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domingo, 9 de octubre de 2022

LAS MUJERES DURANTE LA GRAN GUERRA

 LAS MUJERES DURANTE LA GRAN GUERRA

Neil Armstrong, fue un astronauta estadounidense y el primer ser humano en pisar la Luna. También fue ingeniero aeroespacialpiloto de guerrapiloto de pruebas profesor universitario. Cuando puso un pie en la superficie lunar, el 20 de julio de 1969, pronunció esta célebre frase: «Es un pequeño paso para el hombre, pero un gran salto para la humanidad».

Puede explicarse que el machismo y el patriarcado recién estaban siendo combatidos en la Ciencia, pero la lucha en la sociedad hacía ya unos cuantos años que había iniciado, incluso había pasado por momentos de triunfo, en particular durante La Gran Guerra o Primera Guerra Mundial

REVISTA CREDENCIAL 03 de agosto del 2022

HISTORIA


LAS MUJERES DURANTE LA GUERRA MUNDIAL

Por :

Natalia León Soler, Historiadora, Universidad Externado de Colombia

A diferencia de los distintos frentes que desafiaron miles de hombres durante los cuatro años que duró la contienda mundial, las mujeres resistieron otros que, mal que bien, cambiaron a la sociedad occidental. La lucha en el hogar, en la naciente industria, en la agricultura y hasta, en algunos casos, en los frentes de batalla como voluntarias, dieron cuenta de su participación durante la Gran Guerra que fue tan importante como la de los hombres. 

Colección Library of Congress, Washington, D. C.

 

Madres, esposas, hijas, novias y hermanas cambiaron sus oficios de amas de casa y de servicio doméstico por trabajos que antes eran ejercidos por hombres en laboratorios, talleres y fábricas, convirtiéndose en una nueva mano de obra en la industria durante la guerra. Otras, en cambio, decidieron compartir con los soldados en los frentes de batalla. Por un lado, las que ejercieron una labor humanitaria como voluntarias de la Cruz Roja; por otro, aquellas que, a pesar de luchar por su condición, hicieron parte de grupos de mujeres que participaron en las ofensivas contra los austriacos, como el caso del afamado Batallón Femenino de la Muerte.

La reina de Inglaterra, María de Teck, esposa de Jorge V, pasa revista a las mujeres de la Sección Nacional de Automóviles. Fotografía de Agence Rol., 1918. Colección Bibliothèque Nationale de France.

 












Madres, esposas, hijas, novias y hermanas cambiaron sus oficios de amas de casa y de servicio doméstico por trabajos que antes eran ejercidos por hombres en laboratorios, talleres y fábricas, convirtiéndose en una nueva mano de obra en la industria durante la guerra. Otras, en cambio, decidieron compartir con los soldados en los frentes de batalla. Por un lado, las que ejercieron una labor humanitaria como voluntarias de la Cruz Roja; por otro, aquellas que, a pesar de luchar por su condición, hicieron parte de grupos de mujeres que participaron en las ofensivas contra los austriacos, como el caso del afamado Batallón Femenino de la Muerte.


Pero la batalla que libraron las mujeres antes de la Gran Guerra, fue por el derecho al voto y por una nueva posición social y política en la sociedad. Movimientos femeninos que años atrás venían manifestándose en pro de su condición, sería silenciado por las declaraciones de guerra. Con el tiempo, viudas, huérfanas, solteras y casadas demostraron cualidades que la sociedad desconocía. Al terminar la guerra, muchas mujeres confiaban que su labor sería reconocida y podrían gozar de sus derechos políticos, civiles y económicos.


Labor humanitaria

Con la creación, el 21 de agosto de 1914, de la Agencia Internacional de Prisioneros de Guerra por parte de la Comisión Internacional de la Cruz Roja, más de 3.000 personas auxiliaron a los militares y civiles heridos en guerra prestando servicios sanitarios y brindando la ayuda necesaria para restablecer contacto con las familias que fueron separadas por la contienda. 

La enfermería se convirtió, entonces, en una profesión con una gran acogida entre numerosas mujeres voluntarias de clase media y alta en los países aliados tanto como en las potencias centrales. Profesionales y voluntarias, fueron destinadas a hospitales de campaña donde su indiscutible labor, en la atención de soldados heridos, las convirtió en ángeles dada su comprensión por aquellos hombres destrozados en cuerpo y alma. La Scottish Women Hospitals, la American Women’s Hospitals, la Voluntary Aid Detachment (VAD), la Queen Alexandra’s Imperial Military Nursing Service (qaimns) y la Princess Mary’s Royal Air Force Nursing Service son algunas de las organizaciones que apoyaron a las fuerzas militares y a los civiles. 

El compromiso humanitario de las mujeres llegó a traspasar fronteras y bandos. Elsie Inglis, sufragista británica y médica de la Escuela de Medicina para la mujer de Edimburgo, logró establecer unidades médicas equipadas por un gran personal femenino en el frente occidental, servicio que supo aprovechar el gobierno francés, pues el británico no lo aceptó con agrado. Entre 1915 y 1916 Inglis envió unidades de la Scottish Women Hospitals a Serbia, Salónica, Rumania, Malta, Córcega y Rusia. 

