capa superficial del carácter humano no está en contacto, según Reich, con el núcleo biológico profundo. Se interpone una capa intermedia formada por impulsos crueles, sádicos, lascivos, rapaces, envidiosos, que representan lo reprimido del inconsciente freudiano, o los impulsos secundarios. Si uno atraviesa esta segunda capa, se encuentra con la tercera, más profunda, que Reich considera «el núcleo biológico». Aquí el carácter del hombre que vive en condiciones sociales favorables es diferente: es honesto, industrioso, cooperativo, cariñoso y, si acaso tiene motivos para odiar, odia racionalmente. En la sociedad contemporánea, según Reich, triunfaban las capas intermedias del carácter. Al querer emerger los impulsos del núcleo profundo, las capas intermedias lo distorsionaban, haciendo del ser humano una criatura perversa. El cree que esa estructura humana es mutable, pero en esos momentos triunfaba la segunda capa del carácter, y se expresaba en la política totalitaria del fascismo. La capa más profunda de la personalidad no se había expresado aún en política, pero sí en el mundo del arte, y el deseo de Reich era que en el futuro lograra emerger esta capa profunda, y formara su propio mundo social: tolerante, liberal, ético, revolucionario, amante del arte y de la ciencia, para superar las catástrofes que vivía la sociedad en esos momentos. Reich define el fascismo como «la actitud emocional del hombre reprimido de nuestra civilización mecánica autoritaria y su concepción mecánica-mística de la vida» (XIII). Ve al fascismo como un fenómeno internacional, que va más allá de su expresión política en Alemania, Italia y Japón en esos momentos: lo ve como una parte del carácter y la psiquis humana que puede emerger en cualquier momento histórico, si están dadas las condiciones. Reich dice que el racismo fascista es «expresión biopática de la estructura del carácter del hombre sexualmente impotente». Esta impotencia se evidencia en su actitud perversa ante lo sexual y lo religioso. Para él el fascismo es «la expresión suprema del misticismo religioso» (X). Tiene atractivo para las masas porque representa «la mentalidad del hombre común, que vive esclavizado y clama por la autoridad, mientras al mismo tiempo se rebela». Por lo general, dice, todos los dictadores fascistas emergen de este medio. Los hombres comunes del fascismo tratan de imitar la conducta de los hombres importantes, y la reproducen de manera distorsionada y grotesca. El fascismo pudo emerger como ideología porque «…el cambio de las condiciones sociales…ha transmutado las demandas biológicas originales» del ser humano que pasan a formar parte de la estructura de su carácter (XII). Reich presenta una visión general del fenómeno, como observador directo de su emergencia en Austria y Alemania, y como individuo judío que ha sufrido el racismo. Es testigo e intérprete del nazismo. Borges, en su interpretación también considera importante tanto el aspecto ideológico como religioso y místico del fascismo. Borges hacía varios años que se preocupaba por la emergencia de fascismo, y había escrito varios artículos sobre el problema antes de la publicación de «Deutsches Requiem» en 1946. El primero que publica en Sur, «Una pedagogía del odio», es del año 1937 y en él censura la manipulación que el sistema educativo alemán hacía del estudiantado, fomentando el odio a los judíos. Borges era consejero en esos momentos del Comité contra el Racismo y el Antisemitismo en Argentina (GÓMEZ LÓPEZ-QUIÑONES: 94). Hasta el año 1945 aparecen cinco artículos suyos más sobre el nazismo en la revista Sur: «Letras alemanas: una exposición afligente», en 1938; «Ensayo de imparcialidad», 1939; «1941», año de grandes victorias militares para Alemania, en que denuncia el plan imperialista alemán de conquistar el mundo y, luego de un paréntesis de tres años, «Anotación al 23 de agosto de 1944», cuando es liberada París, y «Nota sobra la paz», de julio de1945, en que celebra la victoria de Inglaterra sobre Alemania. Edna Aizenberg señala que la posición de Borges se identificaba con la que mantenía la revista Sur de Victoria Ocampo, que acogió varios artículos denunciando el holocausto, como «Recuerdo de Auschwitz» de G. Tedeschi, y «Retrato del antisemita» de J. P. Sartre, en 1946 (AIZENBERG: 39). Aizenberg indica que Borges mostró en esos años una preocupación genuina por el judaísmo, que se evidenció en los artículos citados y se extendió a su ficción. Varios de sus cuentos de esos años incluyen personajes judíos, o están pensados en relación a la cultura hebrea, como «Las ruinas circulas», 1940; «La muerte y la brújula», 1942; «El milagro secreto», 1943; «El Aleph», 1945 y «Deutsches Requiem», 1946 (40). En «Deutsches Requiem» Borges quiere explicar qué fue y es el nazismo y cómo se lo vive (y se lo justifica) desde la perspectiva de un nazi. Se pone en el lugar de un intelectual alemán, cuyos gustos artísticos tienen afinidad con los propios, y narra en primera persona su conversión al nazismo, y su participación en el movimiento. La personalidad de Hitler y el poder de persuasión del discurso nazi habían seducido a muchos intelectuales alemanes. El autoritarismo militar no le parece reñido a zur Linde con la disciplina intelectual. Zur Linde cree en la superioridad de la nación alemana y en la teoría sobre el papel que las razas pueden jugar en el progreso de la humanidad. Acepta como un mal necesario la persecución de las razas consideradas decadentes en pos de la salvación de la especie. 