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lunes, 8 de enero de 2024

GUERRA DE LA TRIPLE ALIANZA

La Guerra de la Triple Alianza
Entre 1864 y 1870 tuvo lugar la guerra entre estados más sangrienta y larga en la historia de América Latina. La Guerra de la Triple Alianza, también conocida en nuestro país como Guerra del Paraguay o Guerra Grande o Guerra Guasú en Paraguay, enfrentó a los países miembros de la Triple Alianza —Argentina, Brasil y Uruguay— contra Paraguay.

La contienda se inició en 1863, cuando Uruguay fue invadido por un grupo de liberales uruguayos comandados por el general Venancio Flores, quienes derrocaron al gobierno blanco, de tendencia federal y aliado del Paraguay en la región. La acción de Flores fue además apoyada por el gobierno de Brasil que invadió el territorio uruguayo. El presidente del Paraguay, Francisco Solano López, intervino en defensa del gobierno depuesto y le declaró la guerra al Brasil.

El gobierno de Mitre se había declarado neutral pero no permitió el paso por Corrientes de las tropas comandadas por el gobernante paraguayo y el 9 de mayo de 1865 la Argentina declara la guerra al Paraguay en respuesta al paso sin permiso de Solano López por Corrientes. El mismo año Brasil, Argentina y el nuevo gobierno uruguayo firmaron, en Buenos Aires, el Tratado de la Triple Alianza. En él se fijaban los objetivos de la guerra, los aliados se arrogaban el derecho a disponer de los territorios y a no terminar la guerra hasta derribar al gobierno paraguayo. 

“En veinticuatro horas a los cuarteles, en quince días en campaña, en tres meses a la Asunción” Bartolomé Mitre, 1865

“Cuando nuestros guerreros vuelvan de su larga y gloriosa campaña… podrá el comercio ver inscritas en sus banderas los grandes principios que los apóstoles del libre cambio han proclamado para mayor gloria y felicidad de los hombres.” Bartolomé Mitre, 1869




En nuestro país, diversas obras de tendencia liberal se han detenido principalmente en el examen de las causas de la guerra, sus consecuencias y responsables, en los aspectos político-diplomáticos y en la narración de los acontecimientos militares. Estos trabajos que acompañaron el discurso oficial, ocultaron por un lado las resistencias a la guerra manifestadas a través de las críticas en la opinión pública (muchas de ellas censuradas), las resistencias armadas contra el gobierno central, y los desbandes de tropas. 


“Usted nos llama para luchar contra el Paraguay. Nunca, general; él es nuestro amigo. Llámenos para luchar contra los porteños y brasileños. Estamos listos. Esos son nuestros enemigos.” Ricardo López Jordán

“¡Abajo los traidores de la Patria! ¡Abajo los mercaderes de las cruces de Uruguayana, a precio de oro, de lágrimas y de sangre argentina y oriental!

Nuestro programa es la práctica estricta de la constitución jurada, del orden común, la paz y la amistad con el Paraguay, y la unión con las demás repúblicas americanas.” Manifiesto de Felipe Varela.

“Para gobernar a la República Argentina vencida, sometida, enemiga, la alianza del Brasil era una parte esencial de la organización Mitre-Sarmiento; para dar a esa alianza de gobierno interior un pretexto internacional, la guerra al Estado Oriental y al Paraguay, viene a ser una necesidad de política interior; para justificar una guerra al mejor gobierno que haya tenido el Paraguay, era necesario encontrar abominables y monstruosos esos dos gobiernos; y López y Berro han sido víctimas de la lógica del crimen de sus adversarios”. (Juan Bautista Alberdi)


Por otro lado, explicaron el desencadenamiento de la guerra como respuesta a la agresión de un único responsable: Francisco Solano López. De acuerdo a esta mirada el fin del enfrentamiento significó la liberación del pueblo paraguayo de la barbarie impuesta por los gobiernos tiránicos que lo habían mantenido aislado de las naciones civilizadas. La guerra había sido justificada por los aliados como una cruzada que llevaría libertad y democracia a un pueblo dominado por un déspota.


“La República Argentina está en el Imprescindible deber de formar alianza con Brasil, a fin de derrocar esa abominable dictadura de López y abrir al comercio del mundo es espléndida y magnífica región que posee además los más variados y preciosos productos de los trópicos y ríos navegables para exportarlos.” Diario La Nación Argentina, 3 de febrero de 1865.

