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miércoles, 11 de septiembre de 2019

HISTORIA, ARTE, TURISMO Y DIÁLOGO

HISTORIA, ARTE, TURISMO Y DIÁLOGO
Es importante que se entienda que las posibilidades del turismo sostenible en este país necesita, necesariamente de la alta calidad educativa, porque personas que tienen un desconocimiento supino (Supino, por otra parte, se utiliza como un adjetivo que refiere a una acción o un estado de ánimo que resulta necio y falto de razón: “Tus palabras revelan una ignorancia supina sobre el tema”, “Decir algo semejante es de una idiotez supina que ni siquiera admite un debate o una reflexión”, “Un comportamiento supino y soberbio sólo te llevará al fracaso”https://definicion.de/supina/), de la Geografía, la Historia Social, Cultural y el Arte no tienen casi fundamentos, mas allá del descanso, para planificar viajes turísticos y mucho menos si se trata de turismo sostenible comunitario, que es en parte el objetivo de estos escritos.
Aunque se me puede decir que pueden haber visto un programa de TV o en Redes Sociales o un video, si no cuentan con todo el bagaje Histórico Cultural no sabrán apreciar cabalmente lo que transitan. En muchas oportunidades, como con el caso de taciturno y con otro tipo de cuestiones similares, como la cantidad de ropa en el norte o con monumentos y ruinas (Comó movieron o cortaran esas piedras gigantescas? O con el caso de los tocados o sombreros, que también tratamos), las personas demuestran lo poco que conocen de nuestras altas culturas o de nuestras culturas nómadas o de las causas por las cuales nuestros originarios parecen taciturnos.
Para los que creen que la alta calidad de la Educación solo prepara para la Universidad, es necesario decirles que fundamentalmente apunta a las cualidades y calidades de ciudadano y que luego surgen las otras cuestiones sociales, culturales e históricas.
LA CULTURA Y EL TURISMO COMO MEDIOS DE DESARROLLO SOCIOECONÓMICO
Ponencia presentada en el Seminario Iberoamericano
de Cultura, Turismo y Desarrollo (AECI-acerca/OEI)
Cartagena de Indias, Colombia
3 al 6 de octubre de 2006

INTRODUCCION
Un punto de partida fundamental para la construcción de lo que llamamos turismo cultural, es el hecho que la cultura, independientemente de cómo se interprete, subyace al proceso de desarrollo, es anterior a las estructuras económicas o políticas (Throsby, 2001: 73).
La incorporación del tema cultural no como factor o área especifica de la vida social dedicada exclusivamente a los asuntos patrimoniales o artísticos, sino constitutivo del ser, del ethos (su devenir histórico)de los pueblos debe, en principio asumirse como asunto de interés público y político que haga del recurso cultural un catalizador de los procesos de desarrollo.
La cultura es el contexto general en que se desarrolla la actividad turística, en cualquier clase de turismo que se realiza siempre hay un tipo de contacto con la cultura receptora, contacto que se incrementa a medida que el patrimonio, las costumbres y las actividades de las comunidades rurales y urbanas se asumen como recurso para el despliegue de actividades turísticas.
La cultura otorga entonces, un valor agregado al producto turístico y lo convierte en una industria cultural en la cual libros, revistas, espectáculos de luz y sonido, videos reinventan los paisajes culturales.
Lo anterior, hace que la cultura, los bienes muebles e inmuebles, usos y costumbres, gastronomía, ritos y la vida cotidiana, se perfilen como activos que pueden contribuir al desarrollo socioeconómico de comunidades, empresas o individuos; esto aporta elementos para la distinción que se hace de la cultura como un medio (recurso para mejorar las condiciones de vida): pero también como un fin en si mismo, en el sentido que los actos humanos nos identifican, nos otorgan sentido tanto individual como colectivo.
Turismo y cultura son interdependientes, lo cual reclama una ubicación equilibrada en la cual el turismo no sea percibido como la panacea a los problemas del subdesarrollo y tampoco como amenaza destructora que pone en peligro el patrimonio y la identidad de los pueblos.
Esto se ha asumido al menos en el discurso político de algunos de nuestros países centroamericanos, el Plan Nacional de Desarrollo Cultural de Guatemala, señala que “el turismo cultural puede coadyuvar al reforzamiento de la identidad en el país y por esa vía actuar como un antídoto frente a los efectos homogenizadores de la globalización”. (MCD).
En ese sentido, las políticas públicas, en especial, las culturales, medio ambientales y de ordenamiento territorial juegan un papel crucial como elementos reguladores frente a la organización turística del espacio que tiende a transformar el significado y uso social de los lugares; esta la primera tensión a la cual se enfrentan las culturas nativas o arraigadas en los sitios de gran atractivo turístico.
