LA EDUCACIÓN CIUDADANA COMO ACCIÓN TRANSFORMADORA DE LA ESCUELA
Carolina Jorquera Martínez
p. 205-220
Introducción
1La formación de ciudadanos aparece como una de las tareas consustanciales a la acción de la escuela desde su fundación. En el caso de América Latina esta tarea se entendió en pro de la construcción de la idea simbólica de nación, educando en torno a valores como el progreso y el orden social, asumiendo la capacitación de las nuevas generaciones en el adecuado cumplimiento de sus deberes cívicos. La escuela realiza su labor en torno a la vida común regida por los valores antes citados, poniendo énfasis en la generación de virtudes que permitieran dicho ejercicio (Mayordomo, 2008).
2La escuela, en tanto institución de socialización secundaria, ha sido históricamente concebida como un organismo de la sociedad que se hace cargo de la preparación de niños, niñas y jóvenes como futuros participantes de la sociedad adulta, considerando en este rol las características derivadas del estatus laboral, así como aquellas que se asocian al estatus de participante pleno de la comunidad política que lo circunda.
La institucionalidad escolar, por tanto, asume su función sociopolítica a partir de la responsabilidad de formar en las nuevas generaciones valores, actitudes, sentido de pertenencia y conductas de manera de que cada uno de sus miembros puedan participar en la definición colectiva de sociedad (García-Huidobro, Ferrada y Gil, 2014).
3A pesar de lo tradicional que es dicha tarea, la discusión sobre la efectividad de la formación ciudadana y las perspectivas que debieran asumirse para emprenderla es algo que aparece como problemática irresoluta desde una perspectiva única en el escenario educativo actual.
Lo anterior, está asociado a los numerosos cambios socioculturales que han afectado la institucionalidad política y los modos de relación entre las personas que han modificado, tanto la dimensión de pertenencia e identidad colectiva antes asociadas a la idea de Estado-nación como los modos de participar del antes unívoco bien común. Otro cambio importante que consignar es el hecho de que hoy se considera a los educandos como sujetos de derecho y participantes activos por lo que la formación ciudadana no es una meta pensada para una vida futura, como se definía al asociarla a la vida adulta, sino que se reconoce como un ejercicio que debe estar presente en las organizaciones escolares.
4Dentro de los cambios a nivel societal, se destacan la coexistencia de múltiples maneras de entender los paradigmas reguladores de la vida buena, la desideologización de los Estados y la baja en la participación de los individuos en organizaciones de corte religioso, situaciones que impactan en la educación ciudadana atribuyendo a esta metas que anteriormente se pensaban desde lo valórico individual sin considerar su estatus colectivo político. Un elemento que complementa esta asociación, que alcanza en muchos casos la sinonimia entre formación ética y formación ciudadana, es el hecho que debido a la mercantilización de las relaciones al interior de las sociedades que han instaurado fuertes sistemas neoliberales para la regulación sociopolítico-económica, la educación ciudadana aparece como una voz disonante que aún apela al Estado y a los lazos solidarios de la sociedad civil103, lo que actúa como fuerza tensionante del individualismo moderno (Magendzo, 2006a; García-Huidobro, 2007; García y Flores, 2011).
5En el caso de nuestro país, a los rasgos antes descritos hay que sumar las consecuencias de haber sufrido una cruenta dictadura cívico militar, así como la baja de participación política posterior a ella, producto de la falta de cumplimiento de expectativas sobre la vuelta a la democracia y de la consolidación de un sistema neoliberal que contribuye a la segregación social. Lo anterior, ha provocado una tendencia a la baja participación e interés en la vida política asociada a la vía electoral a la vez que aumentan otros modos de asociatividad y participación, por ejemplo, la acción ciudadana directa (Magendzo 2006; Flores-González y García González, 2014).
6Frente a este escenario, aparecen una serie de interpelaciones a la efectividad de la tarea de formación ciudadana de la escuela, las que son complementadas por evidencia desde la misma institucionalidad educativa: los resultados en la evaluación mundial hecha el año 2009sobre aprendizajes ciudadanos muestran un bajo desempeño comparativo con países similares con respecto a los aprendizajes asociados a conocimientos cívicos, situación que no ha cambiado en los logros de aprendizaje de los estudiantes a lo largo de una década (Schulz, Ainley, Friedman, y Lietz, 2011).
Debido al estancamiento de resultados, se cuestiona fuertemente el modelo de educación ciudadana que se instaló desde la Reforma Educacional considerando esta meta como parte de los Objetivos Fundamentales Transversales y no incluyéndola como una asignatura específica.
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