1. Introducción.
La “tecnocientificación”1 de la sociedad contemporánea es un fenónemos cultural y
socialmente relevante que está transformando tanto las prácticas sociales como sus
relaciones e identidades. Desde la medicina y la salud pública hasta el desarrollo
armamentístico, pasando por la producción de alimentos, enseres y cultura, la sociedad
contemporánea está inmersa en la tecnociencia y numerosos artículos se han dedicado a
evaluar su impacto social, político y humano (P. Wehling, 2011; K. Kastenhofer and A.
Schwarz, 2011). Esta tecnificación ha llegado a generar un nuevo ser humano construido y
constituido en base a la tecnociencia con profundas consecuencias actuales y futuras a nivel
individual y social (F. Randazzo et al., 2011; Mestres Naval y Vives-Rego, 2012; Vives-Rego
y Mestres Naval, 2012). Un elemento no menor afectado por la tecnociencia2 es la
sostenibilidad y la consecuente emergencia del ciudadano ecológico como respuesta a la no
sostenibilidad del modelo socio-económico imperante. La tecnociencia está (junto a otros
elementos) en el origen y en la solución de los retos que nos plantea la sostenibilidad, pero
en cualquier caso, debemos recalcar que la tecnociencia es un instrumento que de por si
carece de entidad jurídica y de responsabilidad moral por ella misma. La responsabilidad del
uso y de las consecuencias de la tecnociencia recae en los individuos que la utilizan, ya sea
directamente o a través de las actuaciones colectivas en las que la responsabilidad es en
última instancia la de los líderes que son corresponsables de las acciones de grupo3
.
Los términos "sostenibilidad" o "sostenible" son usados en muchos contextos diferentes
que van desde el ecológico hasta el económico, pasando por el social, político o de grupos
organizados. Este trabajo se centra exclusivamente en el contexto ecológico de la
sostenibilidad que a su vez forma parte de las cosmovisiones que el ciudadano pueda tener
de ella. La sostenibilidad debe entenderse como un proceso político, pero también como
un proceso social; es, si se quiere, un proceso social orientado políticamente. Esta
constatación no tiene un origen ideológico, sino que refleja una realidad insoslayable: la
complejidad del sistema social y la subsiguiente complejidad de su relación con el sistema
natural. A todo ello, debe añadirse que la tecnociencia al estar en manos del ser humano,
está en el origen y en la solución de los retos de la sostenibilidad en función del uso que se
le de.
El ciudadano es la persona que forma parte de una comunidad política. Etimológicamente,
el término tiene su origen en “ciudad”, ya que originalmente ésta era la unidad política más
importante. Con el tiempo la unidad política pasó a ser el Estado y, hoy en día, nos referimos a los ciudadanos en relación a los Estados. Sin embargo en la organizaciones
políticas supranacionales como es el caso actual de la Unión Europea se plantea el dilema
de si debemos hablar de una ciudadanía europea que desplace, diluya o anule a la
ciudadanía conferida por los Estados o por el contrario tenemos que hablar de ciudadanos
con dos estatus de ciudadanía: el de su Estado de origen y el de la Unión Europea.
En el Consejo de Europa se es cada vez más consciente de que términos como «ciudadano»
y «ciudadanía» no son estables ni admiten una definición única. El término ciudadano
puede definirse como «una persona que convive en una sociedad». Esto no significa que la
idea de ciudadano en relación al Estado Nación ya no sea pertinente o aplicable, sino que,
como el Estado Nación ha dejado de ser el único centro de autoridad, debemos buscar una
definición más satisfactoria.