Costa Rica ha realizado importantes esfuerzos conceptuales para extrapolar los criterios de sostenibilidad ambiental a la sostenibilidad cultural apelando a valores equivalentes en ambas estrategias de desarrollo.

Fuente: Asociación Cultural InCorpore
En ese mismo sentido, en el actual contexto del desarrollo, la incorporación de políticas culturales de carácter transversal constituye un factor crítico de riesgo para el éxito o fracaso de las estrategias de reducción de la pobreza que se implementan en nuestros países centroamericanos y que en algunos casos como en Honduras concentran una importante cantidad de recursos financieros asumiendo un papel orientador en las metas del Estado.
De lo anterior se desprende mi interés por enmarcar esta presentación y diálogo con ustedes en el contexto del desarrollo humano sostenible, es decir, como el turismo y en particular el turismo cultural puede contribuir a las grandes metas del desarrollo humano a través de la articulación entre la sostenibilidad ambiental y la sostenibilidad cultural, ambas articuladas por las políticas públicas.
A partir de una serie de definiciones básicas y como marco teórico que considero pertinente, exploro las aportaciones del sociólogo francés Pierre Bordieu relativas al capital cultural recogidas por Texeira Coelho en su Diccionario Crítico de Política Cultural y las recientes aportaciones en la misma perspectiva que hace David Throsby en su análisis de economía y cultura para la creación de valor referido a los bienes culturales.
En un segundo momento subrayo la naturaleza de los bienes culturales, en especial los de carácter inmaterial para evidenciar esos valores potenciales que pueden ser asumidos como activos productivos para el desarrollo del turismo cultural; de tal suerte que, podamos identificar algunos componentes para desarrollar el capital cultural de nuestra región iberoamericana que presenta diferentes niveles de desarrollo que es necesario considerar y matizar a la hora de definir líneas de cooperación internacional en estos temas.
A lo largo de la exposición presento tensiones frecuentes que trae consigo la demanda creciente del turismo internacional frente al recurso cultural como insumo que invite a la reflexión sobre la urgente necesidad de formar políticas, adecuaciones legales y estrategias de promoción y fomento con alta participación local que permita el desarrollo de productos turísticos alternativos con un fuerte componente de activos controlados localmente.
I. DEFINICIONES BASICAS
El punto de partida conceptual es importante para respondernos a la pregunta de que estamos hablando cuando hablamos de turismo cultural y central para ubicar la naturaleza de las políticas, estrategias de desarrollo y papel de la cooperación internacional.
Cultura
El concepto de cultura del cual partimos es aquel que asume lo cultural como el proceso histórico de la constante interrelación de los individuos y comunidades consigo mismo y su entorno. Estas interrelaciones expresan una sociedad concreta, su sistema de valores, estructuras sociales, producción de la vida material y simbólica.
Política Cultural
Entre las definiciones ya clásicas de la política cultural podemos citar las siguientes que se complementan:
Néstor García Canclini concibe la política cultural como el conjunto de acciones que realizan diversos agentes para orientar el desarrollo simbólico, satisfacer las necesidades culturales y obtener consenso o disenso sobre un tipo de orden social. Una política cultural no puede ser formulada por un solo agente, así sea éste el mercado o el Estado o la comunidad autogestionaria.
José Joaquin Brunner, en forma sintética considera que son las oportunidades para actuar en un circuito cultural (producción, circulación y consumo de bienes culturales). Los componentes de este circuito cultural son básicamente cinco. Agentes habituales, medios de producción, medios de circulación, públicos y organizaciones (Estado-mercado- asociaciones voluntarias).
Desarrollo sostenible
El Programa de las Naciones para el Medio Ambiente (PNUMA) definió el desarrollo sostenible como “el desarrollo que hace frente a las necesidades del presentes sin poner en peligro la capacidad de las generaciones futuras para atender sus propias necesidades”.
La Unión Mundial para la Naturaleza (UICN) lo define como “el proceso que permite que se produzca el desarrollo sin deteriorar o agotar los recursos que lo hacen posible. Este objetivo se logra, generalmente gestionando los recursos de forma que se puedan renovar al mismo ritmo que se emplean, o pasando del uso de un recurso que se genera lentamente a otro que lo hace un ritmo más rápido. De esta forma los recursos podrán seguir manteniendo a las generaciones presentes y futuras”.
