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sábado, 1 de junio de 2019

MOVIMIENTO ANTIVACUNAS

MOVIMIENTO ANTIVACUNAS
Es claro que estos movimientos no tienen nada que ver con la Corriente de Pensamiento Anarquista, porque el anarquismo no se encuentra sobre la ciencia y mucho menos en contra. Todo parece tener un origen en una deformación de los fines y postulados anarquistas producto de personas sin conocimiento sobre esta forma de vida, que afirma que el anarquismo se encuentra en CONTRA DE TODA LEY, cosa que es absolutamente FALSO. El anarquismo respeta la LEY NATURAL y como de ella SURGEN la mayoría de las LEYES ACTUALES, menos las que sustentan el capitalismo, NO DEBE CREERSE A LOS QUE SE ESCONDEN TRAS LA FALACIA.
Frases de Errico Malatesta
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01.
Todos somos egoístas, todos buscamos la satisfacción propia. Pero el anarquista encuentra su mayor satisfacción en la lucha por el bien de todos, por el logro de una sociedad en la que pueda ser un hermano entre hermanos, entre gente sana, inteligente, educada y alegre. Pero el que se adapta, el que está satisfecho de vivir entre esclavos y obtiene ganancias de la labor de esclavos, no es, ni puede ser anarquista.
Las personas que sustentan estas ideas forman en esos grupos in nominados, pero si contra algo por el simple placer hedonista de estar en contra de lo que sea, aunque pongan en riesgo al otro (en el sentido de otredad). Son la misma argamasa de aquellos que se dedican a crear noticias falsas en redes sociales, con el único fin de engañar y de hacer daño.
Las fake news o noticias falsas es un tipo de bulo que consiste en un contenido seudoperiodístico difundido a través de portales de noticias, prensa escrita, radio, televisión y redes sociales y cuyo objetivo es la desinformación. Wikipedia
Y ya en estas cuestiones de hacer daño, por el daño mismo, son iguales a los que se auto titulan anarcos y atentan, en sitios públicos, contra cualquiera que pase, escondiendo su papel de mercenarios y poniendo en riesgo la salud de seres comunes y corrientes, como nosotros.

Historia de los movimientos en contra de la vacunación
Esta caricatura francesa de alrededor del año 1800 muestra que el miedo a la vacunación produjo rápidamente reacciones entre los artistas.
The Historical Medical Library of The College of Physicians of Philadelphia

Los académicos de la salud y la medicina han descrito a la vacunación como uno de los diez máximos logros de la salud pública durante el siglo XX.[1] Sin embargo, la oposición a la vacunación desde que se descubrió la vacunación misma [2] (ciertamente la práctica de la virulación, previa a la vacunación, también sufrió críticas: vea detalles en esta cronología). Los críticos de la vacunación han adoptado diversas posturas, como: la oposición a la vacuna contra la viruela en Inglaterra y Estados Unidos a mediados y finales del siglo XIX, y las ligas antivacunación resultantes; las controversias más recientes sobre la vacunación, como las que surgieron por la seguridad y eficacia de la vacunación contra la difteria, el tétanos y la tos ferina (DTP), el sarampión, las paperas y las rubéola (MMR); y el uso de un conservante que contenía mercurio llamado timerosal.
La viruela y las ligas antivacunación en Inglaterra
La vacunación generalizada contra la viruela comenzó a principios del 1800, después de los experimentos que hizo Edward Jenner con la viruela vacuna, donde demostró que podía proteger a un niño contra la viruela si lo infectaba con la linfa de una ampolla de la viruela vacuna. Sin embargo, las ideas de Jenner eran novedosas para su época, y de inmediato surgió la crítica pública, que se basaba en razonamientos variados e incluía objeciones sanitarias, religiosas, científicas y políticas.