2 Dado que el nazismo es una ideología dogmática, e impone un punto de vista monolítico a sus afiliados, zur Linde, que viene de una cultura crítica, sufre un conflicto interior, su conciencia está dividida. Dentro suyo luchan el hombre sensible e intelectual, el humanista amante de la poesía y la filosofía, con el hombre que acepta el fanatismo nazi y la violencia. Zur Linde cree que el nazismo representa una nueva moral, un futuro nuevo para la humanidad, y trae otra escala de valores al mundo, estableciendo la superioridad de la nación alemana. El objetivo del nazi, condenado a muerte por genocida, es autojustificarse; su discurso quiere persuadir al lector no sólo de su verdad sino también que el objetivo del nazismo, extrañamente, ha triunfado, aunque Alemania resultara destruida, ya que ha impuesto la violencia en el mundo y ésta es imparable. Alemania había «redimido» al mundo de sus «debilidades». A través de sus argumentos Borges demuestra la imposibilidad del nazismo como utopía. Más que una utopía era una contrautopía, inspirada en el mito de la edad dorada germánica, que quería restablecer los valores de un pasado ideal heroico e imponer un poder imperial transhistórico. Reich señaló que Hitler dividía las razas en tres tipos, según su relación con lo que él llamaba «civilización: los fundadores de la civilización, los defensores y continuadores de la civilización, y los destructores de la civilización (REICH: 76). Consideraba a los judíos enemigos y destructores de la civilización. Para llegar a esta conclusión Hitler partía de una presuposición sobre la evolución de las razas: creía que era ley natural que cada raza se reprodujera dentro de los miembros de su raza, y que sólo circunstancias excepcionales, como la esclavitud, podían llevar a que los miembros de una raza procrearan con otra. Para él la naturaleza buscaba producir una raza superior, y el mestizaje racial era contrario al derecho natural. Una interpretación tan mecánica y dogmática de la ley de la herencia biológica podía resultar convincente para los sectores populares sin educación, pero difícilmente pudiera aceptarla racionalmente, sin dudar, un intelectual como zur Linde, que amaba la filosofía y la literatura de diferentes culturas y admiraba al poeta judío Jerusalem, al que consideraba un artista extraordinario. Borges da a entender al lector, en las notas del editor al pie del texto, que zur Linde no era el primer miembro de su familia que sentía afinidad y admiración por el pueblo judío: un antepasado suyo, Johannes Forkel, que zur Linde «omite» mencionar, según el editor, había sido teólogo y hebraísta («Deutsches Requiem»: 1026). Tanto Borges como Reich insisten en que el nazismo más que una ideología es una mística. Al enfrentar una situación histórica concreta con un criterio místico e irracional el nazismo desencadena una catástrofe histórica de características extremas. Esa mística, para Reich, estaba asociada a las ambiciones imperialistas de una clase dirigente que buscaba resolver sus propios problemas económicos y sociales y quería dominar el mundo (REICH: 80). La ambición de poder político, más la militarización y el empleo de la violencia y el terror para conseguir sus fines, unido a la dificultad para concretar un proyecto de supremacía racial y nacional, hizo que el proceso concluyera en el genocidio y la autodestrucción, guidado por un impulso de muerte y autocastigo. Zur Linde, al torturar y empujar al suicidio a Jerusalem, dirá que él agonizó con la víctima. Buscaba castigarse él mismo y al final de la historia, ya caída Alemania, describe la derrota como un alivio, como algo que en el fondo ellos mismo deseaban. La educación de un nazi Zur Linde describe cómo fue su formación al comienzo del relato. Cuenta que en su juventud leía y estudiaba teología, y sus pasiones eran la música y la metafísica («Deutsches Requiem»: 1026). También amaba la poesía. Confiesa el impacto que tuvieron en su educación la lectura de Schopenhauer y la música de Brahms. Borges introduce en la vida del personaje datos autobiográficos propios, jugando con el lector, ya que Schopenhauer era su filósofo más admirado y Brahms uno de los pocos músicos que escuchaba, aunque sabemos que la música nunca fue su pasión. Borges no incluye entre los artistas preferidos