Turismo Sostenible / Turismo Cultural
La Organización Mundial de Turismo (OIM) define el turismo sostenible como “un modelo de desarrollo económico concebido para mejorar la calidad de vida de la comunidad receptora, para facilitar al visitante una experiencia de alta calidad y mantener la calidad del medio ambiente, del que tanto la comunidad anfitriona como los visitantes dependen”.
Según la UNESCO: Turismo Cultural es un concepto innovador, eminentemente ético, con el que se busca favorecer la paz, la comprensión entre los pueblos y el respeto por el patrimonio cultural y natural y las especificidades identitarias de las comunidades anfitrionas en el marco de los intercambios que se dan al viajar. Desde esta perspectiva, es importante que el turismo se ponga al servicio del bienestar de las poblaciones y contribuya a preservar sus recursos culturales, naturales y se asegure la calidad humana de los intercambios entre comunidades. Es decir, que se entiende el turismo como un instrumento para el desarrollo sostenible, el dialogo intercultural y la cultura de paz.
El concepto de turismo cultural expresado en la Carta Internacional de Turismo Cultural (8 Versión), presentado en la Asamblea General de ICOMOS de 1999 en México, revisa la versión de 1976 y presenta cambios sustanciales en la relación entre turismo y conservación. Antes los turistas eran vistos como amenaza a la integridad del sitio, a partir de 1999 es menester hacer accesible los sitios y monumentos de manera controlada.
II. EL CAPITAL CULTURAL: entre lo material y lo simbólico
El concepto de capital cultural, forjado en los estudios de economía, ha sido utilizado con rigor en el campo de la sociología y en los recientes estudios culturales que enfatizan sus dos formas de presentación: material e inmaterial.
A su vez, la estructura de distribución del capital económico entre los diferentes segmentos de un país y la distribución y acceso de ese capital, lleva a la distinción entre capital cultural de producción y capital cultural de consumo. (Coelho, 2000).
El capital cultural es tangible en forma de monumentos, sitios, conjuntos históricos, bienes muebles como pinturas, esculturas, etc. Intangible cuando nos referimos a usos, representaciones, expresiones, conocimientos y técnicas, junto con los instrumentos, objetos, artefactos y espacios culturales que le son inherentes, que las comunidades, los grupos y en algunos casos los individuos reconozcan como parte integrante de su patrimonio cultural.
Se ha avanzado bastante en la reconocida y valiosa labor de proteger el patrimonio mediante medidas de conservación, reglamentación o de resguardo en museos; sin embargo se hace patente cada día la necesidad de recrear los significados del patrimonio, a veces a partir del legado histórico y a veces como nueva creación frente a otras condiciones de vida. De ahí el énfasis reciente en el patrimonio vivo, o el patrimonio inmaterial como sustento de la diversidad cultural y como recurso para el turismo.
Pese a lo anterior mantenemos una deuda con el pleno reconocimiento de la dimensión económica del patrimonio cultural y para ello nos parece útil introducir en el debate el concepto de capital cultural como clave para distinguir la noción de capital cultural de activo económico.
Del uso indiscriminado de ambas nociones, se deriva otra de las tensiones presentes en la naturaleza de la gestión del patrimonio por parte de las instituciones turísticas y de las culturales; las primeras se inclinan por el desarrollo del recurso natural y cultural como producto que requiere estrategias de mercado para su promoción y usufructo y la segunda más orientadas a la conservación e investigación científica. Ambas motivaciones son necesarias en el marco del turismo cultural
El concepto de capital cultural nos permite trazar un puente entre la cultura y la economía, no como dos esferas autónomas de la vida social, (en sentido estricto la economía y la política son expresiones culturales), sino como método para presentar los fenómenos culturales en sus aspectos esenciales (materiales e inmateriales) de una manera comprensible tanto para el discurso económico como el discurso cultural. (Throsby 2001).
Para encontrar puntos de encuentro entre los intereses culturales y los intereses económicos, es útil, la noción básica de creación de valor como resultado de un proceso de desarrollo que equilibra el acceso a los bienes y servicios materiales con las necesidades de expresión y reconocimiento, identidad y sentido de la vida que manifiestan las comunidades creadoras y portadoras de un patrimonio que es necesario conservar.
Esas manifestaciones culturales adoptan en determinado momento el status de patrimonio y es aquí donde la reserva de valor, tanto social y económica para un pueblo o una nación, está en sus expresiones creativas y monumentales.
