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miércoles, 24 de enero de 2024

EL GENERAL SAN MARTÍN, por Juan Bautista Alberdi (fragmento)




...abatido con su espada? Se puede decir con verdad que el General San Martín es el vencedor de Pizarro: ¿a quién, pues, mejor que al vencedor, tocaba la bandera del vencido? La envolvió a su espada y se retiró a la vida oscura, dejando a su gran colega de Colombia la gloria de concluir la obra que él había casi llevado hasta su fin. Los documentos que a continuación de esta carta se publican por primera vez en español, prueban de una manera evidente que el General San Martín hubiera podido llevar a cabo la destrucción del poder militar de los españoles en América y que aún lo solicitó también con un interés y una modestia inaudita en un hombre de su mérito. Pero, sin duda, esta obra era ya incumbencia de Bolívar; y éste, demasiado celoso de su gloria personal, no quiso cederla a nadie. El General San Martín como se ve, pues, no dejó inacabado un trabajo que hubiera estado en su mano concluir.

Como parece estar decidido de un modo providencial que nuestros hombres célebres del Río de la Plata, hayan de señalarse por alguna originalidad o aberración de carácter, también nuestro titán de los Andes ha debido tener la suya. Si pudiéramos considerarlo hombre capaz de artificio o disimulo en las cosas que importan a su gloria, sería cosa de decir que él había abrazado intencionalmente esta singularidad: porque, en efecto, la última enseña que hay que agregar a un pecho sembrado de escudos de honor, capaz de deslumbrarlos a todos, es la modestia. He aquí la manía, por decirlo así, del General San Martín; y digo la manía, porque lleva esta calidad más allá de lo que conviene a un hombre de su mérito. Por otra parte, bueno es que de este modo vengan a hallarse compensadas las buenas y malas cosas en nuestra historia americana. Mientras tenemos hombres que no están contentos sino cuando se les ofusca con el incienso del aplauso por lo bueno que no han hecho, tenemos otros que verían arder los anales de su gloria individual sin tomarse el comedimiento de apagar el fuego destructor.

No hay ejemplo (que nosotros sepamos) de que el General San Martín haya facilitado datos ni notas para servir a redacciones que hubieran podido serle muy honrosas; y difícilmente tendremos hombre público que haya sido solicitado más que él para darlas.

La adjunta carta (NOTA: no figura la misma en nuestros archivos) al general Bolívar, que parecía formar una excepción de esta práctica constante, fue cedida al señor Lafond, editor de ella, por el secretario del Libertador de Colombia. Se me ha dicho que cuando la aparición de la Memoria sobre el General Arenales publicada por su hijo, un hombre público de nuestro país, escribió al General San Martín, solicitando de él algunos datos y su consentimiento para refutar al General Arenales, en algunos puntos en que no se apreciaba con la bastante latitud los hechos esclarecidos del Libertador de Lima, el General San Martín rehusó los datos y hasta el permiso de refutar a nadie en provecho de su celebridad.

El actual rey de Francia, que es conocedor de la historia americana, habiendo hecho reminiscencia del General San Martín, en presencia de un agente público de América, con quien hablaba a la sazón, supo que se hallaba en París desde largo tiempo. Y como el rey aceptase la oferta que le fue hecha inmediatamente de presentar ante S.M. al general americano, no tardó éste en ser solicitad con el fin referido; pero el modesto general, que nada tiene que hacer con los reyes y que no gusta de hacer la corte, ni de que se la hagan a él; que no aspira no ambiciona a distinciones humanas, pues que está en Europa, se puede decir, huyendo de los homenajes de catorce repúblicas, libres en gran parte por su espada, que si no tiene corona regia, la lleva de frondosos laureles, en nada menos pensó que en aceptar el honor de ser recibido por S.M. y no seré yo el que diga que hubiese hecho mal en esto.

Antes que el señor marqués Aguado verificase en España el paseo que le acarreó su fin, hizo las más vehementes instancias a su antiguo amigo el General San Martín para que le acompañase al otro lado del Pirineo. El General se resistió, observándole que en su calidad de general argentino le estorbaba entrar en un país con el cual el suyo había estado en guerra, sin que hasta hoy tratado alguno de paz hubiese puesto fin al entredicho que había sucedido a las hostilidades: y que en calidad de simple ciudadano le era absolutamente imposible aparecer en España, por vivos que fuesen los deseos que tenía de acompañarle. El señor Aguado, no considerando invencible este obstáculo, hizo la tentativa de hacer venir de la corte de Madrid el allanamiento de la dificultad. Pero fue en vano, porque el gobierno español, al paso que manifestó su absoluta deferencia por la entrada del General San Martín como hombre privado, se opuso a que lo verificase en su rango de general argentino. El Libertador de Chile y el Perú, que se dejaría tener por hombre oscuro en todos los pueblos de la tierra, se guardó bien de presentarse ante sus viejos rivales, de otro modo que con su casaca de Maipo y Callao; se abstuvo, pues, de acompañar a su antiguo camarada. El señor Aguado marchó sin su amigo y fue la última vez que le vio en la vida. Nombrado testamentario y tutor de los hijos del rico banquero de París, ha tenido que dejar hasta cierto punto las habitudes de la vida inactiva que eran tan funestas a su salud. La confianza de la administración de una de las más notables fortunas de Francia, hecha a nuestro ilustre soldado, por un hombre que le conocía desde la juventud, hace tanto honor a las prendas de su carácter privado, como sus hechos de armas ilustran su vida pública. El General San Martín habla a menudo de la América, en sus conversaciones íntimas, con el más animado placer: hombres, sucesos, escenas públicas y personales, todo lo recuerda con admirable exactitud. Dudo, sin embargo, que alguna vez se resuelva a cambiar los placeres estériles del suelo extranjero, por los peligrosos e inquietos goces de su borrascoso país. Por otra parte, ¿será posible que sus adioses de 1829, hayan de ser los últimos que deba dirigir a la América, el país de su cuna y de sus grandes hazañas?”


Juan Bautista Alberdi

Fuente: Archivos de documentos mecanografiados encarpetados – INSTITUTO NACIONAL SANMARTINIANO
https://sanmartiniano.cultura.gob.ar/noticia/dia-del-abogado/
Ver la carta de San Martín a Bolívar en https://elhistoriador.com.ar/carta-de-jose-de-san-martin-a-simon-bolivar/

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