Para algunos padres de familia, la vacunación contra la viruela provocaba miedos y protestas, ya que había que rasgar la carne del brazo de un niño e introducir la linfa de la ampolla de una persona que había sido vacunada aproximadamente una semana antes. Algunos opositores, incluidos los clérigos locales, creían que la vacuna “no era cristiana” porque provenía de un animal;[3] para otros opositores, el descontento con la vacuna contra la viruela reflejaba su desconfianza general ante la medicina y a las ideas de Jenner sobre la transmisión de la enfermedad. Al sospechar de la eficacia de la vacuna, algunos escépticos alegaban que la viruela era el resultado de material en descomposición en la atmósfera.[4] Por último, mucha gente objetaba la vacunación porque creía que atentaba contra su libertad personal, una tensión que empeoró cuando el gobierno desarrolló políticas para la vacunación obligatoria. [3]
La Ley de vacunación de 1853 ordenaba la vacunación para bebés hasta de 3 meses de edad, y la Ley de 1867 amplió este requisito a 14 años, agregando penalizaciones por rechazar la vacuna. Las leyes tuvieron como resultado la resistencia de ciudadanos que exigían el derecho a controlar sus cuerpos y los de sus hijos.[3] Se crearon dos ligas: la Liga Antivacunación y la Liga contra la vacunación obligatoria, como respuesta a las inevitables leyes, y también surgieron muchas publicaciones periódicas en contra de la vacunación.[2]
La ciudad de Leicester fue un lugar particular de actividad en contra de las vacunas, y sede de muchas agrupaciones en contra de la vacunación. El periódico local describió los detalles de una demostración: “Se formó una escolta, precedida por una pancarta, para escoltar a una joven madre y dos hombres, quienes habían resuelto entregarse a la policía y ser encarcelados antes de tener que vacunar a sus hijos... una gran multitud estaba al tanto de los tres... les dieron tres efusivas ovaciones, que se volvieron más vigorosas cuando cruzaron las puertas de las celdas de la policía”.[5] La demostración contra la vacunación de Leicester, en marzo de 1885, fue una de las más notorias. Ahí, entre 80,000 y 100,000 opositores a las vacunas organizaron minuciosamente una marcha completa que incluía pancartas, el ataúd de un niño y una efigie de Jenner.[3]
Dichas demostraciones, y la oposición general a las vacunas, condujeron a la creación de una comisión designada para estudiar la vacunación. En 1896, la comisión dictaminó que la vacunación protegía contra la viruela, pero sugería eliminar las penalizaciones por no vacunarse. La Ley de vacunación de 1898 eliminó las penalizaciones, e incluyó una cláusula de “opositor consciente”, de tal manera que los padres de familia que no creían en la seguridad o la eficacia de la vacunación podían obtener un certificado de exención.[2]
La viruela y las ligas antivacunación en Estados Unidos
Hacia el final del siglo XIX, los brotes de viruela en Estados Unidos condujeron a campañas de vacunación, pero también a actividades relacionadas en contra de las vacunas. En 1879 se fundó la Sociedad Antivacunación de Estados Unidos, después de una visita que hiciera a EE.UU. el británico William Tebb, quien objetaba la vacunación. Le siguieron dos ligas más, la Liga contra la vacunación obligatoria de Nueva Inglaterra (1882) y la Liga Antivacunación de la Ciudad de Nueva York (1885). Los opositores estadounidenses libraron batallas en los tribunales para derogar las leyes de vacunación en varios estados, como California, Illinois y Wisconsin.[2]
En 1902, después de un brote de viruela, la junta de salud de la ciudad de Cambridge, Massachusetts, ordenó que todos los residentes de la ciudad fueran vacunados contra la viruela. Henning Jacobson, residente de la ciudad, se rehusó a vacunarse con base en que la ley violaba su derecho de cuidar su propio cuerpo como mejor pudiera, pero la ciudad presentó cargos penales en contra de Jacobson. Después de perder su batalla contra el tribunal a nivel local, Jacobson apeló ante la Corte Suprema de EE.UU. En 1905 la Corte falló a favor del estado, donde se declaraba que éste podía promulgar leyes obligatorias para proteger al público en caso de una enfermedad transmisible. Fue el primer caso de la Corte Suprema de EE.UU. concerniente al poder estatal sobre las leyes de salud pública. [6],[7]
Controversia sobre la vacuna contra la difteria, el tétanos y la tos ferina (DTP)
Las controversias y posturas en contra de la vacunación no se limitan al pasado. A mediados de la década de 1970, surgió una controversia internacional sobre la seguridad de la vacuna DTP en Europa, Asia, Australia y América del Norte. En el Reino Unido (RU), surgió la oposición como respuesta a un informe del Hospital para Niños Enfermos Great Ormond Street en Londres, que declaraba que 36 niños habían sufrido problemas neurológicos después de recibir la vacuna DTP.[8] Los documentales por televisión y los informes en periódicos atrajeron la atención pública sobre la controversia. Un grupo de defensa, la Asociación de Padres de Niños Dañados por Vacunas (Association of Parents of Vaccine Damaged Children, APVDC) también despertó el interés público ante los posibles riesgos y consecuencias de la DTP.