“Estamos por dudar de que exista el Paraguay. Descendientes de razas guaraníes, indios salvajes y esclavos que obran por instinto o falta de razón. En ellos, se perpetúa la barbarie primitiva y colonial…son unos perros ignorantes…Al frenético, idiota, bruto y feroz borracho Solano López lo acompañan miles de animales que obedecen y mueren de miedo. Es providencial que un tirano haya hecho morir a todo ese pueblo guaraní. Era necesario purgar la tierra de toda esa excrescencia humana, raza perdida de cuyo contagio hay que librarse.” Sarmiento en carta a Mitre. 1872

“Paraguay como sociedad enteramente asiática en medio de las tierras descubiertas por Colón. Abyecto y sepulcral despotismo que tan atrás ha dejado a la España de Felipe II y que solo pudiera encontrar analogías en los pueblos más salvajes de oriente.” Diario La Nación Argentina, 4 de febrero de 1865



A partir de la década de 1960, el estudio de la guerra es retomado por el denominado revisionismo histórico. En su búsqueda de impugnación a la tradición liberal, la contienda es entendida como una agresión imperialista británica, que incitó a sus títeres regionales, Brasil y Argentina, a destruir la única experiencia autónoma, desarrollada e independiente. 

En las últimas décadas varios historiadores se han dedicado a comprender la lógica de la contienda entendiendo la misma principalmente como un conflicto regional que formó parte del proceso de consolidación de los Estados Nacionales. En este proceso, las pretensiones geopolíticas, territoriales y económicas jugaron un papel central. La guerra le proporcionó a nuestro país una oportunidad de acallar la disidencia interna y de consolidar el Estado nacional centralizado y sus representaciones sobre la nacionalidad argentina.

A pesar de las diversas miradas los hechos históricos hablan por sí solos, la guerra concluye en 1870, en la batalla de Cerro Corá, donde muere el presidente paraguayo Francisco Solano López. Para ese entonces, el conflicto se había convertido claramente en una guerra de exterminio del pueblo paraguayo ( un derrumbe demográfico del 60 al 69% de su población), de destrucción sistemática de su infraestructura, una economía diezmada y la pérdida de un 30% de su territorio. Las tropas aliadas permanecerían varios años en este territorio y tendrían una influencia considerable en los gobiernos locales; su actitud belicosa así como los abusos de los ocupantes, continuaron hasta el retiro definitivo de las tropas en junio de 1876

“La guerra del Paraguay concluye por la simple razón –horresco referens– que hemos muerto a todos los paraguayos de diez años arriba.” Domingo Faustino Sarmiento. 1869

“Se veían niños de escasos años arrastrarse a retaguardia con sus miembros destrozados o con espantosas heridas de bala en sus pequeños y semidesnudos cuerpos. No se quejaban ni lloraban, no pedían ayuda ni la presencia de un médico. Cuando sentían próxima la llegada de la muerte se echaban para morir, tan silenciosamente como habían sufrido. Muchos de estos niños tenían sus madres en el campamento de las mujeres [...] cuyos pensamientos no estaban con sus hijos moribundos [...] sino en la causa de la nación” Martín Thomas McMahon, 1870 

“Tal vez se alegue que las familias paraguayas podrían haber escapado al hambre y a la muerte pasándose a los aliados. Muchas de ellas se entregaron así a la misericordia de sus enemigos y miles fueron traídas a Asunción con las huestes aliadas, para descubrir que hay horrores aún más crueles que el hambre, y desgracias peores que la muerte” Martín Thomas McMahon, 1870 

Lic. Virginia Bincaz

Sobre la autora

Profesora de Historia y de Geografía. Licenciada en Ciencias Sociales y actual estudiante de la Licenciatura en Gestión Educativa en la Universidad Nacional del Litoral. Es docente en escuelas públicas.

https://museodelacuerdo.cultura.gob.ar/noticia/la-guerra-de-la-triple-alianza/

ACTIVIDADES

1- ¿ Cuál fue el incidente que dió origen a la guerra?
2- ¿ Que ocurrió el congreso reunido el 16 de octubre de 1862?
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3 -¿ Que países forman la triple alianza?
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 4 - ¿ En qué aspecto tuvo grandes perdidas el Paraguay al termino de la guerra?
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5 -¿ Que contenía la nota enviada al Brasil el 30 de agosto de 1864?
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6 - ¿Cuántos aliados tenía Paraguay?
7 - ¿Cómo combatían los soldados del Interior de Argentina? (En relación a que usaban un elemento que no tenían los soldados de otros países).
8 - ¿Qué pasó con los caudillos argentinos que se opusieron a la Guerra.

EL HISTORIADOR
...Los soldados argentinos marchaban al frente de batalla encadenados....