Es decir, la ciudadanía del futuro se definirá en función de los problemas que tenga que
resolver en el triple juego de los poderes político, económico y social. La configuración del
ciudadano del futuro también pasará por los mecanismos que establezca para resolver esos
problemas y en última instancia de cómo los resuelva. En la sociedad occidental en la que
prevalece la ciudadanía moderna, se establece una dicotomía básica entre el espacio público
y el espacio privado, que implican dos planos de actividad claramente diferenciados y a la
vez contrapuestos. Podemos decir que en el espacio privado predominan los intereses de
las individuos, mientras que el espacio público se caracteriza por una justicia común para
todos, que hace posible la convivencia entre la multiplicidad de interés privados a través de
la mediación, que no responde a ningún interés específico y pretende satisfacer a los
intereses generales.
En la concepción liberal de la ciudadanía, los individuos son protagonistas primarios y se
sobreentiende que la sociedad debe facilitar la satisfacción de sus intereses. Mas adelante
veremos que una de las características del ciudadano ecológico es que renuncia a una parte
de las ventajas que le aporta el liberalismo, de modo que el monto de deberes aumenta y
declinan algunos derechos que se han contemplado y satisfecho en los albores del siglo
XXI. De hecho en la mayoría de las constituciones modernas queda explicitado que “el fin
supremo de la sociedad y el Estado es el individuo”. De ahí la frecuente fraseología de
nuestros días en política electoral: “los políticos están al servicio de los ciudadanos” “la
política debe ocuparse de resolver los problemas de las personas”, etc. Es decir, que lo
público es un medio cuando no instrumento para que el ciudadano se realice en tanto que
individuo particular más que social. En este trabajo voy a desarrollar una serie de reflexiones, partiendo de cómo la emergencia del ciudadano ecológico puede modificar la
cosmovisión que hoy día tenemos de la sociedad, la tecnociencia y la política y que cambios
socio-políticos pueden preverse.
2. Ciudadanía ecológica: reivindicaciones para un futuro próximo.
En los últimos años el debate sobre la ciudadanía ha renacido y nos encontramos con
situaciones realmente diversas que van desde la que postula la pérdida del ideal de la
ciudadanía (Bermudo 2010) hasta una serie de adjetivaciones que tienen su origen en el
problema de la sostenibilidad y que van ladesde el denominado “ciudadano Kioto” hasta
“ciudadano sostenible” o “ciudadano de la Tierra”, teniendo todos ellos que ver en mayor
o menor grado con el concepto de “ciudadano ecológico” (Valdivielso 2011). La ciudadanía
ecológica implicaría simultáneamente cinco elementos: i) extender la comunidad moral mas
allá de los humanos o dicho de otro modo ampliar los espacios éticos actuales a la
Naturaleza en su conjunto; ii) asumir responsabilidades para con los seres de los que no
podemos esperar reciprocidad ya sea por motivos biológicos o sociales; iii) reconfigurar el
espacio de la ciudadanía a partir del marco de la biosfera, es decir adaptar la vida humana a
la biosfera y no pretender adaptar la Naturaleza a la vida humana; iv) tener en cuenta la
repercusiones, consecuencias y subconsecuencias de la tecnología y de nuestras acciones
sobre las generaciones venideras y v) rechazar la concepción puramente instrumental de la
Naturaleza, abandonando el rancio antropocentrismo en el que estamos instalados4…
.
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ACTIVIDADES
1.¿Cuánta agua se consume en un hogar? (y en qué)
2.¿Qué lavadoras y lavavajillas consumen poco agua?
3. ¿Cuánto consume la llama del piloto de una caldera de gas?
4. Si instalamos sistemas ahorradores en los grifos o en la ducha, ¿se encenderá la caldera al abrir el agua caliente?
5. ¿Cuánta energía se consume en un hogar? (y en qué)
¿Puedo instalar cabezales termostásticos en mis radiadores?
6. ¿El programa “Eco” o “Bio” del lavavajillas es siempre el que más ahorra?
7. ¿Qué es el “consumo fantasma” de energía y cómo puedo evitarlo?
8. ¿Cómo puedo comprobar cuánta energía consume un aparato eléctrico?
9. ¿Es mejor dejar encendidas las lámparas de bajo consumo?
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