Como respuesta a la disminución de tasas de vacunación, y a tres epidemias importantes de tos ferina, la Junta Directiva sobre Vacunación e Inmunización (Joint Commission on Vaccination and Immunization, JCVI), un comité asesor de expertos independientes en el RU, confirmó la seguridad de la inmunización. No obstante continuó la confusión del público, en parte debido a las opiniones diversas dentro de la profesión médica; por ejemplo, las encuestas de proveedores médicos en el RU, a finales de la década de 1970, descubrieron que eran renuentes a recomendar la inmunización a todos los pacientes.[9] Además, Gordon Stewart, un médico muy directo y opositor a la vacuna, publicó una serie de informes sobre casos que vinculaban trastornos neurológicos con la DTP, lo cual generó más debate. Como respuesta, la JCVI lanzó el Estudio Nacional sobre Encefalopatía Infantil (National Childhood Encephalopathy Study, NCES). El estudio identificaba a cada niño de entre 2 y 36 meses hospitalizado en el RU por enfermedades neurológicas, y evaluaba si la inmunización estaba relacionada o no con el aumento de riesgo. Los resultados del NCES indicaron que el riesgo era muy bajo, y estos datos constituyeron una base de apoyo para realizar una campaña nacional a favor de la inmunización.[10] Miembros de la APVDC siguieron argumentando en la corte, buscando reconocimiento y compensaciones, pero todo se rechazó debido a la falta de pruebas que vincularan a las lesiones con la vacuna DTP.
La controversia en EE.UU. comenzó cuando los medios se enfocaron a los supuestos riesgos de la DTP. Un documental de 1982: DPT: Vaccination Roulette (DTP: La ruleta de la vacunación), describía supuestas reacciones adversas a la inmunización y minimizaba los beneficios.[11] De manera similar, un libro de 1991 titulado: A Shot in the Dark (Un tiro en la oscuridad) definía los riesgos potenciales.[12] Tal como en el RU, los padres de familia inquietos y molestos crearon grupos de defensa para las víctimas, pero la reacción de las organizaciones médicas, como la Academia de Pediatría y los Centros de Control y la Prevención de Enfermedades de EE.UU., fue más fuerte en Estados Unidos.[9] Aunque la tormenta mediática inició varios juicios contra fabricantes de vacunas, provocó el aumento los precios, y también que algunas compañías dejaran de producir la DTP,[13] afectó menos las tasas de inmunización, lo que no ocurrió en el RU.
Controversia sobre la vacuna contra el sarampión, las paperas y la rubéola (MMR)
Casi 25 años después de la controversia por la DTP, Inglaterra nuevamente fue el centro de actividades en contra de la vacunación, esta vez por la vacuna MMR.
En 1998, el médico británico Andrew Wakefield recomendó investigar más a fondo una posible relación entre las enfermedades de colon, el autismo y la vacuna MMR.[14]Pocos años después, Wakefield alegó que la vacuna no se había probado adecuadamente antes de utilizarla.[15] Los medios se apropiaron de estas historias, provocando el miedo del público y la confusión sobre la seguridad de la vacuna.[16] El Lancet, publicación periódica que difundió originalmente el trabajo de Wakefield, declaró en 2004 que no debió haber publicado el estudio.[17] El Consejo Médico General, un regulador independiente de médicos en el RU, descubrió que Wakefield tenía un “conflicto de intereses fatal”, ya que una junta legal le había pagado para indagar si había pruebas que sostuvieran un litigio convocado por padres de familia que creían que la vacuna había perjudicado a sus hijos. En el año 2010, el Lancet se retractó formalmente del estudio después de que el Consejo Médico General Británico falló en contra de Wakefield en varias áreas. Wakefield fue eliminado del registro de médicos de Gran Bretaña, y ya no puede ejercer su profesión médica en ese país. En enero de 2011, el BMJ publicó una serie de informes del periodista Brian Deer donde se exponían, a grandes rasgos, pruebas de que Wakefield había cometido un fraude científico al falsificar datos, y también que el médico esperaba recibir utilidades financieras de diversas maneras por sus investigaciones. [18]
Se han realizado una gran cantidad de estudios de investigación para evaluar la seguridad de la vacuna MMR, y ninguno ha encontrado una relación entre la vacuna y el autismo.[19]
“Vacunas más ecológicas”