Felipe Varela y el manifiesto de enero de 1868

En 1863 el “Chacho” Peñaloza fue asesinado luego de levantarse contra el centralismo porteño del general Bartolomé Mitre. Dos años más tarde, a poco de iniciarse la Guerra del Paraguay, los partidarios del federalismo comprendieron que se ponía en juego su destino y se levantaron en armas contra el gobierno nacional. Las provincias del Interior se negaban a pelear contra el Paraguay. Estaba claro que era una guerra fratricida. Los soldados argentinos marchaban al frente de batalla encadenados. En su libro sobre la guerra, León Pomer publica un sugestivo documento sobre las condiciones de los “voluntarios catamarqueños”. Se trata de un recibo extendido por un herrero de esa provincia cuyo texto dice: “Recibí del gobierno de la provincia de Catamarca, la suma de 40 pesos bolivianos por la construcción de 200 grillos para los voluntarios [sic] catamarqueños que marchan a la guerra contra el Paraguay”.
Pronto, la impopularidad de la Guerra de la Triple Alianza, llamada así en alusión a la coalición entre Argentina, Brasil y Uruguay, y los tradicionales conflictos generados por la hegemonía porteña desencadenaron levantamientos en Mendoza, San Juan, San Luis y La Rioja.
En noviembre de 1866, se produjo “la revolución de los colorados” en Mendoza, liderada por Carlos Juan Rodríguez y Juan de Dios Videla. Pronto se extendió por las provincias cuyanas.

Felipe Varela, caudillo catamarqueño y estanciero de Guandacol, en La Rioja, había peleado contra el gobierno de Juan Manuel de Rosas, pero debió exiliarse en Chile. A la caída de Rosas, se integró a la confederación a las órdenes de Urquiza; sin embargo, tras la derrota de Pavón, que dio triunfo a Mitre, se unió en 1862 a las fuerzas federales al mando del Chacho Peñaloza. Tras el asesinato del caudillo riojano, Varela se puso a las órdenes de Urquiza en Entre Ríos. Más tarde regresó a Chile, donde adhirió a la Unión Americana, formada para repudiar los ataques europeos contra Perú.
Pero ante la situación que vivía su patria, decidió regresar y enfrentar al gobierno nacional. Ordenó comprar unas pocas armas con la venta de sus tierras y el 6 de diciembre de 1866, desde Jachal, San Juan, se sublevó contra el gobierno de Bartolomé Mitre con no más de 200 soldados montoneros, lanzando su célebre proclama a los pueblos americanos.
A su llamado acudieron centenares de hombres, principalmente gauchos, conformando un ejército de unos cuatro mil guerrilleros. A pesar de contar con un importante apoyo popular, Varela y sus hombres fueron derrotados por las fuerzas nacionales. La guerra concluiría en una total derrota para el Paraguay y las tropas nacionales no tardarán en sofocar la montonera del Interior. Varela se refugió en Bolivia y más tarde en Chile, donde murió enfermo de tisis el 4 de junio de 1870.
Reproducimos en esta oportunidad el manifiesto que lanzó Felipe Varela en enero de 1868 explicando los motivos que lo llevaron a apoyar la Unión Americana, denunciando las pretensiones anexionistas de Mitre respecto a países hermanos, el monopolio y la absorción de las rentas nacionales por Buenos Aires, y dando cuenta de las razones que lo impulsaron a apoyar al Paraguay en la guerra, sublevándose contra el gobierno central.
Fuente: Rodolfo Ortega Peña y Eduardo Luis Duhalde, Felipe Varela contra el Imperio Británico, Buenos Aires, Shapire Editor, 1975.
¡Viva la Unión Americana! Manifiesto a los pueblos americanos sobre los acontecimientos políticos de la República Argentina en los años 1866 y 1867

Potosí, enero de 1868.


El desarrollo de los sucesos políticos de la República Argentina, en los años de 1866 y 67, ha sido objeto de la atención de los demás pueblos americanos, como que ellos envolvían una alta significación para los grandes destinos de la América Unida. (…)

Hay un gran principio social innegable que dice: LA UNIÓN ES LA FUERZA… (…) El Gobierno de Buenos Aires, sin embargo, por miras que se pondrán luego de relieve, negó solapadamente la justicia de esta grande idea, negándose también a tomar parte en la Unión que se consolidaba por medio de un Congreso Americano en Lima, so pretexto de ser inconveniente a los intereses argentinos, comprometidos en una alianza con la corona brasilera. (…)

Ese primer paso de la política de Mitre dio su fruto deseado: la anexión, que no tardará mucho, del Uruguay al Imperio, pues desde entonces le pertenece, y la guerra con el Paraguay, que envuelve por parte de Mitre aspiraciones más crecidas pero aún más criminales.