Capital cultural alude al conjunto de instrumentos de apropiación de los bienes simbólicos, (Coelho, 2000: 98), en el plano individual un instrumento para la apropiación de estos bienes simbólicos es la alfabetización y la educación en general. Del lado de la producción, forma parte del capital cultural, los productos o equipamientos necesarios para crear ese bien simbólico, el celuloide para el cine, el lienzo para la pintura o el turismo para el patrimonio. De lo anterior podemos deducir que el turismo es una estrategia de apropiación de los sitios, monumentos o expresiones; no existen recursos turísticos sino recursos naturales y/o culturales que el turismo como estrategia los visibiliza, los pone en valor.
David Throsby nos señala que tanto la teoría económica como los teóricos culturales, tienen la posibilidad de reconocer los valores o atributos de la cultura desde sus respectivas disciplinas y provocar el encuentro provechoso de ambas, establecer una base común, los prolegómenos para el análisis de los aspectos económicos y culturales de los bienes y servicios que desarrolla el turismo.
II. NATURALEZA Y VALOR DE LOS BIENES CULTURALES
Hay quienes afirman que la distinción entre patrimonio físico y patrimonio inmaterial, se nos muestra como algo artificial. Los sitios y monumentos del patrimonio material adquieren su pleno sentido y razón de ser a la luz de sus valores simbólicos. De igual manera, la dimensión inmaterial para su conservación o salvaguarda necesita de su materialización en signos visibles.
Esta simbiosis, constituye una valoración necesaria para una mejor representación de la diversidad cultural considerando que existen pueblos que privilegian la forma oral frente a la escrita, las artes y las tradiciones populares más que aquellas consideradas en la clásica definición de las “Bellas Artes” que tienden a valorar lo monumental en todo sentido.
Los bienes culturales físicos tienen referencias inmateriales claras como lo demuestra la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO. Entre estas referencias podemos mencionar la referencia espiritual en sitios como el Vaticano, Santa María de Guadalupe, la Gruta del Apocalipsis de Patmos o los monumentos conmemorativos de Lutero en Esleben o Wittenberg; El Cairo islámico y el mundo budista el templo de Confucio en China y otros templos hindúes en la India.
La referencia social, también es observable en algunas inscripciones que tienen como finalidad destacar las características de la ocupación humana en un sitio natural o una ciudad histórica; ejemplo: Venecia y su laguna, el Gran Zimbabwe, ciudades históricas de México como Morelia o Guanajuato.
Algunos expertos como Jean-Louise Luxen, quien fuera secretario general de ICOMOS, señala también la referencia artística como poco frecuente en su utilización como criterio inmaterial de algunos bienes de la Lista de Patrimonio Mundial. Entre ellos destaca la Acrópolis de Atenas, El Escorial en España y los sitios de Weimar y Dessau en Alemania o la ciudad de Salzburgo en homenaje a Mozart o el monte Taishan por su influencia en la pintura china.
En esa misma línea, Luxen propone que una nueva referencia inmaterial merecería ser investigada aludiendo a las plazas públicas o lugares de reunión donde se expresan las diferentes formas de cultura popular, reconociendo así el carácter efímero de muchas expresiones artísticas como la tradición oral y pone como ejemplo la Plaza Djama el Fná en Marrakech, Marruecos, que sin contar con edificaciones suntuosas es un lugar de tradición inmemorial donde se expresan los narradores, saltimbanquis, músicos, escultores, entre otros.
Este aspecto que lo podemos ubicar como parte de la apropiación y uso social del patrimonio nos obliga reflexionar que los monumentos, sitios, ciudades, centros históricos mantienen su vigencia a partir de la tradición vital de la población que los habita y constituyen valores a considerar para el turismo cultural.
Especialistas en el tema nos indican que “Han sido los propios habitantes los que tradicionalmente han mantenido sus templos, sus viviendas, la estructura urbanística, los bienes muebles, las tradiciones, la organización social. Esta combinación hombre-espacio-objetos es lo que ha posibilitado y conservado viva la identidad cultural de los centros históricos”1.
El sentido de apropiación y significado que los habitantes imprimen a los espacios que ocupan es un valor a considerar, es un signo identitario, un acto de recreación al descubrir su propia historia, su memoria colectiva.
Lo que es evidente en este pequeño análisis es la clara necesidad de avanzar en identificar los elementos del patrimonio inmaterial asociados al patrimonio tangible para una mayor valoración y significado como bienes patrimoniales en la perspectiva del turismo cultural como estrategia de desarrollo humano...
VER COMPLETO EN
https://www.oei.es/historico/cultura/culturamhmejia.htm
definicion.de
Definición de supina Del latín supīnus, supino es un adjetivo que refiere a lo perteneciente o relativo a la supinación (la posición de una persona que está tendida sobre el dorso o de una mano que exhibe la palma hacia arriba). Por ejemplo: “El médico me pidió que me coloque en posición ...

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