El timerosal, un compuesto que contiene mercurio y se utiliza en las vacunas como conservante,[20] también ha sido el centro de una controversia sobre la vacunación y el autismo. Aunque no existen pruebas científicas claras donde se especifique que son perjudiciales pequeñas cantidades de timerosal en las vacunas, en julio de 1999 organizaciones líderes en medicina y salud pública de EE.UU., así como algunos fabricantes de vacunas, estuvieron de acuerdo en que el timerosal debería reducirse o eliminarse de las vacunas, como una medida de precaución.[20] En el año 2001, el Comité de Investigación sobre la Seguridad de las Vacunas del Instituto de Medicina emitió un informe en el que concluía que no existían pruebas suficientes para demostrar o refutar las afirmaciones acerca del timerosal en las vacunas infantiles y una reacción para provocar autismo, trastorno de déficit de atención e hipersensibilidad, o retraso en el habla o el lenguaje.[21] Un informe más reciente del Comité “favorece el rechazo de una relación causal entre las vacunas que contienen timerosal y el autismo”.[22] Aun con este hallazgo, algunos investigadores siguen estudiando los posibles vínculos entre el timerosal y el autismo.[23]
A pesar de las pruebas científicas, las inquietudes sobre el timerosal han conducido a una campaña pública para tener “vacunas más ecológicas”, la cual busca eliminar las “toxinas” de las vacunas por temor de que estas sustancias conduzcan al autismo. La famosa Jenny McCarthy, su grupo de defensa Generation Rescue y la organizaciónTalk about Curing Autism (TACA) han encabezado este proyecto.[24]
En conclusión
Aunque los tiempos han cambiado, las emociones y las creencias profundamente arraigadas, ya sean filosóficas, políticas o espirituales, que subyacen a la oposición a las vacunas, se han mantenido relativamente constantes desde que Edward Jenner introdujo la vacunación.
Ultima actualización 10 enero 2018
Fuentes de información
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Durbach, N. They might as well brand us: Working class resistance to compulsory vaccination in Victorian England. The Society for the Social History of Medicine. 2000;13:45-62.
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Coulter, H., Fisher, B.L. A Shot in the Dark. New York: Penguin Group; 1991
Gangarosa, E.J., Galazka, A.M., Wolfe, C.R., Phillips, L. M., Gangarosa, R. E., Miller, E., Chen, R.T. Impact of anti-vaccine movements on pertussis control: The untold story. The Lancet. 1998;351:356-361.
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Centers for Disease Control and Prevention (CDC). Vaccine Safety Datalink (VSD) Project Priority Studies. Acesado el 10 enero 2018.
Kluger, J. Jenny McCarthy on autism and vaccines. Time Magazine. 2009. Acesado el 10 enero 2018.
Cómo desmontar científicamente los 4 principales argumentos antivacunas

Adelaida Sarukhan , Redactora científica Inmunización
Cómo desmontar científicamente los 4 principales argumentos antivacunas
28.10.2015
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El movimiento antivacunas cobró impulso hace poco más de una década, a raíz de la publicación de un estudio (con doce niños) que mostraba una asociación entre la vacuna del sarampión y el autismo. Desde entonces el artículo (junto con su autor principal) fue desacreditado por distorsión de datos, y una docena de estudios a gran escala (uno de ellos con más de 90.000 niños) muestran de manera concluyente que no hay ninguna asociación entre dicha vacuna y autismo. Sin embargo, los antivacunas persisten con una serie de argumentos que carecen por completo de evidencia científica, pero que generan serias dudas en un número preocupante de personas, particularmente entre la clase acomodada y educada del mundo occidental, a quien el éxito de las vacunas ha hecho olvidar que antes se moría de enfermedades como la difteria, la polio o el sarampión.
1.“Las vacunas contienen sustancias peligrosas como aluminio y mercurio”
En un día normal, respiramos, ingerimos o bebemos 30-50 mg de aluminio, más de 20 veces la dosis reglamentaria máxima contenida en una vacuna
Algunas vacunas necesitan la adición de adyuvantes, que ayudan a aumentar la respuesta inmune y permiten disminuir la dosis de bacteria o virus inactivado. Las sales de aluminio no son el adyuvante más eficaz pero se ha usado como tal durante más de 80 años y en miles de millones de dosis, precisamente por su seguridad. En un día normal, respiramos, ingerimos o bebemos 30-50 mg de aluminio, más de 20 veces la dosis reglamentaria máxima contenida en una vacuna (0.85 mg).