En efecto, la guerra con el Paraguay era un acontecimiento ya calculado, premeditado por el general Mitre. Cuando los ejércitos imperiales atraídos por él, sin causa alguna justificable, sin pretexto alguno razonable, fueron a dominar la débil República del Uruguay, aliándose con el poder rebelde de Flores en guerra civil abierta con el poder de aquella República, comprendió el gobierno del Paraguay que la independencia uruguaya peligraba de un modo serio, que el derecho del más fuerte era la causa de su muerte, y que por consiguiente las garantías de su propia libertad quedaban a merced del capricho de una potencia más poderosa.

Pesaron estas razones en la conciencia del general presidente López de la República paraguaya, y buscando una garantía sólida a la conservación de sus propias instituciones, desenvainó su espada para defender al Uruguay de la dominación brasilera a que Mitre lo había entregado.

Fue entonces que aquel gobierno se dirigió al argentino solicitando el paso inocente de sus ejércitos por Misiones, para llevar la guerra que formalmente había declarado el Brasil.

Este paso del presidente López era una gota de rocío derramada sobre el corazón ambicioso de Mitre, porque le enseñaba en perspectiva el camino más corto para hallar una máscara de legalidad con qué disfrazarse, y poder llevar pomposamente una guerra nacional al Paraguay, guerra premeditada, guerra estudiada, guerra ambiciosa de dominio, contraria a los santos principios de la Unión Americana, cuya base fundamental es la conservación incólume de la soberanía de cada República.

El general Mitre, invocando los principios de la más estricta neutralidad, negaba de todo punto al Presidente del Paraguay su solicitud, mientras con la otra mano firmaba el permiso para que el Brasil hiciera su cuartel general en la Provincia Argentina de Corrientes, para llevar el ataque desde allí a las huestes paraguayas.

Esta política injustificable fue conocida ante el parlamento de Londres, por una correspondencia leída en él del ministro inglés en Buenos Aires, a quien Mitre había confiado los secretos de sus grandes crímenes políticos.
Textualmente dice el ministro inglés citado: «Tanto el Presidente Mitre como el Ministro Elizalde, me han declarado varias veces, que aunque por ahora no pensaban en anexar el Paraguay a la República Argentina, no querían contraer sobre esto compromiso alguno con el Brasil, pues cualesquiera que sean al presente sus vistas, las circunstancias podrían cambiarlas en otro sentido» 1.

He aquí cuatro palabras que envuelven en un todo la verdad innegable de que la guerra contra el Paraguay jamás ha sido guerra nacional, desde que, como se ve, no es una mera reparación lo que se busca en ella, sino que, lejos de eso, los destinos de esa desgraciada República están amenazados de ser juguete de las cavilosidades de Mitre.

Esta verdad se confirma con estas otras palabras del mismo Ministro inglés citado: «El Ministro Elizalde me ha dicho que espera vivir lo bastante para ver a Bolivia, el Paraguay y la República Argentina, unidos formando una poderosa República en el continente». (…)

Las provincias argentinas, empero, no han participado jamás de estos sentimientos, por el contrario, esos pueblos han contemplado gimiendo la deserción de un presidente impuesto por las bayonetas, sobre la sangre argentina, de los grandes principios de la Unión Americana, en los que han mirado siempre la salvaguardia de sus derechos y de su libertad, arrebatada en nombre de la justicia y la ley.

En el párrafo sexto (de la proclama) hago presente a los argentinos, el monopolio y la absorción de las rentas nacionales por Buenos Aires.

En efecto: la Nación Argentina goza de una renta de diez millones de duros, que producen las provincias con el sudor de su frente. Y sin embargo, desde la época en que el gobierno libre se organizó en el país, Buenos Aires, a título de Capital es la provincia única que ha gozado del enorme producto del país entero, mientras en los demás pueblos, pobres y arruinados, se hacía imposible el buen quicio de las administraciones provinciales, por falta de recursos y por la pequeñez de sus entradas municipales para subvenir los gastos indispensables de su gobierno local.

A la vez, que los pueblos gemían en esta miseria sin poder dar un paso por la vía del progreso, a causa de su propia escasez la orgullosa Buenos Aires botaba ingentes sumas en embellecer sus paseos públicos, en construir teatros, en erigir estatuas y en elementos de puro lujo.

De modo que las provincias eran desgraciados países sirvientes, pueblos tributarios de Buenos Aires, que perdían la nacionalidad de sus derechos, cuando se trataba del tesoro Nacional.