Solo por temporada y de reemplazo

Con la guerra muchas mujeres adquirieron nuevos roles y oficios que lamentablemente, tenían fecha de caducidad. Desempeñados antes por hombres, ellas los remplazaron de manera temporal en fábricas, laboratorios, empresas, granjas, en el manejo de transportes y hasta en la institución policial de las ciudades. Esta fue una experiencia en la que la mala paga y la incertidumbre de quedarse sin empleo con el regreso de los hombres a sus puestos de trabajo, hizo parte de la transformación y los cambios que vivieron las mujeres durante la guerra.

Al finalizar la guerra enfermeras voluntarias con el tiempo se convirtieron en célebres novelistas, artistas y pioneras tales como Vera Brittain, Agatha Christie, E. M. Delafield y Amelia Earhart que, gracias a sus grandes obras y relatos, destacaron el lado humano de la guerra.

La costura y el arte del bordado, que en principio convocaba a las mujeres a un espacio privado en el que se compartían historias y se confeccionaban vestidos, carpetas, pañuelos y cobijas, se volvió un trabajo asalariado debido al crecimiento de la industria textil por el aumento en la producción de uniformes. Para mediados de 1915, en Francia se implementó el salario mínimo para las mujeres que trabajan en esta industria. En 1917, el gobierno francés decretó que el pago debía hacerse por pieza acabada, tanto para hombres como para mujeres, y al finalizar la guerra, el salario no llegó a igualarse al de ellos. La mecanografía fue otro de los oficios que introdujo a las mujeres en los trabajos de oficina, y generó la deserción del servicio doméstico. Con el tiempo, la redacción de cartas, oficios y listas crearon un nuevo rol de la mujer en la sociedad: el de secretaria. 

En Francia, Gran Bretaña y Alemania más de un millón de mujeres fueron contratadas para trabajos que no eran precisamente para su capacidad: obreras en fábricas de armamento, lo cual generó, en algunas organizaciones sindicales, cierta preocupación no solo por la mala paga que ellas recibían, sino por la dedicación, minuciosidad y paciencia con que realizaban su trabajo, que al final, era mejor que el de los hombres. Las obreras británicas que trabajaban en los arsenales ubicados al este de Londres fueron llamadas cariñosamente “las canarias”, debido a la manipulación del trinitrotolueno (TNT) que les producía una especie de ictericia en las manos, el pelo y la cara, dándoles un color amarillo brillante.

Con el tiempo, las mujeres imponían el ritmo. Algunas como policías, a diferencia de las que siguieron con sus roles domésticos para preservar el orden y los derechos por los que luchaban los hombres en los campos de batalla, ayudaban a mantener la disciplina y el comportamiento en las fábricas y albergues. Por las calles, parques y alrededores de las ciudades, se les veía patrullar. Otras eran conductoras de buses, porteras, limpiadoras y mecánicas de carros, como también de ambulancias en los campos de batalla.

Con la guerra muchas mujeres adquirieron nuevos roles y oficios que lamentablemente, tenían fecha de caducidad.

E l discurso heroico que exaltaba la propaganda de la guerra llegó a perturbar a las mujerSe les animaba para que participaran en la campaña, pero de una manera sutil, pues su labor era la de incentivar a los varones para que se enlistaran. Lo que no se imaginaron es que muchas también querían participar y vivir el heroísmo de la guerra. Con la creación de los ejércitos auxiliares muchas inglesas partieron para los frentes, aunque seguían siendo civiles. Entre 1916 y 1918, más de 100.000 mujeres se unieron al Women’s Army Auxiliary Corps (waac). Por sus buenos servicios, el 9 de abril de 1918, la reina María asumió el cargo y título de comandante en jefe, razón por la cual se conoció que el Queen Mary’s Army Corps (qmaac), integrado por cerca de 35.000 mujeres, clasificadas entre oficinistas, operadoras, telegrafistas, camareras, choferes, jardineras, iría a Francia.


  NOTA: Luego de publicar este artículo, recordé la Historia de la descendiente de argentinos,  de nacionalidad francesa, pero que se refería al país que nunca conoció, como "nuestro querido país"Un hospital para la guerra

Cuando Josefa (Balcarce, nieta del General San Martín) enviudó en 1904, modificó el Petit Chateau, donde vivía. Había creado, a fines del año anterior, la “Fundación Balcarce y Gutiérrez de Estrada”, que llevaría adelante un hogar de ancianos y un centro asistencial para los más necesitados. Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, transformó su casa y asilo en un hospital. La asistieron en esta tarea las hermanas de la Congregación de la Sagresse.

Trabajaba a la par que todos. Hablaba varios idiomas, como el inglés, italiano, alemán, griego y latín. Y por supuesto el español, a pesar de que nunca conocería Argentina, al que se refería como “nuestro amado país”.
Cuando la guerra terminó, recibió del gobierno francés la condecoración de la Legión de Honor y además fue distinguida por la Cruz Roja. Se había ganado la admiración de los soldados que se habían atendido en ese hospital, que volvió a ser asilo de ancianos. En su testamento, lo cedió a la Sociedad Filantrópica de París.



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