El timerosal es un conservante utilizado para evitar la contaminación por bacterias u hongos que podrían ser letales y cuyo producto metabólico no es el metil-mercurio (como claman los anti-vacuna) sino el etil-mercurio, que es menos tóxico y se elimina más rápidamente (unos 7 días). Desde el 2001, la gran mayoría de las vacunas recomendadas ya no contienen timerosal, o contienen sólo trazas del mismo. Sólo la vacuna de la influenza contiene más que trazas y, aun así, comernos una lata (180g) de atún blanco nos expone a mayores concentraciones de mercurio en la sangre (unos 69 mcg) que una sola dosis de vacuna de influenza (25 mcg máximo).
El formaldehido es parte del proceso de fabricación de las vacunas y se encuentra en el producto final, aunque a concentraciones residuales, mucho menores que las que se encuentran circulando normalmente en el organismo. Hay más formaldehido en una manzana que en las vacunas contra la Hepatitis B, la DPT y la del polio juntas.
2. “Tantas vacunas pueden sobrecargar el sistema inmune del niño”
Los niños están expuestos a más antígenos en el ambiente cada día que aquellos contenidos en todas las vacunas que reciben
Desde que nacemos, estamos expuestos a una gran cantidad de virus y bacterias a cada momento. Por fortuna, nuestro sistema inmune está preparado para reconocer y combatir una cantidad y diversidad casi ilimitada de antígenos (fragmentos de proteínas derivadas de cualquier organismo capaces de inducir una respuesta inmune). Los niños están expuestos a más antígenos en el ambiente cada día que aquellos contenidos en todas las vacunas que reciben, combinadas. Esto, sin contar que las bacterias y virus en una vacuna están inactivados.
3. “La protección natural es mejor que la inducida por la vacuna”
Es cierto que, para algunos patógenos, la inmunidad natural puede ser de mayor duración que la generada por la vacuna. Sin embargo, el riesgo por adquirir una infección de manera «natural» no tiene comparación con el riesgo asociado a cualquier vacuna recomendada. Por ejemplo, el sarampión causa la muerte de dos de cada 1000 individuos infectados en países desarrollados (en países de bajos recursos, esta cifra puede ser hasta veinte veces mayor), mientras que la vacuna combinada de sarampión, paperas y rubeola (MMR) causa una reacción alérgica grave en uno de cada millón de individuos vacunados. Los beneficios superan ampliamente los riesgos.
4. “Las vacunas son responsables del número creciente de alergias, asma y enfermedades autoinmunes”
Ningún estudio a gran escala muestra que las vacunas aumentan el riesgo de enfermedades autoinmunes o alergias
Ningún estudio a gran escala muestra que las vacunas aumentan el riesgo de enfermedades autoinmunes o alergias. Sí se ha reportado una asociación entre casos de una enfermedad autoinmune llamada trombocitopenia idiopática y la vacunación contra MMR. Sin embargo, varios estudios coinciden en que la frecuencia de dicha enfermedad en niños vacunados (1 en 30.000) es mucho menor que en niños que padecen la rubeola (1 en 3.000) o el sarampión (uno en 6.000). Así mismo, dos estudios de gran escala concluyen que no hay evidencia para la supuesta asociación entre la vacuna contra la Hepatitis B y la esclerosis en placas que se reportó en Francia entre 1991 y 1997. Dicha vacuna se ha usado en más de 500 millones de personas y se considera una de las vacunas más seguras que existen.
Es verdad que la prevalencia de asma, alergias y enfermedades autoinmunes ha aumentado considerablemente en las últimas décadas, sobre todo en países desarrollados. Pero hay evidencia de que este fenómeno se debe al ambiente “higiénico” en el que ahora vivimos, donde estamos expuestos a menos bacterias y parásitos, particularmente durante la infancia temprana, y en el que estamos modificando nuestra flora intestinal - cuya diversidad es vital para mantener un sistema inmune funcional y “bien portado” - por un uso excesivo de antibióticos y una dieta rica en grasas y pobre en fibra.
Está claro que los padres primerizos tienen derecho a preguntar sobre los riesgos y beneficios de vacunar a sus hijos. La comunidad científica tiene la obligación de escucharles e informarles de manera clara y transparente. Y como sociedad, tenemos la responsabilidad de rechazar todo tipo de fanatismo que niegue la evidencia científica, por mucho ruido que hagan.
Más información
COPIADO DE Cómo desmontar científicamente los 4 principales argumentos ...
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