por zur Linde a Wagner. Wagner había tomado relatos mitológicos germanos como temática en sus óperas, exaltando el nacionalismo alemán y era el músico favorito de los jerarcas nazis (nota). Incluye a Shakespeare, uno de sus escritores preferidos e, irónicamente, zur Linde justifica su admiración por el autor inglés, país contra el que lucharon, diciendo que era un «nombre germánico» («Deutsches Requiem»: 1026). Los dos autores, afirma luego el personaje en su confesión, que más contribuyeron a su conversión ideológica al nazismo fueron Nietzsche y Spengler. Borges sabía que los nazis distorsionaban y manipulaban el contenido de la filosofía de Nietzsche para servir sus propios fines propagandísticos. En un artículo de 1940, publicado en el diario La Nación, «Algunos pareceres de Nietzsche», Borges polemizó contra los nazis y germanófilos que reverenciaban a Así habló Zaratustra. Describe esta obra como «un pastiche judeo-alemán, un prophetic book más artificial y harto menos apasionado que los de Blake». Demuestra, con citas del mismo Nietzsche, tomadas del libro de notas inéditas del autor, escritas entre 1870 y 1888, reunidas y publicadas por Alfred Bacumler en 1931, La inocencia del devenir, que Nietzsche censuraba y atacaba el nacionalismo alemán y defendía a los judíos, y que los nazis no hacían más que falsificar el sentido de su obra (www.lamaquinadeltiempo.com/temas/filosofia/borges01.htm).3 Spengler, el otro escritor que admira zur Linde, era un historiador y filósofo muy popular en esos años, autor de La decadencia de Occidente. Tenía una concepción organicista y cíclica de la historia. El personaje nazi reconoce que lo admira porque posee un «espíritu radicalmente alemán (kerndeutsch), militar» (1027). Completado el ciclo de su formación, a los veintiún años, en 1929, zur Linde entra en el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán, y allí empieza un período de conversión y transformación moral. Dice que para él fueron años duros porque carecía de toda «vocación de violencia» (1027). Zur Linde actúa en contra de sus propias inclinaciones, «sacrificándose» para servir a una causa que juzgaba redentora y necesaria. El nazismo debía utilizar la violencia para poder consumar sus objetivos. El personaje justifica ese «sacrificio» porque estaban «al borde de un tiempo nuevo» (1027). Confiesa que sus camaradas le resultaban «odiosos», pero que eso no importaba, porque dado el fin que perseguían la individualidad no contaba (1027). El personaje compara ese nuevo tiempo al de otras «épocas iniciales» de la humanidad, como el Cristianismo y el Islam. No compara al Nazismo con el liberalismo o el comunismo, ni con ideologías modernas políticas racionalistas. Lo ve como una nueva fe religiosa que iba a cambiar el mundo, y se impondría mediante la guerra. Aguardaba el comienzo de esa guerra para demostrar su valor como soldado, pero les cosas no salieron como él esperaba. Un «accidente» cambió su destino: mientras atacaban el barrio judío de Tilsit una bala lo hirió y le tuvieron que amputar la pierna. El editor sugiere en una nota que esa herida le trajo «graves» consecuencias. Zur Linde compara su destino al de un enorme gato fofo castrado que había visto en el hospital. Sus antepasados eran destacados militares y varios habían muerto en batalla, como héroes. El ya no podría luchar en el frente. Releyendo a Schopenhauer, que pensaba que todos los hechos que le ocurrían a un hombre estaban prefijados por él mismo, se pregunta qué es lo que le había hecho buscar ese destino. Cree descubrirlo: «Morir por una religión –dice– es más simple que vivirla con plenitud» (1027). Interpreta que lo están sometiendo a una prueba, para ver si su fe es auténtica. Se compara a Pablo, el discípulo de Cristo que luchó por difundir su religión, soportando la cárcel y siendo finalmente ejecutado, y a Raskolnikov, el personaje de Crimen y castigo de Dostoievski, que hace del crimen un camino de prueba ante el que finalmente sucumbe. Su lugar de prueba será el campo de concentración de Tarnowitz, al que lo envían como subdirector. Dado que no era un hombre violento, era el puesto más difícil para él. Tiene que superar los sentimientos de piedad que despiertan en él las víctimas que llegan diariamente. El momento más difícil es cuando le envían al campo de concentración un poeta judío al que admiraba, David Jerusalem. Una nueva nota del «editor» advierte que probablemente David Jerusalem no existió, y que su nombre era el símbolo de muchos intelectuales y artistas judíos a los que zur Linde había torturado y matado en el campo de concentración (1028)…


https://www.aacademica.org/000-037/62.pdf


https://www.elconfidencial.com/cultura/2015-09-13/freud-y-hitler-una-relacion-masoquista_996407/


http://bp000695.ferozo.com/wp-content/uploads/2012/08/ReichPsicologiaMasasFacismo.pdf



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