En esta verdad está el origen de la guerra de cincuenta años en que las provincias han estado en lucha abierta con Buenos Aires, dando por resultado esta contienda, la preponderancia despótica del porteño sobre el provinciano, hasta el punto de tratarlo como a un ser de escala inferior y de más limitados derechos.

Buenos Aires es la metrópoli de la República Argentina, como España lo fue de la América. Ser partidario de Buenos Aires, es ser ciudadano amante a su patria, pero ser amigo de la libertad, de las provincias y de que entren en el goce de sus derechos ¡oh! ¡eso es ser traidor a la patria, y es por consiguiente un delito que pone a los ciudadanos fuera de la ley!

He ahí, pues, los tiempos del coloniaje existente en miniatura, en la República, y la guerra de 1810 reproducida en 1866 y 67, entre el pueblo de Buenos Aires (España) y las provincias del Plata (colonias americanas).

Sin embargo, esa guerra eterna dio a fines de 1859 por resultado la victoria de los pueblos argentinos sobre el poder dominante de la Capital. Sus diez millones de renta estaban, por consiguiente recobrados, pero como no era posible despojar a Buenos Aires de un solo golpe de tan ingente cantidad, arreglada a la cual había creado sus necesidades, pues eso hubiera sido sepultarla en una ruina completa, tuvieron todavía la generosidad los provincianos, de celebrar un pacto, por el cual concedían a Buenos Aires el goce por cinco años más de las entradas locales para llenar su pomposo presupuesto.

Fue entonces que los porteños invocaron la hidalguía del que hoy llaman bárbaro, del presidente actual del Paraguay Mariscal Don Francisco Solano López, para que con su respetabilidad y talento interviniese en el pacto que celebraban las provincias argentinas con Buenos Aires vencida.

El Mariscal López accedió generoso, garantiendo el cumplimiento del tratado por ambas partes con su propio poder.

En noviembre de 1865 debían expirar estos tratados, y entrar las provincias en el goce de lo que verdaderamente les pertenece, las entradas nacionales de diez millones que ellas producen.

Cuando el sesenta y cuatro aun no llegaba, cuando Mitre aun no asaltaba la presidencia de la Nación, por un órgano público de Buenos Aires decía el futuro caudillo, sobre el pacto con el Paraguay: «Esos tratados serán despedazados y sus fragmentos arrojados al viento».

Por fin el General Mitre revolucionó a la provincia de Buenos Aires contra las demás provincias argentinas, cuyos dos poderes se batieron en Pavón.

La suerte estuvo del lado de aquel porteño malvado que se sentó Presidente sobre un trono de sangre, de cadáveres y de lágrimas argentinas.

Entre tanto los tratados garantidos por el Paraguay vivían, y llegado el término podía esta nación exigir su cumplimiento.

He aquí otra de las causas fundamentales de la guerra llevada por Mitre a la República del Paraguay, desarmando así a las provincias del poder aliado que garantía su felicidad, contra la infamia de un usurpador.
Después de este golpe maestro, el general Mitre desfiguró la carta democrática dada por las provincias vencedoras en Caseros, y la desfiguró a su antojo, después de haber jurado con lágrimas en los ojos respetarla, explotando así la generosidad de los pueblos, que entonces pudieron plantar la bandera de la humillación y del dominio en la misma plaza de Buenos Aires.

Esa reforma dio por fruto el regalo eterno de las rentas nacionales a la ciudad bonaerense, el despojo para siempre de la propiedad de los pobres provincianos, y aun algo más, el empeño de las desgraciadas provincias en más de cien millones, para sostener una guerra contra sus intereses, contra su aliado, contra el poder combatido por tener el crimen de haber garantido la paz argentina y la felicidad de todos los pueblos, en noviembre de 1859.

Es por estas incontestables razones que los argentinos de corazón, y sobre todo los que no somos hijos de la Capital, hemos estado siempre del lado del Paraguay en la guerra que, por debilitarnos, por desarmarnos, por arruinarnos, le ha llevado a Mitre a fuerza de intrigas y de infamias contra la voluntad de toda la Nación entera, a excepción de la egoísta Buenos Aires.

Es por esto mismo que es uno de nuestros propósitos manifestado en la invitación citada, la paz y la amistad con el Paraguay. (…)

Referencias:
1 Correspondence of April 24 of 1865, respecting hostilities in the River Plate, del ministro inglés en Buenos Aires a Lord Russell, miembro del Parlamento de Londres.

https://www.elhistoriador.com.ar/felipe-varela-y-el-manifiesto-de-enero-de-1868/

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